Bueno, pues aquí estoy con (voz cansina) oootra historia más de trío. Antes de nada, quiero agradeceros todos vuestros reviews, y lo digo muy en serio. Me costaría seguir escribiendo si no estuvierais ahí. Gracias a todas. Y no sólo a las que me escribís, sino también a las que no lo hacéis. A las que me habéis puesto a mi, o a mis historias entre vuestras favoritas. Muchas gracias por leerme. De verdad. Os adoro.

Bao, muchísimas gracias por tu review a mi otra historia. Me ha hecho muy feliz saber que mis historias te gustan lo suficiente como para escribirme cuando nunca lo haces. Gracias de verdad.

Ahora, (después de este momento de debilidad), volvamos a mi crueldad habitual.

Arthe, gracias por la historia jeje. ¿Quieres hacer otra apuesta? No sé, ya pensaré en algo. Me gustaría ganar mas historias jajaja.

Y esto es para las dos, Arthe y Saoran. ¿Os da pena Tadeo? Ohhh, vaya. Tsk, tsk. ¿Haré algo para remediarlo? Naaaa… O puede que sí. ¿Quién sabe? Ya os dije que Tadeo os iba a gustar. Os lo dije. Adoro a ese personaje. Lo adoro. Pero, ¿lo adoraré lo suficiente como para hacer que sea feliz? No sé, soy tan cruel…

Bueno, pues nada. Aquí va la siguiente historia. El principio es una introducción, como de costumbre, para refrescarnos un poco la memoria, y tal. Pero enseguida empezará la acción, no os preocupéis. Y si, antes de que lo preguntéis. En esta historia conoceréis a Andros. Se admiten regalitos para el bebé (sonrisilla inocente)

Prólogo. LEONARDO

"De acuerdo, Lisías. Lo tendremos todo preparado para cuando lleguéis. Y gracias por venir"

"¿Gracias? No me des las gracias. Sinceramente, Leonardo, ¿crees que hay algo en este planeta capaz de hacerme perder tamaño acontecimiento?", preguntó en tono ligero. "Aunque mi sangre no fuera un seguro de vida para vuestra mujer, te aseguro que no podrías evitar mi presencia. Y la de mis compañeras y hermanos", añadió con una sonrisa perceptible incluso a través de la línea telefónica.

Tras una breve carcajada, me despedí de nuestro aliado, agradeciéndole una vez más su ayuda. Por mucho que confiemos en los elfos, tanto mi hermano como yo pensamos que es mejor tener un plan alternativo. Y qué mejor seguro que la poderosa sangre de Lisías. Aunque es muy parco ofreciéndola, todos sabemos que haría cualquier cosa por Nadya, y por el milagro que lleva en su vientre. Se dejaría matar antes que renunciar a estar con ella en el momento crucial.

Miré a mi alrededor, paseando mi vista perezosamente por el salón de mi hogar, recreándome en cada objeto, en cada pequeño recuerdo de los últimos tiempos. Siempre supe que tarde o temprano tendría un lugar como este. Una mansión segura, un establecimiento permanente. Un techo bajo el que albergar a una familia, donde entrenar a jóvenes guerreros y descansar por fin de once largos siglos de luchas y soledad. Donde dejar atrás mi época de nómada, y disfrutar de mi merecida reputación. Pero si alguien me hubiera dicho hace poco más de un año de qué forma iba a conseguir mi objetivo largamente esperado, y cómo iban a desarrollarse los acontecimientos desde entonces, lo hubiera tachado de loco, o de imbécil. Me habría reído hasta hartarme, idiota de mí.

Y es que toda nuestra historia ha sido extraña y peculiar, ya desde la providencial reunión en casa de Milton, donde conocí a quienes hoy son mi hermano y mi compañera. Si bien es cierto que yo soy la última persona en este mundo capaz de negar que los sentimientos a veces surgen con la fuerza de la más poderosa de las tormentas, jamás, en mis once siglos de existencia, una mujer me había sacudido el corazón de la forma en que Nadya lo hizo. Sin pretenderlo, sin buscarlo, e incluso rehuyéndolo con un temor absurdo, nacido de su inocencia, y de su todavía demasiado humana manera de entender la vida. Es cierto que me enamoro con facilidad, pero no es menos cierto que las más de las veces olvido ese sentimiento al llegar la mañana. Sin embargo, al poco de conocer a Lyosha y a Nadya, supe que por fin había encontrado lo que no era consciente de estar buscando. El hermano y la compañera que acabarían para siempre con mis días de nómada. Durante lo que me pareció una eternidad, pero que apenas fueron un par de días, busqué un momento en el que hablarle a Lyosha de mis sentimientos, en el que ofrecerle que nos estableciéramos como hermanos, formando nuestro propio clan, sabiendo que al igual que yo, él llevaba mucho tiempo esperando esa oportunidad. Ideé en mi mente decenas de formas de planteárselo, temiendo que se negara, que no quisiera compartir aún a su joven compañera, a quien amaba con un instinto de posesión poco común entre los nuestros. Naturalmente, él sabía que yo la deseaba. Nunca cometí la descortesía de negárselo, y nunca dudé de que me aceptaría en el lecho que ambos compartían si tal era el deseo de Nadya. Pero de ahí a aceptar a un hombre tan antiguo como él mismo como hermano, y arriesgarse a formar un clan conmigo, sin apenas conocerme, había un mundo. Un mundo demasiado vasto e ignoto para alguien tan planificador como es Lyosha. Y aunque pudiera saltar ese obstáculo, aún quedaba otro mayor. La inocente y dulce Nadya. Por primera vez en once siglos, dudé de los sentimientos de una mujer. Jamás me había ocurrido antes, y dudo que jamás vuelva a pasarme. Hasta ese momento, siempre había sabido de las expectativas de mis compañeras y amigas, quizá incluso antes que ellas. Siempre sabía cuando una mujer me deseaba, o buscaba en mí algo más profundo. Sabía cuando rendirme, y cuando escapar. Jamás había dudado de mí mismo, de mi atractivo, o de mi capacidad de seducción. Pero Nadya me desconcertaba. Cuando creía que sentía algo más que deseo, decía algo que me hacía dudar. Cuando pensaba que podía rendirla, se revolvía contra mí. Pasé horas deshojando la margarita del amor, como un estúpido colegial humano, incapaz de decidirme, incapaz de entenderla, sintiéndome cada vez más y más atrapado por ella, por su belleza, por su ingenio. Por su increíble inocencia y dulzura. Y cada instante que pasaba, me resultaba más y más difícil hablarle a su compañero, por quien también estaba sintiendo un afecto fuera de lo común. Todo en mí me decía que podía funcionar, que formar familia era lo correcto, la solución perfecta. Pero el maldito demonio de la duda, que nunca hasta ese momento había hecho mella en mí, me asaltaba de continuo, riéndose en mi cara.

