Nuestra querida Rosalie y los restos de historia de los que saco este pequeño fragmento son de la grandiosa creación de nuestra estimada Meyer. Te adoramos, mi lady.
Primer acto
La cola del vestido estaba resultando bastante molesta. Me movía lento porque, después de todo, no había prisa alguna. El tiempo no volvería a ser un problema para mí. Jamás.
El pasillo a oscuras de aquella casa tan suntuosa no era ni la mitad de terrorífico que los recónditos fosos de mi mente que ya preparaban mi acto final.
La obra tendería su telón, el drama sería aplaudido y yo sería su estrella principal. Porque mi venganza estaba próxima a hallar su cenit y, aunque tal vez no me serviría de nada como había dicho Carlisle, sin duda me lo pasaría en grande.
El sonido de los zapatos retumbando contra el suelo de linóleo llegaron a oídos de los guardas que custodiaban su puerta. Sus corazones bombearon rápido y la adrenalina fluyó campante por sus cuerpos. ¡Oh, dulce aroma!
Mi garganta ardió en llamas y di gracias a mi autocontrol por mantenerme cuerda en esos instantes.
-¿Has escuchado eso?-susurró uno de los hombres.
-Sí...-musitó el segundo.
¿Sólo dos? Pobre Royce...
Una siniestra risa llego a los oídos de los atemorizados hombre. Mi risa.
-Mierda...
De nuevo un susurro.
Pavor.
¡Oh, sí! Sabroso miedo.
Sus armas temblaron cuando mi silueta se fue haciendo más visible frente a ellos. Sólo un pequeño candil iluminaba la puerta que custodiaban pero yo no tenía necesidad alguna de claridad...su olor, su respiración, sus fluidos...suficientes para convertirse en un llamado que no podía ignorar.
No era sed, no era necesidad...era un clamor de mi muerto corazón por sanar heridas que nunca cicatrizarían.
Dejé de lado la paciencia, ya había tenido suficiente.
Mis manos se cerraron en torno a sus gargantas mientras sus cuerpos se elevaban en el aire y sus armas caían. Hicieron el esfuerzo inútil de intentar separar mis fuertes brazos de sus cuellos. Rasguñaron mi piel con el tonto pensamiento de provocarme daño. Insulsos. Incluso sus uñas se quebraron...Al igual que sus gaznates.
Un corazón acelerado llamó mi atención tras la puerta.
Sí, Royce. Ya estoy aquí.
Los cuerpos todavía calientes cayeron inertes a mis pies.
-Royce, Royce, Royce...-canturreé.
