Julian se despertó cuando el sol le dio en los ojos.
Era una hermosa mañana de primavera, de esas que son frescas, pero no frías.
Dio unas vueltas en la cama, inconforme con la idea de tener que levantarse de su cómodo lecho. '5 minutos más' se decía para si, como cuando su madre lo despertaba temprano para asistir a la escuela.
Finalmente se sentó, pasándose la mano por el cabello negro y estirando los brazos para despertar sus músculos aun dormidos. Se puso de pie lentamente, tratando de no despertar a su esposa. Llevaban 4 años de casados, se habían conocido en el Instituto para Jóvenes Talentos. Ambos eran mutantes, aunque ya retirados de las batallas y demás cuestiones que tengan que ver con los X-Men. Julian, a sus 26 años, había heredado de su padre una compañía internacional de Laboratorios Farmacéuticos y sus respectivos millones. Más allá de que recibió la compañía ya armada y con una trayectoria importante que la respaldaba, no todo fue color de rosas para Keller Junior, el ser hijo de su padre no le aseguraba el éxito ni la continuidad de la empresa, así que tuvo que trabajar duro. Fueron muchísimas noches en vela, viajes larguísimos y discusiones con todo el mundo. 3 años después, Julian aprendió a delegar responsabilidades. Ahora disfruta de una vida relativamente tranquila, y de todo lo que la seguridad financiera implica.
Sofía por su parte, era editora de una de las más prestigiosas revistas femeninas del país. Y ella, al igual que Julian, trabajaba a destajo para mantener su posición, lo que implicaba que a veces, como la noche anterior, se acostara a dormir a altas horas de la noche por culpa del trabajo.
Siempre se contuvieron uno al otro, desde su época como X-Men. Julian renunció a seguir siendo parte del equipo por ella, por su temor a que él resulte mal herido o algo peor. Así de mucho la amaba.
Esa mañana, luego de levantarse, Julian se dio un baño y salio para la oficina. Eran las 8:00 de la mañana cuando iba bajando las escaleras porque el maldito ascensor estaba descompuesto. Otra vez.
Le faltaban pocos escalones para llegar a la planta baja cuando una muchacha que subía le bloqueó el paso.
Intentando bajar, Julian se movió hacia la derecha y ella también. Luego a la izquierda. Ella también. Hicieron este incomodo bailecito unas 3 veces.
-Yo iré a la derecha y tú a la izquierda.- Dijo ella, mirándolo fijamente. Tenía unos ojos verdes hipnóticos, y el cabello negro y liso le enmarcaba el rostro. Era muy bonita, y de seguro nueva en el edificio.
-Esta bien- Sonrió él, con su mejor sonrisa de galán. Una sonrisa que no usaba hace mucho, mucho tiempo. Casi 4 años.
Finalmente pudieron seguir su camino.
Aunque Julian no pudo evitar voltear para verla subir la escalera.
…
A las 3:15, Julian regresó a su Loft, perfectamente decorado con un estilo minimalista, con muebles de madera negra y metal. Julian había elegido el apartamento, siempre adoró los Lofts, su luminosidad. En particular, elogio este por el gran ventanal que dejaba ver la ciudad. Sofía lo había decorado a su gusto, refinado y moderno, minimalista, pero aun así respetando la esencia del lugar, dejando ver o resaltando los materiales de construcción originales. Las paredes de ladrillo estaban cubiertas con fotografias de sus viajes juntos, de cosas simples o cotidianas. Gotas de agua en un vidrio, iluminadas por el sol…él no le veía lo artístico, pero era una de las favoritas de Sofía.
Julian amaba su apartamento. Además, todo estaba siempre impecable y ordenado, obra de su eficiente mucama, Andrea.
Entro directo a la cocina, desprendiendo su camisa y arrojando el maletín sobre la mesa.
Habiéndose servido de un bocadillo, se hundió en el sofá. Hizo un breve zapping por los canales del LCD. Debió quedarse dormido, porque lo despertó un suave beso en la frente.
-Hola cariño.- Sonrió Sofía, el cabello le caía sobre la cara.
-Hey…-Sonrió él.- Que hora es?
-5:30.- Sofía se sentó a su lado. Julian la abrazó, recordando lo bella que se veía esta mañana mientras dormía.
-Como fue tu día?- Preguntó ella, acariciándole la mano- Cerraste el trato con esos alemanes desquiciados?
-Con Schulze Medicals?.-Julian rió- No, aun estamos en tratativas. Son bastante demandantes. Y yo no soy idiota. Probablemente cenemos en unas semanas y cerraremos allí.
-Eso es genial, cariño.- Ella le besó la mejilla. Y se puso de pie, camino a la cocina.
Sabia que no podía escapar a lo que venia, lo que implicaba 40 minutos de explicaciones y relatos, pero debía hacerlo.
-Y a ti como te fue?
-Ah, fatal! Es muy difícil encontrar alguien con la capacidad suficiente para hacerse cargo mínimamente de mis asuntos mientras no estoy. Apenas entré en la redacción, tenia 25 llamados de Victoria's Secret, 12 de la gente de Nikon, y 15 de Maybelline.
Además, Susan Karin insiste en que debemos hacer una colaboración para su numero especial de otoño. Si, claro, yo contribuiré con mi talento, y ella que aportara? Dinero? lo dudo. También me enteré que esta saliendo con Arthur Singer, que es el edito en jefe de OhLaLa. Y que solo lo hace para conseguir beneficio para su revista, Dios, esa mujer es una víbora. Y él es un idiota, realmente piensa que Susan siente algo por él? Digo, ella es- Sofía hablaba y hablaba, y Julian se esforzaba por seguirla y recordar los nombres y acontecimientos, porque era probable que ella volviera a hablar de esto, y las cosas se ponían feas si él no recordaba algo.
Como si no tuviese cosas que recordar! Tenía 26 años, y estaba a cargo de una empresa enorme, que a su vez poseía al menos 50 empresas. Tenia muchos negocios que vigilar, inversiones, reuniones, quejas, cuentas, plazos….pero de seguro la relación de Susan Karin y Arthur no-se-qué era de suma importancia para él.
Maldición, ya había olvidado el apellido del tipo.
…
Luego de la cena, Julian se sumergió en el sofá nuevamente, a repasar las casi 100 hojas del contrato con "los alemanes desquiciados". Sofía se sentó a su lado, con una enorme pila de papeles, fotografías y quien sabe que más, y comenzó a separarlo, a clasificarlas en múltiples pilas más pequeñas.
-Oye cielo, me voy a dormir.- dijo Julian en un bostezo, casi dos horas después. Los ojos le ardían un poco y el cuello había comenzado a dolerle.- Intenta no tardarte mucho.
Sofía negó con la cabeza, sonriendo. Estaba realizando una meticulosa inspección ocular a dos portadas, casi idénticas. Sus ojos color avellana parecían perforar el papel.
Julian sabia que se tardaría. Que nuevamente se iría a acostar cuando el estuviese profundamente dormido.
Y sería una noche para agregar a la tediosa espera.
Odiaba aceptarlo, pero la rutina los había atrapado. Eran dos personas de negocios, ambos exitosos y reconocidos en sus respectivos ámbitos. Ambos ocupados y con horarios distintos.
Y ese era el precio. Cuando el éxito reina, el sexo prefiere esconderse.
