Disclaimer: Personajes propiedad del autor-gorila y genio Sorachi Hideaki.
Advertencias: Lenguaje explícito.
Jamás subestimes a un sádico, y menos si es un oficial de policía
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I ¿Secuestro?
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Era uno de esos días nublados, de esos perfectos para la niña alienígena que hacía parte de la Yorozuya; como de costumbre, aprovechó el clima para caminar por las calles de Edo, acompañada de su fiel sombrilla. Como miembro del poderoso clan Yato, prefería la lluvia antes del sol, enemigo natural del clan extraterrestre. Tanto el vago samurái de permanente plata y el otaku de gafas, sabían perfectamente que la pequeña Yato amaba salir a pasear y que las gotas de lluvia la empaparan hasta que tarde en la noche regresaba sin un centímetro seco, pero esas eran las ventajas de sus genes extraterrestres, rara vez le daba un resfriado grave. Claro, a excepción de aquel episodio en que medio Edo se contaminó del extraño virus de gripe y hasta apareció *ill Smith –entiéndase Zura–, con el supuesto remedio a la epidemia. Pero que empeoró todo, y el pobre Shinpachi fue el que pagó más caro, siempre era el que peor librado salía de todas esas situaciones.
Cómo ya había mencionado antes, era un día frío y nublado, y, sin duda para ella, quedarse de pie bajo la lluvia, era lo más cercano al placer que había conocido hasta ahora.
Llegaba el punto en el que el mismo artefacto para cubrirse de la lluvia le hacía estorbo, y caminaba sintiendo cada gota de agua dar contra su cuerpo, atravesando la tela de sus ropajes chinos y haciendo contacto con su fría piel. Sí, eso era uno de los placeres de la vida de Kagura; pero la felicidad y tranquilidad que parecía iba a caracterizar ese día se fue al demonio cuando en frente de ella apareció el capitán de la primera división del Shinsengumi.
–China –llamó el nombre que él mismo dio a la chica–, no deberías andar por ahí así de mojada.
Kagura torció el gesto en clara molestia, «¿qué se cree ese sádico?»
–¿Por qué lo dices imbécil, acaso te afecta en algo? –dijo molesta, luego relajó su gesto cuando una interesante idea pasó por su mente–. ¿O acaso será que te importa mi salud?
No podía estar más lejos de la realidad, claramente era lo que menos le incumbía al oficial de policía.
–Oh claro, me va a importar demasiado lo que suceda con una tonta niña china.
Kagura frunció el ceño, ese sádico sí que sabía sacarla de sus cabales.
–Entonces, ¿qué te interesa lo que haga o deje de hacer? ¿Eres mi papá o algo?
Okita curvó sus labios en una leve sonrisa, para luego hablar.
–Lo digo porque estás que escurres como si fueses un trapero –respondió en tono neutro–. Eso afecta a los ciudadanos que lo menos que quieren es que una estúpida mocosa pase dejando mojado todo.
Y es que la niña Yato aún no se había percatado –ni sabía cómo–, que había aparecido muy cerca del cuartel del Shinsengumi, el cielo se despejaba poco a poco y si en algún momento había llovido, ya se estaba perdiendo rastro. O por lo menos en ese lugar, que él único testimonio eran tanto las prendas como Kagura empapadas y goteando agua.
–¿Cuándo dejó de llover? –preguntó confundida mirando a su alrededor, Sougo se golpeó la frente en señal de exasperación.
–¿De verdad no te habías dado cuenta? –inquirió manteniendo la calma, la niña negó–. En serio que eres muy estúpida, a veces me pregunto si tienes algo en esa cabeza hueca.
–¿Qué has dicho estúpido sádico? –gritó tratando de quitarse el exceso de agua–. ¡Seguramente dejó de llover cuando apareciste y se arruinó el día!
–¿No debería ser lo contrario? –inquirió dubitativo–. Se supone que un día se arruina cuando llueve, o bueno al menos para la gente normal.
Si estaba tratando de cabrearla, lo había logrado. Y con la infinita paciencia con la que contaba la pelirroja, no tardó más de diez segundos en abalanzarse a su rival y comenzar a patearlo y pegarle. Sin embargo luego de un momento, bruscamente, Okita apartó a la Yato de un empujón.
–Hoy no, China –dijo de manera perezosa, Kagura le miró con confusión–. Hoy no tengo intenciones de pelear contigo –murmuró en un bostezo–; o bueno, quizá si de otra cosa.
Kagura inclinó la cabeza hacia un lado, frunció el ceño y lo empujó.
–¿De qué diablos hablas, Sádico? –vociferó con desespero.
–Explicárselo a una niñita como tú no tendría sentido –respondió petulante–. Bueno nos vemos después.
Alzó su mano en manera de despedida y se dio la vuelta, Kagura estaba estática. «¿Qué mierda acaba de pasar? ¿Desde cuándo ese sádico actúa tan extraño?» Lo que la pelirroja no sabía es que la mente de Okita Sougo estaba más revuelta que un tazón de Froot Loops, y es que él, a sus dieciocho años nunca pensó que alguna vez fuera a ver a su pequeña rival de otra forma que no fuera esa.
