CAPITULO 1.

– ¿Y bien, quien es? – pregunté, sentándome en la barra de la lujosa cocina americana, donde Harry había dejado mi café.

El suave viento cálido de New York entraba sin reparos por el balcón del salón principal del apartamento.

– ¿Quien?

Rodee los ojos – ¿Quien será? La chica que no dejaba de gemir y aullar anoche, no pude dormir hasta que se calló.

Harry sonrió ladinamente y se encogió de hombros.

– Lo siento – dijo él – Cho es… candente.

Lo miré, irónica – Ya, ¿es asiática?

Harry se sentó a mi lado y apoyó su codo en la barra, estaba muy cerca y sus magníficos ojos verdes me miraban divertido.

– No lo sé –

Su aliento a yerbabuena me jodió las malditas hormonas que había tratado de calmar desde que llegue hace dos noches.

– ¿No lo sabes? ¿hace cuanto sales con ella?

Harry vaciló un momento y sonrió – Desde anoche… vamos, ¿por qué esa cara?

– No me sorprende, claro, tu y Ron siempre han sido unos cabrones – masculló Hermione asqueada –

Harry alza las cejas, levemente sorprendido – ¿Cabrones? ¿Desde cuando Granger dice tantas groserías?

Me crucé de brazos y le lancé una mirada divertida.

– Fue una grosería y creo que algún día deberías asentar cabeza – murmuré.

– No lo sé… no es lo mío, ya me conoces, Mione – dijo y se estiró, se puso de pie – Me alegro mucho que hayas vuelto, preciosa.

Se inclina sobre mi y me besa la frente, luego se aleja caminando de forma sensual, y solo como Harry Potter, el soltero más codiciado de New York sabe hacerlo, no pude evitar admirar su increíble figura mientras se alejaba, su espalda bien formada y musculosa, ese pantalón de pijama le quedaba exquisitamente provocador, suspiré, resignada y miré el horizonte desde el balcón alto… ¿fue buena idea venir?

Desde que tengo uso de razón conocí a Harry, era hijo de los mejores amigos de mis padres cuando vivíamos en Tampa, cuando nací Harry tenía cuatro años, y a medida que fue creciendo me relacionaban casi todos los días con él porqué vivíamos en el mismo edificio, entonces, a la edad de los once años, ya éramos los mejores amigos, entramos a la escuela juntos y conocimos a Ronald Weasley, nuestro otro mejor amigo y con quien, a los diecisiete años tuve un romance que duró dos años, en el que Harry no estaba del todo de acuerdo ya que era, por mucho, un hermano sobre protector, al igual que Ron, en realidad, pero por supuesto, Harry, al verme desde que tenía pañales se ponía más alerta con cualquier cosa que me pasara, sobre todo cuando se trataba de chicos… tal vez, porqué él sabe como son los chicos.

Cuando mamá y papá murieron, yo tenía veinte años, me dejaron entre comillas sola con su patrimonio, una buena suma de dinero que me permitió comprar un departamento en Tampa y culminar mi universidad, en ese transcurso, los Potter estuvieron siempre a mi lado, Ron y Harry vivieron conmigo un año en mi mismo departamento, para Ron y para mi no era incomodo, lo habíamos superado y decidimos que nada impediría que nuestra amistad siguiera, para entonces, los sentimientos por Harry… fueron creciendo, si ya antes lo amaba como un hermano, ahora lo adoraba como hombre. Cuando se marcharon, me invitaron irme con ellos, no querían dejarme sola pero yo no podía marcharme de Tampa y dejar mi vida y mis estudios, así que renuncie a ellos… significativamente, claro, pues seguimos en contacto por Emails, mensajes de texto, llamadas que duraban tres horas, en fin… así pasó cinco años , yo conseguí pareja pero terminé con él hace varios meses… para entonces, Harry ya era todo un empresario, Ron había dejado de vivir con él hace dos años y ahora tenía un bonito apartamento cerca de Central Park.

Pensé que mis sentimientos por Harry eran algo… pasajeros pero… cuando regresé y lo vi, todo aquello renació de nuevo, como flechas filosas recordándome lo mucho que lo adoraba, pero claro, yo sabía de sobra que el amor por Harry era erróneo, empezando que no me ve como una mujer sino como Hermione Granger, la mejor amigo desde que tiene memoria, y cosas así, ya me había resignado de todos modos, cansada de ver como se follaba a una tras otras sin inmutarse, no lo culpo, jamás le di alas ni motivos para que creyera que… él me gustaba, una vez lo celé con la hermana de Ron, la hermosa y simpática, Ginny Weasley, pero cuando me escondí bajo la excusa diciendo que era simples celos de amigos, de hermanos y él, de una manera tierna me besó la mejilla y me invitó a comer helado, ¡que patético! Para ese entonces tenía quince años, pero si cambió, empezó a pasar mucho más tiempo conmigo, incluso eso, le costó su diminuta relación con Ginny, lo que… irremediablemente en su momento me puso feliz y no sabía porqué ya que para ese entonces ni siquiera había admitido que Harry me gustara…

Removí mi cabeza cuando escuché unas risitas que se acercaban por el pasillo, me enderecé, una mujer alta, guapísima, de tes aceitunada y cabellos negro y lacios salió del pasillo, atrás de ella venía Harry con una sonrisa encantadora, la chica cuando me vio se paró en seco, yo crucé la puerta por encima de mi rodilla y miré la escena con una sonrisa autosuficiente.

