He tenido el comienzo de esta historia guardada en mis archivos por un largo tiempo, y hace unos días, trabada en la otra historia que estoy culminando, me puse a buscar en mis documentos esos pequeños escritos que nunca he publicado. Lo cierto es que son la burla, pero este me llamo la atención y lo quise acomodar un poco.
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Elizabeth enrosco sus dedos entre los de él, en un vago intento por disimular el espantoso frío que sentía.
Bill Condon había imaginado formidable mente bien las escenas de la boda de Edward y Bella, quizá la mejor adaptación del libro hasta ahora.
Los decoradores que había contratado hicieron que el bosque donde se filmarían las escenas del altar quedara —dentro de su esencia— como un lugar mágico irreal para aquellas personas amantes de la saga, incluso Sthepenie Meyer (quien se encontraba allí para el ''evento'') no cabía dentro de su propia satisfacción.
Guirnaldas de florecillas blancas colgaban del falso techo que habían creado y las bancas donde se sentarían lo "invitados" se convertían en arboles con ramas sueltas y finas.
A Peter nunca le había gustado el color verde. Desde que lo llamaron para continuar con las dos últimas películas de la saga, no podía andar por una calle o echar un vistazo en algún lugar sin que ese color le saltara a los ojos.
Durante esas tres semanas ella ocupo su mente, estaba más que aclarado, los dos mantenían una amistad íntima y profesional de la cual sin embargo Peter sabía que, aunque quisiera, pensar en Elizabeth de aquella manera era total mente inadmisible, en absoluto, no podía permitírselo. Pero lamentablemente para él todo este esfuerzo resultaba inútil.
No existen mejores amigos entre hombres y mujeres. Él lo sabía.
¿Acaso las cosas debían ser diferentes?
¿Cuán difícil era mantener una relación con una mujer sin terminar en la cama?
Cuando él se decidía a la idea de dejar de pensar en ella, Elizabeth siempre hacia algo que lo hechizaba y lo amarraba aún más… y eran esas las pequeñas acciones que a Peter le encantaban.
Le encantaba ella y su intenso olor a vainilla dulce, su mirada traviesa y desafiante —todo lo contrario a Esme— y sus labios, suaves igual que pétalos perfumados.
El calor del cuerpo de él calentó su mano.
Elizabeth se consideraba una buena actriz, se supone que es vampiro y por ello no debe sentir frío, pero el lugar se encontraba más gélido de lo que los productores pensaban que estaría para aquel día, no pudieron detener las grabaciones, ya habían pospuesto demasiadas y debían terminar la película lo más pronto posible. La fecha del estreno amenazaba todos los días a Bill.
—Mira como se ve Robert —señalo Elizabeth con la quijada— Parece un querubín.
Peter no pudo evitar pensar en el día en que se casó con Jennie.
—Se parece a mí hace quince años. —reconoció.
Elizabeth rió entre dientes.
—Bromeas… —le incito— No puedo imaginarte así… lo siento.
Su aliento se convertía en vaho al salir al aire frío.
—Tengo fotos…
Elizabeth sonrió.
—Quitaras la imagen que tengo de ti con mejillas redondas de mi mente.
Peter la observo con dulzura.
—No tenía las mejillas redondas.
Ella echo su cabeza hacía atrás soltando una dulce carcajada.
—Así es como te imagino, lo siento, nunca vi las revistas.
Un débil rubor tiño los pómulos de Peter
—Estás riendo… —dijo él como si su risa fuese un regalo.
La risa de ella se fue apagando lentamente.
—Me gusta cuando ríes.
A Elizabeth se le acelero el corazón. Comenzó a retumbarle con fuerza, como un tambor enloquecido.
¿Por qué este hombre podía hacer que ella se sintiese así?
¿Por qué Gavin no podía hacerlo igual que Peter?
Ella acaricio la mano de él con el dedo pulgar.
El sentimiento que Elizabeth despertó en Peter siguió intacto.
Sin embargo en sus ojos ocultaba aquella fuerte presión… como esa bomba que muy pronto acabaría estallando y tumbando todo a su paso.
