Esta es mi primera publicacion. Confío que sean benevolos y lean con consideración. He puesto todo mi empeño en crear algo bien construido. Espero sus comentarios siempre constructivos, igual que cuando yo he comentado los trabajos de otros. ¡Gracias por leer!

**Tiene contenido lemon, si este tipo de textos no es de tu agradado o no tienes la edad recomendada, no me hago responsable si tu sensibilidad se ve herida. Si lo lees es bajo tu propia responsabilidad y riesgo.** En este primer capítulo un lemon muy suave...

Contiene Spoilers aunque no muy definidos. Si alguien no ha podido leer el manga completo o ver la serie Inuyasha Kanketsu Hen que tenga esto presente.

Los personajes nombrados pertenecen exclusivamente a Rumiko Takahashi, asi como el mundo de Sengoku Jidai. Solo los he tomado prestados para darle "color y forma" a la historia que es completamente de mi invencion (spoilers aparte).


Capítulo 1: El fin de Naraku y algo nuevo

La Shikon No Tama estaba a salvo. Ésta se encontraba en las manos de Kagome y sólo restaba pedir el deseo correcto para restablecer la paz totalmente. Sango, Miroku y Shippo, muy magullados y heridos, se aproximaban dónde estaba la muchacha. A sus pies estaba Inuyasha, inconsciente; había recibido el último ataque de Naraku dirigido a la joven, mientras ella apuntaba una flecha purificadora hacia él. Su disparo había sido el más potente que había cargado jamás y el más certero; había impactado de lleno en Naraku gracias a un ataque combinado de Inuyasha y Sesshomaru, al unir a Tessaiga y Bakusaiga su efecto había sido devastador para él, causando su perdición. Con tan mala suerte que justo antes de impactar contra Naraku y de que Kagome soltase su flecha, el maldito había logrado lanzar un ataque directo contra la sacerdotisa. Pero Inuyasha consiguió interponerse a tiempo.

Kagome lloraba de felicidad por haber podido resistir hasta el final junto con sus amigos para acabar con Naraku, a pesar de no poseer nada más que las pobres habilidades de una Sacerdotisa inexperta que no sabía controlar su poder. Se inclinó sobre Inuyasha. Él seguía sin sentido, lo miraba preocupada pues aunque siempre la protegía poniendo en riesgo su vida; al morir Kikyo se había vuelto mucho más protector, se extralimitaba como si buscase la forma de morir. Ésta posibilidad hacía que el corazón de Kagome doliese en su pecho y lágrimas de impotencia brotaran de sus ojos, pues una parte de ella creía que él buscaba la manera de reunirse con Kikyo. Una de ellas rodó por su mejilla y cayó sobre la esfera haciendo que esta comenzará a brillar. Todo el lugar quedó bañado por una luz cegadora.

Kagome intentaba ver a través del resplandor. Éste poco a poco se iba atenuando. Pudo distinguir una figura femenina frente a ella. Parecía… una sacerdotisa.

"– ¿Kikyo,... -dijo Kagome dudando– ...eres tú?

"– No, Sacerdotisa Kagome, ella ya no está en tu mundo ni en este –dijo pausadamente la figura– Soy aquella por la que la Shikon No Tama fue creada en tu mundo."

"– ¿Midoriko? –dijo sorprendida Kagome– ¿Cómo puede ser? ¿Dónde estoy? ¿He… muerto?" –dijo finalmente asustada casi al borde del shock.

"– Tranquila, Kagome. No has de alarmarte. Estás aquí porque he de decirte algo importante antes de purificar la Shikon No Tama pidiendo el deseo correcto, –dijo con voz cálida y acogedora– necesitaba hablarte porque de no hacerlo, tal vez no des con la felicidad que anhelas."

"– Midoriko, ¿qué es lo que debo saber?" –dijo Kagome ya más nerviosa ante las palabras de la Sacerdotisa.

"– Tras pedir el deseo correcto… deberás abandonar este mundo y permanecer en el tuyo" –dijo con calidez pero con semblante serio. Kagome se aterrorizó. Eso ya lo sabía, sabía que llegaría el momento de dejar atrás este mundo y reanudar su vida en su tiempo, pero no quería afrontarlo todavía.

"– Lo sé, pero… –dijo Kagome ahogando el llanto– yo quiero… necesito… todavía yo no…" –y ella rompió a llorar, su llanto era tan amargo y su dolor tan profundo que le costaba respirar. No podía articular palabra. Todavía no estaba preparada para despedirse de Inuyasha.

