Este fic trata de una historia que quería utilizar para uno de mis foros de Los Juegos del Hambre, pero que como cerró no se llevó acabo totalmente. La cosa es que trata de que, bueno, en sí lo explico todo en este capítulo, pero a medida que vaya subiendo más, se irá sabiendo más de qué trata este fic. Es un Clato, sí. Pero salen muchos más personajes. Empieza cuando Clove muere, y seguirá hasta que termine Sinsajo. Si tengo intención de seguirlo, lo haré. Que conste, que todo, TODO, es desde el punto de vista de Clove. De nadie más. Ella tiene sus pensamientos e irán cambiando a lo largo de los capítulos. Habrá sorpresas y no tantas sorpresas. No tengo ni idea de cómo va a acabar, porque lo voy haciendo según se me ocurren nuevas cosas. Así que, espero que lo disfrutéis.
Silencio. Oscuridad. ¿Eso se sentía cuando estabas muerta? ¿Nada más? ¿Ni cielo, ni simplemente dejar de existir? No sabía cuánto tiempo llevaba allí, solamente empecé a escuchar un pequeño pitido y murmullos que cada vez, se iban haciendo más fuertes. Traté de mover alguna parte de mi cuerpo, consiguiendo apretar únicamente los parpados, o eso me parecía a mí. No sentía nada, solo vacío y oscuridad. Ni frío, ni calor. No sentía nada. Y quizás, eso era lo que más miedo me daba. ¿Estaría siempre así? ¿Durante toda la eternidad? ¿En esto terminábamos?
– ¿Cuánto tiempo va a tardar en despertar? – preguntó una voz en bajo.
– Ya lleva casi tres días así… No tardará mucho… Todo depende de la muerte que uno tenga y por eso tarda tanto en recuperarse. – respondió otra.
¿De qué hablaban? Entonces, ¿si existía el cielo? O algo parecido. No estaría en esa oscuridad toda la eternidad, y eso, me parecía espléndido. Podría volver a ver a gente, ¿no? ¿O cómo iba esto? No sabía a qué atenerme al despertar, ¿qué cosas iba a ver? ¿Y si no veía? Seguía pensando, era mi voz la que pensaba en ese vacío, pero, ¿y si era así siempre? ¿Y si solo había más voces? ¿Estaba loca?
– Ya casi está… – dijo otra voz vagamente familiar. – Unas horas más y la tendremos de vuelta, no te preocupes. Ve a descansar, que pronto la tendremos aquí molestando. – dijo riendo un poco.
Noté un fogón de luz alumbrar aquella zona oscura, luego se desvaneció. Poco después, otro fogonazo y otra vez oscuridad. Así varias veces más. ¿Qué era eso? ¿Era esa famosa luz que se veía al final de ese túnel tan oscuro?
– Eh, ven aquí. – dijo esa voz.
Empezaba a verlo todo con claridad, aunque totalmente borroso. Estaba abriendo los ojos. ¿Dónde narices estaba? Era una habitación, blanca (tan blanca que hacía daño a los ojos después de tanta oscuridad), con un ventanal enorme en frente y, al parecer, estaba en una camilla. Tragué saliva en grueso y tosí levemente.
– Tranquila, tranquila… – dijo de nuevo aquella voz. Aún no veía del todo claro, pero se distinguía una figura alta, con ropa de color marrón. – Bebe un poco… – dijo mientras me levantaba y me daba de beber un líquido que parecía agua, pero qué, desde luego, no lo era.
En cuanto comencé a ver bien, observé que aquella figura, era algo que jamás, me habría podido esperar. Abrí los ojos como platos y una máquina comenzó a pitar con fuerza.
– ¡Eh, eh! ¡Cálmate Clove! – dijo poniéndome las manos sobre los hombros.
¿¡Qué narices!? Me quedé en estado de shock, aun notando con fuerza cómo mi corazón golpeaba mi pecho con fuerza, como la sangre me daba martillazos en la sien y en la cabeza. Poco después, todo volvió a ser negro. Pocas horas después, todo volvió a empezar de nuevo. Vista borrosa, dolor de cabeza, tener una sed horrible… Pero esta vez, había dos personas desconocidas cuidándome. ¿Acaso lo había soñado todo?
