Creo que no tengo perdón de Dios, han sido como seis capitulos, y yo me vengo y decido borrarlo todo, me costó hacerlo aunque no lo crean, para empezar de nuevo. Recien acabó de terminar el recie´n capi, un prologo muy largo a decir verdad.
Mi excusa es q mientras trataba de escribir el nuevo capi, al final nada de lo que plasmaba me convencía, no le veí salida, y de repente una imagen se me vino a la mente, y otra tras otra. Pero en sí, la esencia que quería darle al original, es la misma, sólo que de forma diferente, las incognitas son las mismas pero sucederan de otra forma, espero que a pesar de los inconvenientes ésta nueva versión les guste. ^^
Advertencias: Sera una relación chicoxchico. Así que a quien no le guste, pues tiene todo el derecho de retirarse cuando guste. Por ahora nada más. Shonen-ai, al principio.
Disclamair: Los personajes no me pertenecen, la autoría es de nuestra querida Hoshino, si fueran míos, pues ya ven, abría centenares de escenas yaoi, especialmente yullen.
Reseña:
Inocentes.
Por
Lirionegro-san
Prólogo.
Lo último que vio de él fue su alma expirando. Allen estaba seguro que si en algún momento de su vida pudiese elegir entre la felicidad de una vida tranquila y normal, o la que llevaba ahora, elegiría siempre seguir como estaba. No era tan malo, no cuando si lo pensaba bien seguía haciendo el bien.
– Buen trabajo, Maestro Exorcista – la voz de unos de los limpiadores políticos le distrajo, o en su pretérito, lo atrajo de nuevo a la realidad. Allen sonrió inconscientemente, de esa misma forma a la que las personas le gustaba ver.
– Gracias, es todo ¿cierto, Toma? - se acercó al sujeto, Toma, el cual vestía ese inconfundible traje negro, que muchas veces a Allen le hacía reír mentalmente, cuando una pequeña vocecita, muy parecida a la de Lavi, le recordaba cuan parecido esos trajes eran a la película de los Hombres de Negro. No podía evitarlo, no tenía otra forma de describirlo.
– Si, eso es todo, Maestro. El Maestro Kanda nos espera en el Hotel – de repente toda la gracia que su cabeza pudo causar con la imagen de Will Smith y su arma súper atómica desapareció, Toma lo miró extrañado, pero inconsecuente, no cuestionó ese cambio.
– Entonces, vamos – y ambos empezaron su caminata fuera de Jinki, a las afuera de Moscú. De hecho, poco a poco a Allen su repentina baja de Endorfina fue causada por otro recordatorio.
– Realmente destruyeron mucho esta vez – Allen no respondió a son de voz, pero un pequeño movimiento de su cabeza le dio a entender a Toma que era escuchado.
Con sólo dar una ojeada a su alrededor no era de hecho necesario conocer de antemano la palabra devastador. Prácticamente todo el bosque de Jinki había sido destruido en unos solos instantes, justo en el momento que Allen atacaba con toda su fuerza para lograr su cometido. Sin embargo, el poder de – lo que ellos podían calificar como Akuma Nivel 4 – fue más atroz de lo que pudieron esperar en algún momento; y no sólo, al final de la batalla, el Akuma fue destruido por el poder espiritual de Allen contra el choque de la materia oscura del demonio carnívoro, los alrededores fueron prácticamente desvanecidos. Lo último verde había muerto contra todo pronóstico.
– Creo que tendré problemas – susurró Allen, sin recibir respuesta. No era necesario.
Prácticamente estaba somnoliento. Kanda estaba en toda su desfachatez en la cama de su habitación, sus largos cabellos negros, aun atados en una coleta alta, se desparramaban en la blanca colchoneta de su habitación compartida. Patético, pensó sin poder evitar sentir como sus ojos se cerraban poco a poco sin su autorización, en cualquier momento esos imbéciles regresarían, se suponía que la misión en el lado norte no debió haberles tomado tanto tiempo, él en cambio terminó pronto. Se levantó de la cama poco a poco, le había tomado poco tiempo en realidad, y si no fuera por el maldito cansancio que se andaba encima, hubiese notado eso antes. Joder, ¿había sido una trampa?
El sonido de la madera crujiendo alertó nuevamente a sus sentidos, y antes de que pudiera asimilarlo, la entrada de su habitación se abrió en dos en dos y un par de botas negras entraron en la habitación, sin negar al dueño de ellas. Kanda levantó su mirada, recorriendo el cuerpo completo envestido en el traje negro con detalles de oro y diamante rojo como la sangre, aquel que lo representaba como un exorcista, uno igual al del japonés, a excepción de ser más pequeño. Y por supuesto, la cabellera blanca. De todo lo demás, la única anomalía presente en Allen sería los rasguños que Kanda no recordaba haberle visto antes, suponiendo que el menor si tuvo problemas para cumplir con la parte de su misión.