"– Una vez purifiques la Shikon No Tama pidiendo el deseo correcto, no habrá nada de ambos mundos que consiga mantenerlos juntos, como lo era la Shikon No Tama. –dijo Midoriko acercándose a la joven y acariciando su mejilla. – Recuerda mis palabras, sólo lo que tenga a partes iguales algo de tu presente y el pasado conseguirá que tu futuro sea el que deseas."

"– ¿Qué quieres decir? –dijo Kagome alarmada conteniendo el llanto– ¿Qué es eso que tengo que encontrar para poder tener el futuro que deseo? ¿qué es eso que tiene algo de los dos mundos?"

"– Eso… –dijo Midoriko comenzando a desvanecerse–… es algo que debes averiguar por ti misma, querida Kagome." – Y un haz de luz volvió a cegarla. "– Recuerda, Kagome,… es algo que pertenece a ambos mundos a la vez…"

"– ¡Kagome! ¡Kagome, despierta! –gritaba Sango desesperada mientras zarandeaba a su amiga. Alrededor estaban casi todos sus compañeros: Shippo, Kohaku, Sesshomaru, Rin y Jaken. Kagome abrió los ojos, todavía con lágrimas en los ojos. Miró a su alrededor, las caras de preocupación de todos se tornaron en caras de alivio, pero no vio la que más anhelaba ver. Se incorporó de golpe, buscándolo con la mirada muy alterada.

"– ¡Inuyasha! –gritó y miró a Sango– ¿dónde está Inuyasha?" – Ella miraba a todos lados y no lo veía. "–Sango, Shippo, contestadme, ¡¿Dónde está Inuyasha?!" – Ella intentaba levantarse pero su cuerpo no le respondía totalmente, estaba agotada y dolorida tras la batalla con Naraku.

"– Kagome-sama, tranquilizaos; Inuyasha está vivo; Miroku y la anciana Kaede están con él. –dijo Kohaku– Usted… ha estado inconsciente unas horas… una gran luz la rodeaba y no éramos capaz de acercarnos hasta hace unos instantes que la luz desapareció."

"– ¿¡Horas!?... Pero… si apenas ha sido un momento lo que… –dijo Kagome con voz ahogada– ¡No puede ser…!" – Kagome miraba estupefacta a su alrededor, recordaba que era media tarde cuando habían tenido su batalla con Naraku y ahora estaba anocheciendo. Miró a sus amigos más serena y les preguntó apremiante:

"– Pero vosotros ¿estáis todos bien? –dijo Kagome mirando a Sango y al resto del grupo.

"– Estamos bien, Kagome,"– dijo sonriente Rin.

"– Nada que un poco de descanso y hierbas medicinales no logre sanar con unos pocos de cuidados." –completó Sango.

Más tranquila, Kagome se dejó levantar, sus piernas estaban muy débiles por la batalla y no tenía fuerzas, la cargaron sobre Kirara y el grupo se dirigió hacia la aldea. Ella quería ver a Inuyasha, quería comprobar que estuviese bien. Durante el trayecto su preocupación se debatía entre el estado de sus amigos y su misterioso encuentro con la sacerdotisa Midoriko.

Al llegar a la aldea, la anciana Kaede estaba saliendo de su cabaña con semblante serio y lleno de preocupación.

"– ¿Qué ocurre, Venerable Kaede?" –dijo Sango mirando de refilón a Kagome; intentaba que la anciana no dijese nada que alterase a la joven. "– Será mejor que entremos y tratemos las heridas de todos, les contaré mientras tanto."

Kagome se preocupó al no ver salir a Inuyasha. Los rostros de sus amigos mostraban intranquilidad. No quería pensar en la posibilidad de…

"– Sigue vivo; ese inútil de Naraku no fue siquiera capaz de matarlo." –espetó Sesshomaru por primera vez tras la conclusión del combate. Sus palabras, aunque desprovistas de tacto y emoción, aliviaron el corazón de Kagome. Tras decir esto, se giró y comenzó a caminar alejándose de la cabaña.

"– ¡Rin! ¡Jaken! –dijo autoritario en tono desprovisto de emoción, como habitualmente. Y así, abandonaron la aldea.

