El tio Seiya.

En la cocina del diminuto departamento una mujer se esmeraba en la preparación de la comida, era un guiso muy sencillo, cuya preparación solía reservar para cuando Seiya iba a visitarla.

La arrocera eléctrica empezaba a emanar vapor, al guiso sólo había que darle toques finales, en la nevera había bebidas frías, todo en su punto.

Se escuchó el sonido de la puerta al abrirse, una jovencita de unos doce años asomó la cabeza a la cocina.

-Hola mamá

-Hola Sirah ¿Cómo te fue hoy?

-Muy bien, aunque la práctica estuvo algo pesada, en serio, el capitán se vuelve un ogro cuando hay competencia cerca. Lo bueno es que no tuve que cargar el equipo de Kendo de vuelta a casa.

-Por que eso lo hice yo ¿verdad?-Un joven entró a la cocina y con toda la confianza del mundo abrió el refrigerador y sacó una soda.

-Si Makoto-Kun, gracias. Mamá voy a darme un baño.- La chica salió de la cocina.

-La comida ya casi está lista, Makoto ¿te quedas a cenar?

-¿Curry de pollo?

-Sí

-Eso quiere decir que va a venir Seiya, en ese caso vengo mañana, la primera noche prefiero dejártela a ti, Miho.- Makoto sonrió con picardía al ver el rostro sonrojado de la mujer.

-Que tonterías dices, ya no estamos en el orfanato para que me sigas molestando con esas cosas.

-Pues a pesar de que el tiempo ha pasado tú lo sigues queriendo ¿O por quien compraste ese pastel de chocolate del refrigerador?

-Si no vas a quedarte a cenar vete a casa o tu madre se preocupará

-Es verdad se está haciendo tarde…

-Oye Makoto gracias por acompañar a Sirah desde la escuela hasta casa.

-Ya te he dicho que no me molesta, su escuela está cerca de mi universidad y tu casa cerca de la mía, es conveniente, además, para ti sería difícil ir por ella al salir del trabajo y eso,

-¿Cómo vas con tus estudios por cierto?

-Muy bien, me gusta mi carrera y no quiero decepcionar a mi madre- Makoto había sido adoptado por una doctora que se encariñó con él, se habían conocido en el hospital de la fundación en el tiempo del torneo galáctico.

-Ya me voy, por favor despídeme de Sirah y si Seiya sigue por aquí mañana, pasare a saludarlo.

-Sí, ve con cuidado.

Miho corrigió la sazón del curry, apagó la arrocera y se dirigió hacia la habitación reservada para las ocasionales visitas del caballero que era como parte de la familia. Revisó que la cama estuviera tendida y con sabanas limpias, preparó toallas y colocó la vieja guitarra en su soporte, satisfecha con que todo estuviera en orden. El caballero de Pegaso contaba con su propia llave así que podía entrar a cualquier hora.

Sirah había salido de bañarse y estaba en el tatami cambiando los canales de la televisión uno a uno sin decidirse que ver, Miho se sentó a su lado, mirando lo grande, sana y hermosa que había crecido su hija sin necesidad de tener a su padre biológico, sintiéndose orgullosa de si misma por haberla criado de esa manera, recordando que en su momento Seiya había insistido hasta el cansancio en saber quién era el progenitor de la niña, pero la respuesta de Miho siempre era la misma, no lo sabía por que había sido cosa de una noche de copas, no recordaba al tipo, no sabía su nombre y no quería buscarlo. Seiya buscaba pistas del origen de la niña hasta en el más mínimo detalle. Como el nombre, Sirah es la única estrella que comparten la constelación de Andrómeda y la de Pegaso, así que por un tiempo sospechó de Shun, pero acabó desechando la idea, de haber sido su hija Shun nunca hubiera dejado a Miho criarla sola. Físicamente Sirah se parecía muchísimo a su madre, así que no había algún rasgo que identificara a su padre biológico, al final Seiya dejó ese asuntó por la paz y decidió aceptar a la niña como sobrina adoptiva, ya que él veía a Miho como su hermana. Y con el tiempo ella dejo su enamoramiento juvenil dando lugar a un cariño y a una buen amistad, llegando a ser lo mas cercano que Seiya tenía a una familia.

