Disclaimer: Los personajes de Inuyasha son propiedad exclusiva de Rumiko Takahashi.
Este es el primer Sesshxkag que escribo y la verdad es que este fic estuvo a punto de no ver la luz, así que estoy un tanto nerviosa; déjenme su opinión al respecto en un review.
La canción a la que hace referencia se llama Cuenta hasta diez y la toca la banda de División Minúscula. Tal vez la conozcan porque fue utilizada como soundtrack de la película No sé si cortarme las venas o dejarmelas largas.
Abrió sus ojos, encontrándose con el cielo plagado de estrellas de la época antigua y si su juicio no le fallaba eran cerca de las dos de la madrugada. No tenía sueño pero sabía que con el amanecer deberían partir. Dirigió su mirada a un árbol, percatándose de que cierto personaje de ropas rojas no se encontraba cerca. Su cabeza volvió a recostarse en el suelo, al tiempo que liberaba un suspiro, sabía con quién estaba ¿Cuántas veces había ocurrido esto ya? Nunca se molestó en llevar la cuenta pero estaba segura de que la cifra era muy elevada. No tenía sentido seguir llorando por las ausencias de Inuyasha y si tenía que decirlo, tampoco creía que fuese capaz de hacerlo. Desde hace un tiempo su amor por Inuyasha había ido mermando lentamente, y si bien, todavía le quería, porque aún no le olvidaba, ya no lo amaba. Su corazón se resignó a que el hanyo era un imposible y que nunca dejaría de amar a Kikyo.
Un recolector de almas cruzó el cielo, ella bufó. No podía dormir y quería dar un paseo por lo menos para cansarse lo suficiente y dormir pero no deseaba encontrarse con ese par. Después de pensárselo un momento decidió que sin importar lo que ellos hiciesen, eso no sería su problema; así que salió de la bolsa de dormir y se adentró en el bosque, llevándose con ella su arco y flechas en caso de tener compañía no deseada.
Caminaba sin prisas entre los árboles, mirando atenta cada detalle, las hojas moverse al ritmo del viento. Inuyasha, su sonrisa, los habituales keh, que tanto pronunciaba cuando discutían, a veces parecía que no eran capaces de estar ni un solo día sin pelear pero siempre, incluso después de uno de sus choques, si se metía en problemas él no dudaba en ir a rescatarla y ella confiaba ciegamente en que la salvaría. Recordó su primera noche de luna nueva, lloró por Inuyasha porque temió por su vida, se recostó en sus piernas mientras tenía fiebre. Lo permitió verlo en su estado más vulnerable incluso en medio de sus delirios le dijo que olía bien. Podía recordar tantas cosas que pasaron juntos. Entre ella e Inuyasha existía un lazo especial.
Sus pensamientos se cortaron de pronto. No muy lejos de donde se hallaba se escuchaban ruidos que no alcanzaba a identificar. Sin tener muy claro que ocurría achicó la vista para tratar de distinguir alguna silueta mas no vio nada. Procurando hacer el menor ruido posible se fue acercando cautelosamente hasta los arbustos de donde provenían. Su conciencia trató de aconsejarle que se abstuviera de meter sus narices allí, algo en su interior le pedía que no fuera. Su mano se apoyó en el arbusto mientras ella se ponía de rodillas para no ser vista y su cabeza se levantó un poco. Los ojos se le abrieron desmesuradamente ante la escena que se le presentaba y el jadeo de sorpresa murió en su garganta, incapaz de salir. Inuyasha embestía a Kikyo furiosamente, quien sólo podía respirar por la boca al tiempo que se aferraba a su espalda y cadera. Pequeños jadeos y grititos se escapaban de sus labios junto con su aliento. Anonadada y con un apretujon en su pecho se apresuró a salir de allí y alejarse todo lo posible.
¿Cómo no lo pensó? Claro que todo seguiría igual sin importar cuanto tiempo pasase ni tampoco si la fuerza de su sentir se incrementaba o si se apagaba. A su mente vino una dolorosa canción. No se trata de sentir el frío sino de buscar el calor "Sin importar mis intentos, el resultado siempre será el mismo ¿Verdad?" Observaba la luna, tan tranquila y resplandeciente en una noche tan solitaria. Ya no tenía ganas de nada, se acababa de resignar a tener el amor de Inuyasha. Cuenta hasta diez y piensa que el amor nunca se acaba, tan sólo cambia de cama. Esbozando una sonrisa rota se dejó caer al pie de un árbol, apoyándose contra la corteza.