Todos entraron en la cabaña, allí se encontraba él; tumbado en un futón estaba su adorado medio demonio. Seguía inconsciente. Miroku estaba a su lado, tapándolo en ese momento con una manta. A simple vista tenía casi todo su cuerpo vendado. Kagome contuvo un sollozo. Su querido Inuyasha estaba en tan mal estado que ni siquiera había despertado cuando habían pasado horas del combate. Una solitaria lágrima descendió por su mejilla.

Los menos heridos como Shippo y Kohaku ayudaban a sus amigos, limpiando sus heridas y aplicando emplastos de hierbas curativas en ellas para favorecer su curación. La anciana Kaede les iba dando las instrucciones. Algunos aldeanos habían acudido con mantas y ropa para que pudiesen estar algo más cómodos. De esta manera agradecían su ayuda ante la amenaza de Naraku.

Kagome miraba de soslayo a Inuyasha que seguía recostado en el futón de la cabaña de Kaede. No podía evitar preocuparse por él, no era normal que no hubiese despertado. Eso sólo podía significar que estaba realmente peor de lo que parecía. La anciana Kaede la observaba y dando un largo suspiro se acercó a ella.

"– Kagome, sé que estás inquieta pero ahora depende de Inuyasha el despertar." –dijo preocupada tomando la mano de la muchacha. El calor de sus manos era reconfortante, la quería como un miembro de su propia familia. Respondió agradecida sus palabras con una cálida sonrisa. "– ¿Quieres quedarte cuidándole esta noche, Kagome? Hay más heridos que tratar y tú eres la que más ha estado al tanto de él en estas situaciones y estás familiarizada." Kagome con rostro preocupado simplemente asintió. Las heridas que ella tenía eran simples arañazos y rasguños, aparte del cansancio, mientras que sus amigos tenían heridas mas graves. Los habían acomodado en otras cabañas que todavía quedaban en pie para que estuviesen más cómodos.

Kagome a pesar del cansancio decidió quedarse velando al medio demonio, no quería apartarse de su lado. Lo sentía extraño, como si no fuese realmente su Inuyasha, apenas percibía su Youki[1] y aun no siendo luna nueva, lo sentía más humano que demonio. Al morir Magatsuhi había recuperado su poder Sagrado y sus habilidades se habían incrementado, pero no comprendía como podía sentir eso ahora. Había creído que al morir definitivamente Kikyo esa parte de su alma regresase al ella, pues al ser su reencarnación en ella debería completarse, pero no fue así.

Le habían dejado unos alimentos para ellos y agua por si despertaba. Se cubrió con una manta y se sentó a su lado, mientras comía algo. Inuyasha respiraba con cierta normalidad pero era más rápido de lo habitual. Kagome tocó su frente con el dorso de la mano y notó algo de temperatura.

"– Tienes algo de fiebre." –murmuró a la vez que tomaba un trozo de tela y lo humedecía para refrescarle el rostro. Pasaban las horas e Inuyasha no despertaba. Ella cada cierto tiempo lo iba refrescando; por fortuna la fiebre no había progresado, pero ella seguía preocupada. "– Por favor, Inuyasha, no me dejes sola." Y diciendo esto, se inclinó sobre él y le dio un suave beso en la frente mientras una lágrima recorría su mejilla. "–Vuelve conmigo, Inuyasha, despierta." –susurró levemente ruborizada. Y como por arte de magia, Inuyasha se movió levemente abriendo los ojos.

"– ¿Kago…me?" –dijo con un leve hilo de voz mientras trataba de abrir los ojos. Ella se acercó a su rostro mientras tomaba su mano con cuidado de no hacerle daño.

"– Estoy aquí, Inuyasha, estoy a tu lado." –susurró llorando emocionada al verlo despertar. Él la miraba, sus ojos dorados no se apartaban de ella. "– ¡Oh, Inuyasha!, estaba tan preocupada, creí… que te estaba perdiendo." –Tras esto acercó su mano a su boca, la besó con ternura y la sujetó contra su pecho, mirándolo con cariño. Inuyasha todavía algo confuso sentía en su mano el latir apresurado del corazón de la chica. Sonrió levemente; en su sueño no dejaba de pensar en ella, en lo preocupado que estaba por protegerla, por mantenerla con vida. Se había jurado tras la muerte de Kikyo que no volvería a perder a nadie importante en su vida; los protegería, a Kagome por encima de todo y de todos, era la razón de su existencia, quien le aceptaba como era, mitad demonio y mitad humano, quien le trató como un igual, quien no le pidió ser otro o abandonar una parte de sí mismo para acercarse a él.