Los sentimientos de Elizabeth aquella mañana se mantenían a flor de piel y daba la impresión de que estos saldrían disparados por sus poros.
El frío no ayudaba a su dermis. Peter Facinelli no ayudaba a calmar la enchinación de su piel.
Él la estaba tocando.
Ella también lo estaba tocando.
Hizo un potente esfuerzo en calmar las llamas que hacían arder su cuerpo.
—¿Está usted coqueteando conmigo señor Cullen?
—No quiero coquetear con usted, señora Platt —dijo Peter, el deseo le roía el estómago igual que el hambre— Porque los juegos son para niños.
Él se volvió para mirarla a los ojos y se dio cuenta de que ella no cargaba sus lentes de contacto.
—Y no pienso jugar contigo Elizabeth.
La sien izquierda de Elizabeth latía a un ritmo inexorable.
Y Peter supo, escudriñando aquellos ojos de un grisáceo color verde, lo que Elizabeth no podía ocultar.
Ella deseaba abrirse a él, deseaba amarlo, experimentar lo que nunca había experimentado antes, deseaba entender el lenguaje de la pasión.
Él vio su deseo. Vio su excitación.
Vio a una mujer.
Peter era de los que habían buscado y cultivado el amor al borde de la desesperación. Y a fin de cuentas las cosas no habían ido bien.
Es difícil concebir el amor en un escenario diferente. El amor logra apaciguar las naturalezas más hoscas. Pero también es capaz de despertar su otra cara. Esa que lleva el nombre de pasión y transforma todo en un tornado.
Un asiento protesto con un crujido de la madera ante un cambio de peso. Kellan se encontraba postrado a la derecha de Elizabeth con su vestuario formal negro.
Un director estresado que pasaba frente a ellos alzo la voz:
—¡Empezamos en cinco! ¡Iluminación! —el calor de su aliento se convirtió en vaho al entrar en contacto con el aire frío.
Una vena le palpitaba en la sien.
—¡Quiero la luz blanca girando en torno a Roberth, —hizo un movimiento giratorio con sus manos—, no entorno a los padres de Bella!
Y una vez más Elizabeth tembló bajo el aire gélido que acariciaba su piel desnuda, mientras se ponía de pie su brazo rozo contra la tela del flus de Peter.
—Está haciendo una barbaridad de frío. —comentó y no pudo evitar sentirse mal por Ashley… su vestido era tan corto y el frío tan desgarrador y penetrante.
Él busco la curva de su espalda hasta llegar a su piel erizada, acariciando su brazo con tranquilidad.
Las yemas de los dedos de él ardían sobre la piel de Elizabeth.
Piel fría y suave.
Ella se odio por sentirse de aquella manera, se sintió estúpida por haber convertido una relación profesional en algo mucho más intenso… algo que nunca debió sentir por aquel hombre.
Un hombre divorciado y nuevamente comprometido.
Un hombre con tres hijas.
En ese momento cayo en cuentas de que tenía que quedarse todo el día en el estudio, que tenía que seguir fingiendo y engañándose a sí misma.
Engañándolo a él.
Por eso, la carga que oprimía sus hombros se desvaneció cuando Bill anuncio la culminación de las filmaciones internas de ese día.
Ansiaba como nunca desaparecer de ese lugar, quería llegar a su hotel encender la calefacción y llamar a Gavin de nuevo, como lo hacía cada noche.
Pero esta noche la intención de la llamada no era tan solo la agonía de querer escuchar su voz si no la desesperación por querer confirmar algo que la desgarraba por dentro.
No solo se hacía daño inconscientemente sino que también le hacía daño a una persona que siempre estuvo para ella.
Un hombre que moría todos los días al despertarse por la mañana y no encontrar a su lado a la mujer que iluminaba su vida.
¿Qué pasaba cuando un hombre y una mujer rompían los lazos que los unían a distancia sin siquiera darse cuenta?
Ella creía amar a Gavin, no quererlo, amarlo. Dos palabras totalmente diferentes.
Pero cuando se cruzó con Peter, la palabra amar tubo otro significado para ella.
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Espero que os haya gustado y por favor decidme si queréis que continué esta historia en un review.
(Ni siquiera se hacía donde va a parar esto)