Por suerte para todos, mi sensato hermano ya había tomado su decisión. Debí imaginar en aquel entonces que ni Nadya ni yo podíamos engañar a un lector de mentes tan experimentado y sagaz como él. Nos dejó jugar durante horas, esperando, observando, y finalmente, tomó la decisión por todos nosotros, haciéndole reconocer a Nadya lo que tanto había pretendido negar incluso ante sí misma. Cuando les escuché hablar en la cabaña de Milton, quise alejarme. Quise dejarles espacio, ofrecerles intimidad. Pero no fui capaz. Tenía que saber, tenía que oír la verdad de los mismísimos labios de la que ahora es mi compañera. La sentencia que me condenaría al infierno o que me elevaría al mismo cielo. Ni se me ocurrió pensar que Lyosha no sabía que yo estaba ahí. Lo sabía, por supuesto, y eso ablandó el primero de mis temores. Él sí estaba dispuesto a convertirse en mi hermano. Pero, ¿y ella? Parecía tan perdida, tan reticente. Acepté en un instante que no podía amarme. Me deseaba, sin duda. Ni siquiera un idiota enamorado como yo podía equivocarse tanto, pero no compartía la intensidad de mis sentimientos hacia ella. Pero Lyosha seguía insistiendo, obligándola a hablar, y empecé a albergar esperanzas. Cuando la escuché decir con total convencimiento que yo no la amaba, no pude esperar más. Entré en la maldita cabaña, dispuesto a romper cualquier cosa que se interpusiera en mi camino, hasta vencer el último bastión de su resistencia. El único que mi hermano no podía derrotar sin mi ayuda.

Y cuando aún no había podido para mi desgracia sellar el compromiso de esa unión por culpa de la poco oportuna aparición de Lisías, descubrí que mi preciosa compañera era aún más sorprendente de lo que esperaba. Escuché de labios de mi nuevo hermano la más increíble de las revelaciones. Nadya jamás ha deseado la sangre de los humanos. Nació a esta nueva vida sin sentir la más mínima atracción por los mortales. Para ella no son comida. Y lo más sorprendente de todo, es que ella pensó que esa sorprendente y milagrosa cualidad, iba a hacer que yo me separara de ella, que la rechazara, o me apartara de su lado.

Así es Nadya, siempre temiendo que lo mejor de ella se convierta en su desgracia. Algo que hoy por hoy, cuando he ido completando los huecos de su historia, cuando he ido conociendo su pasando, casi puedo entender. Los mortales no son muy listos, pero la vida que ha vivido Nadya con ellos me hace sentir deseos de matarlos a todos. Y en mí eso es sólo en parte una frase hecha. Lyosha y yo ya nos encargamos de uno de sus antiguos amantes, un imbécil que se había atrevido a maltratarla solo por negarse a convertirse en su mujer, y no me importaría lo más mínimo repetir la experiencia con todos y cada uno de los humanos que osaron lastimarla. Con cada uno que la despreció, que la hizo sentir diferente y odiosa. Con cada maldito envidioso que le hizo creer que no había en ella nada digno de amor. Desde sus padres mortales, indiferentes e inmaduros, pasando por todos y cada uno de sus estúpidos amantes que quisieron convertirla en algo que ella no era, algo sumiso y decorativo, vaciado de todo su valor, su lealtad y su inteligencia, sólo para adaptarla a lo que ellos, en su ciega ignorancia, creen la norma. Si el tiempo no lo hace antes por mí, me encargaré personalmente de todos aquellos que le hicieron creer que ser diferente es ser peor. Que la llenaron de unos temores que casi la apartan de nuestro lado, y que sólo con mucha paciencia y comprensión conseguimos arrancar de ella. Ahora por fin acepta que en una especie tan peculiar como es la nuestra, lo extraño es la norma, y cualquier novedad es bienvenida y apreciada. Y más si se trata de novedades tan increíbles como las que Nadya nos ha traído. Porque Nadya no es sólo la mujer más inteligente y bella que jamás he conocido, y el diablo sabe que he conocido a muchas. Mi pequeña mujer es un milagro encarnado en el más hermoso cuerpo que la Naturaleza se ha atrevido a crear. Un cuerpo que ahora alimenta y protege al primer cachorro que nacerá de los nuestros, al primer vampiro nacido de una hembra.

Sacudí la cabeza, mientras salía del salón, caminando lentamente hacia el gimnasio, donde sabía que estaba mi hermano, controlando con Tadeo los entrenamientos de los jóvenes. Decidí atravesar el jardín, en lugar de acortar por el vestíbulo, ya que la temperatura, aunque perpetuamente baja en esta maldita tierra siempre nevada, era bastante agradable para finales de marzo. No pude reprimir una sonrisa amarga al pensar en Tadeo. No todo lo que ha traído la preñez de Nadya ha sido bueno, aunque sin duda lo bueno supera a lo malo con creces. Al menos en lo que respecta a nuestro pequeño mundo. Los malditos brujos han sabido de su estado, y llevan dos meses persiguiendo sistemáticamente a todas nuestras hembras. Incluso han conseguido pasar al otro lado, y pactar con los Olvidados para conseguir más poder, más fuerza para unos cuantos de los suyos, para no fallar si llega el momento y consiguen dar con Nadya. Por supuesto, eso no sucederá. Dejando al margen nuestra propia capacidad para protegerla, tenemos con nosotros a Tadeo, uno de los más poderosos cazadores de brujos que hay entre los nuestros, y el apoyo incondicional de los elfos, quienes han hecho de proteger a Nadya su propia cruzada particular. Claro que de paso han conseguido mi promesa y la de mi hermano de ayudarles a restablecer el equilibrio entre las fuerzas mágicas, del que son guardianes desde que el mundo es mundo, y que en los últimos tiempos se ha alterado gravemente. En las conversaciones que hemos tenido con ellos desde hace dos meses, nos han ido dando noticias cada vez más y más preocupantes sobre la inminente ruptura de los sellos que ellos mismos impusieron en las puertas que contienen a los elementales, en la batalla épica que tuvo lugar hace más de tres milenios. Una batalla en la que elfos y vampiros se unieron por vez primera para salvar al mundo de su inminente destrucción, y que plantó la semilla para la amistad entre ambas especies. Una amistad que todos respetamos y a la que todos hacemos honor. Elfos y vampiros están predestinados a entenderse. Ni ellos son los seres bondadosos que pintan las leyendas mortales, ni nosotros somos tan irracionales y depravados como nos dibujan los humanos. Hay muchos más puntos en común entre nosotros de los que nadie se atreve a reconocer, y la capacidad de ser brutales, violentos y despiadados si es necesario, sólo es una de ellas.

