Disclaimer: Los maravillosos personajes de Card Captor Sakura son propiedad de Clamp, sólo la idea y el argumento de la presente historia me pertenece.
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Capítulo 1
[Sakura]
— ¡Sorpresa!
Me llevé una mano al pecho, asustada, cuando los oí gritar apenas encendí la luz. Al unísono, tubos de confeti estallaron en miles de colores, camuflando la veintena de sonrisas que me recibían apretujadas dentro de mi casa.
Dejé caer la bolsa de verduras que traía y chillé con ellos. No podía creer que hicieran esto por mí.
En medio del caos de alegría, pronto me vi rodeada por mis amigos del instituto, quienes me abrazaban y ofrecían palabras de aliento. Tuve que hacer esfuerzos infinitos para no largarme a llorar de emoción allí mismo, como una magdalena.
Esto era una fiesta de despedida. Mi despedida.
Obviamente, a estas alturas del partido ya todos los que me conocían sabían que en menos de cuarenta y ocho horas abandonaría Japón junto a mi madre y Touya, para al fin hacerle compañía a papá en Hong Kong. Mañana ya no estaría en Tomoeda, sino que en Tokio, preparándome para abordar un avión que me llevaría lejos de aquellas personas, con las que no compartía lazo sanguíneo alguno, pero que tanto quería.
El dinámico Yamazaki me salvó de un lloriqueo seguro a cambio de matarme de la risa con sus chistes y anécdotas graciosas, hasta que empezó a contarme una de sus falsas e inverosímiles historias y lo descubrí, sintiéndome orgullosa de mi misma. Desde la escuela primaria se había dedicado a hacerme caer, una y otra vez, en sus mentiras, y hasta el día de hoy casi nunca podía estar muy segura de si me estaba diciendo la verdad o no. Pero algo es algo y él lo valoró como un gran paso en la lucha contra mi despiste natural y déficit de atención.
— A ver si esto te ayuda otro poco — dijo, con su típica sonrisa, y situó en la palma de mi mano una brújula verde pistacho.
A varios se les había ocurrido dedicarme algo que me los recordara aún más.
Por ejemplo, la tierna de Chiharu me regaló un osito blanco que ella misma había hecho, con mi nombre y el suyo bordados junto al corazón, mientras que la creativa Naoko me obsequió una hermosa tarjeta de despedida, con sus espectaculares ilustraciones y todo.
Rika, tan bella y atenta como siempre, me sirvió un trozo del mejor pastel de fresas con crema que había cocinado en su vida. El pastel de fresas y crema era mi favorito. La decoración de éste le había quedado tan linda que me llegó a dar pena que la destruyera para comérnosla.
También Yukito estaba ahí, con su amable expresión de costumbre. Una inmensa sensación de calidez me invadió al notarlo tan contento por mí. Resultaba ingrato pensar que, en cierta forma, estaba a punto de abandonarlo y aún así él continuaba apoyándome y animándome en el proceso. Era consciente de que simplemente quería verme feliz... Por otro lado, era peculiar pensar que durante tantos años Yukito me acompañó y apoyó como un mejor amigo y que, ahora, por esas vueltas de la vida, lo hacía como mi primer novio.
Sus dedos se aferraron a los míos y suspiré, dedicándole una sonrisa. Me resultaba inmensamente agradable tenerlo cerca. Su presencia era como una caricia constante y una paz infinita. Con él siempre me sentía segura.
No me sorprendí cuando anunciaron que Yukito sería el encargado de hacerme entrega de un especial regalo, uno que mis amigos habían creado en conjunto. De mano de su radiante sonrisa, recibí un precioso álbum repleto de fotografías y dedicatorias, que sencillamente terminó por quebrarme y contribuyó a que mis ojos se asemejaran a los de un panda, gracias a la máscara de pestañas corrida.
En un momento, sin saber qué hacer y agobiada ante tanta emoción, decidí abrirme paso hasta el patio. Allí tomé bocanadas de aire, miré en dirección al cielo estrellado y agradecí. Era muy afortunada por tener a tanta gente que querer, que encima también me quería, pero no podía con la tristeza y dolor que sentía al tener que dejarlas atrás para tomar un camino muy distinto.
No es que estuviera siendo trágica, tenía más que claro que podía volver a verlos, sin embargo...