– ¿Dó-dónde estoy? – pregunté lentamente, y con la voz rasposa. Sin contestarme, me hicieron beber otra vez aquel líquido horrible, pero que me quitó la sed y el dolor de garganta seca en un instante.
– Pronto lo sabrás. – respondió una mujer, haciendo que el hombre la mirase fijamente. – Te tenemos que hacer unas pruebas, tú relájate. – añadió omitiendo la mirada de su compañero.
¿Qué clase de pruebas se hacían en el cielo? Si es que estaba en el cielo, claro está. No tardaron mucho y volví a sentirme bien, dentro de lo que cabía. A las dos horas, pude bajar de la cama y esperar a que me dejasen salir, aunque me comentaron que eso tardaría bastante tiempo, porque tenía que recuperarme totalmente.
Me senté en una de las butacas, escuchando risas fuera de la habitación. Bueno, parecía que alguien se lo estaba pasando bien. Me abracé a mí misma, tratando de pensar en los lugares dónde podía haber ido después de… De haber muerto en la Arena. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Había defraudado a mí distrito, y lo peor… Había defraudado a Enobaria. Pensé en ella, ¿cómo le habría sentado que hubiese muerto a manos de un tributo del once? Resoplé y cerré los ojos, subí las piernas a la silla y las abracé, ocultando mi cara en estas.
– ¿Clove? – dijo una voz masculina, haciendo que me tensase ligeramente y alzase lentamente la cabeza. – Soy real, no te desmayes de nuevo… Por favor… – dijo medio sonriendo y medio preocupado por si me caía redonda al suelo.
Abrí ligeramente la boca, incrédula de que eso, ese chico, fuese real. Tragué saliva y me levanté despacio, agarrándome a los apoya brazos del sillón. Me acerqué a él y me abracé, notando que sí era real y que no estaba loca.
– ¿Cómo… Es posible…? – pregunté escondida en su torso, medio temblando.
– Es largo de explicar, y ni yo lo tengo aún muy claro… – dijo separándome y mirándome desde arriba, sonriendo al ver que le creía. – Eso te lo tienen que explicar ellos, los que mandan aquí… Digamos que solo somos… Invitados. – dijo no muy seguro de lo que estaba diciendo.
– Ya… ¿Cuándo saldré de esta habitación? – pregunté alzando las cejas.
– No… Esta es tú habitación. En cuanto te mejores, se llevarán todos esos aparatos y te traerán nuevos muebles para estar más… Cómoda. – dijo sonriendo de lado.
– Pero… ¿Y… Todos los demás? ¿Están también aquí? – recordé a todos los demás tributos, no era que me importasen, pero bueno, si estaban ahí, seguramente iba a tener que verles durante el resto de mi vida.
– Sí, pero no estamos todos… Aún faltan… Por llegar. – dijo tragando saliva y mirando a otro lado.
– ¿Quién? ¿Quién falta por llegar? – dije notando un nudo en el estómago.
– Cato, Mellark y Everdeen. – susurró mirando el suelo.
No supe que decir. Cato seguía vivo, y en parte me alegraba porque se merecía ganar. Pero una parte de mí, no quería que ganase. Egoísta, eso era la única palabra que resonaba en mi mente.
– Si… Si él pierde… ¿Vendrá aquí…? – pregunté a voz de hilo. Él se limitó a asentir y, por si acaso, a agarrarme de los brazos, al ver que me fallaban las piernas.
– Está bien Clove, a la cama… No puedes estar mucho de pie… – dijo llevándome casi en volandas.
– ¿Y tú cómo estás, Marv? – pregunté una vez me acosté y le miré.
– Tan fabuloso como siempre. – dijo riendo y haciendo que una sonrisa saliese en mis labios.
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Había pasado solo un día, pero aquellos médicos habían dicho que estaba completamente curada y que ya podía salir. Marvel me enseñó aquel lugar. Resulta, que era una especie de residencias para tributos fallecidos. En sí, no moríamos, en sí, nos hacían una copia el mismo día que llegábamos al Capitolio, metían nuestro verdadero cuerpo en unas máquinas y mandaban una copia exacta, pensamientos y todo incluido, de nosotros a la Arena. Aquello, me hizo ver al Capitolio de otra forma, pero igualmente, lo agradecía. También me comentó que estaban todos los tributos fallecidos de todos los Juegos hechos hasta la fecha.