Seguía perdido en mis pensamientos cuando llegué casi a la puerta del gimnasio. Tal y como había supuesto, mi olfato me confirmó que tanto mi hermano como Tadeo estaban en su interior. A mí llegó también el delicioso aroma de Nadya, y sonreí en anticipación a su imagen. Abrí la puerta, y caminé hasta donde Lyosha y Tadeo contemplaban las evoluciones de los jóvenes. Sólo Nadya se volvió para mirarme, y dedicarme una hermosa sonrisa que le devolví de inmediato. Ellos ya sabían que yo me acercaba, no necesitaban confirmarlo con la vista. Me acerqué despacio, recreándome con la imagen de mi compañera, y su hermoso vientre hinchado que ya hace un par de semanas no le permite verse los pies. Lyosha y yo, al ver el desproporcionado tamaño que ha adquirido su seno, y temiendo dañar al cachorro que descansa en su interior hace casi un mes que establecimos un riguroso protocolo de turnos para gozar de su compañía, que ambos intentamos saltarnos con total descaro siempre que tenemos ocasión. Dudo que hayamos cumplido uno sólo tan siquiera de los tiempos que marca el programa, lo que sin duda es un divertido aliciente para pasar el día. La competitividad entre nosotros es casi tan fuerte como el amor que sentimos uno por el otro.

Tras besar a Nadya a modo de saludo, y recibir a cambio una sonrisa retadora de Lyosha, a quien según el calendario le toca compartir su lecho hoy, me acomodé junto a Tadeo, quien no apartó los ojos de los luchadores ni por un segundo. Seguí la dirección de su mirada con curiosidad, intentando averiguar que llama tanto su atención, y no tardé ni tres segundos en darme cuenta, dejando escapar una risa suave. Él me miró sonriente, sabiendo sin duda lo que yo había visto. Entre los combatientes, estaba la hembra de Malachy, Mimí. No es exactamente mi tipo de mujer, pero debo reconocer que se ve magnífica repartiendo golpes con un mandoble casi más grande que ella con una eficacia letal. Desde que supimos de la amenaza de los brujos, se ha empeñado en entrenarse con los guerreros, pese a la férrea oposición de Malachy, y cuando los hombres de su casa dejaron de ser unos contrincantes dignos de ella, decidió venir de vez en cuando a poner a prueba su habilidad con los nuestros. Por mucho que sea una hembra, y por mucho que Malachy se enfurezca hasta la médula cuando la ve espada en mano, hasta él debe reconocer que es mejor guerrero que muchos hombres. Mucho mejor. Lleva la batalla en la sangre, y es todo un espectáculo verla combatir. Claro que de estar en su lugar, yo estaría tan molesto como él. Si Nadya se atreviera siquiera a tomar una espada, Lyosha y yo la encerraríamos con los elfos en lo más profundo del bosque.

"No me importaría lo más mínimo cruzar mi espada con la suya", me sonrió Tadeo con malicia a modo de saludo.

"Oh, vamos, Tadeo, no exageres", medió Nadya. "Por lo que me han dicho fuentes bien informadas, tu espada no pasa de ser un florete"

Lyosha y yo rompimos a reír a carcajadas. A Nadya se le está contagiando mi incontinencia verbal, y cada vez es más difícil callar su mala lengua. Incluso a mí me cuesta vencerla en ocasiones, ahora que ya ha abandonado su inveterada timidez. Tadeo aceptó la pulla de buen grado, y se volvió hacia ella con una sonrisa galante.

"Mi querida dama, ya deberías saber que lo importante no es el tamaño del arma, sino la pericia en la esgrima", replicó.

"Es posible", respondió Nadya. "Pero ante dos espadachines igualmente hábiles, yo prefiero estar del lado del que porta el arma más potente"

"Y que duda cabe de que lo estás", tercié yo entre risas. "Amigo, no tienes nada que hacer. La dama está acostumbrada a tener de su lado a dos buenos mandobles. ¿Dónde pretendes llegar con un verduguillo?"

"Directo a las entrañas", sonrió Tadeo. "Como he dicho no todo es el peso del acero, sino el manejo certero. Un buen espadachín hace buena una mala espada"

"Pero una buena espada en manos de un gran espadachín, es invencible", intervino Lyosha con la más maliciosa de sus sonrisas.

"Mi querida dama", dijo Tadeo, volviéndose hacia Nadya tras dedicarle una mirada de fingido desprecio a mi hermano. "Todos sabemos como podía resolverse este absurdo combate dialéctico. Permítenos poner a prueba nuestras armas, y actúa como árbitro de tal contienda"

"En otra ocasión, Tadeo", rió Nadya alegremente, palmeándose el vientre hinchado. "Este pequeño no me permite ni levantarme de la silla. No estoy para demostraciones de esgrima. Y ahora si mis carceleros me lo permiten, tengo una conversación pendiente", añadió, al ver que Mimí se acercaba a ella con una sonrisa.

Si me lo hubieran dicho hace un año, no me lo habría creído. Como bien dijo mi hermano, si ese cachorro ya no fuera milagroso de por sí, la amistad que ahora compartían ambas mujeres, hubiera bastado para beatificarlo. Antes de la preñez de Nadya, Mimí y ella no podían ni verse. Ahora eran las mejores amigas del mundo, para nuestra desesperación y la de Malachy. Son igual de condenadamente testarudas, y siempre aprovechan para formar causa común frente a nosotros, especialmente en contra de nuestra actitud protectora. Gruñí para mis adentros al recordarlo. ¿Es que jamás van a entender esas dos que esa protección es más que necesaria? Lyosha me miró con una sonrisa torcida antes de volverse hacia Tadeo, que sigue con la mirada a las dos mujeres que se alejan tomadas del brazo y susurrando animadamente.

"Buen intento, amigo", se burló.

