SUCESIÓN DE BRUJAS

Capítulo 1

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Notas Iniciales: ¡Feliz 20 aniversario Final Fantasy 8! No pasan los años para mi amor por este juego, ¿O a santo de qué me embarcaría de nuevo en un fanfiction de duración indeterminada? Esos riesgos sólo se corren cuando quieres celebrar por todo lo alto el momento en el que Quistis Trepe & co llegaron a tu vida.

Como en veinte años se encuentra uno con mucha gente nueva, los cameos elegidos para acompañarlos en la aventura vendrán directos del FF 10 y del FF 13. ¡Con romance crossover incluído! Que no se diga que no tiro la casa por la ventana XD

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El niño la miraba desde el campo de flores iluminado por el sol. Inerte e inexpresivo, fue incapaz de saber si era real u otra de las visiones que la habían estado acompañando en los últimos meses. Cuando echó a correr hacia la casa, se esforzó en seguirlo, pero era mucho más escurridizo y se sabía mucho mejor el terreno que Quistis.

Hacía veinte años que no pisaba el orfanato.

El tiempo había sido implacable con los edificios que no habían sido mantenidos. La hiedra y la brisa marina habían tumbado las pocas columnas que quedaban en pie y sólo el edificio principal mantenía un ápice de su antiguo esplendor.

La puerta estaba firmemente cerrada, así que siguió el rastro de los pequeños pies hasta una entrada de servicio. Podría haber entrado, pero el rastro seguía hasta el patio y la nostalgia la empujó a seguirlo.

Era el mismo patio, con las mismas cuerdas y el mismo faro a lo lejos, coronando una larga playa. La luz que había acompañado su llegada desaparecía a través de un amenazante banco de nubes. El tiempo cambió con rapidez mientras bajaba los escalones hechos trizas. El aire venía cargado de sal y tormenta y el ruido de la arena a sus pies se le antojaba insoportable.

No podía verlo y no sabía donde estaba, pero el niño la había traído hasta ahí y Quistis sabía porqué. A través de las olas vislumbró la cabeza que salía a respirar. De tan lejos no podía saber si la había visto, pero tardó tanto tiempo en salir del agua que pareció aposta para tenerla aguantando el cierzo de la tarde.

Emergió, al fin, un portadaga negro atado a su muslo como única pieza de vestir. El tiempo y los años lo habían vuelto inmenso, más alto, más ancho y con una expresión truculenta en sus ojos. La cicatriz y la barba de vikingo le hacían parecer un salvaje de las cavernas. Quistis notó la garganta seca al mirarlo, demasiados recuerdos agolpados en un hombre bello y desnudo que salía del agua como un tritón, red en ristre.

- Seifer. - fue lo único que pronunció cuando él se plantó delante de ella. Estaba claro que la reconocía, pero parecía hacerlo a su pesar. No pronunció palabra mientras la estudiaba y el viento manchaba a la SeeD de gotas de agua desprendidas de su cuerpo.

Mudo y enfadado, subió las escaleras hasta el patio con Quistis a sus talones. La pesca no había sido buena, el día menguaba en una tormenta en ciernes y la presencia de un fantasma del pasado era el colofón para ponerlo intratable.

Lejos de los gritos, amenazas y malos modos a los que había esperado en Seifer se encontró simplemente malos modos. Pero ya se lo suponía. Había investigado sobre él antes de venir y se había hecho a una idea de lo mucho que él (ambos) habían cambiado con el paso del tiempo.

No había tenido toda la información porque Seifer había desaparecido del mapa durante diez largos años en los que ni Fuujin ni Raijin habían podido encontrarlo. Era mentira, obviamente. El trío era inseparable y la lealtad de sus dos secuaces del comité disciplinario había superado brujas y guerras. Si no habían dicho nada era porque Seifer debía estar bien. ¿No?

La casa estaba limpia pero desordenada. Cajas, comida empaquetada, armas, libros… una ojeada demostraba que de SeeD sólo podía pasarse a soldado mercenario, guardia de seguridad o, aún peor, policia. La única cosa que permanecía en un puesto de honor era Hyperion, reluciente en su caja metálica. La visión del arma fue un golpe de nostalgia más fuerte que las paredes del lugar donde se habían criado.

Se recuperó a tiempo de verlo salir de la ducha. Había tenido la decencia de cubrirse con unos pantalones y la toalla cubría sus hombros desnudos. La miró durante un largo momento, como si no pudiera creerse que siguiera ahí. Igual pensaba, como Quistis, que era un fantasma que venía a atosigarlo.

- No diré que me alegro de verte. - empezó ella. - Pero al menos podrías ofrecerme asiento.

- Para qué, si no quiero que te quedes.

"Ah, no ha cambiado tanto." La voz sonaba ronca, como si llevara mucho tiempo sin utilizarla. La barba y las sienes tintadas de plata y el exiguo bronceado de mar no le envejecían ni un ápice en comparación con la tormenta de sus ojos. Pero esa tormenta la había visto antes. Seifer siempre había tenido los demonios consigo.

- Me ha costado Hyne y ayuda encontrarte. - Prefirió pasar por alto el gruñido y seguir con su calendario. Había muchas cosas que hacer, y muy poco tiempo. - Quien iba a pensar que estarías en el orfanato.

- Edea me lo dejó.

Una verdad a medias. Según los escritos oficiales el orfanato ni existía, sólo se entendía como un módulo adyacente al faro.

- Me alegra que haya quedado alguien al cargo. Estaba destrozado y ahora… - miró alrededor, buscando un adjetivo apaciguador. - Hay ventanas.

Muy adecuadas para la tormenta que había empezado a caer, repiqueteando contra los cristales.

Seifer hizo una mueca que pretendía ser una risa incrédula. "Cuánto tiempo lleva este hombre solo." Pero no estaba solo, no?

- Es un buen lugar en el que criar a un hijo.

Era un tanteo sin fundamentos. No había manera de saber qué era el niño que había visto al entrar. No había camastro para él en ninguna de las estancias por las que había pasado en sus pesquisas durante la ducha de Seifer.

- ¿Qué quieres Trepe? - le espetó, cortante.

"¿Carácter o es que he dado en un clavo ardiendo?"

Lo vio revolviendo bolsas de ropa y haciéndose el hacendoso, sin duda para señalarle que no era bienvenida y que Seifer pronto la ignoraría o la pondría de patitas en la calle. Quistis estaba también cansada. Había sido un viaje largo y aunque la visión de Seifer era un torrente de recuerdos, le aterrorizaba lanzarse a ellos.

- ¿Sabes dónde está Rinoa?

Fue imperceptible pero la tensión entre los dos omóplatos no le pasó desaparecibida. Ladeó levemente la cabeza y Quistis vislumbró un iris verde que la estudiaba.

- ¿Por qué?

- Lleva seis meses desaparecida. Supuse que, si había alguien con el que podría haber contactado, ese sería un viejo amigo.

- ¿Desaparecida? - dijo él después de un silencio. - No sé nada de ella desde hace años.

- ¿Nada? ¿Ni siquiera una carta… una llamada…?

Silencio. Ruido de ropa. Quistis no pudo evitar el impulso de taconear con su bota pero paró enseguida que vio la mirada irritada que le echaban.

- Se ha esfumado por completo, sabes.

- ¿Qué quieres que te diga? No puedo ayudarte.

- En ese caso - Estudió la sala en la que se encontraban antes de apoyarse en la mesa de escritorio abarrotada de mapas. - el Jardín de Balamb necesita tu ayuda. Debemos encontrarla.

Ahí supuso que Seifer se dio cuenta que no se la quitaría de encima tan fácilmente. Una parte de ella sentía interrumpir su idílico retiro. Pero sólo una parte.

Había cosas en las que Seifer no había cambiado: Seguía enfadándose por cualquier cosa. Pero en otras había aprendido de sus errores y había hecho un pensamiento revelador: Tantas veces lo habían menospreciado y subestimado por ladrar mucho y morder poco que ya no ladraría más.

Lo tuvo encima antes de que pudiera parpadear, un hombre de metro noventa y casi ochenta kilos de músculo entrenado cercándola con los brazos, una mano a cada lado de la mesa en la que estaba apoyada. El rostro, hierático, le había quedado a centímetros de la cara de Quistis.

A su pesar, Quistis había pegado un bote en el sitio ante el rápido movimiento pero supo mantenerse quieta y resistir sus deseos de contraatacar. Quizás llevara mucho tiempo fuera de servicio pero había reacciones inevitables en un niño soldado.

- No lo digo yo, Seifer. Lo estipula el contrato que firmaste el dieciocho de Febrero del centésimo trigésimo segundo año, primera lágrima.

- Tienes mucho valor para venir a hablarme de contratos nosecuantos años después.

Era verdad, era un sucio truco, pero uno que esperaba que funcionara. La parte que sentía su intrusismo creció y, demasiado tarde, dejó que se vislumbrara en su rostro. Puede que fuera el temblor culpable en los labios o la ansiedad en el arco de la ceja pero el gesto de Seifer pasó de ser amenazador a amenazado. No supo qué vio que le hizo abrir los ojos, un trueno ensordecedor precedió a un rayo que iluminó todas las ventanas de la casa.

"Apártate de mí" quiso decirle pero la voz que le habría salido no sería suya. Tan cerca, el rostro de Seifer era demasiado familiar a pesar de las marcas del tiempo, sobretodo alrededor de los ojos. Y qué ojos. Verdes y brillantes, llenos de preguntas.

Seifer no se apartó cuando el aire entre ellos cambió. Respiraba con pesadez, su ancho pecho casi tocando el de Quistis. Observaba su rostro y paladeaba su calor y parecía ser incapaz de resistirla, de acercarse a ella como una polilla al fuego. Ella era consciente del efecto, del poder que de repente podía tener sobre él. De obligarle a hacer lo que ella quisiera.

- Trepe, ¿qué…? - susurró, turbado, dejando que ella le acariciara los labios con los suyos.

Un portazo los sacó del estupor. Vio por el rabillo del ojo la pequeña figura que se escabullía y agradeció el susto que había hecho que se separaran. Mientras Seifer daba dos zancadas hacia la puerta, Quistis trató de tomar control sobre sí misma.

Para cuando pudo apartar la mano de su cara y levantarla, el ambiente había vuelto a la normalidad. Seifer parecía perdido mirando la puerta de la calle entreabierta y cuando se giró hacia ella, la expresión de sus labios en medio de la barba volvía a ser de intensa irritación. La simple idea de que hubieran estado a punto de besarse la mareó.

- ¿Qué es lo que quieres de mí, Trepe?

- Ayúdame a encontrar a Rinoa. Si no por el contrato o por el peligro que supone, por tu amiga.

- ¿Dónde está Leonhart?

Era una pregunta válida. Inteligente incluso. La persona que debería haber tumbado la puerta y agarrado a Seifer de la pechera para conseguir respuestas debía haber sido él. Algo de su dolor y desconcierto debió hacerse patente en la cara de Quistis, porque alzó las cejas perplejo.

- Si está muerto y no me he enterado me enfadaré de verdad.

"Ah, no ha cambiado tanto, no."

- No está muerto. - "Imbécil" quiso añadir ella - Hemos dividido fuerzas.

- ¿Cómo de divididas? - Fue hasta el armario y, ahí, extrañamente, estaba todo organizado e impoluto. La miró mientras se vestía con una camiseta azul y asintió. - Ya veo.