– Hermione, ella es Cho – dijo Harry señalando con la cabeza a la asiática

Asentí lentamente, sin ánimos de dedicarle ninguna clase de saludo, seña o cordialidad a la tal Cho.

– Eh… un placer… – masculló la mujer, incomoda

Harry sonrió y rodó los ojos – Bien. Deberías irte ya, Cho

La mujer lo miró y se mordió el labio inferior – ¿Me llamarás, verdad?

Harry bufó y asintió sin ganas.

– Claro. En recepción te pedirán un taxi – dijo Harry acompañándola a la puerta de seguridad.

La mujer se puso de puntitas y le dio un sonoro beso en los labios, hice una mueca asqueada y giré mi cabeza a donde aún había un poco de café en mi taza. Escuché los pasos de Harry acercándose a mis espaldas luego sus brazos fuertes me abrazaron por los hombros, suspiré, ¡adoraba que hiciera eso! En realidad, cualquier cercanía, la adoraba. Recargué mi cabeza en su pecho desnudo.

– Eres una celosa sin remedio – murmuró Harry en mi oido, fue casi como un ronroneo que me erizó los vellos del cuerpo.

– Ya sabes, no me gusta que nadie se meta contigo – dije suavemente – Ni con Ron – agregué para que no sonara raro. – Son mis chicos.

Sentí la sonrisa de Harry sobre mi mejilla, luego me dio un suave beso y se apartó.

– ¿La llamarás? – pregunté poniéndome de pie, fingiendo desinterés.

– No – Harry bostezó – ¿Es domingo, no?

Asentí rápidamente –

– ¿Que te parece si vamos hoy donde Ron y le damos una sorpresa? –

Di unos saltitos emocionada – ¡Claro!

Harry sonrió y se acercó a mi – Hay mucho de que hablar.

– Bueno, no tanto, hablamos siempre y te lo conté todo – dije cruzándome de brazos

El parecía poco convencido – Aja, ¿y ese tal Cormac?

Alcé mis cejas con una leve sonrisa – Es mi ex novio, Harry.

La sonrisa de Harry se borró – Lo sé, no dejabas de subir fotos a tus redes sociales con él, Hermione.

Me burlé por su cara de cólico – Eso se acabó hace meses, a demás, yo no me revuelco con cualquiera que se me ande insinuando

Harry palideció – ¿Tuviste sexo con ese imbécil?

Me encogí de hombros, sintiéndome estúpidamente regañada – Bueno, duramos casi un año, es lógico ¿no?

Harry respiró hondo y empezó a caminar a su habitación, sonreí y corrí hasta abrazarlo por la cintura – ¿Quieres detalles? – pregunté para fastidiarlo.

– Hermione, no me interesa los detalles de tus relaciones sexuales con idiotas, ¿de acuerdo?

Me mordí el labio y entré a su enorme habitación junto con él, Harry se concentró en la ropa de su clóset, que por cierto, era ridículamente caro, por otra parte, me tumbé en su cama y me estiré como un gatito, era realmente cómoda sin embargo… el aroma a… ¡Mierda! como resorte me levanté, escuché las risas de Harry.

– No las he cambiado – se disculpó riendo

Le lancé miradas de pocos amigos – Esa chica debería comprar lociones menos golfas.

Harry se dobló riendo – ¿Menos golfas? Cho no es una golfa.

– Se acostó contigo sin conocerte ¿no?

Harry me sonrió – Se llama sexo casual, Hermione.

– Es lo mismo – conjeturé – ¿Sabes que? Iré a cambiarme y tu, cambia esas sábanas, no quiero acostarme la próxima vez y contagiarme de alguna enfermedad venérea.

Lo escuché reír desde su cuarto.

Sonreí apesadumbrada y me adentré al mío, aún no había sacado la ropa de las maletas así que me dispuse a encontrar algún look casual pero bonito, el apartamento de Ron tenía piscina así que me aventuré por un vestido floreado y unas sandalias, tenía que dejar de pensar un poco en Harry como interés amoroso, pues estos malditos celos podían llegar a convertirse en algo inocente y volverse tóxicos.

Harry había cambiado, ahora se veía mucho más maduro, esa barba poblada le queda tan bien, y su estilo de chico sexy y malo, bueno, ¿quien no caería a sus pies? No puedo culpar a la tal Cho ni a ninguna otra por querer tenerlo en la cama o enganchado a su cuello, me miré al espejo, y sonreí, yo era guapa, tenía el cabello muy corto, quería un cambio y… lo logré, aunque no estoy segura, no quería comprarme pero… Cho era una chica preciosa, debía de admitir, era esbelta y sexy, muy sensual, es lógico que Harry hubiese querido meterla a la cama, y yo por otro lado me veo como una joven inocente, y comparándome con Harry o Ron, lo era, si que lo era, a mis veinticinco años había tenido pocas relaciones, me mordí el labio y empecé a vestirme deprisa, ya quería ver a Ronald.


Hola, aquí una nueva historia… habrá lenguaje explícito así que lean bajo su responsabilidad, es algo diferente pero les aseguro que será adictiva o por lo menos, una historia atrapante. Despues de un tiempo volví y con más inspiración que nunca, un abrazo.