¡Hola, este es mi nuevo fanfic, espero les guste! Se me ocurrió luego de ver CATWS 10 veces en una semana. Ya la había visto el año pasado, obvio, pero ahora estoy obsesionada con El Soldado De Invierno y su brazo de metal. Incluso encontré un artículo sobre su brazo robótico. Tal vez más adelante hasta aparezca algún Avenger en mi fanfic, no sé, eso todavía no me lo he imaginado. El próximo capítulo vendrá en unos días.
Si les gusta demuéstrenlo, me encanta recibir opiniones, o algún aporte. Si alguien está interesado en traducirlo, bienvenido será. Yo no tengo tiempo para traducirlo.
Saludos fandom de Marvel, ¿Estáis preparados para Avengers: Age of Ultron y CA: Civil War?
Yo nunca lo estaré.
Capítulo 1
Hola, mi nombre es Lucy, Lucy Pearson y mi vida les podría parecer aburrida, pero me gusta la sencillez que reside en ella.
Mis días comenzaban con el ruido del despertador, el cual sonaba con la música de la marcha imperial de Star Wars.
Y hoy no parecía cambiar.
Me arrastré entre las sabanas, sin abrir los ojos ni un momento y mi mano alcanzó mi móvil que estaba vibrando en la mesa de luz.
Por Dios, que difícil era salir de la cama cómoda y caliente los primeros días de diciembre.
Aun con los ojos cerrados y mi mente parcialmente despierta, mis manos obedecieron y deslizaron las sabanas y la colcha térmica fuer a, destapando mi cuerpo.
Los primeros fríos del invierno ya estaban para quedarse. Dormía con una polera de cuello alto y unas leggins grises.
Comencé a temblar mientras mis pies buscaban las pantuflas con forma de conejo.
Podrían pensar que tengo cinco años, pero no, tengo 20 y mido casi 1.70, pero por dentro sigo siendo una niña.
Mis ojos se abrieron un poco y llegué hasta una silla del escritorio, donde tenía una campera con capucha y me la puse. Ya dejando de temblar, caminé lentamente hacia la ventana y abrí la cortina color amarillo pastel que no dejaba ver la vista.
El amanecer estaba llegando y mis ojos registraron movimiento ya en las calles de la ciudad.
Yo vivía con mi abuelo Rupert en el Old Toronto, Toronto, Ontario, Canadá. Mis padres habían muerto en un accidente de automóvil cuando yo tenía 9 años. Y mi abuelo era lo único que me quedaba.
Vivíamos en un bloque de apartamentos de un barrio de clase media. En el piso siete apartamento 3.
Me di la vuelta y miré el reloj, eran las 6 y 10 de la mañana y yo estaba allí, de pie como una idiota, hasta que sentí movimiento en cierta habitación dentro de mi piso.
Algo, o mejor dicho, alguien estaba - según pareciera por los sonidos que habían- destruyendo la cocina.
Rodé los ojos y me comencé a cambiar. Me saqué el piyama y me puse mi vestimenta de la mañana: Una camisa con mi nombre en el pecho a un costado y mi pantalón vaquero pálido. Fui hasta mi armario y saqué uno de mis delantales limpios de la cafetería.
El anterior se me había ensuciado con café frío que se me había caído sin querer de los restos de un cliente.
Si, trabajo en una cafetería a dos manzanas de mi casa. Una tiene que buscarse la manera de pagarse la universidad pública.
La dueña de la cafetería era la madre de una de mis amigas y las dos trabajábamos allí.
Puse el delantal en mi mochila negra de cuero. La mochila había estado a mi lado por años, desde la primaria.
Me fijé por si tenía todas las cosas que necesitaba y saqué mi cepillo dental y fui hasta el cuarto de baño, donde me lavé los dientes. Mi pelo era un desastre, me reí mientras me peinaba.
Y así empezaba mi día, luego tocaba desayunar. Salí de mi habitación ya cambiada, lavada y limpia.
