Cupido no es lindo, es un ingobernable. Él hace, deshace, y te manipula a su antojo. Cupido tiene ojos únicos, hechos para encontrar posibilidades en medio de la absoluta neblina de lo desconocido.

Cupido ni siquiera es su verdadero nombre.

"¡Sólo una cosa!" El dios del fuego le reclama, agitando su espada hacia él. "Sólo una maldita cosa, Sherlock. Cuidar tus flechas. ¿Es que no puedes hacer nada bien?"

Cupido, con su cabellera de rizos negros como la noche y el arco entre sus manos, se mantiene en su lugar habitual en la esquina del salón. Un lugar de grandes pilares y arquitectura simple, sin nada más que un par de personas acusándole de lo que ha acabado de hacer.

Su hermano, el dios de la sabiduría, intercede por él. "Sólo es un juego, Greg. Sherlock tiene un centenar de ellas esperando por ser usadas."

Greg lo mira de nuevo, y baja la espada antes de que Mycroft continúe hablando.

"No me preocupa que no las pueda recuperar."

"¿Y entonces?"

"¿Qué pasa si alguien las encuentra y las usa?"

Sherlock juega con su arco, lo pasa por detrás de su espalda y luego hacia su otra mano mientras responde: "Se enamoran."

Greg se guarda la espada en la funda que cuelga al lado derecho de su cintura. De todos ellos, es el que viste más raro. Mycroft se ha acostumbrado a traer trajes costosos desde que ocurrió esa cosa del capitalismo y todos dejaron de prestarles atención para creer en la ciencia, la genética y esas cosas que suplantaron su religión. De alguna forma, bajar al mundo de los mortales le hace sentir como en casa. Puede pasarse horas en aquel club donde nadie habla, o en ese departamento que tiene en el centro de Londres. Sherlock, Sally, Molly; y los demás en realidad, han seguido su ejemplo al acostumbrarse a estar debajo. Incluso algunos tienen trabajos. Suelen venir aquí a contar sus experiencias y a burlarse de la gente, pero la mayoría de las veces (y siempre que Sherlock es culpable de algo), Cupido siente la necesidad de llevar a Greg al Museo de Historia Natural, con su traje de guerrero y todo eso, y obligarlo a dar un tour a los chicos que están en medio de una excursión escolar.

"¡Son mortales! Nunca uno de ellos ha tocado algo así. ¿Qué te hace pensar que no habrá consecuencias al respecto?"

Sherlock se mantiene concentrado en el juego, hasta que un descuido le hace tirar el arco. Un sonido metálico hace eco por todo el salón vacío.

"¡Bien!" dice, y rueda los ojos mientras toma de regreso su juguete y camina con decisión hacia la puerta. "Te traeré esas flechas de regreso, y nadie más tendrá que preocuparse."