- ¿Q-qué ves?

- ¿Pagará el Jardín? - la voz de Seifer había cambiado de nuevo, mucho más formal.

- Dependerá de objetivos.

- ¿Y cuáles son esos?

- Dependerá de resultados.

La miró, impaciente. Quistis se cruzó de brazos, tratando de calmar los temblores.

- No es una misión cualquiera, Seifer.

- Necesito saber hasta dónde he de llegar para que me dejéis en paz.

"¿Hasta dónde estarías dispuesto?" Pero no iba a maltratarlo con pullas. No cuando se había parapetado en el papel de mercenario a sueldo pero aceptado, al fin y al cabo, ayudar. No andaba sobrada de aliados como para permitirse una negativa de Seifer.

- Tu sólo… Llévame hasta Rinoa.

Si sonó demasiado impaciente, si su ademán había sido demasiado agresivo o si sus motivos parecían demasiado sospechosos, Seifer se lo calló. Si tenía suerte, habría aprendido a hacer su trabajo y no haría demasiadas preguntas. Igual le venía bien que se lo tomara como una misión.

- Te llevo a Rinoa… sin más. ¿Salgo al faro y grito su nombre?

- ¿No sabes dónde podría ir en caso de necesidad?

- ¿La mansión Caraway?

- Alquilada a unos nuevos ricos estharianos.

- ¿Laguna?

- La vio en el último solsticio, con toda la familia, como siempre.

- ¿Los Búhos?

- Casados y con hijos. - y añadió una pequeña mentira- No la han visto desde hace años.

- ¿Y entonces…?

- Los SeeDs blancos. - dijo, con suavidad. Estudió con avidez la reacción de Seifer a ese nombre. - Es nuestra última pista.

- Trepe, ¿Qué coño pinto yo con los SeeDs blancos? No he pisado ese barco errante en mi vida.

- Pero llevas cinco años navegando por Centra. Sé que haces varios contactos al año en los pueblos de la Península de Néctar.

Notó el instinto de violencia crecer en él. Había estado irritado pero saberse investigado lo había puesto furioso. Cerró el armario de un portazo pero no volvió a intentar acercarse a Quistis. El recuerdo de hacía unos minutos lo debía tener apabullado pero, sobretodo, Quistis era consciente de que no estaba sorprendido. Seifer, mejor que nadie, intuía que ella habría hecho los deberes antes de venir.

Esperó en la puerta de la entrada a que amainara la lluvia. Temía por el niño que había salido a la intemperie en esa borrasca, pero los restos del orfanato estaban llenos de escondrijos en los que cobijarse. Y Seifer no había parecido preocupado.

Lo único que mejoro su humor en medio de ese tira y afloja fue cuando lo vio aparecer con su reluciente abrigo gris, totalmente fuera de lugar con sus greñas de salvaje. Llevaba botas más altas que antaño y unos mitones de cuero tan gastados que era imposible que pasaran desapercibidos.

- Me alegro que hayas aceptado pero… - miró al exterior, las nubes dejando paso a un tímido rayo de sol. - ¿Qué hay del niño?

- ¿Qué niño?

Se lo quedó mirando un largo rato mientras Seifer echaba una última ojeada a todas las puertas y ventanas. No sabía que decir porque no sabía qué significaba esa frase en su realidad. "¿Cómo que qué niño?" Lo vio atrancar la puerta, dejando la casa cerrada para una larga estancia. No vivía nadie más allí con él.

Sintió los inicios de otro dolor de cabeza y el pánico la hizo sudar. Todavía era demasiado pronto y la decisión de él demasiado fresca. Podía echarse atrás mientras todavía hubiera humo en la chimenea de una casa a la que volver. Respiró profundamente mientras seguía al rubio por el camino que serpenteaba hasta la carretera principal.

- ¿Es ese tu coche?

Se centró en la voz de él, incómoda y con rastros del enfado permanente que era el modo de vida de Seifer. Habían acelerado el paso, conscientes que el respiro de la lluvia parecía sólo momentáneo. No hacía tanto viento como para que las nubes se arremolinaran sobre sus cabezas de manera tan errática y Quistis rezó para que él no se diera cuenta de la extraña meteorología que los acompañaba.

- Imagino que Leonhart se ha llevado el Lagunamov. - Era una pulla velada al coche más viejo del Jardín, el único que no le había sabido mal utilizar. Era espacioso y resistente, pero la elección de materiales dañaba la vista. Era descapotable, con una estructura de metal preparada para atar la lona por encima. Quistis ni siquiera sabía si la tenían, ya se había acostumbrado al aire helado que solía acompañar sus viajes.

Por suerte para ella, el extraño momento en la habitación había sido tan desconcertante que Seifer parecía ocupado dándole vueltas. Tenía la mirada fija en la planicie que surcaban a toda velocidad pero podía sentir, como podía sentir tantas cosas en esos días, los ojos clavados en ella. El corazón le latía a trompicones pero, por desgracia, no era por nada tan mundano como la atención de un hombre. Oía la sangre de ambos bombear por sus venas y el aire envolviéndolos. Notaba el rumor de la tierra bajo las ruedas del todoterreno y la electricidad condensándose en sus cabezas. Tragó saliva mientras aceleraba.

A Seifer le costó una buena media hora darse cuenta de que algo no iba bien. Parecía haber hecho las paces con el desliz en la habitación o el bache que casi los hace volcar lo había devuelto a una realidad más inmediata. Para ese entonces Quistis ya podía leer los cambios en su respiración y el cambio de atención de ella a la carretera.

"Sólo un poco más." Todavía podía dar media vuelta, decirle que estaba loca y que no iba a dejar su vida en Centra por una misión.

"¿Qué niño?" retumbó en su cabeza, una y otra vez.

- ¿Dónde se supone que vamos? - A favor de él, había tardado bastante tiempo en dar voz a su preocupación. Y el tono le había salido normal, como si no viera nada raro en saltar por los aires cada cien metros.

- Lénan. - logró decir Quistis, con la lengua pesada. A estas alturas apenas podía ver, los iris de sus ojos fluctuando de color.

- Si vamos a pasar por Lénan igual es buena idea… - Se giró a mirarla. No lo podía ver, pero pudo sentir la aspiración de aire. - ¡¿Pero qué cojones…?!

Coordinado con su grito fue la aparición de la figura en medio de la polvareda de la carretera. No era el primer fantasma que veía ese día pero aún no se había acostumbrado a no tratarlos como seres de carne y hueso. Viró el volante y el coche derrapó con violencia. La tierra se abrió en una grieta que cruzó la tierra desnuda. El giro para esquivarla los llevo al extremo del camino.

Salió a toda prisa del coche, consciente que el próximo movimiento de tierra iría a por ella y que el coche era una trampa mortal. No quería enterrar a Seifer nada más reclutarlo. Oyó el rumor e hincó las rodillas en la tierra apelmazada esperando su llegada.

- ¡Quisty! - Una voz femenina la llamó a lo lejos. La reconoció enseguida.

"Ah, bendita seas." pensó, mientras la potencia del suelo la obligaba a arquearse, el cuerpo buscando salida a tanto poder. Miró al cielo, esta vez sí, enfocando al torbellino de nubes que tenía justo encima de su cabeza. "Hyne, no dejes que me pierda." Notó las manos cálidas en coronilla, llevando la energía hasta los canales principales, absorbiendo el exceso que llamaba a todos los elementos a sus pies. Inclinó la cabeza para ver unos ojos bicolor.

- Tía Quisty… - murmuró la joven con una expresión indescifrable. - No me dijiste que estabas así…

- Ah, no pensé que creciera de esa manera.

- Este sitio era demasiado peligroso. Ya lo sabías. - No había auténtico reproche sino la preocupación de alguien demasiado bueno para estar en la situación en la que estaba.

- ¿Cómo…? ¿Dónde…?

- Ha sido como una onda expansiva. A las mil ochocientas veinte he notado el primer temblor.

La hora en la que habían salido de la casa. "No, la hora en la que he chantajeado a Seifer." Sus sentimientos de culpabilidad, la nostalgia de verlo, los recuerdos del orfanato. Había sido un cóctel de emociones demasiado fuerte.

- ¡Eh! ¡Tú! - Nunca jamás imaginó que le haría tan feliz escuchar la voz de su antiguo enemigo pero por Hyne que se alegraba de oírlo tan enfadado. "¿Enfadado?" - ¿Quién cojones eres tú? Apártate de ella.

"Oh no" Vio la enorme mano de Seifer sacudir el hombro de su salvadora y obligarla a girarse hacia él.

El suave sonido de una hoja afilada al moverse con mucha rapidez era algo a lo que los oídos de todos estaban acostumbrados. Quistis pudo ver la mano de Seifer relajar dedo a dedo su agarre en el delicado hombro y levantar las manos.

- Apartate de ellas – dijo una tercera voz. - o te rebano el pescuezo.

"OH NO." Reconocía todas y cada una de las partes en esa dramaturgia que estaban representando en medio de una carretera perdida de Centra. Se habría echado a reír si no fuera porque un gesto inesperado más y podrían acabar todos muertos.

- Claire. - Le salió una voz tan ronca que tuvo que volver a intentarlo. - Claire, para. Baja el arma. Es la persona que habíamos venido a buscar.

- ¿Trepe, conoces a estas niñas?

- ¿Pero qué dice? - dijo la tercera voz a la vez. - ¡Si es un pordiosero!

- Oh, Hyne, - Los brazos que la soportaban se tensaron de emoción. Con voz emocionada exclamó - ¡Entonces es cierto! ¡Usted es Seifer Almasy!

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Despertó con un sobresalto. La puerta metálica se había abierto y su primer instinto fue aferrar su mano a Hyperion y plantar los pies en el suelo. Notó un doloroso tirón en la espalda cuando giró la cabeza para ver quién se había movido sin su consentimiento.

- Soy yo. - susurró Trepe con un pie en el pasillo. - ¿Qué haces aquí? Hay un camastro para ti.

Casi pudo saborear el alivio en sus palabras, como si las expectativas hubieran sido encontrárselo en la otra punta de Esthar a esas alturas. Sin embargo ahí estaba, en la cabina de mando, dormitando en el sofá del capitán.

- Tus alumnas estaban demasiado ocupadas velándote. - Por la mueca de su cara pudo adivinar que se las había encontrado durmiendo a pierna suelta en vez de estar de guardia. - Y el golfo de Lénan no es navegación para inexpertos.

- Perdona. - No parecía del todo compungida, pero traía consigo una taza de algo que olía a café y que hizo olvidar a Seifer el tirón de su cuello. - Ese era mi trabajo. Debería haberles dicho que aplazáramos el embarque.

La mentira era más que obvia pero en vez de asustarlo, el pánico por retenerlo y alejarlo de su casa lo entretenía. Se aseguraría de conmemorar con una placa el viaje desde el orfanato a Lénan en un tiempo récord para los estándares modernos.

- A favor de tus cadetes hay que decirlo. - levantó la taza de café. - Ni se plantearon negarse a salir a la mar en plena noche, contigo a punto de palmarla.

- No estaba a punto de palmarla. - Se envolvió con su chal de lana mientras se inclinaba sobre el panel de mandos. En la consola estaban el rumbo y las anotaciones de viaje. - Sólo me dio una migraña.

Seifer tardó un segundo en contestar, observando los mechones de pelo rubio deslizarse en cascada por su hombro.

- Trepe. No me importa lo que fuera pero al menos no me mientas.