El abuelo Rup seguía en la cocina buscando algo como si dependieran nuestras vidas en ello.
Negué con la cabeza y me acerqué a él. Abrió un cajón y lo volvió a cerrar. Luego me miro llegar y me preguntó con cansancio.
-¿Has visto donde esta esa máquina del infierno que usas para exprimir el jugo de naranja?-
Siempre se levantaba temprano para hacerme el desayuno, como siempre desde la tragedia de mis padres.
Lo tomé por los hombros y le indiqué con los ojos que se sentara en la mesa de la cocina.
-Siéntate, que yo busco y hago el desayuno.-
Comenzó a protestar, pero yo ya estaba sacando los pancakes del fuego y sacando la miel del aparador.
El exprimidor estaba en uno de los cajones de abajo y mientras las naranjas se exprimían, yo hacia él té de limón que tanto me gustaba. Odiaba el café y me tenía aburrida hacerlo, pero le hice un café a mi abuelo.
Fui poniendo todo en la mesa y luego me senté. La cara del abuelo estaba tapada ligeramente por un diario de la ciudad. La portada estaba con grandes letras en blanco y negro.
Se leía:
'' ¿Quién es el nuevo salvador en la ciudad?'' Tomé mi primer sorbo de té, mientras mi abuelo hacia lo mismo y leí desde mi lugar el diario.
Se veían como dibujos hablados de los testigos uno al lado del otro en la portada. Un hombre encapuchado corriendo por los tejados de la ciudad de Toronto era algo muy curioso de ver.
A diferencia de nuestros vecinos de los Estados Unidos, allí no teníamos algo parecido a superhéroes. Los estadounidenses tenían sus Avengers y nosotros teníamos la Torre CN.
Supongo que así era mejor, éramos un país más bien tranquilo, aburrido y orgulloso de eso.
Y si había algún robo o asesinato, era la excepción que da valida la regla. Pero este nuevo misterio tenía encaprichada a toda la ciudad y al país entero.
Esta vez había salvado a una señora en sus sesenta de un robo en la entrada de un supermercado en el lado oeste del Viaducto Príncipe Edward.
En la manzana número dos de Bloor Street. Yo trabajaba cerca de allí, me reí mientras me imaginaba que el héroe corría por encima de los techos mientras yo caminaba hacia la cafetería.
El viejo Rup bajó el diario y me miró mientras todavía tenía una media sonrisa en mis labios.
-¿De que te ríes Lucy?- Preguntó con las cejas juntas.
-De las declaraciones del periódico sobre el misterioso héroe de la ciudad.- Cerró el periódico y lo dejó en la mesa mientras yo me ponía sirope en mis pancakes y comía del tenedor.
-Sí, vaya locura la de la gente. Vaya a saber las intenciones del sujeto.- El abuelo había sido agente de la policía y en su mejor momento había sido profesor de artes marciales en la escuela pública de la ciudad. Por eso sospechaba de todo el mundo y no le gustaba este nuevo personaje encapuchado.
-Pero no está haciendo nada malo, hasta tiene una cola de admiradoras.- Miré al abuelo por arriba de mi taza de té, con toda la intención.
-Jajaja, si por ahora, pero vaya a saber quién es y lo que puede llegar a hacer algún día. Es un loco con capucha.
-Que corre y salta techos mientras salva viejitas de los chicos malos.- Me reí mientras recordaba la cara de la vieja de la foto en el periódico.
-Esto en mi época no pasaba, ¿Superhéroes? ¿Extraterrestres en New York? Yo no quiero eso en mi país.
-Cuanto más avanza la tecnología, más cosas nuevas salen a la luz, abuelo, no se puede detener.
El viejo Rup iba a seguir quejándose cuando mi móvil en la mesada comenzó a sonar.
Me disculpé con la mirada y el tomó otra vez el periódico mientras tomaba su café. Me estiré todo lo que podía hasta que mi mano llegó a la mesada y tomé el móvil.