— Sakura — llamó Yukito, a mis espaldas.
Me volteé de inmediato. Él me miró con sus dulces ojos avellana y acarició suavemente mi mejilla.
Cerré los párpados al tacto.
Sentí que tomaba con delicadeza mi mano izquierda. Los latidos de mi corazón se aceleraron cuando, curiosa, abrí los ojos y vi cómo el chico de mis sueños deslizaba una sencilla argolla de plata por mi dedo anular.
Me había sido imposible articular el habla.
Sentada, abrazando mis rodillas mientras aguardaba por el equipaje y a miles de kilómetros de distancia de él, aún era capaz de sentir en mis labios el cálido recuerdo de su beso y de sus palabras: "Te esperaré", había sido su firme promesa.
Y era con él con quien yo también quería estar, más que nunca.
— Volveré — había jurado yo entonces, con un nudo en la garganta. Él enjugó cariñosamente mis lágrimas — Un año no puede ser demasiado, ¿verdad?
Me acogió en un abrazo.
Sentí como si me lo estuviera dando en este mismo instante.
— No, no lo es — me había consolado.
Jugueteé con mi anillo, soltando un suspiro. Había llorado tanto las últimas horas que mis ojeras eran más que evidentes. Hasta intenté maquillarme un poco para que cuando papá nos pasara a buscar no notara mi aspecto deplorable y se sintiera mal por mí.
En verdad, estaba ansiosa y feliz por verlo. Sin embargo, separarte de tus amigos y de tu novio no podía resultar tan fácil.
— ¿Un café? — ofreció mi madre.
Recibí el vasito de cartón con cuidado y ella me acarició el cabello, otorgándome una sonrisa fraternal. La pobre, durante casi todo el vuelo, se había tenido que aguantar mi llanto silencioso, a la vez que su blusa había sido víctima de mis lágrimas y mocos.
El bestia de mi hermano ni siquiera se había dignado a prestarme uno de sus hombros para dejar de ensuciar un rato a mamá. Se había mantenido muy concentrado jugando con su móvil, en su mundo.
— Gracias — me restregué los ojos, eché un vistazo al tumulto de gente alrededor y extrañé la presencia del susodicho — ¿Dónde está Touya?
— En el baño.
Reencontrarnos con mi padre, luego de un mes completo de ausencia, fue totalmente reconfortante.
Después que lo liberé de mi efusivo abrazo, sólo porque mi hermano insistió en que acabaría matándolo, se le veía en extremo contento, casi rejuvenecido.
El beso entre él y mi madre, que no se hizo esperar, me sacó un suspiro y una gran sonrisa. Incluso el huraño de Touya se contagió con la alegría de reunirnos otra vez, tanto que hasta me ayudó con las maletas.
Entre el aeropuerto y nuestro nuevo hogar transcurrieron alrededor de treinta minutos, pero al tratarse de un viajecito tan ameno, tan conversado y cantado, me pareció que sólo habíamos tardado unos diez minutos en llegar.
Papá nos abrió la puerta del departamento con una sonrisa de oreja a oreja. Era precioso y enorme, mucho más grande que la casa en la que vivíamos en Tomoeda. Lo que más me fascinó fue la vista espectacular que teníamos de Hong Kong, con todas sus luces, y en especial el brillante mar a escasa distancia. Nunca habíamos vivido tan alto, al menos un octavo piso para mí era alto.
De pronto, mi progenitor nos presentó a quien había sido su compañía en el último mes: un precioso gatito rubio y de ojos dorados.
— Su nombre es Kero — anunció, rascándole distraídamente las orejas.
La exquisita bola de pelos nos dio la bienvenida paseándose entre nuestros pies y dándonos una que otra cabezadita, a medida que ronroneaba ruidosamente. Era tan desesperantemente tierno que no pude evitar tomarlo en brazos y darle un beso en su áspera nariz felina.
Papá nos contó que lo había encontrado un día fuera de su trabajo, justo una semana después de haberse instalado acá. Según la veterinaria a la que lo había llevado, el animalito sólo contaba con tres meses de vida y estaba desnutrido, por lo que él decidió quedárselo y alimentarlo.
— Resultó ser un glotón de primera — dijo, riendo.
— No nos habías contado sobre él — reprochó mi madre con un puchero.
