El día estaba demasiado frío como para permitir que los niños jugaran en el patio fuera de casa, era mejor tenerlos dentro y prevenir posibles resfríos. Además a ambas madres les encantaba tener a sus niños cerca y disfrutar de ellos, después de todo, los pequeños estaban creciendo muy rápido.
"¡¿Mamá podemos jugar a las escondidas?" se escuchó gritar a la pequeña anfitriona de casa desde el borde de la escalera en el segundo piso, una nena de casi seis años que a decir de todos era el vivo retrato de su madre. "¡¿Podemos madrina?" insistió un pequeño algo mayor que la nena, con hermosos ojos rasgados y abundantes rizos color miel que se hallaba esperando una respuesta junto a la niña. Detrás de ellos, otros pequeños también aguardaban impacientes.
En la cocina dos mujeres conversaban mientras compartían unas tazas de té, a todas luces se trataba de las madres de todos esos pequeñuelos. Las mujeres se miraron y sin necesidad de ponerse de acuerdo, se levantaron se asomaron a la escalera, y la madre que había heredado ese par de ojos rasgados al mayor de los niños indicó: "bajen todos un momento, porque a gritos no nos entendemos". Rápidamente volvieron a sentarse en sus lugares en la mesa del comedor de diario en la cocina y esperaron sonriendo con complicidad a que sus hijos bajaran, escuchaban claramente el bullicio que hacía el tropel de críos bajando la escalera.
Los siete pequeños estaban parados luciendo las caras más inocentes del mundo frente a sus madres. El niño y la niña más grandes, parados uno junto al otro, sujetos por la mano. Un par de gemelos idénticos de ojos marrones y cabello rubio desordenado que solo podían diferenciarse porque uno de ellos tenía un pequeño lunar en la barbilla, regalaban a las mujeres mayores un par de sonrisas encantadoras herencia innegable de su padre el mejor agente del FBI, y que a pesar de sus cortos tres años ya sabían los ayudarían a conseguir el permiso tan deseado. Completaban el grupo unos trillizos algo mayores que los gemelos, formado por dos nenas con abundante y larga cabellera oscura sujeta en coletas que sonreían luciendo hoyuelos en las mejillas y tenían los mismos ojos que el mayor de los varones del grupo, y un niño de rizos dorados y enormes ojos azules, idéntico a su propio padre un reconocido entomólogo.
"Mami podemos jugar a las escondidas, te prometo que no romperemos nada esta vez…" ofreció la mayor de las niñas. "Por favor madrina", agregó el niño más grande acercándose a la mujer a la que había llamado madrina juntando sus manos en posición de súplica y ofreciéndole la más tierna de las miradas. Los gemelos, en cuanto notaron que su compañero de juegos se acercaba a su madre, corrieron celosos a rodearla colocándose uno a cada lado de ella y apropiándose de su atención, marcando territorio… la científica no pudo esconder una sonrisa ante el gesto de sus pequeños y levantando las cejas dijo a su mejor amiga "por si no me bastaba con Booth, ahora tengo otro par de pequeños machos alfa"… la artista soltó una carcajada mientras abrazaba a una de sus hijas que sentada en su falda le besaba el rostro.
"Cariño, ¿crees que podríamos decir que no ante estas espontáneas y desinteresadas muestras de afecto?" consultó la madre de cuatro de aquellos niños a la mujer sentada del otro lado de la mesa. "Mmm… no estoy muy convencida, a mi nadie me ha besado aún", bromeó la antropóloga, que no había terminado de hablar y ya tenía a los gemelos luchando por ser quien daba más besos a su madre. Entre risas, la mujer que alguna vez afirmó que nunca tendría hijos añadió "jugar es importante para establecer conexiones sociales y culturales".
"Mami, tía Angela… contesten" insistió la nena grande, "qué dicen, ¿podemos?" agregó, guiñando aquel par de ojos idénticos a los de su madre y ofreciendo una dulce sonrisa en la que faltaban algunos dientes.