- ¿Quién dice que miento?

- Después de tantos años… - Empezó, pero se contuvo de inmediato. No quería ir por ahí. - Sólo llevamos medio día de misión y nada de lo que me has contado tiene maldito sentido. Pero estoy dispuesto a seguirte el juego, así que deja de mirarme como si me fuera a escapar a la primera de cambio.

"Y ahora se enfadará." Pero no se enfadó, sólo lo miro con una ligero arqueo de cejas y sonrió. Parecía agotada y el giro en la comisura de sus labios tiró de su piel para marcarle todavía más los pómulos. Incluso los ojos, que habían sido del azul más intenso que Seifer recordaba en su vida, parecían ahora grises y oscuros. Quistis Trepe no estaba pasando por su mejor momento.

- Me parece justo. Gracias por tu honestidad. - Seifer aceptó las disculpas con un gesto y esperó a las explicaciones.

Pero lo único que recibió fue el sonido de las botas del pasillo, alejándose. Igual no había sido buena idea calmar la única inquietud que hacía que le prestaran atención.

"Estúpida Trepe". Y estúpido Seifer, que se había sentido impelido a acudir a su llamada. Cuando la había visto en la orilla, como una aparición, había tenido un regreso a la infancia. De los pocos retazos que los G.F.s habían sido incapaces de eliminar estaba el de la pequeña Quistis retándole a las misiones más absurdas en esa playa que había sido su campo de juegos. En esos días era más alta que él y mangoneaba a Seifer como quería.

Pero cuando había salido del agua se había encontrado con que el fantasma había desaparecido, Quistis le llegaba al hombro y cada gesto estaba medido en una taza de tensión.

"Llévame hasta Rinoa."

Bebió su café e hizo una mueca cuando lo encontró casi frío. Le faltaba azúcar y algo con que acompañarlo pero cuando merodeó hasta la cocina-comedor se le pasó el hambre de golpe: las dos alumnas estaban sentadas en la mesa y el par de ojos se clavaron de inmediato en él.

- ¡Señor Almasy!

Si había algo peor que volver a la sociedad era la de hacerlo con el título de "Señor Almasy". Era aún peor que fueran dos chicas guapas las que lo miraran como si viniera de la prehistoria. Al menos la cadete simpática lo hacía con admiración. La otra había rodado los ojos y continuado con su desayuno como si fuera invisible.

- Lightning, ¿Has terminado? - le retiró el plato a su compañera antes de que pudiera contestar. La sonrisa brillante que le dedicó a Seifer lo agotó al instante. - Siéntese, le prepararé el desayuno.

- Te toca en proa. - fue el escueto jarro de agua que le lanzó Lightning, sin mirarla. Debía fastidiarle el tono zalamero de su compañera.

"No te rías." Se recordó mientras dejaba pasar a la cadete. Tenía la misma altura que Quistis pero nada de sus ganas de gustar. Pasó por su lado con cara de pocos amigos y Seifer tuvo un reflejo de su peor enemigo hacía demasiado años pasando con displicencia a lado de superiores a los que ni se dignaba a mirar.

- ¿Un sable pistola? - murmuró, sorprendido, cuando la siguió con la vista. Lo llevaba en una funda de cuero atada por varias tiras a la cadera.

- Lightning es la primera alumna del Jardín que ha conseguido dominar ese arma. Nadie había conseguido superar el entrenamiento del comandante hasta ahora.

Había algo en la cadete simpática que lo obligó a estudiarla mientras se dejaba sentar y servir. La había visto antes pero parecía imposible. Seifer había seguido una política de no agresión con la sociedad y había hecho un esfuerzo consciente por no inmiscuirse en profundidad con las poblaciones humanas por las que pasaba. No leía las noticias, no se preocupaba por modas ni leyes y evitaba conversaciones que duraran más de un par de horas.

"No te emparanoies, no tienes porque conocerla." De repente se veía rodeado de SeeDs y todo le recordaba a su propia adolescencia. La cadete antipática parecía un clon de Squall pero con el pelo rosa. Y esta chica, con sus labios de corazón y hoyuelos encantadores parecía la viva imagen de…

- Heartilly. - soltó en alto, cayendo del guindo."Oh Hyne."

- Sí. - cuando achicó los ojos al sonreír el aire era todavía más parecido. - Mi madre me avisó de que si le conocía jamás lo llamara "Tio Seifer".

Y tenía razón. "Tío Seifer" era muchísimo peor que "Señor Almasy" de calle.

- Yuna Heartilly. - Aseveró él mientras ella le dejó la taza delante con café humeante. - La hija de Squall y Rinoa.

Sabía que se habían reproducido pero Seifer se había cuidado mucho de atender a detalles. La había reconocido por la televisión y los periódicos, dónde el bonito y fotogénico rostro de Yuna había sido portada durante muchos años. Incluso a un ermitaño como él le habría sido imposible no recordarla.

- Pensaba que eras cantante o maga de feria o algo así. - No lo dijo a malas pero cuando ella rió supo que podría haberse ofendido con facilidad. Pero, como su madre, había entendido las intenciones de Seifer. O, como su madre, las había ignorado por completo. - ¿Qué haces con los SeeD?

- Soy bruja.

Se atragantó, literalmente. El café borboteó por su frondosa barba pero Seifer fue incapaz de limpiarse, demasiado atónito para darse cuenta. Una arcada amenazó con hacerle devolver todo el desayuno que se había ido zampando.

- Disculpe. - Se levantó, solícita, a buscar más servilletas. No parecía afectada por su reacción de horror. - Pensaba que había estado al tanto de los cambios en Balamb. Mi madre dice que trató de mantenerlo al corriente.

"Y una mierda." Apenas recordaba la última llamada de Rinoa, demasiado borracho para tenerse en pie, mucho menos para entender y aceptar que de repente las brujas podían volver a salir por televisión. "¿Nos hemos vuelto todos locos?" La última vez que recordó ver una bruja por la pantalla las cosas acabaron muy mal.

- ¿Tu madre sabe que eres bruja? - "Menuda pregunta más idiota amigo".

- Ella me enseñó a ser bruja.

"Cosmos todopoderosa, qué has hecho Rinoa." Nada podía cambiar tanto como para que no fuera más seguro un tiro en la sien que dejarla libre. Pero Yuna no sólo no parecía peligrosa, parecía un ángel benefactor, con el chaleco blanco y su pendiente de cuentas. Su sonrisa era ensayada pero efectiva. Transmitía calma y seguridad, como si ya se supiera las respuestas a todas las preguntas que un cínico como él pudiera lanzarle.

Había visto sonrisas así, hacía muchos años y con muy malos resultados. El recuerdo fue como un puñetazo en el estómago. ¿Cuántas brujas tenían que aparecer en su vida antes de matarlo de un disgusto? Con cuatro había tenido demasiadas.

- Tengo que hablar con Trepe. - se levantó con brusquedad, pálido como un muerto.

- ¡Señor Seifer! ¡No tiene que…! - calló cuando él se giró, un dedo en el aire.

- No. me llames. Señor.

Marchó dando un portazo, sintiéndose ridículo, viejo y cansado. Brujas. Odiaba las brujas. Si algo había aprendido en su roñosa vida de mercenario es que la única bruja buena era la bruja muerta. Rinoa había sido la única excepción y no porque él no hubiera puesto de su parte para terminar con su vida.

- ¡Trepe! - rugió al abrir la puerta de la sala de mandos. Tuvo un instante de satisfacción cuando vio el bote que pegó y la mirada de sorpresa.

Pero Quistis era una mujer inteligente, Seifer jamás había subestimado eso. Mientras se acercaba a ella en largas zancadas, se daba cuenta de la maquinaria que se había puesto en funcionamiento para discernir el problema y buscar sus causas. Casi podía ver los engranajes girar. Para cuando ya se había abalanzado sobre la silla, los labios se habían curvado en una o.

- Rinoa me dijo que te había mantenido al corriente. - fue su rápida pero pobre defensa.

- Es obvio que Rinoa mintió. - gruñó él. No se dio cuenta del fugaz reconocimiento que pasó por el rostro de Quistis, demasiado ocupado en intimidarla.- Porque jamás habría sacado un pie de mi casa si hubiera sabido…

- ¿Qué su hija tiene poderes?

- Que sacamos a pasear brujas por el continente como si fueran turistas.

- Rinoa pasea por donde quiere y no creo que tuvieras nada que decir.

- Eso no es…

- EDEA cuidó de todos nosotros durante nuestra infancia y tampoco me parece que puedas decir nada.

- Trepe, no tergiverses…

- ¡Elleone nos salvó la vida!

- Por culpa de Elleone casi morimos todos. ¿Soy el único que recuerda el peligro público que representaron las tres? ¿El tipo de poderes que tienen y que casi nos cuesta un genocidio?

El silencio que siguió fue una conversación en si misma, en la que Quistis calibraba hasta que punto podía insultarle por su papel en la guerra. Se apartó de golpe, consciente de su paso en falso. Seifer nunca olvidaba que era un criminal de guerra pero, ante la presencia de las brujas, tenía claros superiores en la jerarquía de La Maldad.

La SeeD se cubría el rostro con la mano, como tratando de controlar un acceso de ira. "Esto sí es un cambio" La había visto enfadada más de una vez pero siempre manejando esa emoción con una habilidad que Seifer jamás había conseguido imitar. Pero en ese instante, con el pecho subiendo y bajando con pesadez, se parecía más a él que él mismo.

- ¡Tía Quisty! ¡Seifer! - Yuna apareció en la puerta, jadeando. Cuando miró a su superior pareció entrar en pánico y dio el paso de entrar e interponerse entre ellos. - Por favor, márchese.

- ¿Qué dices?

- Tranquila Yuna. - la voz de Quistis parecía la calma antes de la tormenta. - No pasa nada.

La cadete se giró y Seifer respiró el ambiente enrarecido cuando la cara de Quistis quedó a la vista. Parecía… diferente. El cansancio se había esfumado y había una luz que encendía sus ojos y mejillas. No se dio cuenta de que era la segunda vez que había presenciado el cambio pero sí percibió el tirón que los ojos de ella ejercían sobre él y se asustó.

- Igual traerlo con nosotros ha sido una mala idea. - murmuró Yuna, tan asustada como Seifer pero ocultándolo fatal. - No sabía que pudiera tener ese efecto. Y con sus prejuicios…

Las dos lo miraron de reojo, paralizado en un rincón como un ratoncito rodeado de serpientes de cascabel. Hacía mucho tiempo que no sentía tanto frío en los huesos y era un hombre que buceaba habitualmente en aguas heladas.

- No te preocupes por Seifer, ha aceptado la misión y sabe trabajar con imprevistos. - Lo miró a través de unas pestañas que ahora se le antojaban oscuras y sobrecogedoras. - Tienes café en la barba.

Se pasó la manga por el mentón e ignoró la mirada de súplica de Yuna. Se había interpuesto entre ellos para proteger a Quistis pero ahora parecía más bien con ganas de parapetarse detrás de Seifer. O de salir corriendo.

- Yo no llamaría tener una bruja en el barco un imprevisto Trepe. - gruñó él, tratando de sobreponerse. - Si alguien me ve con ella soy hombre muerto.

- Nadie se acuerda ya de tu cara Seifer.

- Ojalá pudiera creerte. Ojalá fuera verdad. Pero mi cara y yo hemos salido corriendo de demasiados sitios como para saber que siempre hay algún aficionado a la historia entre la muchedumbre.