Tadeo apartó la vista de Nadya y Mimí el tiempo justo para dedicarle una mueca irritada a mi hermano, mientras yo renunciaba a reprimir mi risa. Los cada vez más frecuentes intentos de Tadeo de seducir a Nadya terminan siempre en estrepitosos fracasos que resultan más y más hilarantes a medida que transcurre el tiempo sin que nuestro amigo logre avanzar ni un solo paso. Algo sorprendente, teniendo en cuenta que hace mucho que los tres sabemos que ella lo desea casi tanto como él a ella. Un triste premio de consolación para Tadeo, que está enamorado de Nadya sin ninguna esperanza desde poco después de conocerla. Un sentimiento que se afianzó el día que nuestra joven mujer venció la ilusión a la que la habían sometido los brujos, presentándose ante ella con nuestra imagen para conseguir arrastrarla fuera de la vigilancia de Gelo. Nadya dudó desde el primer momento de lo que sus sentidos le decían – una verdadera hazaña en una mujer tan joven – y atacó a ciegas, acabando con ellos en un abrir y cerrar de ojos, con tan solo una pequeña ayuda por parte de nuestro primo. El propio Tadeo reconoció que ni él mismo hubiera sido capaz de hacer algo así a su edad.

Tadeo permanecía con la mirada clavada en la puerta del gimnasio, por la que ya hacía unos minutos que habían salido las mujeres, perdido en sus pensamientos. Mi hermano lo contemplaba con una sonrisa triste y afectuosa, sin duda leyendo en su cabeza discretamente. Aproveché ese breve momento de silencio para observar a mi amigo. Si cualquiera de mis otras mujeres hubiera querido tener a Tadeo por compañero, me habría sentido honrado de llamarlo mi hermano. Es un buen hombre, poco más antiguo que yo mismo, divertido e inteligente. Una elección que me habría complacido sin ninguna reticencia. Hasta que conocí a Nadya. Hoy por hoy debo reconocer para mi vergüenza – y la de mi hermano, quien piensa lo mismo que yo – que odiaría compartirla con otro hombre que no fuera Lyosha. No me importa meter a Tadeo entre mis sábanas. Es mucha la diversión que puede proporcionarnos a todos, y por muy especial que sea mi compañera, ni siquiera ella puede hacernos renunciar a las costumbres de once largos siglos. Pero no me gustaría ni un poco que Nadya correspondiera a los sentimientos de Tadeo. Prefiero que su amor sea sólo para mi hermano y para mí, y eso es algo tan sorprendente y extraño entre los nuestros, como la propia Nadya. Y, para nuestra sorpresa, todos parecen comprenderlo, incluido el propio Tadeo. Aunque bien pensado, no debería sorprendernos tanto. ¿Quién desearía compartir a tan extraordinaria criatura, pudiendo tenerla sólo para sí? Mi especie no se distingue precisamente por el altruismo y la generosidad. Somos criaturas egoístas e instintivas, y hasta el menos introspectivo de los nuestros lo sabe.

Como si quisiera confirmar mis palabras, Tadeo volvió su más de metro ochenta de puro músculo hacia nosotros, y nos dedicó una breve sonrisa de disculpa. Lyosha se encogió de hombros, sonriendo igualmente.

"No he visto nada que no supiera ya", respondió a los pensamientos de nuestro amigo, en tono ligero.

"Pueril, pero inevitable", respondió Tadeo, con una mueca irritada en su sorprendente rostro, que de tan bello se diría casi femenino, apartando en un gesto distraído su lacio cabello, de un rubio casi blanco, de sus ojos carmesí.

"¿Has hablado con Lisías?", me preguntó Lyosha, intentando cambiar de tema.

"Está de camino", respondí. "Llegará al anochecer. Con sus hermanos, Shannen y Alejandra y Peter. Creo que nadie quiere perderse el acontecimiento", añadí con una sonrisa.

"Zedong y Pedro llegarán mañana. Y Lázaro ya está en camino, no tardará", sonrió igualmente Lyosha. "Sue va a perder la cabeza intentando acomodarlos a todos"

"Decidle que les de unas mantas y se despreocupe. Todos estarán tan pendientes de Nadya, que nadie tendrá tiempo de quejarse del maldito protocolo", replicó Tadeo, burlón.

"Y hablando del protocolo. ¿Dónde está Árvidas?", pregunté, maldiciéndome por no haber recordado antes un problema que surgió durante la conversación con Lisías.

"En la ciudad. Salió hace un par de horas, cuando estabas cazando", respondió Lyosha, frunciendo el ceño ante la urgencia de mi tono. "¿Ocurre algo?"

"Lisías me ha dicho que Hans tiene pensado anunciar su visita hoy. A más tardar, mañana por la mañana, cuando resuelva un par de asuntos en su casa. Teniendo en cuenta quién es su hombre de confianza…"

"Comprendo", me interrumpió Lyosha. "Habrá que tener a Gelo y Glauco vigilados para evitar conflictos"

"Y no olvides a Peter. Hace mucho que tiene en mente hacerle una visita 'de cortesía' a Hans", señalé.

"De Peter que se encarguen Shannen y Alejandra", masculló Lyosha. "Bastante tendremos nosotros con los nuestros. Y sin nuestra dama de clan"

"Como se valora el trabajo de las hembras cuando no están para realizarlo, ¿eh, amigos?", se burló Tadeo.

"Te aseguro que no sé como lo hacen", gruñí. "Si por mi fuera, dejaría que esos tres le arrancaran la cabeza a Sven. Yo mismo lo haría si no supiera que Nadya iba a matarme al enterarse de que provoqué una pelea bajo su techo"

Y hablo totalmente en serio. Sven es el perfecto ejemplo de lo que no debe ser un hombre. Su valía como guerrero está más que probada, y sin duda hace un buen trabajo como mano derecha de Hans. Pero su actitud hacia las mujeres es casi ofensiva, y quien no lo crea puede preguntarle a nuestra prima Sue. Sue podía haber sido una magnífica dama de clan, si el imbécil de Sven no hubiera arruinado su autoestima. Desde que ella se refugió en casa de Hans, intentando olvidar la terrible muerte de su compañero y creador, Sven la persiguió sistemáticamente, día y noche, hasta rendirla, sin ninguna consideración a su pena y su duelo. Y cuando por fin lo consiguió, se dedicó a humillarla, seduciendo a cuanta mortal tenía a bien cruzarse en su camino. Si bien es una costumbre muy extendida el pensar que los humanos no deben tenerse en cuenta si de fidelidad hablamos, nadie prefiere los limitados placeres que ofrecen cuando tiene cerca a su pareja. Una cosa es disfrutar de un mortal cuando tu compañera está a leguas de distancia, y otra muy distinta abandonarla para perseguir humanos. Si ha habido alguna vez una actitud que gente tan flexible como nosotros puedan considerar inmoral, sin duda debe ser esa. Y si Hans nos visita acompañado de Sven, algo desde todo punto de vista previsible, no va a ser fácil dominar a los compañeros de Sue, y mucho menos mantenerlos alejados de su antiguo amante. Ni desde luego controlar el genio de Peter, que hace mucho tiempo que se ha hecho la firme promesa de enseñarle a Sven cómo debe tratarse a una mujer. Y no cabe duda de cómo se desarrollará esa lección, teniendo en cuenta que los nuestros son unos firmes convencidos de la premisa 'la letra con sangre entra'. O tenemos cuidado, o la situación terminará en una batalla campal. Me pregunté por enésima vez cómo demonios se las arreglan las mujeres para evitar esas situaciones. Una buena dama de clan ve venir una pelea a leguas, y sabe evitarla antes de que la sangre llegue al río. Textualmente. Y aunque pueda parecer fácil, no lo es tanto. Somos seres irritables, las peleas son nuestro pan de cada día. En una familia pequeña, pueden surgir decenas de conflictos casi a diario, y depende de la astucia de la dama de clan ponerles fin antes de que se conviertan en algo importante. Lo que sin duda requiere de una buena dosis de firmeza, autoridad y sagacidad. Si nos dejaran a los hombres, nos limitaríamos a contemplar las peleas y recoger los cadáveres. Eso siempre y cuando no nos sintiéramos tentados de participar.