"Chicos, presten atención a las reglas del juego" señaló la mujer de ojos azules poniéndose de pie y tratando de calmar a los gemelos que estaban a punto de empezar una riña por el afecto de mamá, "solo pueden esconderse en el segundo piso, está prohibido entrar a mi dormitorio o al de Parker… Si les han quedado claras las indicaciones entonces pueden ir a jugar", completó. No fue necesaria ninguna aclaración, los niños salieron corriendo de la cocina y se dirigieron al segundo piso, felices por haber conseguido el permiso.
Al quedar a solas nuevamente, la mujer de rasgos orientales reinició la conversación bromeando "y cariño… ¿cuándo piensas enseñarme aquella famosa foto del omelette?", "vamos Ange siempre tienes que encontrar el momento de insistir con eso, ya te expliqué que no puedo mostrártela, Booth y yo hicimos un trato", suplicó la antropóloga. "Y yo no me cansaré de recordarte que los derechos de las mejores amigas, están por encima de los acuerdos de pareja" aclaró la artista con un brillo pícaro en la mirada soltando una suave carcajada… la mujer de ciencia se dio cuenta que la mujer a la que quería como a una hermana estaba bromeando y sonrió también.
Sus risas se vieron interrumpidas por un muchacho de unos dieciséis años que ingresó a la cocina cargando bolsas de compras. "Hola tía Angela, ¡qué bueno verte!, hola mamá" dijo el jovencito mientras colocaba las bolsas sobre el mostrador de la cocina para luego girarse hacia ellas y acercarse a darles un beso en la mejilla a ambas. "¡Cada día más parecido a su padre, ¿dónde quedó baby Booth?" reclamó Angela bromeando mientras levantaba ambas manos dando mayor énfasis a su pregunta. "He sido relevado por un par de enanos que ahora son los nuevos babies Booth" indicó entre risas el adolescente.
"¿Dónde está toda la tropa?" se escuchó entonces preguntar a un hombre en perfecta condición física que ingresó a la cocina cargando más bolsas y que sin detenerse a dejarlas sobre el repostero, fue directamente hacia la mujer a la que empezaron a brillarle los ojos en cuanto lo vio aparecer por la puerta, para besarla tiernamente en los labios mordisqueando suavemente su labio inferior procurando alargar el contacto lo más posible.
"Hey, ¡basta de cine gratis! que hay mujeres y adolescentes presentes" reclamó Angela haciendo el ademán de querer taparse los ojos… "Hola Ange, no me di cuenta que estabas aquí" bromeó Booth. "Si lo tengo claro, solo tienes ojos para Bren… Parker creo que será mejor irnos a vigilar a los peques y dejarlos solos" contestó la artista. "Ya estoy acostumbrado tía…" interrumpió el muchachito ruborizándose en el acto e interrumpiendo sus propias palabras, "me voy a mi habitación a empezar a trabajar un ensayo que debo tener listo para el miércoles, los veo para cenar" continuó mientras salía de la cocina.
El ex francotirador empezó a sacar las cosas de las bolsas, la antropóloga se levantó para ayudarlo aprovechando cada ocasión para rozar a su pareja aproximándose a él más de lo necesario. Booth dirigió una mirada cómplice a la mujer que más amaba en el mundo, suplicándole en silencio que dejara de torturarlo insinuándosele de esa manera, en frente de la mejor amiga de ambos. La mejor antropóloga del mundo entendió el mensaje y comentó "me parece que prefieres guardar las cosas solo…" dedicando una sonrisa insinuante a su pareja mientras se volvía a sentar frente a su taza de té. Booth respiró aliviado, si su Huesos continuaba rozándolo de esa manera no iba a poder seguir controlándose y Angela se iba a tener que encargar de todos los niños por un buen rato, tosió aclarándose la garganta avergonzado por sus pensamientos.
