DEL AMOR AL RECUERDO
I
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He pasado la tarde en un café… de pronto mi alrededor se ha complicado con el peso de las cosas del día a día a las que no se les presta atención y tienen el efecto de una bola de nieve que crece hasta proporciones insospechadas y letales. Se le advierte hasta que esta encima de ti a manera de avalancha… Soy muy dramático… no estoy en medio de una avalancha… esa ya paso… hoy estoy en inercia, estancado… suspendido entre recuerdos… ahogado en sentimientos que aún no sé si en verdad llegaron a ser…
Isabella me ha invitado a este lugar… ella es una mujer hermosa, de mirada y movimientos felinos… ¡no podría despreciarla! Ni desairar su deseo de tomar cappuccino cortado o café veneciano… el lugar es tranquilo, exclusivo… pero me incomoda, espero disimularlo bien, ella me gusta… debo ser sigiloso como el gato que caza al ratón y no espantarla… Se ha levantado al baño ahora… y me ha dejado solo con los recuerdos… Allá al fondo, hay un cuadro de la plaza de San Marcos… y otra del puente, en Venecia…
Ahí pase maravillosos momentos… tan maravillosos que ahora duele el hecho que sean recuerdos… el no poder rescatarlos y revivirlos… Todo lo que allá viví jamás podría borrarlo de mi memoria. Se había quedado en mí, tatuado de una forma que aún no sé cómo manejar.
Hace tiempo hice un viaje por Italia, que a pesar del paso de la guerra, resurgía con bríos. Era el primer viaje que realizaría solo, sin Eliza, ni nadie más que interfiriera en mis decisiones o entretenimientos. Me vi libre de hacer cuanto yo quisiera sin las presiones de mi hermana de asistir a los lugares concurridos por los mejores partidos, o los deseos de mis padres de visitar museos… estaba yo solo, presto a recorrer sin freno los lugares que deseara, lejos de los lentes de periodistas de sociales, del control moral de tía abuela, o las miradas de reproche de Archie o Albert… Era yo y nada más…
Cada que recuerdo mis expectativas iniciales en ese viaje y las comparo con lo que realmente fue, me sorprendo sin remedio… Quién diría que iba a suceder lo que paso, que me encontraría con alguien como ella y que allá a kilómetros de distancia del lugar y el momento en que decidí enterrar los humillantes recuerdos de un amor despreciado, este resurgiría… impulsado por alguien más…
Nunca sabré a bien que vio ella en mi, nunca sabré que esperaba a ciencia cierta… le di lo que se fue ganando y me sorprendí al hacer balance que había sido más de lo que cualquier otra persona había tenido de mi…
Isabella está de regreso… creo que debo abandonar el juego del gato y el ratón… las últimas dos vez terminé cazado de la peor forma… la primera fue la que me arrastró a mi viaje…
La segunda es la que arrastra mi memoria y desgarra aún mi corazón…
.~*~.
