Disclaimer: No soy Jotaká, no soy Warner. Inherentemente Harry Potter no me pertenece. Lástima.
Cedrella corría a todo lo que daban sus piernas, sintiendo el pecho ardiente y los ojos picosos, llevaba ya bastante retraso para su primera clase del año. Se podría decir que la Black no era exactamente una estudiante que se preocupase mucho por los horarios, pero esta clase era especial.
Cuando terminaba el verano antes de que iniciase su cuarto año Cedrella no tenía ni la más remota idea de qué materias extracurriculares tomaría, las asignaturas no le interesaban mucho, pero bajo la insistencia de su madre terminó indagando las materias extracurriculares.
Nunca había estado tan agradecida con su madre.
Lysandra se había pasado toda la vida tratando de inculcar los buenos principios en su hija, sobraba decir que Cedrella nunca le prestó especial atención, y, por eso mismo, ahora se dirigía corriendo a su primera clase de Arte Muggle.
―Llega justo a tiempo, señorita Black―dice la profesora Burbage cuando la pelinegra entra jadeando.
―Lo… lo siento, profesora―jadea sentándose al lado de un pelirrojo que la observa curioso.
―Bien, ¿estamos todo? ―La profesora repasa la clase con la mirada y asiente―. Pues, comencemos
Y así la Black se pasa dos horas aprendiendo sobre la pintura, que eran donde los muggles usaban colores en agua y los echaban en un lienzo, según entendió la pelinegra.
La clase no pudo menos que fascinarle.
La forma en la que los colores combinaban, la textura que tenían, el imperceptible aroma, la sensación de la pintura en los dedos.
Así que, naturalmente, cuando salió del aula estaba llena de pintura, con un desordenado rodete en el cabello, las mangas arremangadas y la corbata verde desanudada.
Si madre me viera le daría un infarto, piensa divertida la pelinegra.
― ¡Hey, Black!
Cedrella se detiene y se da la vuelta. Curiosa ve como el chico pelirrojo que se sentó al lado de ella se acerca corriendo.
―De-dejaste esto―jadea y le entrega sus pinceles, los palitos con los que pintaban.
―Oh, gracias―dice ruborizándose.
―No fue nada―se encoje de hombros el pelirrojo y luego le da una sonrisa―. Nos vemos después.
―Ah, sí. Nos vemos―responde Cedrella quedamente.
Horas más tarde la pelinegra se encontraba en su Sala Común pensando en el chico pelirrojo y, aprovechando que no tenía ningún deber, tomó sus pinturas y pinceles. Iba a dibujar el tono de azul de los ojos del muchacho.
Llevaba poco más de unos minutos en eso y ya estaba frustrada. ¡No conseguía dar con el color! O los tonos de las pinturas eran muy claros, o muy oscuros, o eran muy brillantes o muy opacos. Y el pelirrojo tenía un color peculiar de ojos. Eran de un azul suave, como el cielo antes de navidad, pero también poseían un toque eléctrico, también tenían la profundidad del mar y un leve encanto misterioso.
Tendría que acercarse más, verle más de cerca. Sólo así lograría dar con el tono adecuado.
Tan concentraba estaba en sus pensamientos que no escucha cómo alguien sale de los dormitorios.
― ¿Cedrella? ¡¿Qué crees que estás haciendo?! ―Gruñe la inconfundible voz de su hermana.
La joven Black ya veía algo así venir, después de todo a Callidora no le hacía mucha gracia las cosas de muggles.
―Pinto, hermana―responde Cedrella encogiéndose de hombros.
― ¡Eres una bruja, Cedrella! Es una vergüenza que estés haciendo esas cosas tan…―Callidora frunce los labios con desprecio―… asquerosas.
La pelinegra ladea la cabeza. Con Callidora no servía de nada discutir, de hecho, estaba muy segura que ya mismo le iría con el chisme a su madre.
―Sí, da un poco de cosa tocar la pintura con los dedos, pero es relajante―sonríe poniendo a Callidora roja.
―No mereces ser una sangrepura, Cedrella―escupe y con una última mueca se marcha.
La pelinegra no opinaba igual que su hermana, que fuese sangrepura no significaba que despreciase las cosas muggles. De hecho, Cedrella encontraba fascinante la mayoría de ellas. Y, en definitiva, el arte era maravilloso.
La siguiente vez que fue a clases de arte muggle encontró la oportunidad perfecta para poder pintar los ojos de su compañero.
―La clase anterior hemos aprendido las técnicas básicas de pintura al óleo―comienza la profesora Burbage―. Ahora, para ponerlas en práctica deberán dibujar algo destacable de su compañero―todos los jóvenes se miran―, lo que más les llame la atención, lo primero que piensan en cuanto lo ven. Cosas así. Disponen de una hora para hacerlo, ¡así que comiencen!
Cedrella se remueve incómoda en su asiento. No es que ella fuese alguien tímida, era la que más hablaba de sus hermanas, pero el chico de ojos azules lograba ponerla nerviosa.
―Bien, supongo que si debemos trabajar juntos deberíamos presentarnos―sonríe el pelirrojo y es inevitable que Cedrella no le regresa la sonrisa―. Soy Septimus Weasley, pero puedes decirme Sep, mis amigos lo hacen.