"Bueno chicos, creo que me voy… gracias por todo Brenn, me llevaré a la mayor parte del circo a casa para que puedan ustedes empezar a preparar la cena" empezó a decir Angela, bebiendo el último sorbo de té helado que quedaba en su taza. "En realidad Ange estamos empatados cuatro tuyos: Michael, Kathy, Sarah y Joseph, y cuatro nuestros: Parker, Christie, Henry y Mathew". Booth no pudo evitar abrazar a su mujer y darle un beso sobre el cabello, agradecido por milésima vez por todo el amor que ella no dejaba de demostrar por Parker. Cerró los ojos por un segundo y se perdió en sus recuerdos.
Todo había ocurrido un viernes hacía más de 6 años, él acababa de llegar a su antiguo departamento después de un día de trabajo agotador y se sorprendió al encontrar el lugar en absoluto silencio, por un momento supuso que Huesos y Parker habían salido a comprar la cena y se dispuso a llamarlos por teléfono, cuando escuchó murmullos que venían desde su habitación, se aproximó sigiloso con la intención de darles una pequeña sorpresa… pero el sorprendido fue él al escuchar la conversación entre la mujer que más amaba en el mundo, embarazada de casi 8 meses, y su hijo de diez años.
"Gracias Parker por ayudarme, pero insisto en que me digas lo que te ocurre, has estado muy callado toda la tarde" decía la mujer mientras acariciaba el cabello del niño que la ayudaba a ponerse las zapatillas y estaba arrodillado delante de ella terminando de atarle los pasadores.
"No ocurre nada Huesos" insistió el pequeño, aunque era claro que estaba mintiendo y no hacia el menor esfuerzo porque sus palabras parecieran sinceras… la mujer le levantó la barbilla obligándolo a mirarla directo a los ojos. El niño descubrió en los ojos de la mujer a la que admiraba y amaba casi tanto como a su propia madre un brillo de tristeza, esa mirada lo hizo armarse de valor, "es que… cuando nazca mi hermanita, ya no me vas a querer igual" dijo con los ojos llorosos.
La mujer no se esperaba que el problema fuera ese, suponía que el hijo de su pareja había tenido algún contratiempo en la escuela, quizás una mala nota o una riña con algún otro niño… de pronto, se sintió superada por las palabras del pequeño, no sabía que decir, solo podía pensar en Angela y en cuanto la necesitaba en situaciones como esta… intentó imaginar que haría su mejor amiga frente a un momento como este… jaló al pequeño de la mano obligándolo a sentarse junto a ella sobre la cama, respiró profundo y preguntó "¿he hecho algo qué te haya llevado a pensar eso?".
La pregunta de la mujer hizo que Parker se sintiera culpable. Desde que Huesos y su padre estaban viviendo juntos, él estaba pasando mucho más tiempo con su papá que nunca antes en su vida. Incluso a veces, la misma Huesos llamaba por teléfono a su mamá para pedirle autorización y recogerlo de la escuela entre semana, de manera que pudiera pasar con ellos alguna tarde extra y no solo los fines de semana. Además ella que siempre lo había tratado con cariño, ahora le demostraba su afecto con besos y abrazos que lo sorprendían en cualquier momento… "No Huesos, tu eres la mejor y yo te quiero mucho" respondió el niño. La mujer pasó uno de sus brazos por sobre los hombros del pequeño reconfortándolo y lo besó en la cabeza con suavidad, "y entonces, ¿qué es lo que pasa?" insistió la mujer.
Parker sabía que la mamá de su hermanita era una de las personas más inteligentes del mundo, además Huesos no sabía mentir, así que iba a ser muy sencillo comprobar lo que le causaba tanto dolor. El niño estiró ambos brazos alrededor de la mujer a manera de un abrazo y apoyando su cabeza sobre un costado de ella empezó a hablar "me siento triste, porque lo natural es que cuando la bebe nazca, yo deje de ser tu niño favorito en el mundo y la quieras más a ella, porque ella va a ser tu verdadera hija".
Fue entonces que todas las miradas, todos los silencios, le resultaron fáciles de interpretar a la antropóloga, y respiró aliviada pues supo con certeza lo que debía decir, "Parker… si bien es cierto que por mi condición de mujer estoy genéticamente predispuesta a amar a los hijos que engendre, a cuidarlos y velar por su bienestar como resultado de un proceso de millones de años de evolución…", "que quiere decir engendre" interrumpió el niño.