Era mi amiga Amy, un mensaje. El cual era conciso y así decía:
-''Te necesitamos aquí mismo AHORA!''
Rodé los ojos y me levanté de mi asiento, la voz de mi abuelo llegó desde atrás del diario.
-No te olvides de terminar el desayuno antes de irte y de llevar el inhalador.-Dijo mi abuelo apuntándome severamente con el dedo. Comí lo que me quedaba en menos de dos segundos y tomé un inhalador nuevo de uno de los aparadores altos de la cocina.
Volví a mi cuarto y puse el inhalador en uno de los bolsillos delanteros. Fui hasta mi escritorio y de una pequeña cajita saqué dinero para el almuerzo, para el cual ya tenía un gran descuento y también lo puse en el bolsillo.
Me fui al baño, me peiné el pelo esta vez como es debido y me hice una cola de caballo. Tomé el delineador negro y me maquillé mis ojos celestes, terminando con un pequeño toque de protector-brillo de labios sabor cereza, mi favorito.
Tomé mi parka del gancho de la puerta y me la puse sin abrochar. Y también me puse en el cuello una bufanda color rojo y blanco con alces y snowflakes. Me subí la capucha y me puse la mochila al hombro. Pronto estaría para ponerse guantes y unos gorros de lana.
Caminé por el pasillo mientras ponía el brillo de labios en el bolsillo de la mochila y cuando llegué a la cocina, mi abuelo seguía leyendo el periódico.
-¡Hey, que ya me voy!- Lo saludé con un movimiento de mi mano y una gran sonrisa.
Pero él no lo dejo así. Miró el plato y luego me miró a mi mientras me decía lo que ya me había repetido unas quinientas veces.
-Muy bien te has terminado el desayuno, ¡ya sabes que es la comida más importante del día y si no te alimentas bien no puedes ni trabajar, estudiar y menos defenderte contra malhechores como yo te enseñe!
Y así había sido, sabia como disparar un arma y había tomado algunas buenas clases de defensa personal. Todavía me dolían los moretones, hice una mueca.
-Pero abuelo, si en la ciudad nunca pasa nada, además tenemos al nuevo salvador de la ciudad. Todo va a estar bien.
-Bien pues, saluda a este viejo cascarrabias…-dijo con una pequeña sonrisa mientras abría los brazos y esperaba un abrazo.
Me reí y me acerqué rápidamente para darle un abrazo de despedida. Me golpeo la espalda unas dos veces y luego me separo de él.
-Ve segura querida Lucy, sabes que te quiero.
-Lo sé, y yo a ti - Sonreí esta vez mucho más y luego salí de la cocina, caminé hasta la puerta la abrí y salí al corredor exterior del edificio.
Había mucho más viento del que parecía. Mi pelo castaño oscuro llegó hasta mis ojos y tuve que llevarlo hasta atrás de mi oreja. Cerré la puerta con mi llave y la volví a guardar.
Tome el ascensor pero había unas pequeñas escaleras igual. Bajé las escaleras y llegué a la vereda. Tomé mi bicicleta color morado y comencé a pedalear, pasé por el puente. Cuando iba por la segunda cuadra el móvil volvió a sonar. Esta vez no era un mensaje, era una llamada.
Cuando desbloquee la pantalla, había una foto de Amy en una fiesta, un poco borracha y con una corona de flores puesta en su pelo rubio ceniza.
Tomé la llamada y me habló por los auriculares, donde antes tenía música.
-¿Me puedes decir dónde estás? – Se sintió la voz de mi amiga, muy desesperada, de ruido de fondo se sentían también muchos murmullos y conversaciones. Uy hoy era uno de esos días.
-Estoy de camino, me faltan unas cinco calles.- dije mientras me reía un poco por dentro, en su voz también había horror.
-¿Que parte de '¡AHORA!' no entendiste Lucy?
La luz donde había estado esperando cambio a verde y seguí mi camino.