- Llegan tarde, idiota – recogió a su fiel katana de la cama, donde había ido a parar junto al japonés, Allen no parecía estar muy contento con el recibimiento, antes de que pudiera responderle al mayor como debía, el acompañante de Allen habló:
- Discúlpenos, Maestro Kanda –
- Che, como sea. ¿A qué hora nos vamos?
- Kanda, deja de ser tan grosero con Sr. Toma – rezongó Allen en un perfecto acento inglés, molestó por el trató del japonés considerando que Toma parecía mayor que el mismo Yuu Kanda.
- Cierra el pico, no estoy hablando contigo, Moyashi.
- Mi nombre es Allen, Bakanda – Allen gritó, resistiendo el impulsó de acercarse a Kanda tan sólo un poco.
- Cómo si me importara un jodido…
- Disculpen, maestros, pero me acaban de informar que tenemos luz verde para desplazarnos fuera de Moscú.
- Ya era hora – salió sin más, dejando a Allen con las palabras en la boca.
El albino no pudo reprimir el suspiró que se escapó de sus labios, una mano en su hombro nuevamente lo abstrajo a la realidad, Toma le miraba preocupado, en ese momento Allen sabía que sucedía, o quería creer que podía asimilarlo, no le gustaba que lo odiaran…Porque así era ¿no? Solamente eso era… ¿verdad?
- ¿Maestro Walker? – Toma nuevamente le habló, su voz tenía el matiz exacto de la inquietud, pero Allen advirtiendo ello, le sonrió.
- Vamos, Toma, o de seguro ese imbécil nos dejará y se olvidará de nosotros – tampoco le gustaba mucho inquietar a otros.
- ¡Muévete o te rebanó!
- ¡Ya vamos, imbécil! – y Allen le siguió, echando humo como sólo Kanda podía causarle en él esa expresión.
El comboy llegó a los pocos minutos, Kanda en ningún momento le dirigió la palabra a Allen en todo momento de espera, y el albino lo prefirió así. El hotel, casi un vejestorio, estaba afuera de los límites que lo llevarían a Moscú, pero no era ahí donde se dirigían. Los planes trazados con anterioridad según Toma, definía la ruta a tomar, Allen no estaba seguro cual era el Norte o el Sur – razón por la cual Toma le había acompañado hasta cumplir su parte de la misión (aun cuando se suponía que Kanda y él tenían que trabajar en conjunto) – así que estaba expuesto a todas las decisiones que fueran tomadas por los limpiadores. Y de hecho no importaba mucho, era su trabajo.
Una vez que los tres camiones blindados se estacionaron frente al pequeño hotel, Allen inspeccionó por última vez la destrucción a su alrededor, no era diferente, se dijo, a lo que ha sucedido en el resto del mundo. Tanto el pequeño pueblo y Moscú, como suponía de otros lugares, eran la prueba de lo que ésta guerra había acarreado como ofrenda, o pago de muerte y destrucción. No quedaba ningún edificio en pie, las calles destruidas, y la gente, bien, a penas habían personas a esas horas del día. Sabía que todas se mantenían en refugió por solventar su vida; la Orden se había encargado específicamente de encontrarles un lugar donde descansar mientras se cumplía la misión. Aun cuando hayan fallado, al menos el riesgo de los poco pobladores, más que todos indigentes – pero quién hoy en día no lo es, pensó Allen – había disminuido. Obviando que habían destruido lo único que se mantenía en pie, o estable en todo el pueblo.
Y Moscú no difería mucho, sólo que éste era más peligroso. Allen capturó en su memoria el pueblo casi fantasma, como una obra mal intencionado en un ambiente refrenado por la desolación, casi tan extenuante como las viejas fotografías que había visto en un libro de historia, el título: Segunda Guerra Mundial. No había diferencia.
- Por favor, suban – otro sujeto les habló, vestía el mismo traje de funeral (visión Kanda) que Toma, y con pesar (de parte de Allen) ninguno recordaba su nombre. Ambos subieron al mismo vehículo, Toma al igual, frente a lo que Allen podía pensar era el volante, o en palabras menos trascendentales, quién iba a conducir.
- Los otros se encargaran de lo que amerita, Maestros – Allen tembló bajo la idea, y recordó las armas que bien posicionados conformaban el toque final a sus pequeñas herramientas de guaruras.