- Gracias a Yuna las brujas tienen bastante mejor reputación de la que te crees. Y con esas greñas que llevas hasta a mí me cuesta reconocerte.

"Mentira" La mirada cargada de nostalgia cuando lo vio salir del agua no habría sido posible con ningún barbudo anónimo. Iba desnudo, por Hyne, y ni siquiera le había dedicado un repaso. Había estado demasiado ocupada en reconciliar la imagen del impetuoso adolescente con la del cuarentón andrajoso que era ahora. "Casi cuarentón"

- La cicatriz no engaña.

- ¡Instructora! - Interrumpió el sistema de comunicación. - Algo pasa, hemos salido a alta mar y tenemos un ejército de oleoplastos en camino.

Eso era raro, una de las ventajas del viaje por mar es que ibas a velocidad suficiente como para que los monstruos te dejaran tranquilo. Fue consciente del cambio de actitud de Yuna, que se tragó el miedo junto con la saliva y enderezó la espalda.

- No te muevas de aquí. - Si no hablara con voz tan suave, habría jurado que estaba dándole órdenes a su jefa. - Yo me encargaré de ellos.

Para su sorpresa, Quistis asintió.

- Mejor así. Ahora mismo podría llevarme el barco junto con los monstruos. - entornó los ojos hacia él y Seifer sintió que se le secaba la garganta. - Ve con ella, Seifer, mira de lo que es capaz.

¿Quién era esa Quistis que lo miraba con tal condescendencia? En circunstancias normales su orgullo lo habría traicionado y hecho entrar en cólera. Pero había un instinto más poderoso que tornaba esa cólera en perplejidad. No recordaba cuando había sido la última vez que se había sentido así, porque si lo hubiera recordado, habría entendido muchas cosas.

El aire frío le vino bien para despejar la cabeza, a pesar del violento vaivén del mar embravecido. Vio a Lightning asegurando el coche en el garaje de cubierta y a Yuna que caminaba con decisión hacia el púlpito de proa. El agua pareció querer envolverla por un instante pero caminó por encima como si fuera tierra.

"Observa el poder de una bruja." Parecía querer decirle la espalda de Yuna. Saltó al mar en una de las sacudidas hacia adelante y cuando se abalanzó para intentar agarrarla vio que Leviatán rodeaba la nave, suavizando las olas y creando un paso para su huésped.

Seifer jamás había visto un G.F. comportarse como en la batalla de Yuna con los oleoplastos. Había unos veinte, un número absurdo hasta para una de esas condenadas islas de los confines. Mientras Leviatán protegía a Yuna, Ifrit descargaba su ira contra el ejército enemigo. Ella parecía flotar en medio del agua y el fuego. Llevaba una vara de oro y metal que usaba en una danza que se le antojó lo más bonito que había visto nunca.

Normalmente un G.F. soltaba su ataque y salían corriendo pero esta era auténtica cooperación. Podía hacer que un elemental de agua parara las olas y protegiera el barco mientras que uno de fuego iba enemigo por enemigo chamuscándolo. Todo al ritmo del tempo imaginario que marcaban los pasos de la bruja.

- ¡Deja de lucirte y acaba con ellos! - fue el grito de Lightning desde el mástil. Parecía irritada y Seifer no podía entender por qué. Ni él ni ella habrían tenido la mitad de oportunidades que alguien que podía controlar los G.F.s a su antojo. Era fascinante ver ese dominio y sintió un renovado respeto por la persona que diezmaba oleoplastos a doscientos metros del barco.

- ¿Lo mejor de todo? - dijo Quistis desde la puerta cuando lo vio acercarse. - Es que los G.F.s no afectan su memoria.

- De todos los poderes, el de poder enlazarse con varios G.F.s a ese nivel me parece el más práctico.

- Para un guerrero sin duda. Pero para Yuna son sus amigos.

Los seres más poderosos de la tierra la trataban con una empatía que jamás había visto. Pero Quistis la había lanzado a la batalla sin miramientos, su compañera de equipo parecía querer clavarle un cuchillo en las costillas, su madre había desaparecido sin decirle ni pío y su padre no había tenido a bien de llevársela consigo en la búsqueda.

"Una bruja no tiene amigos."

.-.-.-.

- Ni de coña. Era un frígido de cojones.

No era una frase demasiado halagüeña con la que ponerse contenta pero había sido la primera respuesta real que había conseguido. Tres días picando piedra estaban dando sus frutos y pudo sentir la satisfacción curvando sus labios.

- ¡La salvó de la muerte en el espacio! ¿Qué hay más romántico que eso?

- Sí, puedo entender que síndrome de Estocolmo afectara a tu madre ahí.

Yuna se sabía la historia de cómo sus padres se habían enamorado. Era historia en el sentido más amplio de la palabra, una historia que abarcaba al hombre que conducía a su lado. ¿Cómo no hacerlo? Los libros no lo dejaban demasiado bien parado aunque tampoco hacían la sangre que podían haber hecho. Su madre se había encargado que así fuera.

Seifer Almasy era un misterio, un eco del momento más importante en la historia de su familia que ahora volvía en su momento de más necesidad. Parte de ser bruja era aceptar las señales cuando estas venían, saber incluirlas en la toma de decisiones. Yuna no tenía reparos en perseguirlo y marearlo a preguntas. No le tenía miedo.

Aunque a veces él pareciera tenérselo a ella.

- Paremos aquí. - ordenó Lightning desde el asiento trasero. Brincó fuera del coche antes que este se parara siquiera. - Esta es la zona de más altitud.

- Todo se ve igual, día si, día también. - murmuró el mercenario, imitándola.

No podían alejarse mucho de las escasas zonas habitadas de Centra, así que parte del trabajo era reconocer la costa norte en coche para ver si encontraban el barco de los SeeDs blancos. Había tan pocos registros de su existencia que a veces parecía que buscaran un fantasma.

Pero era una oportunidad única para interrogar al veterano que les acompañaba sin las interrupciones inquisitivas de Quistis. Había hecho algún progreso, pidiéndole ayuda con algo nimio y enlazando la conversación con sus padres siempre que podía. La mayoría de las veces sólo conseguía un par de insultos para Squall y la mudez más absoluta cuando se trataba de Rinoa.

Su madre había hablado del carisma de Seifer, la manera como te miraba como si fuera capaz de llevarte a cualquier lado. "Un chico malo" había dicho, satisfecha como un gato "Que sabe lo que quiere." Yuna no relacionaba "chico" con el hombre de expresión tormentosa, pero "malo" se lo parecía.

- ¿Cómo de guapa era mi madre cuando os conocisteis? ¿Tenía muchos pretendientes?

- ¿Es cierto que se enfrentó al abuelo Caraway por mi padre?

- ¿Qué te empujó a abandonarla en las garras de Adel?

Esa última no la decía, claro, pero habría pagado todos sus sueldos de actriz para las respuestas. Tenía ante si a un excaballero de tres brujas, una experiencia que daría para libros y antologías. Y muchas veces sólo conseguía un gruñido.

Pero Yuna empezaba a aprender qué botones apretar para conseguir una reacción. Su padre era uno bueno, pero siempre dejaba a su interlocutor demasiado enfadado como para seguir la discusión.

- ¿Cómo era la tía Quisty de profesora?

Había descubierto que su instructora era una fruta tentadora para la curiosidad de Seifer. Si mentaba cualquier cosa sobre ella, siempre recibía un comentario. O como últimamente estaba consiguiendo: preguntas. "Y con ellas deberían venir respuestas."

- Terrible.

- ¿Terrible? Hombre, es estricta, pero su exposición sobre los…

- Demasiado joven y demasiado guapa. La mitad de la atención que recibía no era precisamente por sus exposiciones. Suspendió la mitad de su última clase. - y añadió, con algo parecido a una risita. - Incluidos todos los Trepies…

- ¿Entonces es verdad que tenía un club de fans?

- ¿Ya no existen los Trepies? - Cada pregunta era recibida con silencioso regocijo. Intentaba no mostrarse demasiado ansiosa por sus palabras, hablando mientras miraba a Lightning alejarse. - Hyne, hasta las más altas torres caen.

- Bueno, sólo ha estado de profesora los últimos años… No tenía mucho contacto con los alumnos antes.

- No, ya me imagino que no le debieron muchas ganas de seguir dando clase.

- ¿Lo dices por… lo dices por ti?

- ¿Eh? - El rostro, antes relajado, se tensó. Yuna quiso golpearse. ¡Había estado tan cerca! - No, lo digo por tu…

- ¿Por mi...?

- ¿Por qué me haces tantas preguntas?

Tragó saliva, valorando ser honesta con él. No lo conocía y tenía una reputación pésima, pero se veía impelida a decirle lo que sentía. Su rostro y su ademán eran agresivos pero Yuna no había notado duplicidad en él. Últimamente esa era una cualidad que valoraba por encima de cualquier otra.

- Porque… - miró al horizonte, buscando las palabras. - Porque quiero saber. Hay muchas cosas de mis padres, o de mis tíos, que nunca había sabido. Si me tuviera que basar sólo en los libros o en lo que me cuentan no podrían ser las cosas como son ahora. Sólo tengo las historias heroicas de color de rosa.

- ¿Y tú quieres los trapos sucios?

- ¡No! - contestó horrorizada. Luego se lo pensó mejor. - Sí.

Su honestidad fue recompensada con la primera risa genuina de Seifer que sonó a maquinaria en desuso. Lightning, desde el borde del risco, los miró sorprendida.

- Eres igual que tu madre. Dudo que a Squall le guste tener a dos iguales en casa.

- Bueno, nos vemos poco, así que tiene los respiros más largos de la tierra.

No supo qué la impulso a confesarse a un desconocido. No quería hablar de cómo su madre se la había llevado en giras interminables para llegar a un hogar donde nadie la reconocía. ¿Cómo de llorona debía parecer, quejándose de la presión por ser una bruja ideal, cuando la mayoría eran perseguidas como demonios? Su padre había sido tierno, en su infancia, pero su condición de bruja generaba disputas irreconciliables entre sus progenitores.

Pero se confesó, vaya que sí lo hizo, aunque fuera a trompicones y con grandes silencios de por medio. Tardó varios días, pero a la semana casi podía considerar a Seifer su mejor amigo del alma mundial. Un interlocutor a base de gruñidos pero que parecía tener todo el tiempo del mundo para oírla soltar retazos aquí y allá mientras conducían por Centra.

- No te voy a engañar. Las brujas no son precisamente de mi agrado. Y por precisamente quiero decir que preferiría lanzarme por este precipicio a relacionarme con ninguna.

Comentarios así deberían haberla echado para atrás pero la convencieron sin remedio que Seifer era mejor persona de lo que parecía. "Debes imponerte a tu propio poder" le había repetido su madre, "No hay nada que no puedas hacer" le había inculcado su padre. Como si tuviera un tartamudeo fastidioso que tuviera que superar. Seifer Almasy repetía que no le gustaban las brujas pero los pocos comentarios que le regaló nunca fueron sobre su condición.

- A tu edad, normal que te lleves mal con tus viejos. Y más con TUS viejos. Yo también me llevaría mal con ellos.

- Se supone que eres amigo de mi madre.

- Eso dice ella.