Salimos del gimnasio buscando el rastro de Árvidas. Antes de salir, eché una ojeada distraída a nuestros hombres. Han mejorado mucho últimamente. Otro de los milagros del estado de Nadya. Nadie quiere cometer un error que pueda ponerla en peligro, y todos se han entrenado duramente desde que se conoció la noticia. Ni uno solo de ellos ha faltado a los cuidadosos consejos de Tadeo, ni ha dejado de bajar a la sala de entrenamientos a diario. Ahora luchan con más concentración, y están abandonando muchas de las malas costumbres que tenían hasta hace bien poco. Lo que es bueno, pero que demuestra que yo tenía razón al irritarme cuando no se concentraban lo suficiente.

"No estás satisfecho, ni cuando estás satisfecho, hermano", rió Lyosha.

"No soy un hombre fácil de satisfacer", repliqué, con una sonrisa maliciosa que no dejaba lugar a dudas.

"Lo que no te impide buscar esa satisfacción de continuo", se mofó. "Y aprovecho la ocasión para recordarte que el día de hoy es mío"

"Por supuesto", respondí en un falso tono ofendido. "¿Te engañaría yo?"

"Si puedo evitarlo, no", sonrió Lyosha.

"Siempre podéis considerar la opción de dejar vuestro estúpido calendario y cederme el puesto", medió Tadeo. "Así me evitaríais tener que escuchar vuestras pueriles pullas. Todos saldríamos ganando"

"Querrás decir que tú saldrás ganando", rió Lyosha.

"Le hace falta mucho más que un calendario para ganar esta partida, Lyosha", me burlé. "He visto anguilas escurrirse con mucha menos gracia que Nadya"

"La suerte sonríe al hombre que sabe esperar", replicó Tadeo, sonriendo con un deje de suficiencia.

Mi hermano y yo le devolvimos una sonrisa de camaradería. Los tres sabemos que, a pesar de sus evasivas, tarde o temprano Nadya se rendirá a sus demandas, así que Tadeo puede permitirse el lujo de ser condescendiente. Por fortuna, ya hace mucho que Lyosha y yo hemos preferido aceptar la teoría de Barenor, quien opina que Nadya sólo puede concebir de nosotros dos, o de lo contrario, las cosas serían mucho más complicadas. Una cosa es divertirse un rato, y otra muy distinta no ser los únicos que podamos disfrutar del privilegio de ser padres. Y si bien ninguno de los dos está dispuesto a renunciar a ese privilegio, no es menos cierto que tampoco pensamos pasarnos la eternidad matando a cualquiera al que Nadya mire dos veces, como si fuéramos un par de estúpidos mortales con su enloquecida lógica y sus absurdas reglas.

"Y mira por donde, ahí viene el hombre al que puedes dirigirte para hacer más dulce esa espera", comenté alegremente, al percibir en la distancia el rastro de Malachy.

"Si lo dices por esa condenada testaruda a la que llamo mi compañera, será mejor que te busques otra diversión", sonó la voz irritada de Malachy en un rápido susurro. "Lleva dos días sin dirigirme una maldita palabra"

Pocos segundos después aparecía tras la esquina de la casa y se reunía con nosotros, aceptando con resignación nuestras carcajadas.

"Es la mujer más terca que he conocido jamás", masculló. "Ahora se ha empeñado en acompañar a mis hombres en las expediciones de rastreo. Y cuando descubrió que había dado órdenes de que no la aceptaran en ellas, se ha puesto como una fiera", explicó, sacudiendo la cabeza con irritación.

"Es una buena luchadora, quizá…", intentó intervenir Tadeo.

"¡Es mi maldita mujer!", lo interrumpió Malachy con brusquedad.

Los labios de Tadeo se fruncieron en una mueca irritada que hizo que mi hermano y yo nos pusiéramos alerta de inmediato. Tadeo no soporta que le alcen la voz. Por fortuna, Malachy se corrigió velozmente.

"Discúlpame, no pretendía ser tan brusco. Pero es que no la conoces, amigo. No se trata de entrenarse, o de aprender a defenderse. Es tan valiente que peca de temeraria, y si me someto a sus caprichos, terminará por enfrentarse a algo más grande que ella, y la perderé"

"¿De qué me sonará esa definición?", sonrió Tadeo, mirando hacia nosotros, desaparecida ya su irritación.

Reí aún a mi pesar. Malachy hablaba de Mimí, pero podía haber estado hablando de Nadya. La obstinación y el valor de nuestra compañera nos han puesto a Lyosha y a mí en un estado peor que el de Malachy más veces de las que nos gustaría siquiera reconocer.

"Sin duda el parecido existe, pero no es nuestra hembra la que maneja un mandoble, Tadeo", sonrió Lyosha.

"He debido perderme algo, puesto que creí entender hace un momento que ella manejaba dos", replicó Tadeo.

"Y con gran destreza, créeme. Pero te recuerdo que, por el momento y para tu desgracia, no parece estar dispuesta a entrenar con otras armas", lo provoqué, sabiendo que ponía el dedo en la llaga.

"Nunca dejaré de preguntarme en qué diablos estaría pensando Milena cuando te transformó", masculló.

"En mandobles", respondí velozmente, provocando las carcajadas de mi hermano, e incluso una disimulada sonrisa de Tadeo, quien sin duda conoce a Milena tan bien como yo.