Acarició al gato en su regazo al tiempo que Touya intentaba llamar su atención moviendo sus audífonos frente a sus enormes ojos. El gato intentó atraparlo con sus garritas.
— Quería que fuera una sorpresa.
Los tres días siguientes en la nueva ciudad resultaron bastante ajetreados. Se me pasaron volando entre que tuve que comprarme el uniforme para mi nueva escuela, aprender a utilizar el transporte público y ubicarme un poco. El regalo de Yamazaki me había servido bastante para ello, pues me había quedado claro que vivíamos en la zona este de Hong Kong, en Bonham Road.
Touya pasó por un proceso similar de "ubicación", aunque además tuvo que realizar una cantidad considerable de papeleo para ser finalmente admitido y cursar un Bachillerato en la universidad en la que trabajaba nuestro padre. Por fortuna para mí, éste ya se había encargado de encontrarme un colegio inglés, puesto que mi chino dejaba mucho, pero es que demasiado, que desear. Agradecía el hecho que Hong Kong, en un pasado cercano, hubiera sido colonia del Reino Unido, sino ahora si que estaría absolutamente perdida con el idioma, entre el chino mandarín, el cantones y las extrañas mezclas entre ambos.
Mamá, por su parte, igualmente era una causa perdida con el idioma chino. De todas formas, se las había arreglado para salir de compras al supermercado y no morir en el intento, dado que papá estaba hecho un desastre en el tema de la comida.
— Con razón te ves algo más rechoncho — lo sermoneó, pellizcándole las mejillas — La comida chatarra hace pésimo, Fuji.
— Lo sé, es que no he tenido mucho tiempo — se excusó, avergonzado.
Todos sabíamos que eso se traducía en que, aparte del trabajo, el muy adorable había hecho todo lo posible para que estuviéramos cómodos cuando llegáramos.
Mamá lo apretujó y yo sonreí.
— ¡Pobre de mi Fuji!
Rodé los ojos y me mordí la parte interna de la mejilla para aguantarme la risa. Mi madre tenía el don de transformar al honorable profesor Fujitaka en una especie de peluche.
Me retiré a mi nueva habitación que, por cierto, era bastante espaciosa, siguiendo la línea del resto del departamento. Papá pintó las paredes de rosa y se había encargado de instalarme una cama nido con respaldo de cerezo.
Ay, si yo lo adoraba. Seguro había pensado en que alguna vez invitaría a una nueva amistad a quedarse.
Relacionado con el tema de hacer nuevas amistades... debo admitir que mi primer día de escuela resultó ser un tanto aterrador.
En primer lugar, y como había mencionado anteriormente, se trataba de un colegio de sistema inglés, pero privado... nada comparado con el Instituto Seijo, que era público y, bueno, tenía otro sistema. El asunto era que yo nunca había puesto un pie en una escuela privada, ni mucho menos había asistido a una.
En segundo lugar, la gente aquí daba la impresión de ser absolutamente distinta a mis antiguos compañeros. No sólo por un tema de cultura, sino que se notaba que eran chicos bastante adinerados. Me era evidente por la forma en que se desenvolvían y caminaban, y más aún por el tipo de automóviles de los que se bajaban.
En tercer lugar, me sentía totalmente fuera de lugar, valga la redundancia. No estaba en mi país, ni en mi Tomoeda, ni con mis compañeros y amigos. No conocía a nadie y, al mismo tiempo, era una completa desconocida para ellos.
Tragué en seco. Nunca me había tocado ser la "chica nueva" y estaba nerviosa.
Lo peor de todo fue que ni siquiera entendí una sola palabra sobre lo que hablaban los alumnos que, a esas horas de la mañana, llegaban a una nueva jornada escolar. Sabía que en lo cotidiano era normal que se comunicaran en chino, mientras que en clases lo deberían hacer en inglés, pero de todas maneras me estresaba el hecho de no oír mi idioma por ninguna parte, o por lo menos inglés, que sí comprendía.
Comencé a sentirme mareada.
Apuré el paso hasta llegar a la división administrativa del colegio, lugar donde me encontraría con el Consejero Estudiantil que se encargaría de brindarme una mano, según me había explicado mi padre el día que me mostró a dónde tendría que dirigirme el primer día de clases.
Su oficina se encontraba en el primer piso, detrás de la puerta que señalaba en letras doradas su cargo.
Golpeé un par de veces.