"– Ka… gome, ¿estás… bien?" –consiguió decir levemente, intentando ocultar su malestar.

"– Sí, Inuyasha… yo estoy bien… gracias a ti, tú… me protegiste… –dijo conteniendo el llanto al recordar cómo habían sucedido los acontecimientos que lo habían dejado en ese estado– pero yo… no quiero esto… ¡no así!".

Inuyasha se asustó. ¿Ella trataba de decir que ya no quería su protección? Él arriesgaba su vida por ella y ahora no quería su protección. La miró confundido.

"– Inuyasha –dijo susurrando Kagome con lágrimas en los ojos– ¿de qué sirve que me protejas si te pierdo por hacerlo? Yo… no quiero que mueras… yo… ¡te quiero demasiado como para permitir que…!" –y no pudo continuar, el dolor de casi haberlo perdido la embargó totalmente, se sintió terriblemente desesperada pues en su inutilidad casi había conseguido que lo mataran… otra vez. Cubrió sus ojos con la mano que tenía libre para contener las lágrimas y ocultar sus ojos.

Inuyasha la miraba atónito. ¿Qué lo quería… a él? ¿Un Hanyô[2]? Sabía de su afecto, pero nada más, ella no tenía más que sentimientos de amistad por él. Ella estaba preocupada y se daba cuenta; había sido tan temerario que había descuidado su propia seguridad por protegerla, pero si moría no se habría arrepentido pues su inútil vida habría servido para mantenerla a ella a salvo. Sólo se arrepentiría por no poder volver a estar a su lado, oler su aroma, ver su cálida sonrisa, sentir su roce cuando le curaba una herida o incluso cuando le gritaba osuwari[3]. Ella se había vuelto tan necesaria como respirar y no podría vivir en un mundo en que ella no estuviese.

Quiso incorporarse pero le dolía mucho el cuerpo y se sentía débil.

"– Kagome, –susurró soltando su mano de la de ella– ven aquí." Ella cubría ahora con sus manos el rostro para ahogar el sonido de su llanto, las bajó y vio a Inuyasha con una cálida sonrisa que en muy pocas ocasiones había visto y con los brazos temblorosos extendidos hacia ella. Él quería abrazarla. Ella dudó debido a su estado pero se moría de ganas de estar así con él. Poco a poco se fue recostando a su lado, él la rodeó con sus brazos tiernamente, sabía el sufrimiento por el que ella estaba pasando, era el mismo que el suyo; y no quería que perdiese a nadie importante para ella.

Inuyasha la consolaba, mientras el llanto de Kagome se iba apagando. Él la acariciaba lentamente la cabeza, deslizando sus garras con cuidado por su pelo; estaba disfrutando de tenerla tan cerca, su aroma lo envolvía y el calor de su cuerpo lo reconfortaba. Sus brazos la rodeaban cariñosamente. Kagome se sentía en el cielo, nunca imaginó que Inuyasha pudiese ser alguna vez tan tierno con ella.

"– Inuyasha, deberías intentar dormir, – dijo en voz baja– sufriste más que nadie en la batalla y debes recuperar fuerzas." El detuvo sus caricias.

"– ¡Keh! Calla Kagome, déjame disfrutar de esto un poco más." –dijo débilmente con tono de fastidio y reanudó sus caricias, esta vez bajando por su cuello y la parte que alcanzaba de su espalda. Kagome se sorprendió, ¿él estaba disfrutando de acariciarla… a ella? Un leve rubor acudió a su rostro, ¿sería posible que Inuyasha… sintiese algo parecido por ella? Un escalofrío recorrió su cuerpo sólo del mero pensamiento de que así fuese. Inuyasha lo sintió.

"– ¿Tienes frio? –preguntó él con cierta preocupación– metete bajo la manta, nos daremos calor." No fue consciente de lo que dijo hasta que vio el rostro de Kagome totalmente ruborizado. Ella había levantado su cabeza del apoyo que tenía sobre su hombro y ahora se sentía avergonzado pero no quería que ella se separase de él.

