La niña suspiró por enésima vez mientras su madre le daba pequeños tirones en el pelo debido a la misión imposible de peinarla.
-¡Déjalo! ¡Ya está bien! - respondía la pequeña agobiada tras varios minutos donde su madre no paraba de murmurar y maldecir acerca de su pelo indomable
-Jane, deja a mamá trabajar en tu pelo. Justo ahora comienzas a parecer menos salvaje y más una niña
La niña, que respondía al nombre de Jane, giró su cabeza hacia la entrada de su habitación, ignorando el gran tirón que recibía al realizar un movimiento que su madre, quien controlaba aquel odioso cepillo, no se lo esperaba. Allí estaba Alec, su gemelo, quien se burlaba de ella sin tan siquiera ocultarlo, ya que su madre estando presente lograba que tuviera cierta inmunidad frente a su hermana. Así que finalmente, la menuda niña no pudo más que maldecir por lo bajo prometiéndose a sí misma cobrar su venganza contra su hermano gemelo en cuanto tuviera oportunidad.
Tras una tortura capilar de media hora, Jane acabo con un 'suficientemente civilizada' por parte de su madre tras ser peinada por ella y tener que ponerse aquel maltrecho vestido que solía usar para los domingos. Para haber obtenido un lamentable 'suficientemente civilizada' por parte de su perfecta madre, se sentía desubicada. La imagen que le devolvía el espejo no era en absoluto ella, no se reconocía. Su mirada azul era cristalina y resaltaba sobre su blanca y recién limpiada piel. Sus rasgos aniñados y sin ninguna mancha de barro hacía que junto al largo y liso pelo, que se encontraba simplemente anudado con una cinta de raso, pareciera una muñeca. En conjunto, no era una imagen en absoluto desagradable de observar, pero por ello mismo no le agradaba a Jane. La convertía en un blanco. Blanco de miradas. Blanco de burlas por parte de los niños que la verían en la iglesia y en el catecismo...¿de verdad era necesario hacer todo esto para ir a la casa de Dios si supuestamente Él siempre estaba observándoles atentamente? Jane no lo comprendía. Pero de momento, seguiría sin comprendelo. No era una niña que compartiera sus sentimientos ni pensamientos, era algo que muy pronto había aprendido. Canalizar todo ello, era lo mejor.
Tras una última mirada de reojo a su imagen en el espejo, salió de la habitación camino a la pequeña entrada de la casa. Allí ya la esperaban su padre y su hermano. Con la mirada gacha, caminó hasta situarse junto a Alec, quedando así éste entre medias de ella y su padre. No le gustaba que su hermano fuera el expuesto a su padre, quien más cerca estuviera a él, pero quedaría muy extraño si ella se interponía entre ellos. Su padre consideraría a su hermano como un cobarde por dejar que una mujer le defendiera...no, mejor sería actuar como siempre hacía ella y Alec. Ya que ambos, por mucho que se lanzaran pequeñas pullas, eran gemelos, y eran capaces de cualquier cosa por cuidar el uno del otro.
-¡Vamos,vamos, queridos! O llegaremos tarde -gritaba la aguda voz de la matriarca de la familia mientras bajaba con aquellos tacones las empinadas escaleras de la casa que daban el acceso al piso superior, donde se encontraban las dos únicas habitaciones de la casa.
OFF:Es cortito y no expresa en absoluto nada de lo que quiero contar en esta historia...¡lo sé! Pero para empezar a contar es necesario situar un poco todo esto...¡nos leemos!
