HONOR

PRÓLOGO

En una época donde las afrentas solo se pagaban a precio de sangre, Soun Tendo se lamentaba, entre otras cosas, de no haber tenido un heredero varón. Ya estaba viejo y cansado, había sido una larga y extenuante batalla. Ya no le quedaban más fuerzas, ni más opciones: debía rendirse a los Saotome.

Sin heredero, su linaje se extinguiría sin más remedio con él. Pero lo que realmente atormentaba sin descanso a su corazón, era no haber podido vengar la muerte de Noriko, su amada esposa. Su honor estaba manchado, su honra pisoteada y su corazón enterrado en una tumba junto a su difunta esposa. Ella había muerto a manos de Genma Saotome y su sangre aún clamaba venganza.

No, no podía seguir viviendo así, debía rescatar algo de dignidad del lodazal en que se había convertido su vida. ¡Ja!, rió amargamente, al menos había tomado la vida de la hija menor de su enemigo: Ranko, la única hija de Genma Saotome. Y aunque su intención inicial era tomar la vida del primogénito Ranma Saotome y condenar al bastardo de Genma a su mismo destino, las cosas no habían salido como las planeó. Un Saotome había muerto después de todo, era su único consuelo, aunque fuera solo una estúpida mujer. Sí, una simple mujer que como las demás, solo serviría para casarla y dar frutos para otro linaje, porque ni siquiera cuidaría de sus padres, no, cuidaría la vejez de sus ahora nuevos padres, sus "adorados" suegros. Ja, por los menos de alguna forma pagaban el haber nacido mujeres.

Para su maldita suerte solo había tenido tres hijas. Las dos mayores las había casado: la mediana con un rico potentado, Tatewaki Kuno, que revitalizó su batalla con dinero, después de todo tenía suficiente, hasta para regalar. ¡Estúpido suertudo! Vamos, le había hecho un favor al casarlo con su hija, que si tenía el cerebro y las agallas para manejar esa fortuna. Pero más pronto de lo que esperaba, su yerno se negó a seguir entregándole más dinero. "Nabiki, Nabiki, debería quitarte el apellido Tendo por tal infamia. Viejo estúpido, pero de que serviría, ella es ahora una Kuno".

Tofu Onu es el esposo de la mayor de sus hijas, desde entonces es el médico de la familia y también de los hombres de su escuela. Al estar en disputa dos maestros de las artes, también entraron en batalla sus dos escuelas y con el tiempo, el pueblo entero se dividió en dos bandos. Con esta división llegó a parecer que hubiera una barrera física que separaba en dos a los grupos contrarios, no era ley, pero para todos era sabido que estaba prohibida cualquier clase de relación entre las personas de distinto bando.

Por el tamaño de los territorios, se podía saber quien estaba ganando la guerra y Soun Tendo veía como, poco a poco, día tras día, perdía terreno. Aún más cuando Ranma Saotome, que tenía las siete vidas de un gato, tomó el lugar de su padre como maestro de su escuela, con la fuerza y la vitalidad propias de su juventud. Sí, otra vez maldecía su suerte.

Aunque al principio se negaba a la idea de que el Doctor Tofu se convirtiera en su yerno, debía admitir que en una guerra era ventajoso tener a un yerno doctor, sobretodo si era uno de los mejores. "Si tal solo él no fuera tan radical con sus ideas pacifistas", suspiró alzando su mano para peinar su ahora cana cabellera en señal de desconsuelo. Estaba seguro de que sería un buen guerrero, y por qué no, tal vez si se esforzaba lo suficiente, podría ser el heredero de su arte. Pero las cosas no fueron así, ¿verdad? Una verdadera lástima. Al menos hizo algo altruista en su vida después de la muerte de su esposa, porque al ver juntos a Tofu y a su hija, de inmediato supo que estaban enamorados. Solo por esa única y exclusiva ocasión, no movió sus fichas a beneficio de su guerra. Lo hizo como regalo póstumo para su Noriko, pues ella siempre soñó con que sus hijas se casaran enamoradas como lo hizo ella misma. No lamentaba que solo Kasumi tuviera esa suerte, aunque hubiera preferido mil veces entregarla a otro con más dinero. En fin, no podía quejarse, Tofu le había resultado útil, en una ocasión hasta salvó su vida.