Kagura estaba cerca de los quince años, y, de nuevo, por alguna razón su apariencia cambiaba de a poco, bueno, así fueran personajes de un manga en algún momento tenían que crecer y cambiar, ¿no? Pero la miembro del clan Yato era lo suficientemente despistada para darse cuenta de la verdadera razón por la que el castaño la había dejado.
–¡Oye, espera maldito mocoso! –exclamó Kagura al verlo ya a unos metros.
–¿A quién llamas mocoso? –giró y la observó detenidamente, la ropa húmeda estaba pegada a su esbelto cuerpo–. ¿Debería recordarte que la niñita eres tú?
–¿Y por qué me llamas niñita? –profirió molesta–. Tú eres el que tiene cara de niña, sádico idiota.
En un instante, el castaño estaba a unos pasos de la pelirroja. De nuevo había comenzado a llover. Sougo bufó molesto al sentir las gotas de agua en su cabeza, Kagura le miró con una sonrisa de oreja a oreja.
–¿Tanto te molesta la lluvia, niñita? –preguntó Kagura en tono travieso–. Deberías ir a escamparte, antes de que empieces a llorar.
Levemente juntó el entrecejo, mirando como esa osada niña china le desafiaba de esa manera. Sacó un par de esposas y en un rápido movimiento aprisionó ambas muñecas de la pelirroja. Cambió su expresión con una tenue y sardónica sonrisa.
–Creo que llevaré a esta niña a la cárcel –dijo con su voz calmada–. Hmm de qué la acusaré…
Kagura hecha un manojo de rabia hizo todo lo posible por liberarse, zarandeó, empujó, e incluso lo escupió para poder librarse de las esposas, pero sin éxito alguno. Vaya a saber de dónde diablos tenía tanta fuerza el castaño.
–¡Estúpido imbécil! –chilló tratando zafarse–. ¡¿Qué demonios haces?! ¡Suéltame ya!
Sougo sonrió aún más si era posible y acercó su frente a la ajena.
–Creo que te detendré por china.
–¡¿Es que estás imbécil?! –gritó, empujándolo de una patada–. ¡¿Eso es una razón?! Además, ¿Qué trauma tienes con llamarme china?
En el piso, y con la pelirroja encima de él, Sougo forcejeaba con ella. La Yato intentaba asfixiarle, aún con las esposas limitando sus movimientos; eso no sería inconveniente para una perteneciente al poderoso clan extraterrestre. Con dificultad Sougo la agarró de las muñecas y logró hablar.
–China –dijo manteniendo sujetas las manos de Kagura–, te llevaré por escándalo público, además…
Empujó a Kagura, ahora invirtiendo posiciones, él encima de ella. Las ropas húmedas ceñidas a su cuerpo, su cabello escurriendo agua. Si era casi un trapero andante; sin embargo, para el capitán de la primera división del Shinsengumi, aquella broma iba más allá de sólo fastidiarla, y si él fuera cierto otaku cuatro-ojos, incluso diría que era un delito tener las prendas mojadas con semejante cuerpo. Aprisionó a la muchacha, sujetando sus brazos por encima de la cabeza, impidiendo sus movimientos con una pierna a cada lado. Si él fuera un oficial pudoroso, esa escena sería inaceptable, estar encima de una niña en público sería razón más que suficiente para que la única manera de recuperar el honor fuera cometiendo sepukku. Pero como estamos hablando de Okita Sougo, él ya estaba bastante lejos de importarle que los ciudadanos lo vieran actuando de tal forma. Kagura con un leve sonrojo frunció el ceño y se removió con molestia.
–¡Suéltame! ¡Maldito pedazo de mierda! –espetó con rabia–. ¡¿Quién te crees tú para hacer esto?! ¿Acaso crees que soy una tonta masoquista? ¡Te mataré maldito enfermo pervertido!
–Tienes razón –dijo liberándola, para acomodarse y levantar los hombros en señal de desinterés–. No tengo ninguna intención de jugar con una niña inmadura.
–¡No soy una niña!
Aprovechando la distracción del castaño, Kagura cambió de nuevo los papeles, apresando a Okita. Con fingida sorpresa, él le otorgó una mirada y mientras ella estaba bastante ocupada en su pelea mental de si era una niña o no; con agilidad Sougo le dio un golpe seco en la nuca, dejándola inmediatamente inconsciente, el cuerpo de la chica cayó encima del castaño y él la levantó, cargándola sobre su hombro tal como un bulto de papas.
–Eso te enseñará a respetar a un policía –susurró con una leve sonrisa.
Las personas estupefactas vieron la escena, Sougo no les prestó atención; ahora sólo tenía un objetivo en mente, y no descansaría hasta lograrlo. Caminó con la pelirroja en sus hombros con dirección al cuartel del Shinsengumi.
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¡Hola! De vuelta en el fandom de Gintama -y queriéndolo hacer más grande-, vengo con este fic. No hay mucho que decir, excepto que espero disfruten este capítulo. No se alarmen si lo creen muy corto, originalmente era un One-shot, pero completo me pareció que quedaba bastante largo y pesado, así que lo dividí en tres capítulos. Este no es un escrito como el anterior, supongo que tiene un intento de humor, pero no es parodia, es más bien como romanticón. Gracias por leer y me disculpo si quedó muy OoC, pueden dejar cualquier comentario si les agradó, y cualquier crítica constructiva.
Hasta el próximo capítulo. Un saludo.
Lala