Ambos tomaron asiento, sin mirarse una sola vez a menos que dicha acción fue totalmente necesaria, por lo que respectaba a ambos no lo era, Kanda no requería mirarlo para darse cuenta de lo que la mente del Moyashi manifestaba, todo el cuerpo del mocoso desprendía poro a poro la inquietud que las solas palabras de Toma causaron en él. Ya sabía cuan idiota podía ser. El recorrido comenzó, el vehículo saltaba en impulsión con cada grieta o deformación que pasaba por encima o esquivaba, iba a una velocidad media, cuidando sus espaldas. Enfrente otro vehículo con la misma fachada en el que Allen y Yuu se transportaba iba al acecho, atrás de ellos también otro con, quizás, la misma cantidad de personajes que lograban más no afirmar lo que Kanda ya sabía.
Era una trampa, el verdadero objetivo no estaba aquí, lo suponía al no encontrar aquello para lo que habían sido requeridos; la estrategia que había formado Komui, todo éste ajetreado convoy era por una razón, y sin duda la presencia de los Akumas era tan sólo el principio del lastre que fomentaba toda esta tontería, era imposible que Allen no lo supiese, la actitud del mocoso nos distaba a pensar que el albino fuera del todo ambivalente entre lo que tenía que hacer, y lo que debía hacer. Más traumático sí, pero no menos ceremonioso. Entonces el ruido comenzó, o no era ruido, el tan conocido sonido de las metralletas, de contundentes explosiones y los ataques frontales lograron que Allen se encogiera en su sitio. No por el miedo, por el significado ya previsto; y cuando nuevo sonidos tan similares al campo de batalla contraatacaron a su vez, la agonía de Allen se transfiguró a su rostro.
Una vez más, sus ojos presenciaron la destrucción de éste mundo a mano de los humanos.
Una mano se posó sobre el rostro de Allen, era fría pero logró que su cuerpo se descontrolara, como una pequeña corriente eléctrica; el ruido de afuera, armas de fuego y explosiones, de adelante y atrás, del enemigo invisible ante sus ojos, y del propio auto escalonando entre el camino tumultuoso, todo desapareció cuando los ojos azules casi negros de Yuu Kanda se encontraron con las dos enormes oasis platas que pertenecían a Allen Walker. Por unos segundos se quedaron así, de esa misma forma, sin importarles las maniobras que sus compañeros se esforzaban por lograr y solventar sus vidas. Por esos segundos eran ellos dos.
El soplido cálido y fresco de un aliento despejo sus hileras de cabellera blanca, el aliento de Kanda corrió el cabello de Allen hacia los lados, su rostro libre de otro cualquier estorbo y finalmente liberando la cicatriz que compartía los días de Allen como llamamos vida, aquella cicatriz roja que le marcaba la mitad de su rostro, el ojo izquierdo y terminaba en una pequeña curva, imperceptible desde lejos, por su mejilla. La caricia le gustó, hasta que el japonés abrió la boca en una acción que no residía en la pequeña condición de todo humano, respirar.
- Realmente eres un idiota – Kanda podía borrar cualquier magia en su entorno solo con unas cuantas palabras, y Allen había aprendido a la mala.
- Tú… ¿Por qué? – rugió, pero un nuevo choque y explosión detuvo sus pensamientos.
Toma en una maniobra desesperada logró esquivar el ataque frontal del enemigo, luego que desprevenidamente estos los hayan hecho caer en una trampa que ninguno de sus guardaespaldas logró percibir. El impulso que sus cuerpos crearon, ante el movimiento de oposición al repentino freno fue detenido en el preciso instante que Kanda tomó a Allen y lo apretó hasta su asiento, impulsándolo de nuevo para atrás. Toma se golpeó la cabeza, pero como pudo observar Allen luego que la sorpresa disminuyera y procesara en su cabeza los daños, se recuperó con rapidez. Instintivamente Toma estaba actuando nuevamente para emprender el camino de regreso, tratando que el vehículo, – que había ido chocar a unas murallas de piedra que aún se mantenían en pie – en intentos casi desesperados, obedeciera, como si supiera algo que Allen desconocía.
El enemigo fue visible para Allen entonces, humanos. Sí, simples humanos que en su desesperación y en movimientos ésta vez predecibles, se apresuraban hasta donde Kanda y Allen estaban, la mente de Allen reaccionó, suponía, no, estaba seguro de que es lo que querían, desde el primer llamado era obvio lo que la desesperanza logró en el alma de todos los seres vivos, ennegrecidas después de tantos años de dolor y guerra, hambre y tristeza. Y si podía terminarla, aunque se una vaga luz al final del túnel, ¿podían acaso acusarlos? No, el albino creía entender. Sin embargo, nada podía ser tan fácil, Allen no era un asesino, él no mataba humanos, por eso la Orden sabía cómo encargarse de aquellos que les estorbaba para lograr ser vencedores en aquella guerra santa, que estaba durando demasiado para desgracia de todos.