"– Quiero decir que… así no pasarás frío… y… estarás más cómoda. ¡Sólo eso!... además la noche es fría y te podrías enfermar. –dijo atropelladamente, sin saber cómo salir del paso. Se sentía avergonzado por sus palabras pero realmente quería seguir sintiendo la calidez del cuerpo de Kagome – y así me puedes bajar la fiebre en caso de que suba." El recordó que su madre en una ocasión le bajo la fiebre con el propio calor de su cuerpo. Kagome lo miraba insegura, y tras pensarlo unos instantes se quitó la manta que cubría sus hombros, la colocó sobre la que cubría el futón de Inuyasha y levantando un extremo se metió dentro con él. Estaba muy avergonzada, tanto como él. Una vez dentro se giró hacia Inuyasha que sonrojado le abría sus brazos para abrazarla nuevamente, ella se acercó y pego su cuerpo al suyo. Un escalofrío recorrió el cuerpo de ambos, estaban nerviosos por esa repentina situación de intimidad que había comenzado tan inocentemente. Inuyasha se sentía extraño, nervioso, ansioso, no sabía por qué, aquel escalofrío había terminado en una parte de su anatomía que en este momento parecía haber despertado.

De pronto recordó… la batalla, el motivo por el cual él se encontraba en ese estado.

"– Kagome, ¿y la batalla? ¿Naraku escapó?" –dijo visiblemente preocupado. Ella alzó la cabeza y lo miró preocupada pero negó con la cabeza.

"– No, Inuyasha, lo logramos, Naraku se ha ido. Todo ha terminado." –dijo ella dejando caer una lagrima de alivio por su mejilla. Él acaricio su mejilla arrastrando la lágrima con su mano, dejando nuevamente caer su cabeza contra el futón.

"– ¿Puedo… continuar… Kagome?" –dijo nervioso respirando con dificultad mirándola en el mismo estado que él, pues aparte de sentirlo, podía oír su corazón latir acelerado y sus respiraciones rápidas. Ella sólo asintió. Él comenzó a deslizar sus manos con suavidad por el cuello de Kagome y la parte alta de su espalda, aun a través de la ropa percibía la calidez de su cuerpo. El olor de Kagome que antes sólo le llegaba, ahora le rodeaba completamente de manera más intensa, se sentía en la gloria. Sentir el pequeño cuerpo de Kagome a su lado, por su propia voluntad. Sentía su respiración levemente acelerada sobre él. La acariciaba con ternura, suavemente. Todo lo que sus garras le permitían.

"– Mmmm… –dijo Kagome– ¡es agradable, Inuyasha,… no sabía que podías ser tan tierno!" Él se sonrió, esa era la confirmación de que él le estaba agradando a Kagome, que la estaba consolando como ella tantas veces lo había hecho con él. Sin darse cuenta, su mano bajó hasta la cintura de la muchacha sin percibir que la camisa de su uniforme se había doblado y al volver a subir por su espalda hacia la cabeza la arrastró y le acarició directamente su piel desnuda. Ella se sobresaltó e Inuyasha se sintió a morir, esa sería su sentencia de muerte, ahora le daría 100 osuwaris seguidos y sí moriría.

"– Kagome, yo… lo siento… perdónam…" –dijo retirando rápidamente su mano.

Pero ella le susurró: "–No pasa nada, Inuyasha,… sigue… no me molesta." Él estaba extrañado, ella le dejaba tocarla, le parecía un sueño. Volvió a poner la mano en el mismo sitio y la deslizó por su tibia piel. Una corriente recorrió su cuerpo consiguiendo que su miembro pulsara. '¡Maldita sea!' pensaba, 'ahora no es el momento, ¡no! Kagome me matará sin duda si se da cuenta.' Se sentía avergonzado, su cuerpo reaccionaba en el momento más inoportuno, ahora no era momento para eso, quería ser tierno con ella, se lo merecía por lo mal que lo había pasado.

"– Inuyasha –dijo ella; 'ahora me matará', pensó Inuyasha resignado a ser sentado dolorosamente– ¿puedo… hacerlo yo también?" Él se quedó paralizado. ¿Quería tocarle? No por estar curándolo, si no por… ¿Por qué querría ella tocarle? ¿Acaso tendría alguna oportunidad de que ella lo mirase como algo que no fuese un sucio Hanyô? No, eso no podría ser. Pero Kagome no lo despreciaba, ella lo trataba bien, como a un igual. Ella quería corresponder a sus caricias, sólo eso, y él se lo permitiría más que encantado por recibir esa muestra de afecto de vuelta.