Miró a su alrededor, cortó una pequeña flor con desinterés se dedicó a quitar cada pétalo mientras tarareaba la canción. El crujir de hojas pisadas la distrajo de su labor, frente a ella se encontraba el Lord de las tierras del oeste, para su sorpresa Rin no iba con él ni tampoco su sirviente.
– Estas en mi camino humana – su tono era molesto, en sus ojos era legible el reproche pero no parecía ser contra ella. Kagome se preguntó hacia quién estaría dirigido.
– Pásale por donde quieras – respondió de la misma manera. Era suicida de su parte hablarle así al demonio.
Su ceño se arrugó por la respuesta recibida ¿Quién se creía ser?¿Cómo osaba hablarle de esa manera? La humana frente a él era valiente o estúpida, se inclinó por la segunda opción. Podría matarte le dijo con la mirada. Sería muy sencillo, tomaría un par de segundos y no le rendiría cuentas a nadie. Volvió a mirar a la humana. Esa maldita ni siquiera se molestaba en prestarle atención sino que veía el cielo con ojos ausentes. Respiro lentamente al sentir una esencia diferente, a huesos y tierra, mezclándose con el aroma del bastardo de su medio hermano. Su mente no tardó en atar los cabos sueltos. Esa humana aparte de insolente y estúpida, desdichada. Perdió el interés en exigir respeto a su persona, algo similar a la empatía lo embargó. La observó a detalle, claro que comprendía cómo se sentía. No en exactamente la misma circunstancia, un triángulo amoroso. A una tierna edad conoció el sentimiento de pérdida y abandono de su padre a causa de otra mujer, una humana. Se sentó a su lado con la elegancia que lo caracterizaba. Su ceño fruncido se dirigió a la luna, reprochándole el mal sabor de boca que aún después del pasar de los años seguía inundando sus fauces hasta asquearlo cada que recordaba a su padre y su amante. Kagome volteo a verlo extrañada de que estuviese a su lado.
– ¿Así que todo se resume a ser la segunda opción?
– No sé en qué momento me hice demasiado vieja para esto.
– ¿Tirarás todo por la borda después de tanto tiempo? – al final ella resultó ser igual que el resto de humanos. Sin valor.
– Claro que no. Simplemente he decidido que sufrí suficiente. Lo intenté y si no resultó no fue por mi culpa – se quedó pensando en lo que la llevó allí – ¿Sesshomaru por qué desististe de obtener la espada de Inuyasha?
– Si mi padre la dejó fue para proteger al híbrido y su mujer humana. No quiero tener nada más que ver con ellos – ¿Nada más? Aquello implicaba una primera vez y ellos incluía a la madre de Inuyasha.
– Sesshomaru ¿Acaso alguna vez tú…?
– Yo descubrí las escapadas de mi padre, presenciar noches cómo está se convirtió en algo habitual. Estaba fuera de mi compresión. Ella no era como una concubina cualquiera, padre siempre regresaba a sus brazos. Poco después fue inseparable de esa mujer, visitándola cada noche cuando la luna alcanzaba su punto más elevado – Kagome no tenía palabras.
El amor podía ser tan tóxico, haciendo felices a unos a costa del sufrimiento de otros. Ambos perdieron a la persona amada en los brazos de otra. Aunque en realidad ella nunca tuvo a Inuyasha. Analizó a Sesshomaru a detalle, él e Inuyasha eran extremadamente parecidos, con distinta madre, el parecido se debía al padre. Se preguntó ¿Cómo vivir con la ausencia de un padre si tú eres su retrato? ¿Si basta con ver tu reflejo para recordarlo? ¿Cuántas veces habrían comparado a Sesshomaru con su padre?
– ¿Se puede saber qué tanto me miras humana?
Antes de que su mente trabajara en una respuesta un gruñido ensordecedor se escuchó desde lo profundo del bosque y muchas aves asustadas surgieron de entre los árboles. Sus miradas se cruzaron comprendiendo a que se debía. Se produjo un momento incómodo que fueron incapazces de romper.
– Nada. Al amanecer seguiré buscando los fragmentos, lo mejor será regresar a mi campamento. Adiós Sesshomaru.
El demonio se limitó a verla desaparecer entre el bosque.
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