"Me reconozco vencido", dijo, con una elegante reverencia. "Y ahora, si me disculpáis, tengo unas cuantas cosas que organizar. Todos los jefes de clan vendrán a visitaros, y me parece un buen momento para redoblar la vigilancia de los cazadores", añadió, súbitamente serio.

Se despidió con una sonrisa y una veloz inclinación de cabeza, tras cruzar unas breves palabras con Malachy sobre el trabajo de Kruegüer, el cazador que ha sido asignado a su casa para entrenar a sus hombres. Lo contemplamos marchar en silencio. Después de unos instantes, Malachy se volvió hacia nosotros.

"Está haciendo un magnífico trabajo", comentó. "Ya había oído hablar de él, por supuesto, pero supera con creces cualquier cosa que me hayan contado. Klaus lo admira con una intensidad rayana en la adoración. Por lo que me ha dicho, y después de ver como actúa estoy más que dispuesto a darle la razón, todos los demás lo seguirían como un solo hombre"

"Todos menos uno", susurró Lyosha.

Malachy se limitó a asentir con cierta renuencia, y yo dejé escapar un bufido molesto. Conozco su historia desde hace muchos más años que Malachy y mi hermano, y siempre me hace sentir una rabia sorda en las entrañas. Tadeo fue transformado y educado por Menelao, el cazador de brujos más antiguo de los que se tiene noticia. Menelao halló en él a la horma de su zapato. El joven Tadeo aceptó la transformación con la misma resignada dignidad con la que hace frente a cualquier broma del destino, y se entregó al entrenamiento con toda la rabia y la fuerza de su nueva condición. Pronto se hizo evidente que el pupilo iba a superar al maestro. Poco tiempo después de que empezara a cazar, sus hazañas estaban en boca de todos, no sólo por la magnitud de las mismas, sino también por la juventud de su actor. Ya desde muy pronto, la resistencia de Tadeo a la magia y a las visiones que la sangre de los brujos les ofrece a los cazadores se demostró muy superior a cualquiera de la que se hubiera oído hablar. Apenas llevaba un puñado de años entre los nuestros cuando cobró su primera pieza, resistiendo con ferocidad todos los conjuros con los que el brujo intentó detenerlo, y desde ese instante su capacidad no hizo sino aumentar con rapidez. Pero además, Tadeo es inteligente y astuto. Aprendió todos los trucos ancestrales del oficio en pocos años, e incluso descubrió algunos nuevos. Se dice de él que conoce cada uno de los conjuros de los brujos, que puede leerlos de sus labios antes de que los sonidos sean audibles, que puede repetirlos e incluso utilizar de su fuerza para volverlos contra ellos. Se cuenta que con apenas un par de siglos, acabó con toda la línea de sangre de una de las familias más poderosas de los brujos dominantes, y que lo hizo fríamente, con una tenacidad y una concentración sorprendentes en una criatura tan joven. Menelao siempre había sido el mejor en su trabajo, pero se limitaba a realizarlo como siempre se había hecho, como le había enseñado quien lo entrenó, y quien entrenó a su maestro antes que a él. Tadeo improvisa, estudia, busca respuestas. Él no pretende hacer el trabajo simplemente porque alguien debe hacerlo. Él actúa como si quisiera que nadie más tenga que dedicarse a él, aún sabiendo que eso es imposible. Siempre ha habido brujos, y siempre los habrá. Son como las cabezas de una hidra. Cortas una, y aparecen dos en un instante.

Hasta aquí, la historia es impresionante por la capacidad de su protagonista, pero no tiene mucho de especial. Si alguien escucha mi propia historia, o la de mi hermano, o la de alguno de los jefes de clan más antiguos y reputados, encontrará considerables similitudes. Todos hemos destacado de jóvenes, y seguimos haciéndolo. Todos somos lo mejor de lo mejor, lo más selecto, los más fuertes, o los más rápidos, o los más letalmente eficaces, y todos hemos protagonizado hazañas sorprendentes ya desde nuestros comienzos. Pero llega siempre un momento en la vida de todos, en la que hacemos frente a lo que somos, a lo que la transformación ha significado para nosotros, y en ese momento es cuando la historia de Tadeo se vuelve distinta a los demás. Dolorosamente distinta. La mayoría de nosotros nos apartamos de nuestro creador, culpándolo de nuestra suerte. Nos revolvemos contra quien nos transformó, incapaces de aceptar lo peor de nuestra existencia, reconociéndolo como el causante de nuestra mala conciencia. A veces, eso no ocurre. Estoy convencido de que jamás va a ocurrir con Nadya y Lyosha, y desde luego, no sucedió conmigo y con Milena. Pero las nuestras son excepciones a una regla tristemente general. Los vampiros trasformamos a muy pocos mortales, pese a lo que se pueda creer. Pensamos mucho lo que vamos a hacer, entregamos nuestra sangre para arrancar a un mortal especial de las garras de la muerte, porque lo amamos, porque nuestro egoísmo nos lleva a no querer renunciar a esa compañía, a burlar a la Naturaleza. Y en prácticamente todas las ocasiones, ese amor se termina volviendo siempre contra nosotros para hacernos perder nuestra compañía en un acto de ironía final. Pero el caso de Tadeo fue peor. Él no abandonó a Menelao. Lo amaba con la misma intensidad que Tadeo pone en todo lo que hace, y aceptaba los silenciosos gritos de su conciencia con imperturbable estoicismo. Sin embargo, no fue así para su creador. Hasta que transformó a Tadeo, Menelao era el rey no coronado entre los suyos. Todos aceptaban su consejo y sus directrices, todos acudían a él en busca de ayuda o dictamen. Su palabra era ley en un mundo sin leyes. Los cazadores no conforman clanes, pero si alguien hubiera podido hacerlo, ese era Menelao. Hasta que llegó su pupilo. La primera vez que Tadeo encontró la solución a un problema al que Menelao no había sabido hacer frente, lo consideró suerte. La segunda, lo tachó de insolente. Y cuando todos empezaron a acudir a él para confirmar las recomendaciones de Menelao, hirvió en su propia rabia. Envidió a su pupilo, y lo odió por ello. Lejos de enorgullecerse por sus logros, por la belleza de su creación, lo repudió. Haciendo oídos sordos a los lamentos y ruegos de un Tadeo aún demasiado joven para ser abandonado a su suerte, se deshizo de él como quien abandona una espada rota, y jamás volvió a cruzar una sola palabra con él. Desde entonces, siempre que alguien le habla de su antiguo pupilo, se limita a encogerse de hombros y minimizar sus méritos, insistiendo en que tarde o temprano alguno de los brujos pondrá las cosas en su sitio. Que tarde o temprano, alguien acabará con él. Yo mismo le he escuchado decirlo, y cuando oí el deseo de que eso tuviera lugar escondido en las notas de su voz afectada, a punto estuve de intentar arrancarle la maldita cabeza. Y si no me hubieran detenido a tiempo, lo habría hecho. Odio a los envidiosos casi tanto como odio a quienes no se hacen responsables de sus actos y de sus creaciones, y Menelao es la representación de ambas condiciones en un solo hombre.