Hacía tiempo que Seiya había aceptado ser el caballero dorado de sagitario y su deber como tal era estar cerca de Atena, vigilante en el santuario, pero de vez en cuando viajaba a Japón a pasar un tiempo con las mujeres que para él eran su familia. Durante esos años Miho había estudiado mucho gracias al apoyo económico de la fundación y logró terminar una carrera universitaria y desde hacía un par de años trabajaba en la escuela del orfanato como maestra. Sin embargo prefirió que Sirah estudiara en otro instituto de mayor prestigio, además de que según Miho hubiera sido muy raro ser la madre de una de sus estudiantes.

-¡Hola chicas! Ya estoy aquí…-La potente voz de Seiya sacó a Miho de sus pensamientos, Sirah se arrojó a sus brazos de tal manera que hizo tropezar al caballero y los dos cayeron en el tatami de la habitación.

-¡Tío Seiya! ¡Qué alegría verte! ¡tío!- Pequeñas lagrimas de felicidad asomaban a los ojos de la pequeña que no soltaba al hombre.

-¡Wow! te has puesto muy grande y fuerte, ya no llores, también te extrañe mucho-Seiya abrazó a la niña. Miho miraba la escena feliz, cada que el caballero visitaba su casa se llenaba todo de alegría, para Sirah era lo más cercano a una figura paterna. Con trabajos logró incorporarse y soltarse de su abrazo.

-Déjame verte- el hombre recorrió a la niña con la vista, teniendo pensamientos similares a los de su amiga.

-¿Verdad que ha crecido mucho?- Miho seguía sentada ante la televisión.

-Sí, y dime ¿ese equipo de Kendo es tuyo?

-Por supuesto que es mío, estoy entrenando para hacerme fuerte como tú, tío Seiya

Seiya soltó una gran carcajada, no se burla sino de alegría.

-Por supuesto que lo serás, pero deberás entrenar mucho…

-Lo haré tío- Tanto Miho como Seiya sonrieron satisfechos ante la mirada de determinación de la niña.

-Miho, déjame saludarte debidamente- El caballero se acercó a la mujer y le tomó las manos dándole un leve beso en ellas,luego tomo sus mejillas y las jaló a los lados ganándose un buen golpe en la cabeza por parte de la mujer que lo miraba molesta

-Tú no cambias ¿verdad?

-Genio y figura hasta la sepultura, tú tampoco cambias !eso me dolió! no te enojes, mira...- de su pantalón de mezclilla Seiya sacó una pequeña caja y se la tendió a la mujer, al abrirla descubrió una cadena de oro con el símbolo de sagitario y se la colocó en el cuello.

-Es muy bonita Seiya, gracias.

-Es la constelación bajo la que nació Sirah, y también es la casa que protejo, así, cuando la veas pensarás en los dos.

- De verdad es bonita la cadena tío ¿Y para mí no hay nada?

-¿Pensaste que me olvidaría de mi sobrina querida? También tengo algo para ti pero preferiría entregártelo después de la cena.

-Mi mamá hizo el curry de pollo que tanto te gusta.

-¡Excelente! en Grecia hay cosas deliciosas pero el curry de pollo que hace tu mamá es lo que más gusta, desde que estábamos juntos en el orfanato. Además cada que lo como me trae recuerdos de la infancia.

-Siendo así serviré la cena, mientras tanto Seiya deja tus cosas en tu habitación y Sirah guarda tu equipo de Kendo y pon la mesa.

Seiya dejó en el piso de la habitación que habían preparado la caja dorada que contenía la armadura heredada por Aioros y junto a ella su voluminosa bolsa de viaje llena más que nada de recuerdos y regalos. Sonrió al ver su guitarra en el soporte, sabía que cuando él no estaba permanecía guardada en un estuche, sabía también que Miho la sacaba, la mandaba a limpiar y a afinar cuando le anunciaba que la visitaría, el tiempo de la visita era variable, a veces unas cuantas horas, pero la guitarra siempre estaba ahí, lista para que él la tocara. Qué curioso que antes tocaba cuando estaba triste y ahora lo hacía para celebrar su alegría. Se recostó en la cama y cerró los ojos para percibir el aroma del suavizante de la ropa de cama, para escuchar el sonido de los platos y vasos que Sirah iba colocando en la mesa y sentir el calor de los últimos rayos del sol en su cara, era agradable estar así, sin preocuparse de algún enemigo o de su entrenamiento. Le gustaban esos pequeños momentos de dicha domestica.

-Tío, dice mi mamá que te laves y vayas a cenar.

-Ya voy- Sirah miraba fijamente la caja dorada, pero no dijo nada y salió de la habitación, al caballero le llamó la atención pero hizo de cuenta que no vio nada y se dirigió hacia el cuarto de baño.

