N/A: ¡Saludos! Aquí dejo uno de mis drabbles, el cual espero que les guste. Toda opinión será humildemente aceptada3
MUCHACHO ASUSTADO
Los jadeos de Kuroko Tetsuya eran cada vez menos audibles. Era un muchacho silencioso, el peliceleste. Siempre tranquilo, siempre manso. Casi nada lo desestabilizaba. Akashi Seijuurou era la única excepción, por supuesto.
Era extraño, Akashi. Había ingresado a la vida de Kuroko como el salvador de sus días, como aquel que le daría solución a sus problemas. Había sido él quien le otorgó su estilo de juego. Kuroko siempre le estaría agradecido por eso. Lo había admirado. Algunas veces, incluso, le había considerado superior. Era el líder de la Generación de los Milagros. Era casi un dios.
Pero Akashi no era Dios.
Y eso Kuroko lo descubrió el día que se dio cuenta de que la necesidad de control de su compañero había llevado a todos a ser algo absolutamente irreconocible, el día que los sueños de Ogiwara fueron pisoteados. El día que la promesa que él había ayudado a construir con su mejor amigo fue hecha pedazos. Akashi no era Dios, porque Dios sabía amar.
Y Akashi no.
No obstante, aun así, le había dolido. El hecho de que su objeto de admiración (y, secretamente, amor) hiciera eso había abierto una herida en el pecho del peliceleste. Una herida que empezó a curarse cuando vio a Akashi perdido, cuando Seirin venció a Rakuzan.
Luego de eso Akashi había empezado a ser el de antes de que todo aquello iniciara, aquel del que Kuroko se había enamorado sin darse cuenta, el salvador. Había vuelto a tratarle a él y a los demás miembros de la Generación de los Milagros como a sus amigos. Y era… maravilloso. Era fantástico. Era… Era…
Era demasiado bueno para ser verdad.
Así que el día que Akashi le dio un beso y le arropó con caricias, para luego irse y dejarle solo, se dijo que no debería estar sorprendido por aquella acción. Sin embargo, dolía. Sin embargo, las lágrimas caían. Akashi creía que lo sabía todo, pero eso mismo demostraba que no sabía nada. Solo era un muchacho asustado, que no sabía lidiar con las emociones propias y mucho menos las ajenas. Un muchacho que se escondía tras el poder y la dominancia para que el mundo no viera sus carencias. Kuroko sabía todo eso, había llegado a comprenderlo.
No obstante, ¿por qué seguía doliendo?
Kuroko se vio la cara en el espejo del baño, enjugándose las lágrimas e intentando regular su respiración. Se lavó las manos y el rostro, obligándose a tragar saliva. Él sabía que Akashi jamás estaría a la altura de ninguna deidad, que era un simple muchacho. Un simple muchacho asustado.
—Ah, aquí estabas, Tetsuya —apareció el pelirrojo en la puerta del baño, frunciendo el ceño al verle la cara a Kuroko—. ¿Qué te sucede? ¿Sucedió algo malo?
Su voz era muy suave, gentil como la de nadie más.
Kuroko intentó esbozar una sonrisa.
—Nada, Akashi-kun.
Y hacer como si nada pasara, como si nada hubiese sucedido entre ellos.
Akashi sonrió con infinito afecto, con una calidez que alcanzó sus ojos bicolores, y le tendió una mano.
Kuroko la quedó mirando, antes de aceptarla. Era débil, siempre volvía a caer, siempre volvía a creer, siempre volvía a amar. Era un simple ser humano. Tal como Akashi, él también era un simple muchacho. Un simple muchacho asustado.
F I N
23/11/15