Cuando los elfos nublaron la razón de los brujos para borrar de su memoria la imagen de Nadya, éstos, lejos de rendirse, enviaron legados por todo el mundo para intentar descubrirnos. Todas las hembras que vivieran en un clan estaban en peligro, y enseguida se tomaron las disposiciones necesarias. Hasta los elfos saben lo protectores que somos los vampiros con nuestras mujeres, y para evitar males mayores, enviaron a un cazador a cada clan para ayudar a organizar la vigilancia, y entrenar a los hombres más jóvenes, a los que aún no resisten la magia, para poder superar los engaños de los brujos. Tadeo estaba con nosotros, y permaneció a nuestro lado. Él ya se había ofrecido a ayudarnos mucho antes de que los elfos tuvieran parte en esa historia, y en los primeros tiempos, cuando cada cazador se dirigía a su clan, organizó la vigilancia, aconsejó a los más jóvenes y centralizó los esfuerzos de todos. Trabajó sin descanso, día y noche hasta que consideró tenerlo todo bien dispuesto. Resolvía cualquier duda, ayudaba con todas las estrategias y viajó por medio mundo para recibir de primera mano los avances de los hombres que lo habían nombrado de forma extraoficial su jefe y dirigente. Nunca se negó a resolver ninguna cuestión por pequeña o insignificante que fuera, y jamás dejó de prestar consejo a cualquiera que se lo solicitara sin jactarse de ello, sin presunción o fanfarronería. Sólo con la callada eficiencia de la que siempre hace gala. Había un trabajo que hacer, y él estaba dispuesto a ejecutarlo a la perfección, dejando cualquier absurda rencilla u orgullo al margen.

Pero cuando apenas llevaba un mes encargándose de todo, apareció Menelao. Como no podía ser de otro modo en una criatura tan fachendosa como él, se dirigió al clan de Lisías, argumentando que el más antiguo de los nuestros precisaba de la colaboración del más antiguo de los cazadores. Por amor a Nadya, y por la exquisita cortesía de la que siempre hace gala, Lisías decidió no echarlo con cajas destempladas. Si alguien no necesita de los consejos de un cazador, y menos de uno como Menelao, ese es Lisías. Su clan es antiguo y poderoso, y apenas hay entre sus filas hombres que no puedan enfrentarse a un brujo con la misma facilidad con la que se enfrentan a un buen desayuno. Son disciplinados, fuertes y están bien entrenados. Es cierto que nadie está preparado para recibir las visiones de su sangre si no ha sido adiestrado específicamente para ello, pero para eso ya estaba Tadeo. Si los hombres de Lisías capturaban a un brujo, enviaría a alguno de los cazadores cercanos a beber de su sangre, o él mismo se subiría a un avión para hacer la tarea. Así que todo estaba atado y bien atado, toda la estrategia dispuesta, y no había un solo cabo que nuestro amigo hubiera dejado suelto cuando llegó su antiguo tutor y exigió hacerse cargo de todo, alegando que a él, como el más antiguo de los suyos, le correspondía tal misión.

Todos los que somos cercanos y afectos a Tadeo, pensamos que había llegado el momento. Que se enfrentaría por fin a Menelao y terminaría con su repugnante existencia. Pero no fue así. A pesar de todo lo que le ha hecho, y le seguirá haciendo, en el corazón muerto de Tadeo aún hay sitio para su creador. Sin una palabra de queja, le cedió el mando y la posibilidad de hacerse con todos los triunfos que surgieran de su cuidadosa planificación, y los demás tuvimos que aceptarlo. Y Lyosha y yo lo hicimos, sabiendo que en poco cambiarían las cosas. Quizá Tadeo se mantuviera en un segundo plano, pero todos los cazadores seguirían confiando en él, y si Menelao cometía un error garrafal, Tadeo emplearía toda su astucia para corregirlo sin ponerlo en evidencia. Y en algún momento comete un error que ponga en riesgo la seguridad de Nadya, no nos cabe duda de que veremos el final de la historia del pupilo que superó a su maestro. Tadeo mataría a cualquiera que hiciera peligrar a Nadya sin detenerse a pestañear, incluyendo a su amado mentor. Si no fuera porque es de la vida de mi compañera de la que estamos hablando, casi desearía que ese error llegara. Tadeo ya ha sufrido por la actitud de Menelao durante más siglos de los que ningún hombre sería capaz de tolerar, o merecer siquiera.

"Es una pena que los suyos no conformen clanes. Sería un excelente cabeza de familia. Mucho mejor que ese 'uno' del que hablas", comentó Malachy con cierto sarcasmo. "Menudo imbécil. ¿Sabéis que sólo quiere tratar conmigo? Se niega a dirigirse a cualquiera que no sea el cabeza de clan. Los demás son muy poco para él. Os aseguro que Mimí le tiene una inquina letal", terminó con una sonrisa maliciosa.

"Y se la ha trasmitido a Nadya", sonreí. "Aunque con ella si está dispuesto a hablar"

"No le sirve de nada. Cada vez que llama, Nadya no le dirige más que un saludo. Y después lo hace mantenerse en línea durante tan solo un segundo menos de lo que él consideraría una descortesía, aprovechando para hacer que cuatro o cinco de los más jóvenes le agradezcan su paciencia antes de cedernos el teléfono", rió Lyosha.

"Vuestra joven dama hace gala de una refinada crueldad que no puedo dejar de apreciar", alabó Malachy.

"Será de tanto tratar con la tuya", lo provoqué.

"Lo dudo mucho", replicó. "Si algo no es Mimí es refinada con su crueldad. Yo diría que brutal es un adjetivo que le encaja mucho mejor"

"Ha sido una buena discusión, ¿eh, amigo?", se burló Lyosha.

