¡Hola! Vuelvo con otro nick ! Jejeje. Siento que abandonara mis otros fics, no creo que los vaya a continuar ahora, pero me da penita borrarlos, aunque tuve éxito con Gravity of Love

Este es un capítulo piloto, si sé cómo continuar y la gente se vé interesada, lo seguiré. Digo esto porque a lo peor es un pelín fuerte, pero ya he leído cosas peores por aquí :p

Espero que os guste!


Las nubes comenzaban a avanzar cada vez más rápido por el cielo, era una noche tranquila, y la Luna en cuarto creciente iluminaba los pasillos de Hogwarts a través de los grandes ventanales acristalados cuando las formas algodonosas del cielo le dejaban paso.

Como todas las noches de martes, una pequeña figura femenina evitaba esa luz con miedo de ser reconocida por cuadros o fantasmas con los que se encontraba en su camino.

Conocía esa trayectoria de memoria, ya que llevaba recorriéndola desde hacia ya casi medio año, y aunque cada vez le asustaba menos la posibilidad de ser descubierta y mucho más identificada, procuraba ocultar siempre su rostro por la capucha de la oscura túnica y alejarse de cualquier luz.

Apenas se oían sus ágiles pasos a través de los corredores, y el movimiento de las ropas con el aire era menos que un susurro. A oídos de los demás habitantes del castillo no era más que uno de los sutiles sonidos de la noche.

Recorría con prisa el largo pasillo de las aulas de los de primer curso hasta llegar a las altas escaleras del ala Este. Subiendo con suavidad peldaño a peldaño, alcanzó el nuevo corredor y siguió avanzando apremiantemente, hasta llegar a unas pequeñas escaleras de mano de madera que la llevarían directamente a su destino, una noche más, el aula de Adivinación.

Se colocó bien la túnica, con la intención de no tropezar con alguno de los finos y peligrosos peldaños de la escalera, y comenzó el corto ascenso hasta la entrada.

Siempre tan puntual- pensó. Ninguna de las noches que llevaba viniendo a hurtadillas hasta allí, y no eran pocas, había tenido que hacer descender ella la escalera para facilitar el paso de los demás. Era una norma del que llegaba primero, y normalmente siempre era el mismo. Una vez subió la escalera y atravesó con su cabeza el hueco en el suelo que daba paso al aula, el sonido que en ella reinaba se hizo patente en sus oídos, ya que había dejado atrás el hechizo sonoro aplicado a la habitación una vez llegó al hueco:

Risas femeninas, coquetas y traviesas, risas roncas y graves, muy masculinas y afectadas, sonido de botellas, copas, pasos descalzos, roce de ropas, suspiros, conversaciones en susurros se entremezclaban en la habitación, acompañados de una música suave, relajante pero a la vez tentadora y sensual que parecía provenir de todos los rincones del aula.

Una vez dentro y tras incorporarse sobre el suelo enmoquetado, observó, como cada Martes por la noche en aquél rincón de Hogwarts, iluminada apenas por unas cuantas velas que flotaban en el aire y por la luna en el alto cielo del tejado hechizado como el Gran Comedor, tanto Gryffindors como Hufflepuffs, y como tanto Slytherins como Ravenclaws, se hallaban en una misma habitación sin rencores ni malicias, sin rivalidades ni prejuicios, al igual que sin adornos físicos, al igual que sin ropa, y al igual que sin identidad relacionada con quiénes eran fuera de ese Santuario circular, rendidos todos al mayor placer de la naturaleza humana.

Cuerpos desnudos, blancos, negros, femeninos, masculinos, únicamente piel y labios frente a los demás, andaban sin miedo por la habitación, jugueteaban unos con otros, se abrazaban, se besaban, otros de ellos miraban, una pareja se rendía al placer en un extremo de la habitación, otra pareja a su lado, esta vez dos chicas, les miraban mientras se acariciaban mutuamente, cuerpos desnudos servían copas llenas de exóticas bebidas, un aroma de rosas e incienso reinaba en el ambiente y la humedad lo impregnaba todo.

La recién llegada no era nueva en esto, pero cada noche que llegaba siempre se quedaba hipnotizada por la danza de piel desnuda que vibraba con esa lentitud, era tranquilidad y sin embargo de innata pasión reinando ese castillo por unas increíbles horas. Tras un segundo inmóvil, escuchó cómo el portón por el que acababa de acceder se cerraba suavemente, y otra persona detrás de ella le acarició el cuello, como señal de bienvenida.

Las palabras no eran algo necesario en este lugar. En este lugar, no era necesario fingir. No había cabida a los problemas de la vida real ni en el comportamiento de la vida real. Eran las normas.

Aquella mano bajó de su cuello hasta su hombro derecho, deslizando su ropa poco a poco por su brazo, mientras la otra mano acariciaba suavemente el pecho y suspiraba en su oído. Ella se dejaba hacer.

La túnica cayó al suelo, y bajo ésta no llevaba nada más de ropa. Su blancura relucía bajo la luz de la luna, y unos cuantos ojos de la sala la observaron, mientras las manos que la acababan de desnudar le seguían acariciando el pecho, mientras ella dejaba reposar la cabeza hacia atrás, sobre el hombro de su amante oportuno. Le gustaba, le gustaba que la miraran de esa forma, le gustaba dejarse observar mientras disfrutaba.

Poco a poco las caricias dejaron de ser tan suaves, y cuando abandonaron sus pechos por una fracción de segundo siguieron su trabajo más abajo, donde ella quería, donde se había afeitado la zona para aquella noche.

Eran las normas.

A aquellas manos les gustaba, pues la persona a las que pertenecían comenzó a suspirar fuertemente en su oído. Ella sonrió, pero no pudo evitar dejar escapar un leve jadeo agudo, cuando esas manos se abrieron camino dentro de sus piernas. Estaba muy mojada, y sus dedos entraban dentro de ella con suma facilidad. Cerró los ojos inconscientemente, pero no quería. Sabía que la estaban mirando y quería verles a ellos también. Entreabriendo los párpados mientras aquellas increíbles manos manejaban dentro de ella, logró ver como algunos de los hombres de enfrente comenzaban a masturbarse observándola, al igual que varias chicas. Una pareja comenzó imitarnos al fondo de la sala.

La excitación era total, no pudo seguir con los ojos abiertos, necesitó cerrarlos fuertemente cuando notó el miembro de su compañero, fuerte y duro pegado a su espalda, y cómo empezaba a moverse y a frotarse contra ella, a la vez que se inclinó hacia delante en una convulsión repentina. Iba a irse, y era demasiado pronto para empezar.

Notando cómo la chica se inclinaba, el hombre la puso de rodillas contra el suelo en un ágil movimiento, y llamó con la mirada a uno de los hombres que se masturbaban frente a ella, el cual entendió rápidamente. Se acercó a ellos, y tras darle un húmedo beso de tronillo a su compañero, levantó la cara de la chica, sudada por el placer, e introdujo su miembro en la boca.

Ella se movía para metérsela entera dentro, jugando con la lengua e inconscientemente elevando sus caderas en un estado de extrema excitación. El hombre detrás de ella levantó sus nalgas en el aire, le abrió las piernas, y la penetró con violencia.

Hermione gimió fuertemente.


Uf! jajajaja

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