La primera es Candy…
Me intrigaba… me irritaba… hacía que una descarga de ácido invadiera mis entrañas al verla, al saberla, al sentirla… Primero fue miedo… que cambió a despreció… que cambió a venganza… que viró en atracción… y ya no fue ácido, sino sangre la que movía mi humor… y se convirtió en deseo… que hoy no defino si se ha borrado por completo… Que todavía dudo que haya sido amor… aunque lo parecía… Reaccioné de la única forma que en ese entonces sabía, con las ganas de poseer, de arrebatar, sin importar más que mis deseos… Y todo aquello culminó en la triste historia de Albert Ardley mostrándose al mundo y defendiendo a capa y espada a su querida protegida, hija adoptiva y hasta hora única heredera…
Fueron épocas difíciles en las que afrontar la derrota fue sumamente crudo, máxime cuando ella para desgracia formaba parte de mi familia y tenía que seguirla viendo, viendo y apreciando como a cada día, aquella especial atracción crecía desenfrenadamente… Y ella por su parte, estaba ahí, sonriente, feliz, segura y resguardada entre Archie y Albert, exhibiéndoseme en cada reunión familiar y gritándome calladamente que jamás podría siquiera acercarme un poco…
En eso días comprobé aquello que Eliza siempre dijo y yo jamás creí del todo, aún cuando siempre secundaba a mi hermana… Candy era cruel, sumamente cruel y era como una especie de maldición que se extendía a aquellos que posaban sus ojos en ella…
Ella vivía feliz sin darse cuenta que el idiota de Archibald continuaba soñando despierto con ella, calcinándose en deseo igual que yo y además cargando con la responsabilidad de mantener feliz a su insulsa noviecita… No se percataba de cómo Albert comenzaba a verla con ojos muy diferentes a los de un hermano… y no se enteraba -o no quería hacerlo- del infierno que en vida estaba atravesando el desdeñable bastardo de Granchester, hundido en alcohol, depresión y ahogándose en un compromiso forzado…
En ese tiempo, yo estaba seguro que a ellos los seguía viendo como amigos, y no era tan malévola para percatarse de los sentimientos a su alrededor, mientras que conmigo, abiertamente disfrutaba torturándome y haciéndome quedar ante todo Chicago como el gran imbécil que se había enamorado de la enfermera convertida en heredera y esta sin más lo había despreciado de la peor forma…
Me hundí en egoísmo y amargura, era incapaz de ver más allá de lo que yo sentía… en las noches soñaba con ella escapando de mis brazos y regodeándose en mi humillación, exhibiéndome ante todos como el estúpido señorito que se había atrevido a soñar, como el cazador que resultaba cazado de la manera más insulsa… En esos sueños la veía como en sus tiempos de moza en mi casa, y esa indumentaria sencilla y su posición, inevitablemente agravaban mi pérdida… solía despertar fúrico, histérico, rompiendo las cosas a mi alrededor y alguna que otra vez golpee a algún sirviente en mi arranque de rabia… Luego la rabia se apagaba y quedaba yo sólo, libre para ahogarme en el dolor, en la frustración, en el resentimiento que sentía contra ella…
El pecho me dolía intensamente y aunque las lágrimas escapaban de mis ojos, el dolor se sentía instalado tan profundo, tan adentro y se adivinaba como un monstruo gigantesco que me aplastaría sin compasión… Duré así varias semanas, mi vida pública seguía, mi hermana organizaba tantos eventos podía y me presentaba cuantas amigas tenia a la mano… no sé a cuántas de ellas lastime igual o peor de lo que me habían lastimado a mi… No lo sé, las mujeres son diferentes, ellas de antemano saben cuando no son queridas y apreciadas al grado que esperan, y con ninguna de las chicas con las que me involucre puedo decir que me haya comportado romántico o galante… necesitaba su calor, su cuerpo, su cariño, su entrega, su docilidad, necesitaba perderme entre el esfuerzo de mi cuerpo por calmar mis ansias frustradas y en ese momento olvidar todo… La vida pudo haberme dado un fuerte revés en aquellos tiempos… si alguna hubiese engendrado, estoy seguro que me hubiese comportado como todo un cobarde, huyendo y negando mi responsabilidad en el asunto…
Fue mi padre quien entonces se encargo de poner fin a mi ola de perdición y autodestrucción… no faltaron líos legales, amenazas de parte de socios del club hípico o de alguno de los bares donde a veces terminaba destruyendo cosas… no faltó que las insinuaciones del Sr. Simmons, respecto a un compromiso entre su hija y yo alarmaran a mi padre… Fue muy franco… si quería derrochar mi vida y hacer de ella una porquería podría hacerlo y demostrar ante todos que Candy tenía razón al haberme despreciado como a una escoria… si quería terminar en las rejas por no medir mis acciones, él no movería un dedo para librarme de las consecuencias, así mi madre se deshiciera en llantos suplicantes…
Me regaló el gran tour por Europa, bajo la consigna de que aquello sería si un viaje de descanso y esparcimiento, pero también de aprendizaje profundo…
Yo solo esperaba gozar, olvidar, perderme, desconectarme de América, de mi familia, del dolor que llevaba dentro de mí… quería olvidar lo que es una pérdida, deseaba olvidar para siempre que un vez fui capaz de sentir y que aquello solo me llevo a sufrir y lamentarme… quise enterrar por siempre al Neal que deseó amar…
Todo fue diferente…
Lejos conocí el amor de verdad, descubrí el dolor infranqueable del adiós, descubrí la pérdida en su máxima expresión… y confirmé que podía llegar a amar a alguien que no fuera ella…
.~*~.
