La Luna se encontraba en su punto más alto, acompañada solo por el sonido de grillos y el viento que soplaba levantando algunas hojas que caían de los árboles. El silencio invadía cada rincón de la casa, exceptuando un lugar en especifico. La puerta de una de las habitaciones se abría lentamente, dejando escapar un rechinido que no despertó a ninguno de los miembros de la familia. Una silueta se deslizo por el pasillo, discreto para no causar ni un otro sonido fuerte.
El acceso al ático fue abierto, las escaleras se desplegaron dejando entrar al individuo al interior, mas el sujeto solo se sentó en los escalones, esperando.
-Espera y sigue. Tal y como lo hace un príncipe cuando ve al rey delirando, postrado en su cama. En su lecho de muerte. —La voz. Esa tétrica voz muerta que le acompañaba cada vez que se lo pedía siempre la recibía recitando versos llenos de pesadez— ¿Has traído más miedos?
Respondió, calmada. Ya estaba acostumbrada a su presencia, y hasta lo consideraba como un amigo.
-Si. Necesito deshacerme de estas cosas.
-¿Que es esta vez? Huelo... Depresión, fracaso, vergüenza. No se comparan a tus temores anteriores, servirán por ahora. —Necesitaba que lo hiciera, no le gustaba, pero resultaba ser algo útil para ella. No sabría como sobrellevar todo lo que cargaba sobre sus hombros, ese peso que llevaba no la dejaba en paz. Esos insultos y ofensas, sin poder hacer nada para defenderse— Acércate mi niña, es necesario de que te acerques más para poder llevármelos conmigo. Sé que no quieres verme, así que haz lo que siempre haces. Cierra los ojos.
No supo con exactitud desde cuando hacia esto, lo único de lo que estaba segura era de que empezó hace mucho tiempo, y no se detuvo desde entonces. No quería mirarlo, no quería averiguar como era en realidad. Sus primeras veces solo bastaba con que la voz hablara para que huyera de ahí gritando y pidiendo ayuda a su familia. Con el paso de los meses aprendió a sobrellevarlo, y eventualmente entablaron conversación. Él le prometió de que podría deshacerse de sus penas, de su odio, de sus preocupaciones, tan solo absorbiendo su miedo. Ella acepto.
Las consecuencias de estos actos se presentaban en su personalidad constantemente, sus seres cercanos no parecían darse cuenta. Años y años de este método extremo podrían llevar a cualquiera al borde de la locura. De todas formas lo hacia, no tenia opciones.
Ascendió hacia el sitio oscuro, cerrando los ojos, y abrazándose a si misma. Escuchó los crujidos de la madera siendo pisoteada por alguien, o algo. Se oían cada vez más cerca. Empezó a sudar frío y sus piernas temblaron; este proceso la ponía nerviosa cada vez que lo repetía. Aún sabiendo de que con los párpados abiertos no conseguiría ver al ser que le arrebataba sus pesadillas no se arriesgaría, los mantendría cerrados todo el tiempo que fuera necesario. Un aire caliente recorrió su frente, haciendo sus cabellos a un lado, estaba siendo olfateada. Escuchó como es que los pasos andaban a su alrededor, la bestia la analizaba. No conocía su aspecto, ni quería imaginárselo. La ultima vez que le preguntó como se veía, él le respondió de una manera cruel.
-Piensa en el peor monstruo que existe, piensa en el peor accidente que podría suceder, piensa en la peor noticia que te podrían dar. Junta todo eso, y ese sentimiento no se comparará nada cuando veas como luzco en realidad.
No quiso preguntarle de nuevo sobre el tema.
-Hemos terminado.
Libero todo el aire de sus pulmones, se sintió aliviada al sentir que ya no tenia miedo. Aún sin poder ver, descendió hasta las escaleras, y volvió a sentarse. Abrió los ojos, una sonrisa se dibujo en su rostro. Le agradaba la calma que la recorría tras deshacerse de sus preocupaciones.
-Señor... ¿Porque existen personas así?
-Por que sin esas personas, no existirían seres tan puros como tú. Es la Ley de la Equivalencia.
-¿Dejare de hacer esto algún día? No me gusta... Bueno, no del todo.
-Te gusta vivir en la ignorancia, sin tener que soportar los duros golpes. Nunca te he detenido de enfrentar tus temores, sí algún día eliges esa opción, entonces ya no dependerás de mí.
-Usted me agrada señor. Me ha ayudado bastante, no quiero que se vaya. ¿Que pasa si algún día tomo esa decisión y después me arrepiento?
-No habrá vuelta atrás, afrontaras tu propio camino, sola.
La calma reino unos segundos más, el efecto de perder el miedo tomaba unos momentos.
-¿Necesitas algo más?
-De hecho, traje esto. No sé si le gustaría quedarse a leer conmigo. —Perdió su temor, y al hacerlo, él se llevaba algo más consigo. Le mostró al cuarto oscuro una revista.
-Sabes que no hago eso. No puedo soportar caer en su ignorancia. Su estúpido entretenimiento que los hace vivir en una realidad que no existe no me atrae. Lo siento.
-No se preocupe, lo entiendo.
-Se hace tarde, mañana tienes escuela, debes descansar. Recuerda: Espera y sigue.
Dio un largo bostezo, antes de responder.
-Espera y sigue. Buenas noches, señor.
-Buenas noches, Leni.
La joven abandonó el pasillo y se introdujo en su habitación, deseaba dormir en calma de una vez. Olvido cerrar el acceso a ático, alguien más lo hizo por ella. Las escaleras volvieron a su lugar como por arte de magia, sin que nadie lo tocara. Por suerte todos tenían el sueño pesado, pues nadie escuchó las oscuras palabras de la cosa que habitaba ahí sin que lo supieran.
-Soy la oscuridad que los protege.
No tenían ni idea de lo que era capaz de hacer. Tampoco sabían de que una de las hermanas se levantaba a medianoche para charlar con esa aparición.
-Soy el Dios que les miente.
Y tampoco sabían, de que no sólo era una.
-Soy el pintor de falsa fe.
Habían otros tres.
-Con armas encima y leyendo biblias.
Y sus miedos lo alimentaban. Lo hacían crecer, lo hacían más fuerte. Por que su miedo era su poder.
-Largo de aquí, y salva tu fe. Lejos de esta puerta.
Su plan apenas comenzaba. No era el único de su especie, existían otros, en otras partes. Y sabia muy bien como contactarse con ellos. Su plan no era que vivieran con miedo. Su plan era que se vivieran... en el miedo.