Un grupo de chicos, al parecer de último año, pasó junto a mí. Me dedicaron sonrisas y miradas curiosas. Uno de ellos me guiñó un ojo y yo, absolutamente cohibida, miré hacia otro lado para esconder el rubor de mis mejillas.
— Señorita Kinomoto — me saludó en cordial inglés un hombre calvo, supongo que el Consejero. Me invitó a entrar y a tomar asiento — Soy el señor Hun, mucho gusto.
Sin perder el tiempo, me entregó una carpeta con varios papeles, entre los cuales se hallaba mi horario y la descripción de los diversos talleres que se dictaban en la escuela, además de las selecciones deportivas a las que podía postular y el calendario oficial de eventos y actividades extraprogramáticas. De paso, me obsequió una linda y sobria agenda de cuero azul marino con la insignia del Saint Joseph's College.
— Ya sabe, en caso de cualquier duda o consulta podrá venir a mi oficina. De todos modos una de nuestras alumnas, y próxima compañera de clase, se encargará de guiarla en un recorrido para que conozca nuestras instalaciones.
— Mu-muchas gracias.
Esto.
Todo esto.
Era demasiado.
Demasiada información.
Las palabras en inglés del calvo señor Hun y las rápidas palabras en chino de los chicos que se encontraban afuera se entrelazaban en mi cabeza, bailaban entre ellas y me angustiaban.
Cuando creí que estaba pronta a fallecer de un derrame cerebral, el consejero hizo pasar a una hermosa chica de mi edad, de largo cabello negro y llamativos ojos azules, quien al verme me dedicó una amable sonrisa.
— Le presento a Tomoyo Daidouji — indicó — Señorita Daidouji, esta es la señorita Kinomoto, su compatriota de la que le había hablado.
El hombre miró su reloj y le señaló a Tomoyo que diera de inmediato inicio al recorrido, puesto que sólo tenía permiso para no estar presente durante el primer bloque de clases.
— Lamento decir esto — murmuró mientras nos encaminábamos fuera de la oficina del Consejero Estudiantil. Yo sólo daba gracias a Dios por no tener que seguir escuchando a los alumnos y sus gritos chinos, al menos por ahora — Pero mi japonés no es muy bueno. Me la he pasado más aquí en Hong Kong que en mi natal Japón — admitió con humildad, sin borrar su sonrisa.
— No te preocupes, mientras me hables en inglés no tendré mayores problemas — dije, apretando la carpeta contra mi pecho y cerrando unos instantes mis ojos.
Lo primero que Daidouji me enseñó fueron los baños de chicas, donde aprovechó de arreglarse el cabello y ponerse un poco de brillo labial. Me ofreció y lo acepté, encogiéndome de hombros. De todos modos tenía los labios algo resquebrajados producto del cambio de clima.
Estábamos a fines de febrero. Si siguiera en Japón, ahora tendría un abrigo encima, sin embargo me encontraba en Hong Kong y a lo más llevaba el ligero chaleco que correspondía al uniforme y, lógicamente, la camisa. Sin duda el clima era más cálido aquí.
Pasamos diligentemente por el comedor y la cafetería, para luego dirigirnos al enorme gimnasio y a la cancha de fútbol al aire libre que estaba justo al lado, donde varios chicos pre-calentaban trotando alrededor. Nuevamente me sentí cohibida por las curiosas miradas.
— La mitad de estos chicos serán tus compañeros de clase — afirmó, señalándome orgullosa a un chico de gafas — Ese de ahí es mi novio, Eriol — acto seguido, lo saludó de una forma tan graciosa y femenina que no pude evitar sonreír.
El profesor de educación física la pilló y regañó.
— Quizás sería mejor que nos vayamos — le dije, sintiéndome como un bicho raro analizado bajo un microscopio.
Algunos chicos le decían o preguntaban cosas en chino a Tomoyo y ella respondía entre risitas, pero yo no entendía. De verdad, mi chino era patético. A lo más sabía decir hola y adiós. Ah, y comida, que era lo más importante.
— ¿Tienes novio? — me preguntó.
La imagen de Yukito relampagueó en mi mente, por primera vez aquella mañana.
Acaricié mi anillo con el índice.
— Sí, ¿por qué?
— Es lo que algunos querían saber — rió.
También reí, nerviosamente. Esperaba que estuviera bromeando.