-Tengo que colgar, estoy en la calle con la bicicleta. No quiero morir en un accidente estúpido de tránsito.
Sentí un bufido profundo del otro lado de la línea.
-Está bien, te veo en un momento. ¡Beso!
-¡Beso! ¡Bye!
Negué con la cabeza mientras la música sonaba otra vez en mis oídos. Estaba escuchando Paramore a un volumen bajo, porque estaba manejando con un poco de sueño, mierda, tendría que haberme tomado uno de esos cafés.
Tuve suerte de llegar a salvo una vez más. Llegué y puse mi bicicleta en unos lugares especiales que había en la acera y cuando iba a comenzar a caminar hacia la puerta dos hombres altos y fornidos me pecharon con mucha fuerza y casi caigo, si no fuera por el entrenamiento que tengo.
No se disculparon, solo me miraron de arriba abajo y luego se fueron. Sus miradas se me tornaron muy repulsivas.
Luego de sacudirme el aturdimiento caminé hacia la puerta otra vez, solo que antes de poder tomar el pomo de la puerta alguien ya la había tomado del otro lado y estaba saliendo.
Me puse a un lado para que pudieran salir y luego entré yo.
Amy no estaba mal. El lugar estaba repleto.
Había gente hasta en la barra. Sentados en los altos taburetes de metal perlado y almohadones color rojo granate. También las mesas-sillones estaban llenas. Y eso que había un Starbucks a media cuadra.
Todos conversaban entre ellos o entre los de al lado, la mayoría tenían el mismo periódico que tenía mi abuelo u otro pero con la misma portada.
'' ¿Quién es el nuevo salvador en la ciudad?''
Dios bendiga al pobre hombre.
Es que nuestra ciudad era muy aburrida y esta simple noticia nos hacía volvernos locos ¿o qué?
Bufé y negué con la cabeza al ver que perseguían a Amy en el mostrador.
Mientras tomaba una orden a lo antiguo, ella me vio entrar y me saludo con una sonrisa cansada.
-¡Ya era hora!
-Sí, ya llegué, ya llegué.- Pasé para el otro lado del mostrador - ¿Todo bien Bill?- Salude amablemente a uno de nuestros clientes regulares, él siempre estaba allí por la mañana, trabajaba a una cuadra o algo así. Me puse el delantal no sin antes dejar la mochila en mi casillero.
-¡Lucy! ¿Buenos días! Hoy parece que van a tener bastante trabajo.- me respondió Bill.
Le di un beso a Amy mientras ella seguía atendiendo y prendí la Tv, me gustaba tener algún ruido de fondo, además era hora del noticiero.
-Eso parece. ¿Sabes el motivo?- Le pregunte a Bill, el hizo el amague de contestar, pero Amy hablo desde donde estaba, en la caja registradora. Marqué mi llegada y todo mientras ella me hablaba.
-A ver, tierra llamando a Lucy, tenemos como diez pedidos, ¿puedes ir preparando algunos?
-¡A la carga!- Miré de reojo a Bill que sonreía un poco, tendría unos treinta años, pelo color marrón oscuro, casi negro y ojos color almendra.
-¿Que ibas a decir querido William?
-Iba a decir que todo este lío es por nuestro nuevo justiciero, el Vengador de Toronto.
Me reí a mandíbula batiente mientras preparaba un capuchino.
-¿Vengador de Toronto? Oh que nombre más tonto.
-Tonto, lo dijeron ayer en las noticias, yo solo lo repito- dijo el chico de traje mientras tomaba un sorbo de su bebida caliente.
-Sí, claro, ¿cómo está el chocolate caliente, Bill?
Me dio una cara enojada y contesto bufando como si lo hubiera ofendido.
-Que esto no es chocolate caliente, es café. Hace frío ya.
-Si hace, ¿así que todo este enjambre de personas es por el señor vengador de Toronto?