La mayor parte del tiempo parecía exasperado porque Yuna lo persiguiera a preguntas y luego terminara parloteando sobre ella. Pero porque era una adolescente pesada, no porque tuviera un poder sobrenatural en eterno estado de descontrol. Había algo bueno en la manera como compartía largos silencios ante el mar embravecido, como se iba ablandando ante el trato amable.

- ¿Has pensado que todo lo que puedas sacar de mí será una mentira bien gorda? Podría estar manipulándote para enfrentarte a tus padres.

- ¿Por qué harías algo así? Hace años que no los ves.

- Ser un hijo de puta implica querer joder incluso a la distancia.

- Entonces tu primer fallo es advertirme de ello, no? - No podía evitar reír cuando él fruncía el ceño, exasperado.

Debía creer que Seifer estaba de su parte, que en el fondo le caía bien y sólo gruñía porque no quería meterse en líos. Eso o había soportado las miradas airadas de Lightning todo el viaje para nada. Y algo más que miradas.

- Qué crees que estás haciendo. - El tono cortante vino acompañado de una sombra inclinándose hacia ella.

Habían estado arreglando un fallo en la refrigeración del coche y Yuna estaba guardando la caja de herramientas. Fue miedo, y no frío, lo que la hizo estremecerse.

- ¿Q-qué quieres decir?

- Quistis nos avisó de este tipo y a ti sólo te falta rodar por el suelo y enseñarle la barriga.

Si hubiera estado preocupada por la misión podría entenderlo, pero había algo deliberadamente cruel en ese comentario. Y Lightning era seca pero nunca despiadada.

- No me cae mal, ¿Es eso tan terrible?

- Sabes todo lo que hizo. Sabes que tipo de persona es. ¿Por qué te dejas engañar riéndole las gracias?

Sabía que la SeeD no la tenía en especial estima. En realidad no tenía estima a nadie. Quizás Squall y Quistis fueran las excepciones y sólo porque los admiraba. Obviamente ni ella ni Seifer pasaban el corte y no sería porque Yuna no había intentado una y otra vez congraciarse con ella.

- Podría haber cambiado. Nos está ayudando.

- No será a buscar el objetivo. Llevamos diez días metidos en el barco dando vueltas por todo Centra.

No debía ser fácil para alguien tan reservado vivir como lo estaban haciendo, cuatro camastros en un pasillo y un único baño. Encerrados en una antigualla de coche de día y en un barco minúsculo de noche. Para Yuna era su primera aventura, para Lightning era un calvario.

"Pero esto también es parte de tu culpa, ¿no?" Pero no se atrevía a decirle según que cosas. Sabía que la ignoraría o, aun peor, la freiría con una de esas frases lapidarias suyas. Le tenía un poco de miedo.

- Estoy segura que Quistis lo ha ido a buscar porque, en cierta forma, también debe confiar en él.

Lighning ladeó la cabeza y, por primera vez en muchísimo tiempo, la miró fijamente a los ojos. De normal la rehuía, hablándole sólo para lo imprescindible. Todavía más raro era que la mirara al hacerlo, siempre con el rostro girado hacia algún lado. No se lo tomaba a mal, lo hacía con todo el mundo.

Pero cuando la miraba de frente Yuna se daba cuenta de porqué era tan popular en el Jardín. No sólo era fuerte, brillante y con una capacidad analítica impecable. Lightning era preciosa, con sus ojos azules y su pelo de un rosa suave. Poseía unos pómulos que Yuna habría matado por tener.

- ¿Por qué crees tú que Quistis lo ha ido a buscar?

- Porque era amigo de mi madre cuando era joven.

- Intentó matarla. Varias veces.

Yuna se encogió de hombros. "A mi madre nunca pareció importarle."

.-.-.-.

Vomitó el contenido con un sonido muy desagradable. Era negra noche y rezó para que todo hubiera caído al mar y no quedaran restos esparcidos por el casco a la mañana siguiente. Desfalleció en la balaustrada, colgando de ella como una marioneta. Estaba dispuesta a dormir allí y tardó una hora en reunir las fuerzas para levantarse. A pesar del bamboleo, el frío exterior le había venido bien.

- ¿Por qué no vas nunca al baño para eso?

"Por supuesto." Tenía que estar Seifer en cubierta cuando ella se dejaba los higadillos en alta mar. No podía perder un poco más la dignidad después de haber tenido que compartir baño y dormitorio durante días.

- ¿Estás embarazada? - insistió. - ¿Tuberculosa?

- Para ti es más o menos lo mismo, imagino. - contestó Quistis con voz exigua, apoyándose en la pared para tomar fuerzas. La puerta de cubierta se veía lejos y, en medio, estaba un rubio muy pesado haciendo su entrenamiento nocturno.

- Lo más cerca que he estado de una embarazada es cuando Selphie me mandó una postal de ella en estado por el año nuevo.

- ¿Y de una tuberculosa?

La cara de susto la animó. A pesar del humor de perros, Seifer siempre había sido una persona muy expresiva. Era algo que el tiempo y los G.F.s le habían hecho olvidar pero que ahora disfrutaba aprendiendo de nuevo. Uno de los pocos pasatiempos que tenían en el barco.

- No te habrías traído a las niñas si tuvieras una enfermedad contagiosa así que no puede ser tuberculosis.

Llevaban quince días en el Liki, un carguero pequeño con más espacio para carga que para tripulación. Quince días en camastros incómodos y entrenamiento al amanecer, bordeando cada bahía y cabo del cráter a la vista. Ni rastro del enorme barco de los SeeDs blancos.

- Si me estuviera muriendo necesitaría de alguien capaz y fuerte para seguir la misión. Y que pudiera contigo si te pasaras de listo.

Quince días daban para limar asperezas, aunque el mercenario se intentara resistir a cada paso. Seifer había pasado de rugir a cada imprevisto a desarrollar una paciencia a regañadientes con cada una de las idiosincracias de las tres mujeres con las que convivía. No es que hubiera confianza per se, pero se le había soltado suficiente la lengua como para interrogar a Quistis por su estado sin que eso les chocara a ambos.

- No dirías eso si vinieras con nosotros a explorar los precipicios en coche. - Siguió con sus estiramientos como si no estuviera bloqueándole el paso. Había una pregunta implícita en sus palabras.- Yo diría que hago más de guardián de tus dos alumnas que ellas de mí.

No se acostumbraba a esa camaradería tentativa, pero tampoco podía evitar que el trabajo en el barco día y noche los acercara. Hacía mucho tiempo que Quistis no hablaba tanto tiempo con alguien que no fuera un alumno con malas notas.

- Epa.- exclamó él cuando un vaivén la separó de la pared. Hice un ademán de acercarse pero la mano extendida de ella lo evitó al instante. - Trepe. - Había algo íntimo en la manera como bajó la voz, buscándole la mirada. - ¿No vas a contarme qué cojones te pasa?

- El mar me da mareo. - mintió ella, sin mucha convicción. Pero tenía que intentarlo.

"Haz ver que me crees y ya está." Pero desde el principio Seifer no parecía dispuesto a seguir la etiqueta básica para conversar con seres humanos. Es como si todos los años de ermitaño le hubieran hecho abandonar los básicos.

- Pensaba que eran migrañas. - Y adelantó cuando la vio abrir la boca. - O la regla.

- ¿Estás intentando ofenderme?

- Estoy intentando hacerte ver que has gastado todas las excusas ya.

- Si fueras una persona amable…

- No me has contratado para que sea amable. - la interrumpió.

- Tampoco para que te metas donde no te llaman.

- Trepe. - se adelantó un poco, lo justo para que el vaivén del barco rozara su mano con su pecho. En una persona amable el bufido lo habría apartado, no acercado más. Quistis se puso nerviosa. - Tienes al barco en tensión continua. Yuna y Lightning están en constante alerta contigo. Saben lo que está pasando y...

- ¡No tienen ni idea…! - espetó Quistis antes de enmudecer de golpe. El brillo triunfal en los ojos de su interlocutor le hizo ver que la estaba azuzando.

- Yuna claramente sabe más de lo que debiera. Pero no puede ayudarte, sea lo que sea.

- ¿Y tú si? - Quiso sonar fría pero le salió cargada de emoción, una voz amarga como hiel que sorprendió a ambos. A estas alturas sólo le faltaba rogar con palabras en vez de con los ojos.

- Puedo conseguir el teléfono de quien pueda.

- Seifer. - Le salió una risa exasperada, sorprendida de la ternura que se le mezclaba con la aflicción. Eso la asustó. - Tú mismo lo has dicho, no te he contratado para que seas amable. Tienes una misión muy clara, ¿para qué te preocupas de lo que no te incumbe? Pensaba que había contratado un rudo y silencioso mercenario y me he encontrado justo lo contrario.

- Está bien. - Lo espetó con tanta frialdad que supo que había dado en el clavo y gravitó lejos de ella. Él también debía ser consciente de los pequeños cambios que se iban obrando en el equipo. "Si le conozco, eso le provocará más arcadas que a mí." No creía que Seifer quisiera ser el amigo de nadie. - Pero saldrás mañana de reconocimiento. Ya está bien de cargarme el muerto de las cadetes.

- Lo dices como si tener dos chicas jóvenes colgadas de cada brazo te molestara. - Cuando lo vio enrojecer sintió el asco crecerle en el estómago. Mientras ella sufría, él se dedicaba a babosear adolescentes.

- Son más simpáticas que tú, eso está claro. Ahora sólo falta que sepan hacer la o con un canuto para que en algún momento encontremos lo que estamos buscando.

- Mis SeeDs son las mejores de su promoción.

- Y en cualquier momento la alta tirará a mini Rinoa por un precipicio. Se llevan a matar, Trepe, ni siquiera sé en qué estabas pensando cuando decidiste llevártelas.

- No puedo creer que me preguntes eso cuando las has visto pelear.

- Yo peleo mejor. - Quistis no pudo evitar un sofoco de risa con eso. Era un alivio reconocer al antiguo Seifer en el extraño barbudo que la acosaba en cubierta. - Y tú peleas mejor. A la edad de estas nadie quería cruzarse en tu camino.

Otro silencio, otra conversación en sí misma. "Tú. Tú te cruzaste en mi camino demasiadas veces. Te hicimos morder el polvo." Las décadas separados habían menguado la ira y desolación de Quistis cuando Seifer se descarrió en su guardia. La ira puritana que se le había despertado menguó durante los segundos en los que se estudiaron. La luz de cubierta sólo iluminaba la mitad de Seifer, la cicatriz marcando la frontera entre la luz y las sombras.

– Llevamos semanas detrás de ese barco. ¿Estás segura que no hay otro sitio dónde llamar a la puerta? ¿Uno con una puerta de verdad, por ejemplo?

No era el único agobiado por las largas jornadas en alta mar, paseando por cada rincón de Centra con un catalejo y racionando comida y combustible. Estaban tardando demasiado en algo que debía haber sido una vuelta en barco y ni Quistis ni su equipo podían ofrecer respuestas.

Pero Quistis sabía lo que estaba haciendo. A pesar de su salud y sus visiones, todavía no había perdido su intuición y su metódica testarudez. Encontrarían ese barco, aunque tuvieran todo en contra.

.-.-.-.

Desde la cúpula se veía perfectamente el cráter, las penínsulas rodeándolo como los dedos de una mano sobre una herida. El día de invierno, claro y cortante, permitía ver hasta los árboles del otro lado. Cien años habían dejado un manto verde por las planicies y se preguntó cómo serían los monstruos de esa zona.

