Disclaimer. Excepto las ideas surrealistas que surgen de mi mente afectada por el exceso de trabajo, los personajes y demás pertenecen a la hipermillonaria J. K. Rowlin. Por desgracia, hago esto sin ningún ánimo de lucro. Ya veis qué desperdicio de talento xD
En fin. Aquí estoy de nuevo, después de tanto tiempo. Esta idea se me ocurrió hace unos días, entre examen y examen. Ya se sabe que cuanto menos tiempo tienes para dedicar a tus cosas, más ideas se te ocurren. Y entre libro y libro se me fueron ocurriendo una serie de viñetas que no sabía en qué historia incluír. Así que, como ahora está tan de moda esto de los drabbles, pues las iré subiendo por aquí. Aunque tengo varias escenas en mente, se acepta cualquier tipo de sugerencias, ya que, a veces, mi imaginación también se oxida. O mi musa se va de vacaciones. O algo por el estilo.
Por cierto, digiero y aprovecho las críticas, así que son de agradecer.
Sin más, espero que os gusten mis desvaríos.
Maternidad
No era natural. Joder. No era natural y Sirius lo sabía perfectamente. Aquello que le revoloteaba por el estómago dando tumbos, aquello que le hacía hervir la sangre, aquella sensación que se deslizaba entre sus sábanas en las noches de soledad no estaba bien. No tenía que estar pasando. Era como el incesto. Era peor que el incesto. Era sacrílego, era inmoral era… nauseabundo. Sí, eso era. Se daba náuseas a sí mismo.
Se removió ligeramente en el sofá, incómodo. Sabía que no merecía pisar aquella casa, era perfectamente consciente de que estaba traicionando la confianza de la persona que más le importaba en el mundo. No era digno de manchar la pureza inmaculada de aquel hogar con su negra conciencia y sus impulsos viscerales.
Intentaba –estúpidamente- concentrarse en la complicada puntilla blanca del cojín que tenía enfrente. Aquella absurda puntilla blanca. Se levantó y dio un par de pasos con nerviosismo, sin apartar la mirada del cojín. Incluso la puntilla parecía hablarle. Tenía un aspecto tan… ¿maternal? No podía evitarlo. Maternal. Aquella idea le golpeó con fiereza hasta casi dejarle sin sentido, pero no por ello apartó la vista de la puntilla. Cerrando los sentidos a la breve despedida que estaba teniendo lugar a su derecha. Puntilla. Puntilla. Puntilla. Puntilla. Y siguió mirándola hasta que Lily Evans se sentó frente a él, observándolo con desconcierto. Maternal. Tan maternal como unos patucos de bebé. Maternal como la suave tripa hinchada de Lily.
—¿Sirius?—preguntó ella, insegura—. ¿Te encuentras bien?
Maternal. Puntilla. Maternal.
Balbuceó algo incomprensible.
Maternal.
James se acababa de marchar.
Maternal.
Lily frunció el ceño con preocupación.
Maternal.
Se levantó haciendo un esfuerzo para que no la desequilibrara el peso de su carga.
Tan maternal.
Finalmente, fue capaz de apartar la vista de la puntilla. Aquella maternal puntilla. Y maldita la hora en que lo hizo porque, automáticamente, sus ojos se fijaron en su vientre abultado. Sintió que, si fuese todavía un adolescente, su rostro se habría encendido inevitablemente. Pero no lo era y no se sonrojó y, sin embargo, no podía dejar de observar obsesivamente aquel bulto. Habían dicho que se llamaría Harry. Continuó hipnotizado por aquella preñez evidente hasta que sintió como una mano pequeña guiaba la suya hasta ese regazo.
—Así que era eso.
Con la mano posada sobre el vientre cálido, se atrevió a despegar los ojos de él. Ella sonreía. Maternalmente. La cabeza le daba vueltas y vueltas. Sentía su propio corazón como un pozo de oscuridad. De traición. Se sentía terriblemente sucio. Maldito. No era capaz de coordinar. Traidor, le gritaba una vocecita en su mente, un pequeño resquicio de claridad, de cordura. Traidor. Y siguió gritando hasta que se ahogó en el calor de su cuerpo. Y cuando la voz se hubo callado, cuando la luz se hubo apagado, la oscuridad le invadió. Era como si le estuviesen pegando una paliza. Fue entonces cuando se inclinó. Y la besó. Sin apartar la mano de su tripa.
Ella no se movió. No se alejó, pero tampoco se acercó. No le devolvió el beso. Le dejó hacer, permitió que recorriese con avidez todos los rincones de su boca. Pareció temblar durante un instante, tal vez a punto de dejarse llevar por la pasión, pero Sirius pensó que lo había imaginado.
El bebé dio una patada.
Cuando se separó de Lily, la verdad le cayó como una losa en la conciencia. Traidor. Siempre había sido un traidor y siempre lo sería. Ni siquiera podía dejar de traicionar a la persona que más quería, a su mejor amigo. Traidor. Y Lily seguía en la misma posición, quieta. Ya no sonreía, pero tampoco parecía sorprendida o asustada. Y su mano todavía acariciaba su vientre. Lentamente, ella volvió a esbozar algo remotamente parecido a una sonrisa y negó con la cabeza. Y Sirius comprendió. Comprendió que ella tenía la calidez de James sosteniéndola al borde del precipicio, que se querían. Comprendió que no le dejaría repetirlo. Nunca. Comprendió que Lily jamás diría nada, que no lo apartaría de su familia, que podría ayudarles a criar a su hijo. Comprendió que aquello no era amor. Y, aunque la traición le remordía, comprendió que por fin podía volver a ser, simplemente, el gran amigo de James Potter.
Cuando James volvió, Sirius ya se había marchado. Lily le comentó que le había surgido un asunto urgente y que había tenido que irse. Y, abrazados, se sentaron en el sofá y se pusieron a hablar de patucos, de puntillas, de cunitas, de bebés. Aquella noche decidieron que Sirius sería el padrino de Harry.
Tenía otras muchas ideas, pero esta se me ocurrió ayer mientras me estudiaba cinco temas de gallego. Y la ansiedad era tan grande que no pude evitar ponerme a escribirla hoy en cuanto llegué a casa. Es una divagación sin sentido porque, para mí, esta pareja es absolutamente improbable. Ya veis que no se quieren. Y nunca lo harán. No creo posible que pueda existir nada entre ellos pero, precisamente, me apetecía escribir sobre algo inexistente. Y, por si os lo preguntabáis, sí; me rayé un poco con 'maternal', 'puntilla' y 'traidor'. ¿Qué queréis? Soy así.
Saludos.