¿Hoy viene a firmar autógrafos?- Varios en la barra se rieron. Una de las muchachas que estaban tomando un expreso me respondió con una sonrisa.
-No, es porque estamos en la calle donde ha habido más reportes de él.
-Aaah cierto. ¿Es que quieren se salvadas por él?
-No, solo queremos tener la oportunidad de verlo.
Bill dijo más bajito y con la boca tapada para que nadie pudiera leerle los labios.
-Y el Starbucks de la otra cuadra está lleno- Me volví a reír mientras sacaba unas medialunas de la heladera de vidrio trasparente.
Le di el pedido a Amy mientras ella se lo daba al señor que lo esperaba y luego se sentaba en un banco como los del otro lado.
-Bendito vengador del futuro- murmuro ella con cansancio. Bill suspiró pero le dijo mientras le apuntaba con el dedo.
-No, vengador de TORONTO.
-Bueno si como sea, no importa.
Me volví a ella y le di un abrazo.
-¿Desde cuando esta así?
-Cuando vine a abrir ya había gente esperando Lucy, esto está a más no poder desde las cinco de la mañana.
-A mí no me miren, yo recién llego.- Dijo Bill y comió un pedazo de su tarta de manzanas.
-Pero si tu vienes todos los días- Le acepté yo- solo que vienes por otros motivos, mucho más sospechosos.- Guiñé al muchacho que se puso repentinamente nervioso.
Yo siempre sospeché que venía por Amy, pero ella nunca se daba cuenta que esperaba que lo atendiera ella. Y que la miraba con cariño y otras cosas. Yo por supuesto se lo había dicho, pero ella lo había descartado, diciendo que estaba loca. Cosa que no negué.
El hombre siguió comiendo su pie con la mirada baja.
El cuento era que a Amy le gustaban cierto tipo de hombres, de esos altos y con ojos claros. Les diré que al café le había puesto de nombre The Pie Hole, por cierta serie de televisión que ella amaba y que se canceló. Incluso una vez Lee Pace había venido a visitar la cafetería, y Amy había estado a punto de desmayarse, y tenía razón, el chico era todo un bombón y también amable por naturaleza. Yo sabía que sentir algo por gente que estaba tan lejos no tenía ningún sentido, y solo lo había recibido amablemente.
Pero William la miraba, la saludaba, le traía flores silvestres y ella no le daba ninguna esperanza, pero él seguía viniendo. Me daban ternura.
-Casi cien pedidos en una hora. Esto es una locura.- Dijo Amy sacándome de mis pensamientos.
-¡Bendito sea el Vengador de Toronto! –Dije yo levantando el paño con desinfectante que había estado pasando por el mostrador.
Mientras yo terminaba de decir eso, en la tv comenzaban las noticias. Se presentaron los conductores del programa y pusieron el resumen de la información, no era nada nuevo, y lo primero de lo que hablaron fue de nuestro amigo el salvador.
La gente se quedó quieta y en silencio mientras prestaban atención a la televisión.
Pasaron fotos o dibujos que habían sacado de algunos testigos. El mismo hombre con sombras a su alrededor, una y otra vez, lo único que se notaba era que estaba encapuchado y que era alto.
También pasaron un pequeño vídeo que había sido publicado en Vine, donde el mismo vigilante encapuchado saltaba varios techos a una velocidad y fuerza asombrosas.
Y luego para aburrirme más, una entrevista a la vieja que había salido en el periódico, solo que esta vez tenia los ruleros hechos.
Tenía el pelo blanco y parecía bien baja de estatura. Tenía arrugas y acento del norte.
Le preguntaron que le había pasado.
La misma historia del supermercado y que cuando salió por la puerta corrediza la asaltaron dos personas, un hombre y una mujer. La imagen cambiaba a las caras de los asaltantes.
Los mismos tenían la cara toda golpeada y no podían caminar, por eso ahora los llevaban a la cárcel en silla de ruedas.
-Uy uy uy, parece que alguien los aplastó.- murmure yo, la gente a mi alrededor me hizo callar. Los miré con odio, pero no dije nada.
