¡Hola!

¿Qué tal? El otro día estaba viendo de nuevo "Los mundos de Coraline", una de mis películas favoritas e inconscientemente pensé "¿y si a Rubble (quien es mi cachorro favorito) le pasase lo mismo que a la protagonista?" No se de donde salió esa idea, pero después de semanas acosandome, al fin decidí poner la historia por escrito. Y la he acabado publicando, para ver que pensáis de está especie de cossower. Porque todos sabemos que Rubble es el mas fantasioso de los cachorros y perfectamente podría "soñar" algo así.

Os advierto que, aunque la película en el que está basado el fic es solo terror infantil, sigue siendo una historia de terror. Así que si no gustáis de este género mejor sera que no leáis.

En fin, quitando eso, esperó que os gusté. :)


— EL OTRO ADVENTURE BAY —

Peluche


Se sentía débil. Realmente débil. ¿Cuánto tiempo pasó desde que se cobró su última víctima? Hace ya cuarenta, puede que cincuenta años. Suspiró sintiéndose desfallecer. Hace ya demasiado... Tal vez, solo tal vez, podría admitirse a si mismo que este era realmente su final.

Lo sentía, aun tenía el poder suficiente para atrapar a otro en su red de hermosas mentiras. Pero ¿cual víctima? El mundo ha cambiado mucho, y aunque aun sobraban los seres codiciosos, los inocentes escaseaban. Y él necesitaba una víctima que fuera ambas cosas, pero sobretodo inocente, muy inocente.

Suspiró de nuevo. Tan vez pensando en desquitarse en su ayudante, en su momento su más fiel seguidora, quien ya no le tenía respeto, si no pánico, y dejaría que la golpease cuanto quisiera, por temor a algo peor.

Pero entonces...

¡Socorro! —le sorprendió el grito de auxilio, pero tardó poco en comprender que la ventana que hacía de televisión para el mundo exterior, al fin se había abierto de nuevo, mostrándole otra posible víctima— ¡Que alguien me ayude, por favor!

Vio como un cachorro de Pitbull lloriqueaba y pedía una ayuda que, parecía, jamás llegaría. La débil ramita de árbol que era la separación entre él y una caída que seguro le haría mucho daño, rompiéndose poco a poco. Él deseó desde lo más hondo que se cayese de una vez. A lo mejor verle sufrir le animaría un poco el animo, pero para su decepción, sus ojos escarlata oscuro detectaron a un grupo formado por otros cachorros y un niño humano, que sin duda habían llegado en respuesta a sus alaridos de auxilio.

Mierda...

Sin embargo, entonces sonrió. Sí, que lo salvasen de una buena vez, así él tendría tiempo de preparar un plan para atraparlo en su red de mentiras más adelante.

Con sus largas y gigantes manos, cuyos dedos parecían temibles agujas, agarró sin ninguna delicadeza el viejo peluche de un perro mestizo y, sin ningún miramiento, lo destrozó. Después, con los trozos de tela y algodón, contrarió a su anterior acción, comenzó a crear un nuevo peluche usando los restos del otro. No le llevó mucho tiempo, pues era un experto en crear cosas, tanto animadas como inanimadas, aunque viviese para destrozar. El nuevo peluche era un lindo cachorrito de perro. Un Pitbull exactamente igual al que había visto hace unos momentos. Solo había una diferencia con el cachorro real. Y es que los ojos del peluche eran tan escarlata oscuro como los suyos.

Habiendo terminado, abrió de par en par la ventana que le había servido para ver a su futura nueva víctima, y sin miramientos lanzó el peluche por ella. El viento se lo llevó hacía el mundo exterior y él cerró fuertemente la ventana.

La sonrisa no se iba de su rostro.

Ya solo quedaba observar y esperar, pues los ojos del peluche eran, de ahora en adelante, los suyos propios en el mundo exterior.


— ¡No es justo, Ryder! —se quejó Rubble, triste, desde su camilla— Yo también quiero ir a ver las nuevas acrobacias de Ace...

Al niño genio se le encogió el corazón, pero aun así no cambió su decisión, recordándose que era por el bien de su cachorro.

— Lo siento mucho, Rubble —se disculpó el niño—. Pero aunque has mejorado, tu pata sigue rota. Recuerda que Katie dijo que las emociones fuertes no eran buenas para ti en ese estado.

