División en mi interior
Cap.1 Flores rojas y ella
Siendo el año número cincuenta del reinado de Yoko, ella como su kirin e incluso los ministros de estado se sentían con tranquilidad, pues en esas cinco décadas el reino prosperó y floreció con paso lento pero seguro, a pesar de que las cosas se veían negras cuando llegó al trono y la falta de confianza que inspiraba la nueva reina. Pero claro, aún con la tranquilidad de la que se gozaba no se le podía dejar paso a la holgazanería y trabajar tan arduo como si fuese el primer día y eso hacían tanto la reina como el kirin, revisando montañas de papales, atendiendo las peticiones y reflexionando las situaciones de algunos estados, eso era el día a día de ambos, y en uno de esos días que a veces lo diferente era lo que decían los ministros o los papeles; Yoko y Keiki estaban en un salón, cada uno en su escritorio y cada quien con diferentes documentos, ella más bien firmaba y él escribía. Una de las sirvientas entró con un adorno floral que le habían traído de un ministro en agradecimiento por haber ayudado con unos problemas que tenían en cuanto a la seguridad de la mercancía que llegaba a los puertos, lo dejó en una de la mesas y se retiró, Yoko miró el obsequió y le pareció encantador, pues a pesar de que no era muy elaborado, pues sólo tenías unidas las cinco flores, con eso bastaba porque ellas eran las que le daban la belleza necesaria, se trataban de unas flores rojas muy hermosas, Yoko se levanto a mirarlas.
- Que lindas son, parecen azucenas.
Mientras Yoko permanecía cerca de las flores, Keiki se quedó en su lugar más sin embargo no dejó de verlas con su respectivo rostro de seriedad.
- Esas flores… si no me equivocó son las mismas.
Pero como eran de los del dicho "No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy", ambos regresaron a su trabajo, mas tarde Yoko se reunió con el chousai y a Keiki se le dejó descansar por un momento, Yoko y el chousai habían decidido hablar en el jardín, Keiki se fue a su habitación sentándose en una silla cerca a la ventana, y mientras observaba el mar de las nubes entrando la brisa pensó.
- Eran las mismas flores, es una de las cosas de las que tengo mejor memoria del monte Jo, que sin querer me hacen recordar…
Una brisa igual de suave pero con más fuerza entró moviendo los largos cabellos del kirin, que se levantó y salió al balcón.
- Cuanto me hicieron recordar esas flores, parece que no del todo se olvida con los años… y estando tan lleno de cosas en la cabeza.
Un tenue o más bien un casi visible sonrojeo apareció en él esperando que a pesar de ser pequeño, la brisa se lo quitara; a la noche él y su reina estaban cenando, en esas situaciones Yoko era quien más comentaba y él con su muy común silencio pero con uno que otro comentario.
- Creo que el trabajo de esta semana estuvo agotador ¿No te pareció?
- Lo mismo dijo hace dos meses.
- Bueno, es que a veces se llega un tiempo en el que los deberes aumentan y cansan, pero ¿Sabes? Me parece que dentro de dos días estaremos "Libres" y me preguntaba ¿Te gustaría ir a dar un paseo conmigo?
- (mirándola extrañado) ¿Pasear?
- Si, recuerda que eso ayuda a saber mejor lo que quiere mi pueblo y a la vez sirve de distracción, nos haría muy bien. Keiki no actúes como si fuera la primera vez, llevamos haciendo esta clase de paseos por cincuenta años ¿Y todavía suenas así?
- Discúlpeme, pero no me acostumbro todavía, yo…
- (sonriendo) Descuida pero vamos, es muy agradable descansar de la rutina.
Keiki aceptó y luego de un rato se retiraron a descansar, Yoko estando en su cama leía uno de los libros de la biblioteca, interrumpe su lectura al pensar en cómo se comportó Keiki.
- Cincuenta años y aún sigue poniendo esa cara de extrañado cuando le digo que salgamos a dar un paseo, definitivamente Keiki no es de los que lo cambie el tiempo, no importa, (mirando su libro) él es así.
Una noche anterior al día que saldrían Yoko terminaba unos papeles para no tener la sorpresa de que no pueden salir porque están ahogados en trabajos, Keiki era el que se encontraba descansando, y podría haber dormido de no ser porque ese día le había llegado otro adorno floral a Yoko precisamente con las mismas flores rojas de la otra vez, como le gustaron, ella pensó que cada uno tuviera un adorno en su habitación y siendo así Keiki lo puso igual en una mesa que quedaba frente a una ventana por lo que no dormía por verlas.
- Debí negarme a que la reina me diera uno de sus adornos.
Viendo esas flores de nuevo aparece ese pequeño sonrojeo en él.
- (volteándose y cubriéndose hasta el cuello con las sabanas) Definitivamente debí negarme… traen tanto a mi cabeza.