"Por Hyne, que encontremos este barco ya." Era su primera misión real, algo tangible que la llevara más allá de las inmediaciones del Jardín. No quería parecer desagradecida, al fin y al cabo estaba en medio de los restos de una civilización perdida, observando los estragos de una Lágrima de la Luna. Sus compañeros silbarían de asombro y se habrían llevado cámaras para inmortalizarlo todo.

También era consciente que la instructora sólo habría escogido la mejor para acompañarla. Sentía las expectativas puestas en ella, en su arma y su entrenamiento. Cuando Quistis la tanteó para acompañarla dijo que sí de inmediato. Ella misma se habría presentado voluntaria si hubieran seguido los tiempos habituales. Pero una noche de fuerte tormenta se le había aparecido Quistis en el centro de entrenamiento con una mirada que no daba lugar a negativas.

Ni siquiera estando Yuna Heartilly en el equipo.

- Aquí estás. - Fue el jadeo desde las escaleras metálicas. Lo había oído merodeando por la base pero esperaba que su esfuerzo por ignorarlo le hicieran pillar la indirecta.

A la luz del sol, los ojos del mercenario parecían casi azules, y la cicatriz le hacían recordar demasiado a Leonhart. Pero a diferencia del estilo esmerado de su profesor, el de Seifer parecía demasiado bruto, todo dientes y movimientos expansivos. Era altísimo y había el suficiente músculo para que pareciera enorme, si la ropa no hubiera estado hecha un desastre. Y esa barba… era desquiciante.

"Podría ser tan impresionante como Squall. O con su físico, aún más."

- Tu amiga necesita ayuda.

- No es mi amiga.

- Era un decir. - Había estado oteando el horizonte y se giró a mirarla, con una mueca oculta en la maraña de pelo rubio. - De aquí no saldremos hasta que no lo consigamos.

- No habíamos venido aquí por eso. - El silencio. - ¿No?

- Trepe ha cambiado de opinión al ver los rubíes en la estatua. - echó un vistazo al demonio de piedra que se alzaba sobre sus cabezas. - Igual ha tenido un acceso de nostalgia. O igual ha pensado que a Yuna le vendría bien tener un nuevo enlace. Aunque no es que Odín sea algo que puedas guardar en una caja...

Ahí estaba, de nuevo, la perorata de avezado guerrero. Estaban creciendo en número, aunque Yuna se quejara de que apenas les hablaba. Había una resistencia que la compañía forzosa estaba disipando, dando paso a consejos y memorias anacrónicas . Lightning lo había evitado todo lo posible, pero el barco no tenía tanta eslora.

- ¿Qué tiene que sea tan especial? - No quería darle demasiada conversación pero sabía que necesitaría la información.

- Las ruinas son su territorio. No le importa que curiosees mientras no lo molestes, pero si te atreves a adentrarte demasiado tienes que pasar su prueba.

- Es un G.F., Yuna no debería tener ningún problema para…

- Yuna no está acostumbrada al estilo de Odín. Es… impredecible. Y muy fuerte. - se rascó la nuca y Lightning supuso que había una historia ahí detrás. Pero prefirió callarse y no darle pie. - Sus poderes parecen no surtir efecto en él.

- Imposible. - se le escapó. Había cosas impredecibles en este mundo pero que Yuna no pudiera conseguir que un G.F. se comportara como un cachorrillo con ella no era una de ellas.

- ¿Tu crees? Cruza las dimensiones a su antojo, no se rige por magia negra ni blanca. Y lo más importante… no se puede enlazar.

- ¿No es un G.F.?

- Es lo que eran los G.F.s antes de que su entidad mágica se viera atada a la tierra. No se puede contener en ningún sitio más que en su propia dimensión.

La información resonaba como un eco de lecciones que debía haber dado años atrás, cuando había empollado en la academia. Sonaba mucho más interesante ahora que Yuna no podía utilizarlo con sus poderes. Se levantó y se acercó al borde donde Seifer seguía escuadriñando el horizonte. Lo miró de reojo, todavía descifrando al extraño que las había estado acompañando.

A pesar de lo que pudiera parecer, no lo odiaba. Le parecía tan misterioso como a Yuna, pero por razones muy diferentes. La mayoría de la gente que había vivido la Guerra de las Brujas maldecía su nombre. Ella ni siquiera había nacido, todo lo que sabía de Seifer Almasy lo sabía por las anotaciones de los libros y por los cuchicheos del Jardín cuando alguien mencionaba la habilidad de Squall Leonhart y su cicatriz.

¿Cómo podía un mendigo fortachón haber vencido al comandante? Había espiado sus entrenamientos nocturnos y no había nada que ella no hubiera practicado también, millones de veces. Su estilo de una mano se le antojaba demasiado arrogante para alguien que solía tener tirones musculares cuando se enfriaba demasiado deprisa. Junto con el combustible del barco siempre tenían que comprar linimento.

- Pensaba que teníamos un tiempo límite para estar aquí. - dijo, mirando la posición del sol mientras bajaban por las escaleras.

- Lo hemos pasado hace rato. Pero Odín está de un humor especial hoy…

Eso no sonaba nada bien. Seifer pareció divertido al verle la expresión. Últimamente había empezado a hacerlo, mirar a la gente como si le hicieran gracia. Lightning lo habría abofeteado.

- ¿Qué significa eso? - preguntó tajante.

- Que estamos atrapados por mi culpa. Ha escupido a Yuna como una cáscara.

- ¿Escupido?

- Es un decir. - se encogió de hombros.

La expresión le había revuelto el estómago. Bajó a toda prisa al saliente de la estatua donde se encontró la mirada avergonzada de Yuna. En perfecto estado.

- ¿Qué ha pasado?

- Estaba a punto de partirnos por la mitad cuando dijo que quería a Seifer. - anunció, parapetada en los brazos de Quistis. - Nos ha perdonado la vida.

- ¿Por qué habéis entrado sólo dos? - se giró a Quistis, incrédula. ¿De qué servía un jefe de equipo que no cuidaba de su equipo?

- Ha hecho trampas. - contestó Quistis, mirando con irritación a la puerta. - Teníamos tiempo de sobras pero decidió usar Zantetsuken para ponerlos entre la espada y la pared. Literalmente.

- No esperé que alzara el arma contra nosotras… Pensé que podría hablar con él.

- Tus poderes han hecho lo que podían hacer. - dijo la voz de Seifer a su espalda. - No os ha matado y os ha dejado marchar. Creo que eso no lo puede decir nadie que se haya enfrentado a Odín.

- Tú puedes decirlo. - Quistis hablaba de Seifer y tanto Lightning como Yuna se lo quedaron mirando. - Por eso mismo te quiere a ti.

- ¡Oh, Seifer! ¡Claro! ¡Tú venciste a Odín con el Zantetsuken inverso!

Lightning no sabía que le repateaba más: Que Yuna tuviera una enciclopedia mental con las andanzas de Seifer Almasy o que, por culpa del susodicho, estuvieran atrapadas en esas ruinas. Miró a uno y a otro sin poder ocultar su desagrado. Y mientras una le apartaba la mirada, incómoda, el otro se encogía de hombros. Intentaba ocultar el placer que le producía el reconocimiento pero a ella no la engañaba. "Ufano como un pavo."

- El jodido no me lo ha perdonado. - respondió. - Pensaba que si no entraba en la cámara no se daría cuenta de mi presencia.

"Pues inmólate ahí dentro y déjanos en paz." ¿Cómo podían confiar en alguien tan irresponsable y poco profesional? Sólo miraba por si mismo y no ayudaba en nada. Lo habría lanzado a la gruta ella misma y cerrado la puerta si no hubiera sido por la candorosa expectación con la que parecían haberla esperado.

- Claire. - fue el susurro a su lado. Quistis se había movido y la miraba con ese cansancio eterno que parecía acompañarla últimamente.

Sin embargo era débil a su propio nombre, sobretodo cuando su instructora lo utilizaba para demostrar lo mucho que confiaba en ella. ¿Cómo podía negarse si ambas la miraban con tanta sinceridad?

- Ninguna de las dos puede volver a entrar. - murmuró Yuna. - Hay una barrera.

- No quiero que Seifer entre solo. Nos ha costado mucho encontrarlo, preferiría no tener que sacarlo de aquí para un entierro.

Frunció los labios, rabiando por el chantaje emocional. Era un trabajo y no podía negarse, pero ambas la trataban siempre como si la decisión fuera suya y de nadie más. Como si Lightning tuviera el poder de cambiar el rumbo de la misión a su juicio. Era una responsabilidad incómoda.

- Tu honesta y desinteresada preocupación conmigo siempre me hace saltar las lágrimas, Trepe.

Ambas lo ignoraron, hablando entre sí con un par de levantamientos de cejas. Habría sido divertido si Lightning no tuviera ganas de irse a casa. Asintió levemente mientras soltaba el agarre de la funda a su sable pistola.

- Por favor, id con cuidado. - fue la despedida de Yuna. Le pareció lo más ñoño que le habían dicho nunca, pero sentía que la maga lo decía de corazón. Era la primera vez que un G.F. no se comunicaba con ella y la había dejado en shock.

"¿Cómo de agresivo tiene que ser para que no le haga ojitos a Yuna?" Empezó a ser consciente que no se enfrentaba a un enemigo común al adentrarse en el pasillo oscuro como la noche, Seifer delante de ella.

Sintió frío en los huesos al levantar la vista y encontrarse la máscara impertérrita de Odín. Parecía ajeno a todo, aunque se inclinaba levemente hacia su acompañante, como considerándolo con sus ojos llameantes.

- Lejos del camino andas ahora, guerrero. Tu sable está oxidado. - Su voz grave resonaba en la cámara a pesar de no haber movido los labios. Oyó la expiración de aire de Seifer a su lado mientras desenfundaba el sable pistola. Casi parecía una risa.

- Yo también me alegro de verte.

Habría jurado que Odín parecía divertido pero ni un sólo músculo de su cara había cambiado de posición. De repente, una intención de movimiento la puso en alerta y saltó a un lado justo a tiempo de que la Zantetsuken se clavara en el suelo con una nube de polvo. Rodó a un lado y buscó a su compañero con la vista. Seifer no se había movido y la cimitarra se había clavado a unos milímetros de su cuerpo. Miraba fijamente al demonio con expresión desafiante.

"Hay que reconocer que los tiene bien puestos." pensó mientras veía Seifer tomar impulso y darle un cabezazo al G.F.. "Aunque pelee como un borracho de bar"

El siguiente ataque lo paró con Hyperion y Lightning contuvo el aliento mientras un humano le hacía frente a una deidad de otra dimensión. Sin embargo la pierna de Siefer falló y la fuerza del mandoble lo mandó volando por los aires. Para el tercer ataque Lightning ya se había puesto en marcha.

- ¡Ni se te ocurra! - avisó Seifer. Cuando la hoja chocó contra su sable pistola notó lo que venía con el ataque: Una fuerza descomunal que casi le arranca los brazos y que apenas pudo soportar antes de ser enviada contra la pared. - ¡Lightning!

Pero Lightning no escuchaba. Furiosa, cargó contra el G.F. disparando sin parar y rodando por el suelo para darle por todos los lados. El ambiente se cargó con el olor a pólvora y la nube de polvo que levantó en su ataque. Para cuando se estabilizó, el sable espada quemaba y tenía a Sleipnir delante, sus cascos delanteros abalanzándose sobre ella.