Hasta Amy estaba mirando la pantalla como idiota. Pasaron el vídeo una y otra vez hasta que mi mente lo sabía de memoria.
Oh, se vio un poco su cara.
Cuando dejaron de hablar de él –más o menos luego de media hora- todo volvió a la normalidad.
Amy se acercó a mí y me dijo con una sonrisa en su cara.
-Apuesto diez dólares a que el tipo es apuesto. –y agrego antes de que yo dijera algo- Y sexy- Pareció derretirse allí mismo.
-Es muy probable que nunca lo veamos. Y yo no estaría tan segura, Amy, por algo se oculta.
-Se oculta porque es un superhéroe y no quiere que se sepa su identidad.
-No sé, no se…-deje sin terminar mientras seguía limpiando los platos y tazas.
-¿El abuelo Rup te lleno la cabeza no? –
Asentí con la cabeza sin mirarla.
-El cree que el hombre no es confiable.
-Claro que cree eso…-
-¿Quién cree que? –pregunto William desde la barra. La gente ya estaba saliendo lentamente por la puerta, y pareciera que él dentro de poco también. Se estaba poniendo la bufanda color azul.
-Mi abuelo Rupert cree que el vengador no es confiable.
-Sí, pero cree eso porque estuvo en el ejército y fue policía.- dijo rápidamente Amy, defendiendo al héroe encapuchado.
-Yo la verdad no sé qué creer. No me gusta que alguien este fuera de la ley.
-Claro, hace cosas contra los chicos malos, ¿pero quién le da ese derecho?
Amy bufó y se fue a atender a una muchacha que recién había llegado.
Bill se encogió de hombros y me saludó con una sonrisa. VI que su espalda se deslizaba a hacia la puerta.
-Un té de manzana verde y un pastel de limón- sentí que ella me gritaba el pedido, yo sequé el último plato y comencé a servirle a la mujer.
El día se empezó a nublar y la gente parecía multiplicarse dentro de la cafetería. Almorcé con mi amiga y luego seguimos hasta las ocho y media por que ya se hacía de noche muy temprano. Nada más nuevo o genial sucedió durante las horas que estuve allí. Lo único fascinante fue ver como un niño tiraba su smoothie de frutilla y ensuciaba todo a su alrededor. Y Jeff, el limpiador contratado salió de su escondite a limpiar el desastre mientras el niño lloraba por su perdida.
-Lástima que el Vigilante encapuchado no estaba aquí para salvar la vida del smoothie del pobre niño- Dije mientras hacia un puchero hacia Amy.
Ella me miró con enojo.
-Búrlate, búrlate… Nunca sabes que te puede pasar.
Me sorprendí y abrí los ojos.
-No puedo creer lo que has dicho y solo porque te gusta el hombre misterioso. Siempre te gustan los que no debes.
-Oh deja ya. No empieces otra vez con el tema. Bill no gusta mío, yo no gusto de él.
-Yo ni siquiera iba a hablar de eso. Bueno supongo que es hora de irme.- Amy vivía en el apartamento de encima de la cafetería, así que no tenía que irse a ningún lado.
Por ultimo limpié una de las mesas y levanté con Amy las sillas para que Jeff pudiera limpiar el suelo.
Me saqué el delantal y lo puse dentro de mi bolso de cuero negro. Me puse brillo de labios y tomé mi saco de abrigo de mi casillero. Luego me puse la bufanda, saludé a todo el mundo y me fui.
Para asegurarme de que todo terminaba bien miré hacia la puerta del café y vi a Amy poniendo el cartel de cerrado y bajando las cortinas. Se apagaron las luces y yo fui hacia donde había dejado la bicicleta.
Llegué al lugar pero lamentablemente no estaba allí, ni en ningún lugar cerca de allí.
Mierda.
Me habían robado mi querida bicicleta.