– ¿Me estás diciendo que compartimos esto con casi dos mil tributos? – alzó una ceja en cuanto dije aquella cifra. – ¿Qué? En el dos sabemos muchas cosas de esas… – repuse bufando y cruzándome de brazos, haciendo que riese por lo bajo.
– Creo que no pasamos de los mil ochocientos… Pero no queda poco para sobrepasarlos. – dijo mirándome y luego mirando hacia delante. – Piensa en este sitio como un mega distrito, pero como si fuese un retiro. Algunos trabajan, otros no. – se encoge de hombros.
– Déjame adivinar, tú trabajas. – dije sonriendo. – Pero Glimmer no.
– Eres lista. – dijo riendo. – Glimmer ha conocido a un tributo de hace varios juegos, está inaguantable… Tanto ella, como él… Son tal para cual...
Reí levemente por eso, hasta que nos paramos en una puerta, y miré a Marvel alzando la ceja. La abrió y allí los vi a todos, y a más personas. Tragué saliva al ver que se giraban y me miraban con diferentes caras. Glimmer se levantó y sonrió de lado, también Sarah, la tributo del cuatro. Las sonreí de lado y seguí a Marvel, que, para mi sorpresa, se sentó con el tributo del tres y del siete, al último, lo había matado en la Arena.
O sea, que esto, ahora iba de ser amigos de aquellos a los que había matado. Como si nada hubiese pasado, ¿no? Tragué saliva y me senté con ellos. ¿Dónde si no iba a sentarme? Suspiré despacio y miré mis zapatillas.
Poco tiempo después, una gran pantalla bajó del techo y todos se giraron. Murmuraron muchas cosas, y algunos corrieron a coger los sillones que estaban en frente de dicha pantalla. Me levanté junto con los chicos y fuimos allí, quedándonos detrás del sofá más grande. Y apareció el logo del Capitolio y de pronto, la Arena. Tragué saliva y apreté la chaqueta entre mis manos. ¿En serio se seguían viendo aquí los Juegos? Y sin esperar nada, Cato, Everdeen y Mellark aparecieron, uno por cada punta y fueron corriendo a la Cornucopia.
– Mutos… – susurramos varios a la vez. Agarré del brazo a Marvel. Esta era su oportunidad, una patada y si uno caía, solo quedaría otro para que venciese. ¿Lo haría? Tragué saliva, notando como mi corazón iba a mil por hora.
Todo pasó demasiado rápido, vi como luchaban sobre la cornucopia, como Cato tenía cogido por el cuello a Mellark y como este se ponía morado poco a poco. Everdeen le tenía a tiro de arco, pero si disparaba, Mellark caería con él, y ambos, muertos. Ella lo sabía, todos lo sabíamos. Pero todo dio un giro inesperado, Everdeen disparó, haciendo que algunos de la sala soltasen un grito de impresión, hacia la mano de Cato, clavándole allí la flecha, haciendo que Cato soltase a Mellark y este le diese un buen empujón, haciendo que Cato resbalase con toda la sangre de la cornucopia y cayese al suelo.
Antes de verle caer del todo, me giré dando la espalda a la pantalla y tapándome la cara con las manos, tratando de no ponerme a llorar. Sentí la mano de Marvel en mi hombro y también la de Max, el chico del tres. Me separé despacio, yendo de nuevo por aquel pasillo hacia mi cuarto.
Se acabó. Ellos no se merecían ganar. Una parte de mí se alegraba, iba a tener aquí a mi mejor amigo, pero otra se sentía mal porque él se merecía ganar. ¿Y ahora qué?
¿Qué os pareció el primer capítulo? Espero que os haya gustado. Como dije, iba a ir explicándolo. Y así hice, expliqué por qué seguían vivos -y espero que os guste la idea- y que es como un distrito grande donde viven tributos "muertos". Obviamente, también vive gente externa a los Juegos (antiguos vigilantes, agentes retirados o nuevos -que no tengan contacto con los tributos que alí están) y demás. Nadie puede salir de ese "distrito". Para que os hagáis una idea, esto estaría por la parte de Canadá-Alaska. Tiene varias barreras que lo protegen del exterior y también por si alguien quiere salir. Si tenéis dudas, dejadlas en un review y las contestaré al final del siguiente capítulo.
Como siempre, se aceptan reviews y los agradecería de sobre manera.
Muchas gracias por leer y espero que os guste este tipo nuevo de Clato.