La cena transcurrió alegremente entre los relatos de Miho y de Sirah, y una que otra anécdota de Seiya acerca de su vida en Grecia. Sin darse cuenta se hizo de noche.

-Sirah debes hacer tu tarea y preparar tus cosas de mañana.

-Es cierto, tío me voy a mi habitación ¿te veré mañana?

-Sí, es más, me verás un tiempo porque está vez me voy a quedar uno o dos meses.

-¿De verdad?-Sirah abrió sus ojos azules y nuevamente se arrojó a los brazos de Seiya.

-Así que no te preocupes y descansa.

-Sí, buenas noches mamá, buenas noches tío.

Los adultos se quedaron solos, Miho llenaba sus ojos de la presencia de Seiya, sus emociones ya no eran las mismas de la adolescencia, ya no lo amaba como hombre, lo quería como su mejor amigo, como su hermano y se alegraba con saber que su pequeño departamento funcionaba como remanso de paz para él.

-Voy a limpiar la mesa y la cocina.

-Ah si, te ayudo.

-Mejor deberías darte un buen baño, después podemos charlar un poco.

-Está bien ¿sabes? Traje un vino Griego que sé que te gustará. Podemos beberlo con otra rebanada de pastel.

-A veces creo que eres adicto a los dulces. Bueno, beberemos ese vino, anda a bañarte mientras yo limpio.

Miho dejó limpia la mesa y la cocina, consultó la hora en su celular, suspiró y encendió la televisión, casualmente estaban pasando un programa sobre el torneo galáctico ya que en su momento había sido un gran evento transmitido a nivel mundial, todavía se recordaba a si misma convenciendo al pegaso de participar.

-Vaya, que envidia me da Shun, siempre fue el más fotogénico- Seiya se sentó al lado de Miho, con una toalla secaba su cabello y aun emanaba la fragancia del jabón.

-Jabu decía que si Shun no hubiera sido caballero, hubiera sido estrella de cine.- Miho sonrió al recordar el tono de celos con que en su momento hubiera hablado el unicornio.

-¿Quieres usar el baño? Está libre.

-Sí, ¿puedes preparar mientras tanto algo de café? Me gusta beberlo después del baño.

Miho tomó un baño, y luego se sentó con Seiya que ya tenía preparado el café y dos rebanadas del pastel de chocolate. Hablaron poco, mientras disfrutaban de sus alimentos, entre ellos no hacían falta las palabras. Bebieron del vino que Seiya había llevado consigo desde Grecia y conversaron más que nada sobre Sirah y el torneo de kendo en el que participaría en un mes.

-Miho, me siento muy feliz de estar aquí, te agradezco que tengas tantas atenciones conmigo. Pero siempre me he preguntado, porque no te has casado, es decir, eres bonita, lista y de espíritu fuerte, tu hija es maravillosa y cualquiera con un poco de cerebro querría una familia con ustedes.

-Seiya, ya hemos hablado de esto, no ha llegado esa persona especial para mí, y no quiero imponerle a Sirah un padrastro. No creas que estoy enamorada de ti o algo parecido, te quiero como a un hermano, pero no siento nada especial por nadie.

-Hoy que abrace a Sirah note en ella un fuerte cosmos palpitante, si su destino hubiera sido ser caballero de Atena, sería una muy poderosa.

-Pero no fue así, su destino es ser una mujer común. Según la propia Atena.

-Lo sé, lo sé, no te enojes, lo que digo es que ese cosmos es el de alguien que se ha entrenado en elevarlo o es heredado por un caballero fuerte.

-Dudo que en el dojo de kendo les enseñen a encender su cosmos. Quizá el padre de Sirah es caballero, como te he dicho antes, fue una noche de copas y no recuerdo nada.

Seiya permaneció serio, bebiendo de su copa de vino y meditando el asunto.

-Miho, te puedo asegurar casi al cien por ciento que el padre de Sirah es un caballero, eso ya me da una pista, lo voy a encontrar.

-No es necesario, mi hija y yo hemos vivido felices hasta ahora, no lo necesitamos, nunca le he mentido, ella sabe que no sé quién es su padre biológico y no le importa por que tú eres como su papá.

-Gracias Miho, no las voy a decepcionar, es muy tarde, mejor te dejo dormir, mañana será otro día.

Seiya estaba recostado en la cama dándole vueltas a la posibilidad de que un caballero fuera el progenitor de su sobrina, pero ahora la duda era ¿Quién? Se juró a si mismo resolver el misterio y con eso en mente se fue quedando dormido.

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