La muerte es algo que no debemos temer
porque, mientras somos,
la muerte no es y cuando la muerte es,
nosotros no somos.
Prologo
Era un día frió, sin embargo Roy Mustang sentía un irrefrenable calor que lo embargaba por dentro. Se aflojo un poco la corbata y entro con paso seguro en el templo.
El olor penetrante de las flores y el incienso lo golpeo en cuando cruzó el umbral. El sonido del llanto contenido, los murmullos de los rezos, la cantidad de gente agrupada. Se sentía enfermo.
Tuvo el impulso de salir huyendo de aquel lugar, ni siquiera estaba muy seguro del motivo que lo había impulsado a ir hasta allí: Deber, necesidad, tristeza… Daba igual, la cosas era que se encontraba encerrado allí y no tenia mas opción que aceptar las cosas y seguir adelante. El siempre lo hacia, nunca volvía sobre sus pasos.
Una mano lo sujeto con cautela. Cuando sus ojos se encontraron con los de Maes Hughes casi soltó un suspiro de alivio.
-Me alegra que hayas venido. Temí… bueno, no estaba seguro de haberte convencido- le dijo Maes.
-Es mi hermano- contesto Roy con la voz extrañamente enronquecida. "Era", se repitió para sus adentros, ya solo seria un recuerdo.
Maes asintió y le indico que se sentara junto a el. Roy acepto.
Hughes y el eran amigos desde niños. Habían compartido juegos, secretos, ilusiones, sueños e ideales. Cuando ambos decidieron su camino, escogieron uno similar a recorrer, entraron en la milicia y de esa manera no se habían visto obligados a separarse, lamentablemente para ambos la vida no había sido la misma.
-Tu madre…- Maes lo miro inquieto-. No he querido decirle que tal vez vendrías, podía ilusionarla y…- se interrumpió el joven de pronto.
Una suave carcajada escapo de los labios de Roy que se gano miradas severas de algunos de los asistentes. Se callo y miro a Maes.
- Verme aquí será el peor de sus castigos. No debería haber venido, no hoy por lo menos, no se como deje que me convencieras de hacer esto.
-Por que si no hubieras asistido a los funerales de Adam, no te lo habrías perdonado jamás, Roy.
Su amigo tenia razón, concedió Roy, si no hubiera estado en ese momento para despedir a su hermano menor no se lo habría perdonado jamás. El hecho de no haberlo visto hacia mas de once años ya era bastante doloroso.
-¿Cómo esta mi madre?-le pregunto el.
-Destrozada, pero lo veras tu mismo- Maes observo el gesto reacio de su amigo y lo miro ceñudo-. Debes hacerlo, Roy. Es tu deber.
Su deber. Una obligación que lo hacia regresar como el hijo prodigo a implorar el perdón de su madre. Nunca, se dijo molesto. Una cosa era estar allí junto a ella un par de días para cerciorarse de que las cosas por casa marchaban bien luego de la muerte de su hermano y otra muy distinta esperar a que ella lo recibiera con los brazos abiertos. El no había cometido ningún error, solo había decidido seguir su propio caminos Sus ideales.
-Lo se. Creo que lo mejor será que lo haga cuanto antes- se irguió un poco mas y miro a su alrededor. La vio sentada en la primera fila, cerca de donde se encontraba el cajón donde descansaba su hermano.
Roy avanzó con seguridad, a pesar de que cada paso se le hacia mas y mas difícil. Oía los sollozos de su madre y las palabras de vago consuelo de quienes estaban a su lado. Cuando estovo casi a su lado, respiro profundamente.
-Madre- le dijo el en tono neutro, carente de toda emoción. Ella lo miro.
-Roy- le dijo adoptando aquel aire de estricta seriedad que el recordaba de pequeño y adolescente-. Has venido.
No era ni un agradecimiento ni una critica, tal y como lo había dicho Maes, solo cumplía con su obligación y así se lo hacia saber su progenitora.
-Debía hacerlo, Adam era mi hermano- apretó los puños-. Espero que no te sientas muy mal.
La mirada cargada de reproche no se hizo esperar. Roy estaba tan acostumbrado a tratar con ella que ni se inmuto.
-¿Cómo deberías sentirme después de la muerte de mi hijo?- le pregunto despectiva-. He perdido lo más importante de mi vida.
Roy noto como Maes, que estaba a su espalda se tensaba. Parecía ilógico, pero a pesar de que el mismo se creía inmune a ella, las palabras de su madre aun tenían el poder de herirlo. No se lo demostró.
-Me quedare unos días en casa, dos o tres como máximo, espero que no te moleste.
-¿Tengo mas opción?
Si hubiera sido el mismo adolescente resentido y atormentado que se marcho de su casa, habría dado la media vuelta para correr a esconderse en algún sitio y llorar su desgracia, pero al vida no había sido justa con el y ya no se dejaría amedrentar de esa manera.
-No- le respondió con calma-. También es la casa de mi padre.
La mujer palideció un poco mas y lo miro con resentimiento. Roy comenzó a pensar que lo mejor seria quedarse un par de días en algún hotel o en casa de Maes. Estaba a punto de plantear esa opción cuando alguien lo interrumpió.
-Debería retirarse por ahora, señor Mustang- le dijo una joven que estaba junto a su progenitora-. Su madre, no se encuentra muy bien, mas tarde podrá hablar con ella.
Roy la miro atentamente. La igual que la mayoría de las personas en ese sitio vestida del negro de rigor, y llevaba el cabello rubio firmemente recogido. Sin embargo el evidente desprecio que percibió en sus ojos ámbar fue lo que mas lo altero. Aquella joven lo odiaba sin siquiera conocerlo.
-Salgamos de aquí- le dijo Maes al oído y tiro suavemente de el. Cuando estuvieron fuera de la iglesia lo miro con curiosidad-. ¿Por qué has hecho eso?
-¿Hacer que?
-Enfrentarte a tu madre como hacías antes, pensé que todos estos años te habrían valido de algo.
Roy se encogió de hombre y se apoyo contra el tronco de un árbol.
-Como ves, algunas cosas nunca cambian- luego miro a su amigo-. ¿Quién es la joven que estaba junto a mi madre?
-Es Elizabeth Hawkeye, la prometida de tu hermano.
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Hola chicas, nueva historia y espero les haya gustado, agradezco de ante mano a todas las que leen y nos leemos la próxima semana, ciao.