Justo en ese momento Toma logró su objetivo, como también sus otros compañeros, frente a sus ojos aquellos enemigos que querían dar termino final a la vida de los que se llaman así mismos exorcistas, el ataque en defensa comenzó otra vez, y la sangre, los gritos de dolor y los cuerpos cayendo al suelo sin vida; todo a sus ojos como el principio de ésta guerra había sido, los había asesinado. A las manos de quién una vez bromeó sobre su traje de los hombres de negro, esto no era una película. El vehículo partió, dejando atrás a sus propios compañeros, para que una nueva explosión borrara el rastro de aquellos que acosta de su vida, habían logrado tiempo para que pudieran escapar, el resto estaba ya muerto.
Allen no pudo evitar preguntarse el porqué, la razón por la que él, si podía ver las almas de los Akumas, ¿por qué no podía ver el alma de aquellos que habían estado vivos hasta hace un momento?
Era como una mala imitación, pero no podía conseguir lo mejor, y después de casi media hora en altibajos, la rápida acción fue necesaria. Allen no habló en lo que restó del viaje, pero sus ojos lo hicieron por él. Aunque no gimoteó, de sus ojos escaparon el dolor que no pudo resistir al dejar a sus compañeros atrás, sí, tenían trabajos distintos, era algo que aún ahora no podía entender, simplemente porque no lo aceptaba, pero distando, seguían siendo sus compañeros, con quién había compartido durante mucho tiempo, con algunos más que con otros, y ellos habían sido sacrificados para salvarles a ellos. Cuando se suponía que su primer deber, aquel que él mismo se había autoimpuesto, era ése, él tenía que salvarles, no quedarse paralizado como un inútil a la espera de lo inevitable. Aunque también sabía que Kanda lo detendría.
El sonido de los helicópteros esperándoles logró que Allen reaccionara, sí, una mala imitación de lo que antes fue un helipuerto, más bien parecía el estacionamiento de una vieja gasolinera; había un mayor de personajes esperándole de lo que ambos hubiesen previsto, así que la cosa no terminaba tan fácil como creían. La muerte aún estaba presente en el albino, sin embargo no le dejaron hastiarse en su propia impotencia, como la última vez fue Kanda quien guió sus movimientos, prácticamente empujándole para que saliera. Toma lo hizo después de ellos.
- ¿Está bien, Sr. Toma? – su particularidad de ser inglés, le habían dicho una vez, es no olvidarse de sus buenos modales, en estos tiempos Allen era el único que se preocupaba por ellos y no podía dejar de hacerlo.
- No se preocupe, Maestro Walker, estoy bien.
- Apresúrate, Moyashi – Kanda le dirigió una mirada malsonante, sin embargo Allen no se molestó, el sonido de las hélices de su transporte le hacia el trabajo de escuchar a su compañero más difícil.
- Luces cansado – fue lo primero que cruzó por la cabeza albina de Allen, y Kanda le lanzó una mirada dura, Allen estaba a unos pocos centímetros de su compañero, ambos apuntó de abordar en uno de los helicópteros, un UH-60 Blackhawk Seahawk*, todos los demás en sus puestos de trabajo.
- Che – ambos montaron el enorme artefacto a la voz de un pequeño llamado. En su delantera, otros dos "limpiadores" manejándolo. Toma de seguro iba en otro.
- Buenas tardes, exorcistas – fue el saludo con que los recibieron.
- Buenas tardes – contestó a su vez Allen, Kanda guardó silencio aunque tampoco hubiesen esperado algo parecido proviniendo de él.
- Partiremos en un par de minutos, les pediré que se abrochen los cinturones.
- Nuestro próximo destino – prosiguió su compañero – La Orden Oscura.
Si a Allen le dieran a escoger entre una vida calmada y feliz, sin preocupaciones, diferente a la que llevaba ahora, no se desprendería de ella, ésta era su vida después de todo, estaba su única "familia" y la única razón por la que aún vivía; además, de ésta vida nadie podía escapar.
Notas finales:
Bueno, si, sé que es diferente, pero que se le hace. Es como quiero seguri el fic, así que ni modo, no sé si a alguien le vaya a molestar esto, me dolió borrarlo, pero digamos la verdad, así tenían que hacer las cosas, no me convencia como iba la historia.
Espero sus opiniones y criticas.
Cuidense, y hasta la proxima, tengo una parte pero veremos cuando sale.
Ciao
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Espero verlas pronto XD