La antropóloga se dio cuenta que iba a tener que utilizar palabras menos científicas, explicó el término al pequeño, y continuó "he comprobado en más de una oportunidad, que las emociones permiten que los seres humanos tomemos decisiones que superan a lo que es natural… tu padre diría que son ocasiones en las que el corazón le gana al cerebro". En ese momento el hombre que escuchaba la conversación desde la puerta de la habitación a espaldas de la mujer y el niño, sonrío preguntándose en qué momento su Huesos había cambiado tanto.
Con un tono de voz muy dulce la mujer agregó, "Parker, te puedo afirmar que amaré a todos los hermanos que tu padre y yo podamos darte", el niño sonrió al imaginar que en el futuro tendría varios hermanitos a los que cuidar y querer, "y quiero que sepas que tu eres el único niño que ha logrado que mi corazón supere a millones de años de evolución, eres el único niño en el mundo al que he decidido querer como si fuera mi propio hijo porque mi corazón no me permitiría quererte de otra forma" terminó de decir con voz entrecortada. El niño permaneció en silencio y por toda respuesta apretó con más fuerza sus brazos alrededor de la mujer, entonces ella decidió darle un poco más de seguridad al pequeño diciendo "si tu me lo permites, a partir de hoy, cuando me pregunten cuántos hijos tengo yo contestaré que tengo dos, un niño grande y una niña por nacer". Parker levantó el rostro hacia la mujer y mirándola fijamente a los ojos le preguntó "¿cuándo estemos solos te puedo decir mamá?", "puedes hacerlo cuándo quieras, frente a quien quieras, dónde quieras…" respondió la mujer envolviendo al pequeño en un tierno abrazo.
En ese momento Booth decidió que aquel momento les pertenecía solo a ellos, retrocedió silenciosamente hasta la sala y fingió que recién llegaba, exclamando en voz alta "hola, ¿les provoca cenar pizza?".
La animada conversación que mantenían las mejores amigas lo sacaron de sus recuerdos, "mejor quédate a cenar con nosotros, va a ser muy difícil lograr que los críos acepten separarse" escucho decir a su Huesos, "si Ange, llama a Jack para que venga a acompañarnos" añadió Booth.
Una hora más tarde, todos disfrutaban de la cena que resultaba tan animada como era usual cada vez que se juntaban ambas familias. Booth no dejaba de sorprenderse por lo acertadas que resultaron todas las decisiones que había tomado Huesos cuando compraron los muebles de la casa, recordaba en particular como había insistido en tener una mesa grande en el comedor principal… y solo así, ahora tenían espacio justo para las doce personas que compartían la alegre cena de esa noche.. "felizmente te saliste con la tuya y compramos esta mesota" dijo Booth en voz alta dedicándole su sonrisa más encantadora a la mujer con la que compartía su vida desde hacía más de diez años.
Brennan le dedicó una mirada triunfal, y mientras ayudaba a su pequeña hija a echar salsa sobre sus vegetales, sin detenerse a pensar un segundo dijo en voz alta como la cosa más natural del mundo, "aunque pronto tendremos que cambiarla por una un poco más grande". Parker y Angela dejaron caer sus cubiertos sobre el plato en el mismo instante en que la antropóloga terminó de pronunciarse, voltearon a mirarla y la encontraron sonriendo. Parker no pudo reprimir un pequeño grito "¡mamá!". Entonces Jack comprendió el significado de las palabras que acababa de escuchar y se puso de pie en un segundo para acercarse a palmotear la espalda de Booth diciendo con su áspera voz "¡felicidades compadre!".
La felicitación del hombre que se había convertido con el paso de los años en un gran amigo sacó a Booth del estado de shock en que había caído por un segundo, se puso de pie instantáneamente dirigiéndose al otro extremo de la mesa para abrazar a la mujer de su vida besándola suavemente en los labios, y acto seguido, no pudo evitar levantar los brazos en señal de victoria exclamando "hemos ganado 5 a 4".