Isabella ha regresado del baño… la he visto. Es una mujer hermosa, no estaría a su lado si así no fuera. No es que sea el mismo de antes que se deja arrastrar por apariencias, no… es solo que ella no me gusta más allá del plano físico. ¡Como si alguna vez alguna mujer me hubiera gustado de otra manera!...
Mi boca se ha llenado de la amargura del expresso… del dolor del recuerdo… ¿Quieres saberlo?... Candy me gusto porque se volvió una mujer deslumbrante… increíble, etérea… proyecta una fuerza sensual tan inocente que me sigue intrigando si le doy espacio al recuerdo…
Ella… ella era diferente… era una mujer fuerte, tierna, honesta, sincera… era divertida… era intensa… Era maravillosa… ¡Ah! Tontos recuerdos… ahora entiendo tantas cosas… de la vida, de Candy…
No sé, de verdad, no sé si me enamoré de ella… yo quería pensar que si… y pienso que sí, cada vez que su recuerdo se clava como una espina… no sé si fue amor… pero es un recuerdo tan intenso, que me provoca al tiempo que llanto, el deseo de poder ser feliz…
Aquella reunión era un completo aburrimiento. Parte de su grupo de viaje había asistido y bajo la encomienda de ser un encuentro de americanos, alguna de las chicas lo había arrastrado literalmente al lugar. Los anfitriones eran una familia italiana con parientes en los Estados Unidos, estaban ahí varios chicos más o menos de su edad realizando justamente el gran tour, al igual que él. Sólo que él prefería siempre mantener distancia del grupo, y explorar por si mismo Europa. Le desconcertó cuando al llegar al muelle en España, el peso de la guerra podía aún mucho en las personas. Todos vivían apurados, pendientes de cambios en un mundo que a cada minuto variaba y se movía al ritmo de una amenaza constante de revivir la pasada pesadilla.
Las escenas no eran agradables, máxime cuando él no buscaba precisamente los lugares más sofisticados… se dejaba llevar por sus pies y su instinto hacía aquellos lugares en donde la hipocresía no reinara como de donde él venía. Era un absurdo, después de todo en Europa no lo conocía nadie, pero aún así, de ir a los lugares selectos, de seguro hubiera coincidido con algún compatriota que inevitablemente lo reconocería y de alguna manera revivirían los recuerdos de la humillación de la que huía.
Esa tarde todo fue diferente, Cathy Saint George le había hecho llegar la invitación desde muy temprano; pasó a su departamento y él saludó de manera fría, eso no fue suficiente para que ella resistiera la tentación de echar un vistazo al departamento donde vivía. Esa chica era de las americanas que viajaban en grupo con otras amigas, se la pasaban haciendo compras y tertulias, coqueteando escandalosamente a los europeos que conocían y preguntándole inevitablemente cada que lo veían por su hermana Eliza. Era bonita, pero demasiado pequeña para intentar algo con ella, además su familia era de las más conservadoras en Boston, mejor no intentar nada o ahí sí terminaría atrapado forzadamente.
Ella al fin se despidió, recordándole que su presencia era muy importante y se consideraría una falta de respeto el no asistir. Casi al salir le pedía comportarse adecuadamente… ¡Aquello era el colmo!... Lo convidaban forzadamente a un lugar que no deseaba y lo advertían como si fuera un delincuente al que tenían que controlar… Respiró profundo. Iría. Sin duda. Y se encargaría de hacer de esa velada una pesadilla para los demás.
CONTINUARÁ…
Laurie Miau