Rodó por su vida, notando el suelo temblar con la caída del animal, que relinchó de sorpresa. Algo lo había atacado por la espalda con violencia. Para cuando Lightning recobró el aliento, Seifer estaba en medio de la cámara, Odín desmontado y Sleipnir de rodillas. El mercenario jadeaba como un animal enfurecido, los ojos verdes resaltados contra su barba rubia. Hyperion sacaba humo después de haber lanzado un Zantetsuken que había pillado a su enemigo desprevenido.

- Odín es un fósil trasnochado, cadete, hay que vencerlo a la antigua. Las balas no harán nada contra él.

Lightning prefería las balas contra cualquier otro ataque pero absorbió el conocimiento como una esponja. De repente las luces de la estancia parpadearon y su propio instinto la obligó a ponerse en pie justo cuando una tormenta eléctrica descargó por toda la estancia. Iba dirigida a Seifer pero ni un sólo ser vivo entre esas cuatro paredes evitaría quedar frito con semejante intensidad.

Ella apenas se inmutó, su compatibilidad elemental con el rayo tan alta que pudo absorber la carga sin problemas. Se miró los dedos centelleantes y estudió a Odin, que se apoyaba contra el trono. Seifer se había quedado arrodillado, los hombros humeantes. Miraba a Lightning asombrado.

- ¿Qué compatibilidad abismal es esa?

- Siempre he sido así. - murmuró, incómoda ante su propia satisfacción. "¿A mí que más me da que me alabe?" A pesar de las apariencias, verlo pelear le había recordado que estaba ante un veterano del sable pistola, uno de los únicos dos que había en el mundo. Squall había sido un buen profesor pero nunca había escuchado de él la admiración que Seifer le había dedicado.

- Con esta compatibilidad las cosas cambian.

- ¿No será al revés? - preguntó ella poniéndose a su espalda. Estaban en el centro con los enemigos a cada lado. - Ninguno de mis ataques elementales le va a hacer nada.

- Si puedes soportar el rayo, podrás atacar a Sleipnir sin peligro.

- ¿El caballo? - Miró con duda hacia la bestia de seis patas que estaba intentando ponerse en pie. - ¡Esa cosa casi me mata!

- Parte de la fuerza de Odín viene de su montura. Si tu lo mantienes a raya podré hacerle frente. ¡Atenta!

Sleipnir alzó el morro, aumentando el poder de la siguiente descarga eléctrica. Tan cerca de Seifer, Lightning pudo hacer de pararrayos y absorber la energía que habría dejado a su compañero fuera de juego. Sintió confianza en la persona que tenía a su espalda, al igual que él había confiado en ella para cubrir la suya. Estaba tan acostumbrada a ir por su cuenta que no fue consciente que era una sensación que le gustaba.

Se lanzaron cada uno hacia adelante. Lightning se notaba liviana, las manos centelleando con los restos de los rayos absorbidos. Enfrentó a Sleipnir de frente para evitar una coz, pero en vez de cargar con sus patas traseras, el animal intentó un cabezazo. Lo agarró del bocado en el último momento y el impulso la hizo saltar para evitar la pisotada de sus poderosas patas. Sin darse cuenta, la cabriola la dejó en su grupa.

Hubo un momento de tensión en la que tanto la SeeD como el caballo no podían creerse haber terminado en esa posición. Nadie que no fuera a Odín montaba a Sleipnir. Era un sacrilegio sólo pensarlo. Lightning sintió el sudor frío correr por su nuca mientras notaba el cuello del caballo ladearse poco a poco hasta que brillo de sus ojos amarillos quedaron fijos en ella.

- ¡Descarga sobre él! - fue la orden lejana de Seifer e, instintivamente, supo que tenía razón.

Llamó a Quetzaltcoalt con tanta urgencia que las alas del ave los rodearon a ambos en una esfera verde. "¡Te has pasado imbécil!" pensó, sintiendo dolor. Sleipnir relinchó con angustia y se levantó sobre sus cuartos traseros. Para cuando el G.F. había desaparecido había caído sobre sus rodillas de nuevo, Lightning luchando por respirar encima.

- El óxido de tu espada es fuerte, mortal. - La voz mágica sonaba petulante y si hubiera tenido energía, la SeeD se habría echado a reír. Pero no las tenía. Ni siquiera podía levantar la cabeza para ver a Odín arrodillado frente a Seifer, desapareciendo hacia su propia dimensión. Lo que si que pudo ver fue al propio Sleipnir desvanecerse.

- Uau, cadete. - Seifer la cogió antes de que se desplomara, oliendo a barba chamuscada. - Esta mal que yo lo diga, pero hacemos buen equipo.

"Y lo peor es que es verdad"

.-.-.

- Este sitio me da escalofríos. - La voz fue un susurro pero retumbó en la alta capilla iluminada por antorchas que nunca se apagaban.

Era de los pocos espacios que habían mantenido las decoraciones incólumes, un registro de las inquietudes religiosas que habría hecho las delicias de cualquier aguerrido arqueólogo.

- Como todo, es cuestión de saber apreciarlo. - oyó la voz de Quistis a un lado del altar. - Un gusto adquirido.

La estatua de una mujer con velo parecía seguirla con la mirada, el rostro cincelado en hierática magnificencia. Sus familiares la rodeaban, amenazantes. "Adquirido. Ya."

- ¿Son todo brujas?

- Con sus caballeros.

- No consigo ver si las consideraban buenas o malas. - En las paredes las imponentes figuras femeninas hacían crecer los cultivos o lanzaban gente al fuego.

- ¿Y cuándo se consigue ver eso? - La risa implícita en la voz de Quistis la persiguió a través del pasillo, dando forma a una idea extraña. Parecía este un lugar para la meditación, el único sonido, el crepitar del fuego. - Las consideraban poderosas, que era la realidad.

Yuna no había vivido a Adel ni Ultimecia. No sabía si las historias que había visto en televisión podían acercarse a la bruja que robaba luz de luna para alumbrar una ciudad entera. "Ojalá alguien más listo que yo descifrara este lugar" pensó, fascinada por cada retablo por el que pasaba.

- ¿Qué pone en los bordes?

- No se sabe. En Avadán se encontraron algunas traducciones, pero lo tiene todo la universidad de Esthar. Famosa por su aperturismo.

Era una broma de la que sabía que debía reírse. Pero se le habían esfumado las ganas de aparentar y miro fijamente a la mujer que se acercaba por los bloques de la escalera. Quistis la había arrastrado a la capilla sin esperar el resultado de la batalla de sus compañeros. Batalla de la que Yuna se sentía responsable directa.

- Me gusta este sitio. - titubeó un instante, notando el efecto que producía en ella aceptar ese hecho. - ¿Para qué me has traído aquí?

- Claro que te gusta. Fue hecho para adorar a las brujas. Los centreños sabían más de ellas que nadie en la historia. El mito de Hyne salió de las traducciones de Avadán, sabes?

Observó la mano extendida con aprensión. No era la primera vez que Quistis guardaba silencio para sorprenderla pero nunca le había parecido una manía hasta ese momento. "Las sorpresas de antes me gustaban más".

O igual no, su primer G.F. fue una trampa que Quistis le preparó en una caverna alejada de toda civilización. Era un rito de iniciación para todo Seed, le dijo. Pero Yuna no era SeeD, no estrictamente hablando. Había atendido la academia y sufrido a la instructora Trepe en exámenes complicadísimos pero su condición la había apartado siempre de los demás. Ella no necesitaba clases de magia, ella las daba.

Normal que otros alumnos, como Lightning, le tuvieran tanta tirria.

"A la que he dejado en la boca del lobo." Confiaba en las habilidades de Seifer y ella sin dudarlo. Aunque ellos no lo hicieran de vuelta. Poca gente lo hacía, a pesar de los años representando el papel de bondadosa hechicera. Quistis había sido una de esas personas, creyendo siempre en ella y sus habilidades. Metiéndola en retos imposibles de los que a veces tenía que sacarla corriendo.

La costumbre la hizo tomar su mano. Si no podía fiarse en su tía Quisty, ¿Cómo podría hacerlo en nadie más? Dejó que la llevara al altar, una losa de piedra con el escudo de lo que debía haber sido la ciudad. Enfrente de este Quistis le giró las manos y depositó las dos piedras rojas de la estatua. Se movía con lentitud, ejecutando un ritual. Las piedras estaban heladas y sentía en ellas una energía que no había sentido cuando las habían utilizado para abrir la entrada a la cámara de Odín.

- ¿Qué les has…? - pero Quistis se llevó la mano a los labios, instándola con la mirada a poner las piedras en los recovecos que dejaba el escudo.

La losa se separó de su base en completo silencio, un mecanismo bien engrasado que no había notado el paso de los siglos. Un largo pasillo se extendía ante ella, los largos cables conviviendo con los retablos de piedra grabados. Yuna sabía que ese era un espacio para ella, para alguien como ella. Se adentró, sola, con un silencio reverente.

"Igual los templos son lo mío." Caminaba deslumbrada por un laberinto de piedra, iluminado por haces de luz del día que se colaban por unas celosías en el techo. Aquí y allá se encontraba con las antorchas que parecían marcar los pasillos por los que debía entrar.

- ¿Y bien? - La voz de Quistis la sacó de su trance cuando salió, después de no supo cuánto.

Miró el enorme cristal que llevaba entre las manos, de un azul resplandeciente. Cuando se lo pasó a la SeeD notó la corriente de energía entre las dos pero no le sorprendió. Todo en las ruinas parecía tener un uso mágico y maravilloso. Levantó la vista y vio, por la expresión de Quistis, que ella también había notado el intercambio.

- ¿Para qué sirve?

- Es un registro de la época. - Con mucho cuidado Quistis lo envolvió y lo metió en la bolsa de cuero que había estado cargando.

- ¿Escrito?

- No lo sé. - Sonrió con tristeza. - Hay muchas cosas que no sabemos. Esta debe haber sido la primera vez que alguien ha entrado aquí en siglos.

- ¿Servirá para encontrar a mamá? - notó el nudo en la garganta cuando la mirada de la mujer se posó en todos lados menos en ella. La conocía lo suficientemente bien para saber qué significaba eso.

- Puede…

"No me mientas." pensó, furiosa. "Antes no me mentías así." O igual sí y ella no se había dado cuenta hasta ahora. A partir de la primera mentira ya había sido incapaz de tragarse todas las demás. No había peor traición que la de un adulto.

- ¿Y Lightning? - añadió con rapidez, buscando un tema que no la hiciera querer atizarla. - ¿Crees que habrá tenido éxito?

Esta vez sí la miró, ojos azules contra ojos bicolor. "Azules no." Al segundo habían cambiado a verde y luego a ámbar. Sin embargo Quistis parecía tranquila, sin esos dolores que solían recorrerla ni sucesos descontrolados a su alrededor. La luz sobre el altar era agradable y el aire seguía respirándose invernal. "Este sitio le va bien."

- ¿Tu qué crees? - Levantó la radio que llevaba, con expresión triunfal.

.-.-.-.

Sólo cuando la luz del amanecer hizo brillar los ribetes dorados de proa se convenció de que no estaba soñando. Había dormido demasiado y, para cuando despertó a hacer el relevo a Lightning, esta estaba pegada a la ventana de la sala de mandos. A lo lejos la imponente figura del barco de los SeeDs blancos se dibujaba en la niebla mañanera.