"Ni te lo imaginas", masculló el aludido. "Hemos hecho todo el camino hasta aquí sin que me dirigiera ni una maldita palabra. Y lleva dos días cerrándome la puerta de nuestras estancias en las narices. No tengo ni la más remota idea de cómo voy a serenarla, porque desde luego no pienso permitirle que se una a los guerreros"

"Te comprendemos", sonrió Lyosha comprensivamente. "Pero no veo una solución fácil. No puedes complacerla, pero si no lo haces, esta situación se repetirá una y otra vez"

Mi hermano está en lo cierto. Mimí parece dispuesta a aprender todo lo necesario para entrar en combate, y no me cabe duda de que no piensa mantener esas habilidades como uno más de sus adornos. Discutirá con Malachy hasta que lo convenza, a menos que… Empecé a vislumbrar la sombra de una solución. Quizá no sería una solución definitiva, pero al menos los tranquilizaría a ambos por un tiempo.

"Y mientras tanto, seguirá echándome de su lado y de su lecho. No tengo ni la menor idea de que decir, ni que hacer para arreglar esta estúpida discusión", murmuró Malachy, más para si mismo que para nosotros.

"Hazle un regalo", sonreí.

"Esperaba algo más imaginativo de ti, León. Dudo mucho que vestidos y joyas vayan a ayudar en esta ocasión", masculló.

"No estaba pensando exactamente en eso", repliqué, recibiendo una sonriente mirada de Lyosha, quien sin duda ya ha visto de primera mano lo que yo tengo en mente. "Regálale un arma"

"¿Y darle alas a su estúpida obsesión? ¿Te has vuelto loco?"

"Va a usar armas de todos modos, te guste o no. Con tu supervisión o sin ella. Así que se un poco astuto, y regálale el arma adecuada"

"¿Una bonita espada de madera?", preguntó con sarcasmo.

"Yo más bien estaba pensando en un arco y un fusil. Dile que ningún guerrero es digno de llamarse así si no domina todas las artes del combate. Que aprenda a usarlos con alguien que le muestre toda la belleza de esas armas. Con eso no la apartarás de la lucha, pero al menos la mantendrás a buena distancia de la primera línea. Y mientras se entrena, habrás ganado tiempo para pensar en otra solución"

"No parece mala idea", respondió.

"Es una buena idea", lo corrigió mi hermano. "Tu mujer lleva la batalla en la sangre, Malachy. No podrás mantenerla por siempre alejada de la lucha, y créeme, si lo haces te perderías un gran guerrero. Es mejor que muchos hombres de su edad. Comprendo que no quieras que peleé, pero si no vas a poder evitarlo, dejarla en la retaguardia es lo más prudente"

"No soy muy bueno con las armas de puntería", reconoció Malachy a regañadientes.

"Pero yo sí", sonreí, "y estaré encantado de ayudarte. Yo mismo la entrenaré. Y hasta te cederé las armas que puedes regalarle. Tengo un arco perfecto para ella, y un rifle que encontrarás más que apropiado"

"¿Lo harías?", preguntó esperanzado. "Si alguien puede enseñarle a amar los arcos y las armas de fuego, ese eres tú. Eres el mejor tirador que he visto jamás"

Ya lo creo que lo soy. No conozco a nadie con una vista como la mía, y mi puntería es lo mejor que nuestro mundo ha tenido jamás. Y no lo digo por fanfarronería. Sé muy bien lo que valgo.

"Claro que lo hará", respondió Lyosha por mí, dirigiéndome una sonrisa burlona. "A Leo le encanta enseñar. Le da buenas oportunidades para lucirse"

"Tengo mucho de lo que presumir", repliqué, devolviéndole la sonrisa. "Vamos Malachy. ¿Para qué dejar para después lo que puedes solucionar ya? Acompáñame y te mostraré mi colección. Encontraremos un buen regalo para Mimí en ella, te lo aseguro. ¿Nos acompañas, hermano?"

"Te conozco, Leo. En cuanto te acercas a tus armas, el tiempo tiene para ti tan poco sentido como para los elfos. Os pasaréis horas perdidos en tu despacho, y no soy hombre que desaproveche una buena oportunidad cuando se le presenta", sonrió con malicia.

"¿Aún seguís con vuestro estúpido calendario?", intervino Malachy. "¿Cuántas veces lo habéis respetado?"

"Ninguna", respondí yo entre risas. "Pero eso no lo hace menos necesario"

"Con tu permiso, Malachy, me voy a poner la agenda al día, antes de que mi hermano cambie de opinión", se excusó alegremente Lyosha, dirigiéndose a la casa de invitados.

Empujé a Malachy hacia la mansión, y lo hice detenerse en el recibidor, a pocos pasos, esperando. Él me miró con curiosidad, pero yo lo acallé con un gesto. Mi recompensa no tardó en llegar. Mi hermano apenas se había adentrado unos metros en el jardín, cuando lo interceptó Paúl, uno de nuestros hombres más jóvenes. Cruzaron unas cuantas palabras, y finalmente, un resignado Lyosha lo acompañó hasta los bosques. Reí con suavidad.

"¿Esto ha sido cosa tuya?", preguntó Malachy con la sombra de una sonrisa malévola bailando en sus labios.

"Naturalmente. Llevo días preparándolo. Y no te imaginas lo difícil que es esconderle tus intenciones a un lector de mentes. Pero por lo que parece lo he conseguido", respondí, apresurándolo para que me siguiera al despacho, entre carcajadas.

Tengo que encontrar un par de buenas armas para Mimí antes de que Lyosha vuelva y me gane la partida. Llevo días preparando esta mascarada, y sería una pena desperdiciarla. Estuve muchas horas en el bosque arreglando el escenario para mi hermano. Conseguir la inocente colaboración de Paúl, fue mucho más fácil. Esta misma mañana lo guié discretamente hasta ese punto del bosque, sabiendo perfectamente que él solo no podría descubrir el engaño, y que requeriría la ayuda de mi hermano en cuanto tuviera ocasión. Por supuesto, a Lyosha le llevará menos de una hora darse cuenta de que todo ha sido preparado por mí, pero una hora es mucho más de lo que yo necesito para robarle su tiempo junto a Nadya.

Lo más difícil, como ya le he dicho a Malachy, es ocultarle tus intenciones a un lector de mentes tan experimentado como Lyosha, pero ya hace mucho tiempo que descubrí que a mi hermano le cuesta concentrarse cuando se da de bruces con mis pensamientos lujuriosos. En lugar de levantar un bloqueo que llamaría su atención, me limito a poner esas imágenes en primer plano, y Lyosha no puede seguir mucho más allá. Tarde o temprano se dará cuenta del truco, pero mientras tanto, aprovecharé esa circunstancia en nuestras competiciones sin ningún cargo de conciencia. Él tampoco lo siente cuando aprovecha su don de lectura mental para hacer trampas.