Para eso fue para lo único que le sirvieron sus hijas, no pudo recordar nada más. Brilló nuevamente la espada que sostenía en sus manos, entonces vino a su memoria la imagen de la menor sus hijas. Era idéntica su madre, por eso cuando a los ocho años le pidió permiso para irse de viaje con su vieja nana, la momia de Cologne, no le importó ni cinco. ¿Cómo fue lo que le dijo? Ah sí, aún lo recordaba: "para convertirse en un buena esposa". No se preguntó a donde ni por cuanto tiempo se largaría, ni el por qué no había regresado aún, simplemente estaba librándose de otro estorbo, pues en ese entonces aún no tenía la edad para casarla. Solo pensó en que ya no tendría que verle más la cara, el mismo rostro de Noriko reclamándole como en sus sueños que no había sido lo suficientemente hombre para matar a Saotome y vengar su muerte.

¿Y si estaba muerta?, se preguntó. Sería un pendiente menos que dejaba y sino Kasumi seguro se encargaría de la menor de sus hijas, de su hermanita, ella se lo debía por permitirle ser feliz. Siempre tan sumisa y obediente, su linda Kasumi. Sí, ella se encargaría, pues conociendo a Nabiki, seguro estaría de viaje disfrutando de la riquezas de su "magnífico" esposo.

No tenía más tiempo que perder, ¿o es que solo estaba buscando excusas para retardar lo inevitable? "¡Deja de ser cobarde Soun!", se reprochó mentalmente. La idea del seppuku rondaba desde hacía años en su cabeza. La primera vez cuando descubrió el cuerpo inerte de su esposa, solo el deseo de venganza lo mantuvo vivo hasta ahora. Después, cuando mató a Ranko, era solo una niña cuando segó su vida, tenía solo ocho años. Solo una niña, solo ocho años… A su conciencia no la podía engañar, era a la única a la que le podía reconocer lo culpable que se sentía por su muerte, a nadie más. Era lo correcto, ¿no? Solo estaba cobrando parte de su deuda de sangre con los Saotome, solo eso. Lo cierto es que si el fantasma de su esposa lo atormentaba por no cobrar venganza por su muerte, el fantasma de Ranko lo torturaba por haberle quitado la vida siendo inocente. "Vamos, Tendo, ahora te pones sentimental porque se acerca tu muerte, viejo ridículo", volvió a amonestarse a sí mismo. Levantó la espada sosteniéndola en con ambas manos enfrente de sí, ¿qué dirían cuando encontraran su cadáver? "Al fin hizo lo que debía hacer ese viejo pusilánime, por lo menos hubo algo de honor en su muerte". ¡Ja!, sería recordado como eso, como un viejo ridículo que no pudo recobrar ni su honor ni su hombría. Para su maldita suerte no tuvo un heredero, así no llevaría la carga de su deshonra en su hombros después de su muerte.

Escuchó que abrían la puerta de su habitación, ¿era antes de lo planeado o se había demorado demasiado en sus cavilaciones?, se preguntó.

- Padre, déjese de tonterías, estoy de regreso y como regalo le he traído la muerte a Ranma Saotome. - no dijo más y salió de la habitación.

Frente a él estaba Noriko, como cuando la vio por primera vez: tenía el largo cabello negro-azulado amarrado en un moño tradicional y unos inmensos ojos color chocolate pero que no tenían expresión alguna, lo miraban sin mayor sorpresa ni reproche por encontrarlo en una situación como esa, tan solo un deje de hastío alcanzó a ver antes de que su mirada volviera a ser fría. Su blanca piel de porcelana, sin mácula, maquillada sin mayor ostentación, todo esto ceñido a un elegante kimono rosado con flores de sakura. Ella tenía dieciséis años.

NOTAS:

Agradecimientos a mi editora Mia Letters