- Sabía que nos habían estado evitando. - dijo antes de darse cuenta de con quién hablaba.

- Pues nos han tenido un mes y medio gastando vida con esto.

- Tengo que despertar a las demás.

- Déjalas dormir. - bebió de su café con parsimonia. - Todavía tardaremos una hora larga en llegar hasta ahí.

No fue una sorpresa cuando Lightning le ignoró por completo. Lo que sí lo fue es que se pensara durante un minuto el hacerle caso. Miró a Seifer, el punto blanco y dorado en la lejanía y la puerta varias veces antes de negar con la cabeza y salir.

"Así que este es el famoso buque." Edea le había hablado de él, de la importante misión a la que los había entrenado durante décadas. Se atusó la barba con preocupación. "Igual es momento de salir por patas." Sabía que el barco no era un destino para él y cuanto más se acercaban al acorazado, más nervioso se sentía.

Pero iba por contrato. Quistis había sido metódica hasta la saciedad, sentándolo cada dos semanas para pasar cuentas de sueldo, munición y manutención. Era digna de verse, gafas en ristre e informes sobre la única mesa del Liki, racaneándole hasta el último gil. También había sido el único momento en el que se había sentado voluntariamente con él a hablar.

La SeeD le huía como huía de sus compañeras. Esa enfermedad rarísima que la tenía enclaustrada en el barco, sólo bajando de él en las paradas para repostar. Tenía días buenos, como cuando volvieron de las ruinas de Centra y celebraron la victoria a Odín con una barbacoa en la playa. Seifer hacía años que no vivía una reunión con tanta gente que conociera.

"Te has vuelto un blando." No recordaba haberlo pasado tan bien desde las borracheras interminables con Fuujin y Raijin. Era diferente cuando no eran desconocidos. Si habías luchado espalda contra espalda o compartido largas charlas (a regañadientes) en largos viajes en coche. Si podías hacer bromas sobre cosas del pasado y que esa persona lo entendiera.

Quistis entendía cada una de las referencias que le hacía, como si no hubieran pasado los años o los G.F. no hubieran consumido sus recuerdos. Ambos se habían resistido a ese aire de complicidad pero Seifer estaba empezando a no importarle. Esa noche y las que pasaron discutiendo sobre su sueldo eran pequeños momentos que atesoraría a su pesar. Estaba hambriento de compañía y sólo cuando lo habían encerrado en un barco con gente se había dado cuenta.

Era eso, y no otra cosa, lo que le hacía resistirse a la idea de salir pitando. Se lo había pasado bien, a su pesar, y ellas le gustaban. Pero había mentiras y vacíos deliberados en la historia que le estaban contando, un ambiente enrarecido a cada paso en falso y una inquietud constante en lo que a Quistis se refería. A estas alturas su instinto de supervivencia había encendido el código rojo y le gritaba que soltara lastre.

"Las dejo en el barco y me piro." Era un buen compromiso. Rinoa no tenía tantos lugares para esconderse y los SeeD blancos eran famosos por un acceso a la información privilegiado.

- Ah, al fin. - Fue la voz cansada que lo sacó de sus cavilaciones. No era uno de los buenos días de Quistis, la piel pálida hasta los labios. Iba enfundada en su capa de cuero con el chal de lana por encima y aún así parecía helada. Seifer reprimió el impulso de frotarle los hombros.

- ¿Por qué crees que estaban huyendo de nosotros?

- ¿Quién dice que estaban huyendo? - Giró la cabeza sorprendida ante su comentario y Seifer decidió tirar de la manta.

- Tiene sentido, ¿No crees? Hemos rastreado la costa del cráter hasta la última caverna y ahora, en medio del mar, nos aparece el objetivo directito a nosotros. Como si hubieran sabido de nuestra posición y estuvieran jugando al gato y al ratón.

No se esperaba la sorpresa y preocupación que enturbiaron su rostro. Imaginaba que era otro de los vacíos argumentales en los que lo tenían encerrado y no que de verdad no supiera nada de lo que estaba pasando.

- Lo ha dicho Lightning al ver aparecer el barco.

Eso pareció aplacarla y molestó a Seifer. ¿Por qué la jefa de equipo delegaba de esa manera en las dos recién estrenadas cadetes? No era esa la mujer responsable que conocía. Había detalles suficientes en su ademán para saber que no podía haber cambiado tanto en esos años. Pero también había una despreocupación que parecía atenazarla al suelo, como si estuviera demasiado cansada para ocuparse de los asuntos.

- ¿Qué sabe Lightning que no sepas tú?

- Es su hogar.

Iba a ladrarle un par de cosas cuando Yuna entró en la cabina, maravillada.

- ¡Es enorme! - se acercó corriendo a la ventana. Hacía tanto frío esa mañana que ninguno se atrevía a ver la gran masa de metal y madera desde la cubierta. - Siempre había querido verlo, la abuela siempre hablaba de él como el refugio definitivo.

- Definitivamente inútil querría decir. - murmuró, intentando controlar su genio.

El enorme mascarón de madera dorada ya había llegado a su vera, aunque estaba tan elevado que tuvieron que pegarse al cristal para verlo bien.

Lightning salió a toda prisa de la sala hacia la balaustrada de cubierta. Nada tenía que ver la SeeD hastiada y displicente con la chiquilla ilusionada que esperó en firmes a que conectaran el barco al buque con una pasarela y varias amarras y los invitaran a bordo.

- ¡Claire! - Varias personas corrieron a por ella y se le lanzaron al cuello. Parecían genuinamente contentas de verla, como si la soldado fuera alguien amable y cariñoso que ya no tuvieran por ahí y que echaran mucho de menos. - ¡Hacía demasiado tiempo!

- Nos ha costado encontraros. - Ahí estaba, lo más insólito de todo: Una sonrisa. Tímida y fugaz pero ahí estaba.

"¿Quién es esta tía?"

- Una huérfana más salvada por el trabajo inestimable de Edea. - fue la contestación de Quistis a un pensamiento que debía haber dicho en alto. - Y ahora que ya es SeeD, podrá ocupar su rango dentro del barco.

- ¿Es una SeeD blanca? ¿Desde cuándo hacéis intercambio?

- Fue un caso especial. Era demasiado brillante para contentarla sólo con la formación en el buque. La enviaron a Balamb a que viera mundo y aprendiera de los mejores.

- Espero que no te refieras a Squall.

- Claro que me refiero a Squall, Seifer. - dijo, exasperada. - A estas alturas podrías aceptar que ganó la guerra.

- Como si alguien pudiera olvidarlo. - gruñó. Típico de Quistis Trepe ser la adalid del comandante del Jardín de Balamb. - Sólo espero que sepa cagar en el baño de oro que le habéis montado entre todos.

Ella chasqueó la lengua con desagrado y Seifer tuvo un flashback a ese gesto en la academia cada vez que le informaban de que su alumno se había enzarzado en una pelea. ¿Cuánto tiempo hacía de eso? Sintió que había pasado un mundo desde el adolescente pendenciero al ermitaño descuidado que era ahora.

Habían varias personas en cubierta y, por algún motivo, tanto él como Quistis se habían quedado en la retaguardia. Como si el instinto de ambos los hubiera llevado a quedarse lo más cerca posible de la salida.

- Bienvenida a casa Claire. - "Oh Hyne". Reconoció esa voz al instante. Vio que Quistis sonreía débilmente antes de darse cuenta de la tensión que lo dominaba. Lo miró con alarma.

- ¿Seifer?

El nombre se escuchó por encima del grupo, que había callado respetuosamente ante la llegada de su capitán. El hombre vestía una casaca blanca, demasiado formal para el pelo afro que lo acompañaba. Había estado apretando con cariño el brazo de la recién llegada pero su expresión se había endurecido de inmediato.

- Almasy. - dijo con sequedad. La tripulación se apartó como si estuvieran apestados, dejando un corredor entre él y Quistis y el capitán del barco de los SeeDs blancos.

- Katzroy. - respondió Seifer. A pesar de llevar su abrigo característico todo el mundo tenía problemas con la melena y la barba. Sólo hasta que llegaban a la cicatriz solía llegar el reconocimiento. Y, con él, la animosidad más inmediata.

- Capitán Katzroy. - intentó interrumpir Quistis, consciente de un nuevo contratiempo con el que no había contado. - ¿Qué…?

"Sabía que tendría que haber dado media vuelta."

- Maldito bastardo, ¿Cómo te atreves a presentarte aquí?

- Sazh, ¿Qué sucede? - Lightning trató de calmarlo con una mano en su brazo. - Es sólo el guardaespaldas de Quistis.

Otra sorpresa inexplicable: que la cadete reaccionara defendiéndolo, aunque fuera con una distracción tan pobre como aquella. Sazh Katzroy le apartó la mano con suavidad antes de explicar con pesar:

- Por culpa de este malnacido tuvimos que dejar a Dajh en Trabia.

"Se acabó" Lo pudo ver en la capa de escarcha que galvanizó la expresión de la SeeD y giró todas las cabezas del barco en su dirección. Esta era una comunidad pequeña, si un problema afectaba a todos, cómo de grave era una falta hacia su capitán. Seifer recordaba el incidente con Katzroy pero nunca se había considerado el culpable sino un instrumento más en la larga lista de malas coincidencias. Pero cualquiera intentaba explicarse con la hostilidad que se había despertado.

- ¡Prendedle! - No tenía ni que dar la orden. Varias personas habían desenfundado armas y los dos SeeDs más voluminosos se le aparecieron a cada lado. Desenvainar Hyperion ahí en medio era demasiado peligroso.

- ¡Capitán! - La única que no parecía haberse enterado de que no había escapatoria era Quistis, que se interpuso en el camino de los gorilas. - Está incumpliendo los tratados internacionales. ¡Nos ha invitado a bordo! No es esa forma de cumplir la ley y costumbre.

- Igual no se ha enterado, Trepe. - Sazh se había acercado y le hablaba sin mirarla. Los ojos estaban fijos en Seifer. - Pero en este mar, la ley soy yo.

La corriente de energía fue inmediata. Un soplo de algo inexplicable que les aprisionó el pecho y les hizo ver negro durante un segundo. Seifer había sufrido ese poder antes y trastabilló contra la barandilla, aterrado. Entonces, tal y como había venido, la sensación desapareció. Una nube había cubierto el sol y un viento helado removió cabelleras.

- ¿Qué diantres ha sido eso? - El capitán había palidecido. Seguía mirando al mercenario como si fuera culpable, aunque este parecía tan desorientado como los demás.

Sazh no se dio cuenta pero Seifer estaba sumando dos más dos. Cuando pudo tenerse en pie se fijó en Yuna y Quistis, que se habían apretado la una contra la otra. O más bien, Yuna retenía a su instructora entre sus brazos, como si pudiera contener lo que fuera que encendía las mejillas de Quistis. El cansancio y la palidez habían desaparecido de golpe y Seifer buscó en sus ojos lo que ya sabía que encontraría: Un color ámbar que rielaba entre púrpura y blanco.

- ¡Trepe! - Intentó forcejear contra los que lo arrastraban a la escotilla pero sólo le sirvió para que le retorcieran un brazo. Aún así tuvo tiempo para mirar de frente el rostro transformado de la SeeD, sus pestañas oscuras y unos labios que parecían manchados en sangre. Los ojos, que ya empezaban a recuperar su color original, eran iguales a los que se había sometido veinte años atrás.

Los ojos de una bruja.

.-.-.-.