―Cedrella Black―se presenta dándole una pequeña sonrisa.
―Ceddie, me gusta, tiene futuro―dice con humor el pelirrojo, Septimus, pero Cedrella está estupefacta.
Nunca, jamás, en su vida alguien le había puesto un mote. Su madre alegaba que su nombre era perfecto como estaba, a sus hermanas les parecían ridículos los motes y nunca había tenido amigos realmente cercanos. Así que esto era nuevo para ella.
―Creo… que deberíamos comenzar―musita tratando de salir de su estupor.
―Sí, será divertido. ¿Comienzas tú o yo? ―Pregunta pero sacude la cabeza antes de que Cedrella pueda responder―. ¿Qué clase de pregunta es esa? Comienzas tú.
―Eh… gracias.
Cedrella saca lo necesario de su bolso (pinceles, acuarelas y el cuaderno de dibujo) y gira la silla hasta estar frente al pelirrojo que le sonríe amigable. La pelinegra se ordena tener calma, no se explicaba por qué sus manos temblaban tanto, y suspira.
» ― ¿Podrías, por favor, acercarte más? ―Pide y el pelirrojo jala la silla acercándose bastante a ella―. Me gustaría pintar tus ojos―confiesa antes de darse cuenta.
Estúpidos nervios, ¿de dónde salen?
― ¿Mis ojos? ―Pregunta Septimus frunciendo el ceño―. Pero si son completamente normales, las personas suelen fijarse más en mi cabello.
―Tus ojos son hermosos―responde la pelinegra y un furioso sonrojo se extiende desde sus orejas por todo su cuello y acaba en sus mejillas.
―Oh, vaya. Gracias―dice el pelirrojo luciendo también un sonrojo.
―Debería comenzar.
Y así Cedrella se concentra en los ojos del pelirrojo, mordiendo sus labios cuando se concentra, frunciendo el ceño cuando usa un azul que no le convence y usado más de cinco pinceles para, al final, terminar pintando con sus dedos, ahí la pelinegra agradece tener unos dedos finos y delgados, podía pintar perfectamente.
―Terminé―exhala después de media hora de silencio.
―Qué bien. Ya se me estaban resecando los ojos―murmura Septimus y Cedrella le ofrece una sonrisa de disculpa―. Nah, no te preocupes.
―Es tú turno―dice Cedrella buscando alejar sus nervios (¿Qué le pasaba?) ―. ¿Necesitas que haga algo?
El pelirrojo busca sus cosas y le ofrece una mirada ladeada.
―Alza la barbilla y pon tus manos en tu cara―y sin el menor reparo el pelirrojo toma las manos de Cedrella y las pone como quiere―, así. Muchas gracias.
A Cedrella le hubiese gustado preguntarle qué estaba pintando exactamente, pero decide que su pregunta no era tan importante, así que se pasa la siguiente media hora totalmente quieta.
―Listo―murmura Septimus dejando el pincel de lado.
― ¿Puedo ver? ―Pregunta Cedrella bajando las manos y ofreciéndole una sonrisa al pelirrojo.
Septimus parece indeciso unos segundos pero después suspira y le entrega el cuaderno.
Cedrella puede sentir el aire atascándose en su garganta. Septimus se había encargado de pintar desde sus pómulos, hasta un poco más debajo de su clavícula. Un sonrojo recorre las mejillas de la pelinegra mientras aprecia lo hermoso y… sensual… del cuadro. Sus pómulos apenas se apreciaban, su nariz estaba perfectamente delineada, su mandíbula era larga y redondeada, su cuello era delgado y poco largo, su clavícula marcada y sus manos perfectamente delineadas todo en tonos tierra. Todo excepto sus labios y uñas que estaban pintados de un fuerte color rojo, como de hecho estaban pintados.
―Es… hermoso.
― ¿Te gusta? Pensé que no te gustaría, como has estado tan callada.
― ¿Bromeas? Es perfecto, tiene sentimiento―halaga Cedrella y le pasa el cuaderno―. Pero, ¿por qué mis labios?
―Tu piel es extremadamente blanca y tu cabello y ojos son de un profundo negro, así que tus labios y uñas rojos llaman bastante la atención. Te hacen lucir como una belleza exótica―murmura y la pelinegra sabe que el chico ha hablado más de la cuenta cuando un sonrojo cubre sus mejillas―. Yo, eh, lo siento, no debería haber dicho eso. Es decir, eres hermosa, ¡vaya que sí! Pero… yo…
―Gracias―interrumpe la pelinegra con una sonrisa.
―Yo, esto, de nada. Creo. Porque es verdad.
Y Cedrella ríe, sintiendo como su corazón da una voltereta.
¡Hola, hola!
N° de palabras: 1.449
Esta bella viñeta fue hecha con la idea de participar en un reto, pero no se pudo :/ ¡Y yo no iba a perder mi trabajo! Así que aquí está, como musho cariño :)
Desde la primera vez que te escribí, hace siete días XD, no he podido sacarte de mi cabeza, Ceddie.
Amaly B.
Psdta: La imagen de portada es el dibujo de Septimus :) (Ojo: No es mío, pero tampoco sé el nombre de la persona que lo dibujo así que por éso no lo puse).