Me llevó de un brazo a conocer los laboratorios, el teatro, el salón de música y el de artes. La escuela era muy grande. Hasta tenían un invernadero, en donde aprovechamos de comernos unas fresas.
Cuando al parecer ya habíamos visto todo, Tomoyo me dijo que nos quedaban unos quince minutos de inducción y, para mi desgracia, me arrastró nuevamente a la cancha de fútbol. No me sentí con el derecho a reclamar u oponerme, así que sólo me dejé llevar.
— Ese de ahí es mi mejor amigo — señaló al chico alto y castaño que corría a pocos metros de nosotras con el balón, esquivando a varios defensas — Su nombre es Xiao Lang Li, en japonés se pronuncia Syaoran — luego agregó, mirándose las uñas como si éstas fueran muy interesantes — Está soltero.
La miré enarcando las cejas, pues no entendí qué pretendía al darme ese dato.
De pronto, oí a Tomoyo jadear y al mismo tiempo sentí un objeto duro chocar fuertemente contra mi sien derecha. El repentino golpe me hizo perder el equilibrio y terminé sobre mi costado en el suelo.
Ahora sí que me vendría el derrame y moriría.
— ¡Kinomoto! — chilló Daidouji a mi lado — ¿Estás bien?
— Oh, mierda. Lo siento mucho — oí decir a una voz masculina en perfecto japonés.
Era Li, el amigo de Tomoyo, quien junto a ésta me ayudó a ponerme cuidadosamente en pie.
Yo sólo deseaba que la tierra se abriera y me tragase y me devolviera a Tomoeda. O que al menos me dejara caer en un lago helado para calmar el ardor de mi cara.
No podía ser posible que en pleno primer día de clases, en un nuevo país y ciudad, protagonizara semejante bochorno.
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NOTAS DE AUTORA:
La idea de este fic ha rondado mi cabeza durante dos o tres años. De hecho, hace como 2 años que escribí el primer capítulo, aunque con Syaoran de protagonista. Lamentablemente, todo se perdió una vez que formateé el computador y olvidé respaldar mis fics... ¡Fue tan triste! Les juro que casi me largué a llorar luego de auto-putearme mil veces, y es que adoraba ese capítulo de Syao :( Ahora no me queda otra que re-escribirlo. POR SUERTE lo recuerdo en su mayoría. De seguro irá como parte del tercer capítulo, puesto que el segundo ya está armadito (aún falta).
A diferencia de mis otros fanfics, este será más... ¿mm, cómo decirlo? ¿Tranquilito? No, no es exactamente la palabra xD No sé cómo explicarlo, pero si les interesa y lo van leyendo, mis antiguos lectores se irán dando cuenta de a qué me refiero. De partida, seguramente irá más por la ternura antes que por la locura. No será tan "extremo": ni tan oscuro como el del "demonio", ni tan bipolar (tipo 1) como el de la "stripper".
Como dato curioso les cuento que, en un comienzo, tenía pensado narrar sólo desde la perspectiva de Syaoran, sin embargo, me di cuenta que es súper complicado basarse SOLAMENTE en el punto de vista de un chico, en especial si es que no se es uno xD por lo tanto decidí que intercalaría POVS entre Saku y Syao, así no sería taaan difícil, además que tiende a ser lo más común.
Por último les digo que no se pasen rollos con que por subir un nuevo fanfic dejaré los otros dos botados o tardaré más (de lo normal) en actualizarlos, porque lo cierto es que, al menos yo, no funciono así. A veces me inspiro por un tema más que por otro y salto mucho de una idea a otra. De hecho, mientras más cosas esté haciendo, con diferentes ideas en mente, mejor funciono y más se activa mi creatividad, ya que no me quedo pegada con una sola cosa. Me gusta estar pendiente de varias cosas para no hastiarme. En otras palabras: tener un sólo fic por el que preocuparme no me hace ir más rápido. Incluso, si sólo tuviera el de la "stripper" seguro me hubiese tardado aún más en actualizarlo... También tengan en cuenta que a todos nos pasan cosas en la vida y no siempre podemos hacernos cargo absolutamente de todo, a veces hay que filtrar :(
¡Un abrazo de panda para todos!
Como ahora estaremos en Hong Kong, China, es el abrazo de oso más adecuado :D
Con cariño, Bl0ndieBtch
