Los personajes son propiedad de Disney.
A ver... No tengo mucho que decir, en realidad. Tenía la idea de escribir sobre ellos hace tiempo, pero esto no era lo que tenía en mente. Es decir, esto se me ocurrió mientras veía por enésima vez "En en fin del mundo", la escena donde Davy Jones soltó una única lágrima. Y, bueno, no es como si haya recuperado la inspiración para agregar más cosas; igual lo visualizaba corto.
La mísera lágrima de Davy Jones
.
.
.
¿Por qué Davy Jones ha soltado esa ínfima y pequeña lágrima?
El capitán del Holandés Errante está sentado frente a su colosal órgano, y sus tentáculos tocan esa lúgubre y terrorífica melodía que retumba en las paredes de madera, la misma melodía que suena de su pequeño relicario musical. Y siempre esa melodía. Porque cuando Davy Jones se sienta y él mismo escucha lo que toca, está cada vez más débil, su cuerpo está cansado y melancólico y lo invade la tristeza de la que no se puede deshacer...
Davy Jones toma el relicario con sus tentáculos… Cada vez que lo toma y lo observa, se siente profundamente herido, se siente tan dolido y tan vacío… el mismo dolor como si su corazón aún latiera en su pecho, ese mismo sentimiento que hace tiempo lo enloqueció… Pero también el que hace mucho lo hizo tan feliz. Hace tiempo, hace tanto, tanto tiempo… Y en lo más hondo de sí está arrepentido, arrepentido de todo lo que hubiera pasado, de lo feliz que hubiera sido si tan sólo las cosas no se hubieran dado de esa manera…
Davy Jones la escucha, escucha esa melodía mientras contempla el relicario con profundo dolor… Porque al verlo, porque al escuchar la melodía, lo único que recuerda es cuánto amaba a Calipso. Sus ojos se humedecen… quizás porque sabe que su poderío está en extinción, porque sabe que el dominio del mar está en peligro, y sobre todo, porque sabe que todo eso alguna vez le perteneció a ella... Y él se lo arrebató, pero ahora parecía escaparse de sus manos. Como si todo hubiera sido en vano.
Entonces la lágrima resbala. Al sentirla por su viscosa piel, Davy alza un tentáculo y la toma justo cuando ésta yace en la cuenca de su ojo. Y Davy la mira atentamente, la pequeña gotita, y se sorprende: porque en esa ínfima lágrima, que pende de la punta de su tentáculo, está encerrada toda su tristeza, y todo su dolor.
Porque ella lo traicionó. Porque por ella está condenado a pasar una eternidad en el mar. Su corazón jamás le pertenecerá a Calipso: se lo arrancó por su culpa pero aun así él sigue sufriendo, y gracias a la maldita diosa —que hizo que se arrancara el corazón— ese objeto infernal está siendo usado en su propia contra, y la maldita marina británica quiere hacerse con lo que es suyo por derecho: el mar.
Davy enfurece irracionalmente, y aprieta el tentáculo con lo que la lágrima desaparece, dejando espacio a la ira. Sólo la ira. Sin corazón. Sin amor. Sin dolor. Calipso tiene que morir, sí, ella tiene que morir. Y él se va a encargar de eso, y de recuperar el mar para él solo. De nuevo.