"– Cla…claro, Kagome." – musitó él sintiendo como ella comenzaba suavemente a deslizar su mano por su pecho. No se lo esperaba y un suave gemido salió de sus labios. '¿qué había sido eso?' Se sintió más avergonzado si cabe, ella había detenido su mano al escucharle. 'Se habrá sentido ofendida' pensó avergonzado para sus adentros. Pero al cabo de unos instantes, ella continuó deslizando su mano por el torso del Hanyô. El toque de Kagome era tan diferente a cuando le curaba; normalmente lo sentía maternal y protector, pero en esta ocasión su cuerpo estaba más receptivo y cada uno de los roces de Kagome le producían sensaciones tan placenteras que se olvidó por un instante dónde y cómo se encontraban y ronroneó suavemente apretando el cuerpo de Kagome contra el suyo un poco más.

"– ¿Te gusta, Inuyasha?" –susurró ella alzando su mirada hacia él. Inuyasha sintió que ella se había alzado un poco su cabeza y con los ojos entreabiertos la miró con dulzura, sonriéndole a la vez que asentía. Ella le devolvió la sonrisa y con la mano que no podía usar por estar de lado y él boca arriba, le acaricio el costado, haciendo que otra nueva corriente le recorriese el cuerpo haciendo que su miembro se levantase haciendo que la manta estuviese más abultada en esa zona. Inuyasha se dio cuenta abochornado y antes de que Kagome bajase la mirada al volverse a apoyar sobre su hombro, él hizo un gran esfuerzo para girarse y la abrazo de frente, haciendo que estuviesen casi cara a cara. Le costó un mundo moverse. Ella se sonrojó furiosamente, no entendía que había pasado pero no le detendría si lo que su amado Inuyasha quería era abrazarla de esa manera o algo más. Mucho tiempo se había tenido que contener por las circunstancias pero estando tan cerca el momento en que debería irse, no desaprovecharía este momento.

Su cabeza estaba a la altura del cuello del muchacho, podía ver claramente como la respiración de Inuyasha era acelerada, la temperatura de su piel era alta pero no debido a la fiebre. En su nueva posición podía usar sus dos manos para acariciarle y así lo hizo. Comenzó deslizando sus manos suavemente por el pecho del Hanyô por las zonas que no estaban heridas, con mucha suavidad y delicadeza. Inuyasha encontraba deliciosa esa sensación, Kagome siempre le tocaba tan sutilmente que lo dejaba totalmente a su merced, en ese estado ella podría hacer lo que quisiese con él. Estaba disfrutando tanto de cada roce que cuando Kagome rozó uno de sus pezones, él gimió sin poder controlarlo.

"– ¡Aah! Kago…me…" –ella se sorprendió pues no era la voz de Inuyasha, él había jadeado de… ¿placer? Inuyasha estaba tan perdido en las sensaciones que no se había dado cuenta que su gemido había sido escuchado perfectamente por Kagome. Ella ya no pudo aguantar más y siguió acariciando el cuerpo de Inuyasha, quería volver a oírle ese maravilloso sonido que acababa de escuchar.

Ella deslizó sus dedos nuevamente por el pecho de Inuyasha, iba recorriendo lentamente todo su torso con dedicación, sin dejar ni un centímetro de su piel sin recorrer, su respiración era rápida y sentía como su corazón estaba bastante acelerado. Inuyasha contenía suspiros y gemidos mordiendo su labio inferior. Kagome acercó su rostro al cuello de Inuyasha y con sus labios capturó un poco de piel succionándola. Él no pudo contener un gemido más fuerte a la vez que una descarga le recorrió el cuerpo terminando de despertar de un golpe su miembro.

"– Kago… me, ¿qué…? –gimió anhelante ante esa oleada de placer inesperado que había experimentado. – eso… mi cuerpo… ¡Aaaahh!". Inuyasha no podía articular palabra, lo que Kagome había hecho le había excitado y no era él mismo en ese momento, no podía decir que su mitad demonio estuviese despierta, no. Lo había sentido más como humano. No podía ni sabía cómo reaccionar, su cuerpo no le respondía, era como si su Youki le hubiese abandonado y sus sentidos adormecido. Pero percibía aunque sólo fuese levemente un nuevo olor que solo había percibido en hombres como Miroku cuando miraba a Sango… era el olor del deseo. No podía ser cierto, ¿Kagome lo deseaba… a él? No podía ser cierto… eso significaba… que tal vez… él y Kagome…

Kagome esperaba que él actuase de alguna manera; pensaba que si él la dejaba continuar era porque también lo quería, pero que haría algo, no que se quedaría estático; pero que si por el contrario no lo deseaba la apartaría de su lado. Pero él no hacía nada. Se sentía dolida; deseaba estar con Inuyasha pero no así, no abusando de alguien que no podía o no quería reaccionar a sus caricias.

