Chiflada.
Ron soltó un bufido al aire, estaba empezando a perder la paciencia, cosa ya muy habitual en él. Luna lo observaba como siempre solía, con los ojos llenos de curiosidad, pero el pelirrojo no entendía qué tenía él de interesante como para merecer ese tipo de atención. Era molesto, muy molesto, tener a una chiflada observándote, porque eso podría significar que tú lo estabas también al ser su centro de atención.
Desvió el rostro, para darle a entender su desagrado, pero en cambio sólo recibió una sonrisa.
—¿Qué miras?—inquirió, ya por fin, con la voz crispada del enojo. Luna no se inmutó, él solía ser así de explosivo.
—A ti, claro—le respondió, siendo lo más obvio del mundo.
Ron quiso aventarle algo, sólo para que dejara de sonreírle, siempre estaba tan serena, a pesar de lo que le hicieran, a pesar de todo... ¡era horrible! ¿Por qué no demostraba nada más, aparte de eso?
—Ya lo sé—rodó los ojos—Pero, ¿por qué me miras?
Los grandes ojos de Luna se abrieron aún más por la emoción, no sabía si decirle o no, aunque quizá no fuese necesario. Se reclinó un poco sobre la mesa que compartían ese día en el Ejército de Dumbledore y rozó sus labios, sólo un poquito, para después ponerse a silbar, aparentemente abstraída del mundo.
Al Weasley se le pusieron las orejas coloreadas y empezó a toser, mirando hacia todos lados, como comprobando que nadie estuviese cerca, pero encontrándose con los ojos de una chica de cuarto año, a la cual farfulló:
—Es que tenía un nargle en la boca...—seguro que se veía más chiflado que Luna, pero no le importó, porque inmediatamente después emprendió la huida.
FIN