— ¡Pero Ryder, estaré muy tranquilo, lo prometo...! —siguió insistiendo, esforzándose por poner su mejor cara de cachorro degollado para ablandar al niño. Skye no era la única del grupo fan de Ace. Rubble no quería perderse su espectáculo por nada del mundo.

Contento, vio como el niño vaciló por unos segundos, pero la felicidad le duró poco, pues pronto Ryder puso cara dura.

— No es no, Rubble —dijo sonando como un padre dándole una regañina a su hijo—. Entiende, es por tu bien.

Pero Rubble no lo entendía.

— De todas formas —dijo Skye, asomándose a la camilla de su compañero, dentro del Puesto de Observación—, Ace está al corriente de tu situación, y ha prometido que en cuanto te cures hará una actuación especial solo para ti, incluso podrás volar junto a ella —a la perrita ojirosa le iban brillando los ojos cada vez más mientras hablaba— ¡Ah, ella es tan genial! ¿No es verdad?

Los otros cachorros asintieron.

— Si quieres —esta vez habló Chase—, puedo usar uno de mis drones para que lo veas desde aquí.

El Pastor Alemán era, sin duda, el más afectado por la pata rota de su compañero. Al fin y al cabo, fue su culpa. No vio que había lanzado aquel cono con demasiada fuerza al sitió equivocado.

— ¡Chase! —chilló Skye, escandalizada— No creo que a Ace le haga gracia tener un dron espía siguiéndola por todas partes en su gran momento...

— ¡No hace falta! —Rubble la interrumpió, para evitar problemas— Ya no me interesa tanto...

A pesar de que dijo eso, se podía notar tristeza y decepción en sus ojos.

— ¿Estas seguro de eso, amigo? —preguntó Zuma.

— Sí...

Al menos le quedaba el consuelo de ese espectáculo especial para él, pues sabía bien que Ace era una chica de palabra.

Ryder habría querido quedarse con el convaleciente, pero no podía, tenía que vigilar a sus otros cachorros en el espectáculo y, claro, también estar pendiente de las emergencias.

— ¡No te preocupes, Rubble! ¡Yo cuidaré bien de ti! —exclamó el pequeño Alex, para la ocasión, disfrazado de doctor.

Menos mal que el niño aceptó quedarse con el Pitbull en lo que Ryder y los otros cachorros no se encontraban, emocionado por servir a la PAW Patrol. Su abuelo no fue capaz de no dejarle.

Rubble le sonrió, realmente agradecido.

— Gracias, Alex.

Ryder acarició la cabeza de su cachorro, todavía muy preocupado por él. Aunque Katie le había dicho que ya podía volver al Puesto de Observación, pues el cachorro obrero había pasado muy malas noches lejos de sus amigos, todavía no estaba del todo recuperado del accidente y, aunque quería ocultarlo, se le notaba que aun le dolía la pata cuando se apoyaba en ella.

Lo mejor para él era tranquilidad y reposo.

— Lo dejo en tus manos, Alex —le dijo al niño menor, mientras que con el control de la tele, la encendió dejando ver el programa de Apollo el Superperro, el favorito de Marshall y Rubble.

Alex le hizo a Ryder un saludo militar mientras decía "Señor, sí, Señor". Inmediatamente todos se rieron por la imitación que el niño había hecho de Chase. Todos menos el mismo Chase, quien no había entendido el chiste.

— ¿Qué? —preguntó el cachorro policía siguiendo a los otros a la salida— ¿De qué os reís? ¡Venga, decidmelo! Que yo también me quiero reír...

Y entonces, desaparecieron.

Sin quejas, dejo que Alex lo sacará de la camilla, acomodándolo entre sus bracitos. Ambos acomodados en los cojines esparcidos por el suelo, se pusieron a ver como el Súperhéroe perro salvaba el día en su serie.

Tras un par de capítulos, parecía que Rubble ya se había curado de su decepción por lo de Ace, pero por dentro aun seguía carcomiendole algo que todavía no le había admitido a nadie. Y es que deseaba con todas sus fuerzas que en esos momentos fuese Ryder, y no Alex, quien le tuviera en su regazo, dándole mimos para que se olvidara del dolor.