"– Inuyasha… –susurró suavemente Kagome– hace tanto tiempo que quería… estar así contigo, pero no puedo… no quiero obligarte a hacer algo que sólo yo deseo." Ella comenzó a sollozar mientras separaba sus manos de él. Inuyasha aunque débil consiguió abrazarla y la atrajo como pudo contra su cuerpo sin importarle que ella notase el estado de excitación en el que se encontraba por sus caricias.

"– Kagome… tú… no te imaginas cuanto te deseo… –dijo ruborizado haciendo que ella lo mirase, alzando su barbilla con la mano– pero… mi cuerpo no me responde como yo quisiera… apenas consigo ordenarle que te sujete contra mí." Ella comprendió por dos motivos; él realmente se encontraba sin fuerzas, la ausencia de Youki que había percibido era real, y el otro motivo se estaba presionado latiendo contra su abdomen, duro y ardiente, deseando librarse de las barreras que los separaban para hundirse en ella... Él acercó su mano temblorosa al rostro de la joven, que feliz por sus palabras le obsequió con una amorosa sonrisa mientras una solitaria lágrima resbalaba por su rostro.

"– Inuyasha."– susurró tiernamente a su Hanyô.

"– Kagome… mi Kagome." –dijo él en voz baja mientras acariciaba su rostro. Su mirada destilaba ese amor que ocultaba a la chica, sus ojos le hablaban con ternura mientras ella se perdía en el cálido dorado de sus iris. Bajó su mirada hasta sus bellos labios. Adoraba esa pequeña parte de su cuerpo; con tan poca cosa podía elevarlo al cielo con una sonrisa o una palabra amable como hundirlo en la tierra con un osuwari. Los miraba deseoso por un instante para después retornar a sus preciosos ojos color chocolate y ver que ella observaba los suyos… Era adicto a toda ella… a sus mejillas sonrojadas cuando se acercaban mucho y al acelerado latir de su corazón… ella deseaba un beso tanto como él… ninguno de los dos dijo nada… únicamente se miraban en silencio diciendo sin palabras lo que sentían… Quería darle aunque fuese una mínima respuesta a la declaración de la chica. Armándose de valor y recopilando todas las fuerzas que pudo, fue descendiendo, acercando su rostro a ella para besarla. Kagome lentamente alzó su rostro para acortar la distancia entre ellos. Sus alientos se mezclaron a escasa distancia el uno del otro y con sus ojos casi cerrados, unieron sus bocas en un perfecto movimiento que los fusionó. Sus labios encajaban perfectamente, ambos temblaban pero su temperatura era la que debía ser. Fue un beso muy tierno al principio, sus alientos unidos les invitaban a seguir… tímidamente ella lamió el labio de Inuyasha que gimiendo la apretó más contra él, insuflándole más pasión y profundizando su beso. Él acercó su lengua a la de Kagome comenzando un baile en sus bocas que los encendió más. La pasión los estaba dominando, se estaban dejando llevar por el deseo silencioso que durante tanto tiempo habían reprimido. Tras esos instantes en los que la pasión les dominaba se separaron, jadeando. Sus rostros estaban completamente rojos, sus labios levemente inflamados por el ímpetu de sus besos. Se miraron mientras sus respiraciones se iban relajando. Sus miradas destilaban ternura y felicidad, pero también cansancio.

"– ¿Descansamos?... Nos vendría bien… a ambos."– susurró ella tímidamente, aunque no tenía ninguna gana de parar.

"– Hasta mañana… mi Kagome. –dijo Inuyasha besando su frente, cerrando los ojos y abrazándola fuerte contra su cuerpo–… Quédate conmigo…"–dijo casi vencido por el sueño.

"– Sí…"– dijo ella sin pensar rodeándolo con sus brazos. Cerró los ojos se abandonó al sueño.


[1]Youki (o yoki): En japonés, significa energía demoniaca.

[2]Hanyô: Significa mitad demonio. 'Han' proviene de la palabra japonesa para la mitad, hanbun, y 'yo' deriva de la palabra Yōkai (demonio).

[3]Osuwari: Significa Siéntate, viene del verbo japonés suwaru: sentarse.