Iba a tener que volver caminando. Con enojo reprimido me fui echando humos y crucé la calle para ir por donde había más luz y estaban los semáforos.
Cuando iba ya a una cuadra del puente sentí que me miraban o que me seguían, un sentimiento muy espantoso. Miré para atrás y media cuadra de mi había tres hombres caminando hacia mi lado. Pero estaba tan lejos que no me preocupé.
Pero cuando esperé en la esquina para que cambiara la luz del semáforo se acercaron más y vi que dos de ellos me eran conocidos.
Eran los que me había pechado en la mañana.
El miedo paso por todo mi cuerpo y en mi mente empecé a reorganizar lo que me habían enseñado si alguien me quería atacar.
Pero estos eran tres hombres, altos y musculosos.
Comencé a trotar más que caminar, quería perderles de vista y mi mente se empezó a nublar del terror que tenía.
Mis ojos se llenaron de lágrimas incontenibles y cuando me quise acordar no sabía dónde estaba. Había caminado sin sentido por unos minutos.
Había dos calles y un callejón. Pensé que si me escondía allí los iba a perder, porque no me encontrarían, así que corrí hacia allí.
Pero todo fue en vano. Pronto sentí pasos hacia el callejón donde yo estaba entre dos tachos enormes de basura que despedían olor a podrido, eso ya ni me importaba.
Los pasos se acercaron y luego vi las sombras de los tres hombres.
-Sabemos que estas aquí, muñequita- dijo una voz rasposa, un escalofrío pasó por mi columna vertebral, no era de placer.
Tiraron el tacho de basura que me tapaba a un lado y quedé al descubierto.
De a nada yo me puse en posición de defensa y mi mente recordó las clases de defensa personal. Supongo que por la adrenalina, los miré con más valor del que tenía.
-Parece que la gatita tiene las uñas afiladas.
-No sabes cuánto- les contesté yo, mi voz casi estaba normal. Así que sentí admiración por mí misma, mi abuelo estaría orgulloso.
Comencé a pensar en cómo salir de aquí y correr a mi casa. Pero uno de ellos se acercó. Automáticamente mi mano se fue para atrás, el lado de adentro de la muñeca le pegó en la nariz y luego le di un golpe duro y firme hacia arriba. Sentí como algo cálido y pastoso salía por su nariz.
Pero eso solo hizo que ellos se enojaran más. Ahora se acercaban los tres. Uno con la mano en la nariz mientras las gotas de sangre caían a tropel al suelo y los otros dos muy enojados.
-Es ella, es la que vimos hoy en la mañana.
Resolví ser directa.
-Tengo dinero y se los daré sin problemas. – les hice ademan de entregarles la mochila entera –Tomen.- aunque me dolía separarme de ella, pero era mejor si seguía con vida.
-No queremos tu dinero, muchacha.- Mis ojos se abrieron de par en par y empecé a caminar hacia atrás hasta que mi espalda tocó la pared de ladrillos, que sentí fría como el hielo.
Negué con la cabeza.
-Por favor, no me hagan nada, les daré mi dinero, por favor.- Les rogué un poco sí, pero tenía preparada alguna patada voladora si se acercaban. Yo no iba a ser tan fácil de atapar.
Yo menospreciaba la utilización de armas y mi abuelo me regalo varias por cada cumpleaños, ahora estaban en un cajón en mi casa, en mi habitación, desee tener una allí y ahora.
Otro de ellos se acercó a mí y mi intención seguía siendo darle una patada en sus partes, pero no me dio el espacio y me tiró al piso de un golpe en la cabeza con el mango negro de un cuchillo.
Me había hecho una herida, no sabía de qué magnitud, pero me comencé a arrastrar hasta que me quede sin lugar allí adentro. Seguía en el suelo y mi vaquero estaba sucio y roto, nunca iba a poder recuperarlo.
Levanté mi torso con mis dos manos apoyadas a mi espalda en el suelo y pronto tuve a los tres tipos encima de mí, tapándome cualquier luz que venía de la lámpara de la calle.