Hay cosas que sólo con verlas una vez nos traen de vuelta recuerdos, buenos o malos pero nos traen siempre recuerdos, y esas flores desde que las vio le trajeron unos recuerdos que para él, tenían un significado de cierta manera "Importante"… "Especial" si se puede decir así. Al día siguiente los dos salieron y caminaron como de costumbre por las calles de la capital, Yoko siempre se sentía satisfecha al caminar por las calles de su reino, no importa de qué estado sea, cada ciudad o campo eran importantes y fijaba mucho la atención cuando tenían alguna necesidad, cierto es que además de ver muy de cerca a su pueblo era muy relajante, y era en esos momentos en que Yoko descansaba de las reglas y protocolos. Y se diría que actuaba como lo que era, lo que realmente era: una chica; y aún cuando tenía la vista en la gente, en las cosas que necesitaban los demás, en casi todo… dirigía sigilosamente la mirada al acompañante que tenía al lado; Keiki siempre estaba tan serio como de costumbre, era igual en el palacio como en esos momentos de libertad, pero por su puesto a su reina no le incomodaba; él era así y eso era lo que lo hacía especial… a sus ojos.
- Todo luce muy bien, es agradable pasar por calles de comerciantes que se ganan la vida honradamente y luchan cada día.
- A usted no le desagrada pero hay aristócratas que caminar por calles así no es muy querido.
- Es gente arrogante y es la que no soporto, pero no arruinemos nuestro día con gente así, disfrutemos del paseo.
- Lo que usted diga.
Prosiguieron con su caminata, mirando, deteniéndose a ver las cosas de los comerciantes, e incluso detenerse a comer unos bocadillos dulces que vendían en un puesto; eran paseos sencillos pero de mucho significado para Yoko, tanto por descansar como para saber de su pueblo y también para estar un tiempo con su kirin; en estas cinco décadas que estuvieron repletas de deberes, ocasionalmente con problemas con algunos estados, con cosas buenas y malas como es la vida; para ella eso no fue suficiente "Pretexto" para que sus ojos no se posaran en algo más y eso era Keiki. En fin, los dos continuaron con su camino hasta que era de tarde y estaban por volver de no ser porque Yoko quiso pasar por un río grande que pasaba y quería ver el atardecer reflejado en él, por el lugar como era obvio, pasaba la gente por el puente de ahí, ellos se quedaron cerca de la orilla, Yoko estaba como otras veces maravillada de la vista que daba esa imagen, también a Keiki le parecía hermoso el paisaje y volteaba siempre a ver la expresión de la reina con ese atardecer que más de una ocasión han visto. Luego voltea hacia el puente con la gente que pasaba, el semblante del kirin es el mismo hasta que parece ver algo que lo hace cambiar lentamente, Yoko no se dio cuenta que el kirin miraba hacia el puente, y que hacía un esfuerzo por divisar entre toda la gente que pasaba, el caminar de la gente no lo dejaba mirar bien, hasta que en un lapso fugaz logra ver a una persona.
- Es… (los ojos se le abren mas) si los es…
- (levantándose) Es hora de irnos Keiki.
El kirin se movió a manera de susto por la repentina voz de la chica, Yoko lo miró.
- ¿Qué pasa?
- Yo… ¿Dijo algo, su majestad?
- Que tenemos que irnos ¿Qué tienes? Parece que te asusté, ¿Estabas pensando en algo?
- Ehm yo…
- ¡Oh por Dios! Olvidé que en la tarde llegarían carta de dos ministros, y que les daría la respuesta por la mañana, vámonos.
Se levantó no sin antes volver a ver hacia el puente pero ya no estaba la persona que vio y se marchó con Yoko, estando en el palacio leyó la carta y casi de inmediato escribió la respuesta para mandarla por la mañana, ella se retiró a descansar muy satisfecha por el día que tuvo, Keiki en cambio acostado en la cama no cerró los ojos, los tenía fijados en el techo.
- Lo era, no puedo equivocarme.
Ni cuenta se dio el momento en que cerró los ojos y durmió por andar pensando mucho tiempo de la noche, a la mañana siguiente una hora después de enviarse la carta, Keiki salió del palacio montado en Hankyo tan aprisa como podía.
- Es tan temprano que aún se siente el rocío de la mañana, taiho ¿Tiene mucha importancia para salir a esta hora?
- Si y te pido que no digas mas en el camino.
- Si, disculpe.
Hankyo lo llevó hasta el puente de ayer, como era temprano no había gente y Keiki se quedó ahí parado viendo el recorrer del río como esperando a alguien, pasó un rato hasta que presintió y volteó a su izquierda.
- Si era usted.
Encontró a una bella joven mujer de cabello negro largo, lacio y peinado con una trenza floja recargada en su hombro derecho que llegaba la punta poco más debajo de su pecho, ojos color dorados como el sol y la miel, su piel era cual nácar. Llevaba puesto un sencillo pero lindo vestido crema con adornos verdes y sostenía una sombrilla roja. Lo miraba con una sonrisa y una mirada serena pero llena de ilusión y con un tenue rubor rosado en sus mejillas.
- Ha pasado mucho tiempo.
- Querido Keiki.
CONTINUARÁ….
