Disclamer: Ni Digimon ni sus personajes son míos.

Capitulo 1

-Eres un mentiroso, Yamato Ishida- Grito ella con lagrimas en los ojos.

-Mimi, yo no…-

-¡Vete, no quiero saber nada de ti!-

-Mimi…-

-¡No te atrevas a hablarme, Matt, yo te amaba!- Lloro -¿Por qué me has hecho esto?-

-¡Mimi, escúchame!-

-¡No quiero…-

-¡No era feliz contigo!- La interrumpió. Dejando a la chica devastada, sintiendo como su ya roto corazón se despedazaba aun más. –Lo siento, pero no podía seguir engañándome más-

-Eres un idiota, Yamato- Murmuro ella con una mirada sombría mientras tapaba su rostro con el flequillo que recientemente se había hecho, porque a EL le gustaba así. Se coloco la capucha de su chaqueta y camino hacia la salida del edificio.

El rubio no estaba seguro de lo que había hecho, pero sabía que era mejor así, tanto como para él, como para ella.

Salió a la intemperie, destrozada como estaba y se dejo caer en el asfalto, no había nadie en las calles, después de todo, era un domingo y llovía a cantaros. Lloro ahí hasta que un hombre se le acerco, preguntándole si se encontraba bien, y que no debía quedarse afuera.

-Gracias, yo puedo llegar sola- Dijo ella, con una fingida sonrisa en el rostro, cuando el hombre le había preguntado si no quería que la acercara a su casa.

-¿Estás segura?-

-Sí, claro, gracias- Le contesto ella, mientras secaba sus lágrimas. Que en ese momento, se confundían con la lluvia.

-De acuerdo, si tu lo dices- Dijo el hombre encogiéndose de hombros.

Cogió camino hacia su casa, con la mirada de su ex novio clavada en su cuello, podía sentirlo, desde el enorme ventanal del departamento del chico.

Estaba bien, si eso era lo que quería él, para ella estaba bien. Después de todo, ella solo quería que Matt fuese feliz, y si no era a su lado, pues, ella no podía hacer nada. Dirigió su mirada al ventanal. Ahí estaba el, observándole con un semblante frio y serio. Ella dio media vuelta y siguió su camino. Cerrando un capítulo más de su vida.

-Mimi, esto te servirá para mejorar, para que el día de mañana no ames como lo has hecho- Trato de no recordar los momentos felices, cuando eran unos críos de 12 años, jugando a ser valientes, con sus Digimon, extrañaba a Palmon. Su compañera de niñez.

Yamato Ishida no se imaginaba cuan agradecida estaba con él, por haberle traído tantas alegrías. Pero lo odiaba a la vez, por haberle roto el corazón.

"Claro, es que a él le importa un soberano pepino si yo luego de esto vuelvo a tener una vida normal"

El conocía la personalidad de su ex novia, por eso sabia que ella estaría bien, o eso era lo que esperaba. Tenía que admitir que le dolía verla así, después de todo, había pasado los mejores años de su vida con ella, pero solo eso, al final de todo, ella solo llegaba a ser su amiga, y esperaba que en algún momento, ella también encuentre a alguien que la ame, tanto o más que el. Porque no iba a negar que él la había amado con locura al principio, pero ella había sido su primera novia, y quería probar algo más.

Sabía que a Matt le valía madre cuanto ella sufriera, cuanto le costara salir de aquel pozo que ella había cavado y al que él la había empujado.

Sabía que en algún momento se recuperaría, porque no se dejaría caer por esto, aunque tenía que admitir, que no estaba lista para tanto dolor. Ella lo había amado con locura desde el principio. Y que él le hubiese fallado de esa manera era como una bomba atómica en su frágil corazón. Rogaba poder recuperarse, y seguir adelante. Se sentía más sola que nunca. Le hacían falta sus amigos, su familia. Quería volver a ser esa niñata con sueños de princesa y de un mundo color de rosa. Quería tener en su poder una máquina del tiempo, para poder volver y enmendar sus errores.

Quería saber las reales razones por las cuales el la había dejado.

Ya había llegado a su departamento, pero no quería entrar y encontrarse con todas las fotos, los recuerdos.

Saco su teléfono móvil del bolsillo de la chaqueta y busco el número de su mejor amigo, quien siempre había estado ahí para ella. Su mano apenas y respondía.

-Taichi- Susurro cuando él le atendió.

-¿Mimi?-

-Ta-T-Tai-chi- Tartamudeo, soltándose en llanto una vez más, dejándose caer pesadamente sobre la acera.

-¿Mimi? ¿Qué te sucede?-

-….- No podía contestarle, su vos no le salía.

-Mimi, escucha, quédate tranquila. ¿Estás en tu casa?-

No supo cómo pero logro soltar un quejido, que le basto al chico como para saber que era una afirmativa.

-De acuerdo, no te muevas, estoy yendo para ahí-

Dejo caer el teléfono a un lado, lloraba sin parar, no le había durado mucho la madures. Volvía a sentirse frágil, herida, dolida. ENGAÑADA.

Unos pocos minutos después un auto freno en seco en frente de ella, del cual salió un muchacho de unos 18 años con el cabello alborotado.

-¡MIMI!- Corrió hacia ella, a auxiliarla.

-Taichi- Gimió ella llorando en los brazos de su amigo de la infancia. –Taichi- Volvió a pronunciar.

-¿Quién te ha hecho esto, Mimi?- Eso no había sonado como una pregunta para ella, sino un pensamiento interno. –Ven, vamos adentro- Propuso tomándola como un esposo toma a su esposa cuando recién terminan de casarse.

-¡NO!- Grito ella, aferrándose al hombro del moreno. –Por favor, no me lleves a dentro, no lo quiero ver-

-¿A quién?-

-A él… A Matt- Lloro escondiendo su cabeza en el masculino y empapado hombro del chico.

-Esta… Bien. ¿Vamos a mi casa? ¿Te parece? Hay te daré algo de ropa y me explicaras todo bien-

-Sí, g-gracias, Tai- La escucho murmurar antes de entregarse en los brazos de Morfeo.