Las lágrimas corrían por mi cara. Sé que comencé a gritar cuando me cortaron la remera y intencionalmente me abrieron el botón del vaquero. Me estaban por bajar el vaquero hasta las rodillas cuando vi que una sombra rápida pero silenciosa se acercaba a las espaldas de mis victimarios, sin que ellos se dieran cuenta.
Sentí el aliento de él que estaba encima de mí, tenía olor a alcohol barato. Una de sus manos estaba en mi cadera y otra en la abertura del pantalón. Me sacudí con asco y miedo. El horror era incalculable. Nunca me imagine que mi vida terminaría así.
Luego de bajarme el pantalón hasta las rodillas el tipo que estaba encima mío me puso el cuchillo en el cuello para que no me moviera ni intentara nada, me presionó tanto que me hirió el cuello haciéndome gritar de dolor.
El tipo se rió de mí y me empezó a tocar en algunas partes. Pero al hacer esto ninguno de los tres se daba cuenta que pronto un brazo fuerte tomaba el cuello de uno de ellos por atrás y lo tiraba fuertemente hacia el otro lado del callejón.
El que estaba encima de mí no sé si queriendo o intencionalmente hizo un movimiento en falso haciendo que me diera un golpe en la cabeza que me dejó mareada.
Igual seguía viendo lo que sucedía a mi alrededor, pero como en cámara lenta.
La figura negra, más que bienvenida, primero atacó al que había estado mirando mi ataque y le quebró el cuello con un pequeño movimiento de los brazos. Hizo un ruido espantoso y comencé a temblar cada vez más fuerte.
El hombre encapuchado luego fue tras mi atacante, el cual se había levantado de mi cuerpo, y me había dejado media desnuda y en pleno frío de invierno. Seguro que moría aquí, en un callejón.
¿Qué iba a ser del viejo Rup? Comencé a llorar otra vez esa noche, mientras veía que mi salvador tomaba fácilmente el cuchillo negro de mi atacante y se lo clavaba en el cuello.
Quería gritar de felicidad, por ver como se hacía justicia, pero ya no estaba en mis cabales.
Temblaba, me sacudía, me estaba quedando sin aire, lloraba, todo allí, mientras seguía tirada en el suelo, desnuda.
El desconocido que me había salvado me miró desde la distancia. Yo no sabía si agradecerle o si tenerle miedo.
Era muy, muy alto y sus hombros eran enormes y al parecer fuertes hasta la muerte.
De la capucha salía vapor de aire. Al parecer era humano, por que respiraba.
Mis ojos se abrieron cuando vi que se acercaba. La poca luz que había tomó destello de su rostro, si, como había dicho Amy parecía muy apuesto.
Pero eso no me importaba mucho allí. Se detuvo de su acercamiento cuando vio que me retraía casi visiblemente. No era nada personal, no dejaría que nadie me tocara por una semana al menos.
-No te voy a hacer nada, ni tampoco te dejare aquí.
Una voz masculina y al mismo tiempo suave salió de la boca del hombre. También tenía un acento extraño, no era Canadiense, eso seguro. Y también pareciera que no había hablado con alguien por meses. Parecía un poco nerviosa aquella voz.
Me tranquilicé un poco, la adrenalina fue bajando rápidamente y asentí con la cabeza antes de que quedara quieta como una piedra.
Mis ojos comenzaron a cerrarse y vi que mi salvador se acercaba a mí con cada pestañeo que daba. Hasta que ya mis parpados pesaban tanto que no los pude abrir más.
Solo pude sentir antes de desmayarme del todo, que algo frío y algo cálido tocaban mi cuerpo y me alzaban del suelo suavemente.
El encapuchado comenzó a hablarme en otro idioma que parecía ruso o alemán. No sabía, porque no entendía nada.
Mi último pensamiento fue que esos musculosos brazos podían ser amables y peligrosos a la vez.