Él estaba agradecido, muy agradecido en verdad, de que la PAW Patrol le salvase de caer del árbol aquella vez, y aun más lo estaba de haber sido aceptado como uno más después de eso... Pero había veces que no podía preguntarse como sería ser un perro normal. Un cachorrito sin responsabilidades, más allá de recibir todas las atenciones por parte de su humano. Un humano que no sería diferente de otros, uno que no estuviera siempre tan ocupado, como Ryder lo estaba como líder de la PAW Patrol. Un humano que fuera solo para él las 24 horas del día, que le cuidase cuando estaba herido. Sí, muy en el fondo, y para su propia vergüenza, deseaba a Ryder solo para él y nadie más.

Pero eso era normal, pues él era el menor, el más inocente y más necesitado de cariño. Pero jamás lo admitiría.

— ¡Ah! —Alex lo sacó de sus pensamientos de repente, pues las caricias que este le daba le habían dejado en una nebulosa, un poco fuera de la realidad— ¡Casi se me olvida!

Para sorpresa de Rubble, el niño lo posó delicadamente en los cojines para luego ir a buscar algo corriendo a la mochila que había llevado consigo. La sorpresa del cachorro se convirtió en emoción al ver que el niño sacaba de la mochila un peluche que se parecía mucho a él.

— Wow, ¿puedo verlo, Alex?

El niño sonrió, encantado por la pregunta, mientras corría de nuevo hacía él con el perro de tela en su mano.

— Pues por supuesto que puedes verlo. ¡Es para ti! —le informó el niño, mientras lo dejaba a su frente.

A Rubble le brillaron los ojos mientras contemplaba el peluche. Tenía, a lo sumo, la mitad de tamaño que el Rubble real, y hubiera sido su copia exacta, de no ser por el color de los ojos. Los cuales eran de un atrayente color rojo. Al Pitbull le encantó el peluche.

— ¿En serio es para mi? —preguntó con la voz cargada de emoción.

— ¡Pues por supuesto! —exclamó el niño— No quería venir a cuidarte con las manos vacías... ¡Y resulta que encontré el peluche en el baúl de los juguetes viejos de mi abuelo! ¿Está como nuevo, no es así? Además de que se parece tanto a ti, que estaba seguro que era el mejor regalo.

Rubble estaba muy contento.

— Muchas gracias, en serio me encanta. ¡Lo llamaré Mini-Rubble!

Tanto el niño como el cachorro se rieron por la "gran imaginación" del segundo para pensar nombres.

Tal parecía que Alex había logrado hacer enteramente feliz al Pitbull con su regalo sorpresa, tal y como pretendía.

Pronto Rubble comenzó a bostezar, su cuerpo pidiendo ya su acostumbrada siesta. Estaba tan lleno de emociones, que el pequeño perrito se durmió abrazando a su copia de tela, sin necesidad de su acostumbrado antifaz para dormir. No se dio cuenta de que los ojos de Mini-Rubble brillaron, vivos y terroríficos, indagando dentro de su alma. Descubriendo su más escondido deseo.


Para cuando despertó, ya se había hecho de noche en el exterior. Sin embargo, no había nadie más allá de él y su copia de peluche en el Puesto de Observación.

En seguida tuvo miedo.

¿Chase?... —pronunció el primer nombre que se le ocurrió en un estado de emergencia. Nadie contestó. Doliendole la pata trasera escayolada, se tuvo en pie con esfuerzo— ¿Marshall?... ¿Skye?... ¿Zuma?... ¿Rocky?... ¿Ryder?

Estoy aquí, Rubble —para su gran alivió, escuchó la voz del humano cerca de si—. Enseguida te llevó la cena.

Estupendo, estaba hambriento. Con alivió de no encontrarse solo, se dejó caer de nuevo sobre los cojines. En seguida vio al niño acercarse con un bol amarillo llenó de comida para perros y, seguramente, alguna pastilla para el dolor escondida. Cortesía de Katie. Sin embargo, pegó un grito de puro terror cuando Ryder llegó cerca de él... Lo suficiente para ver sus ojos y captar su aroma.

Bajo la extrañada mirada del niño, Rubble se arrastró lejos de él, ignorando el dolor en su pata, hasta que chocó contra el ascensor.

Tú... no eres Ryder —aseguró, lleno de temor y temblando.

Los ojos escarlata oscuro del niño parpadearon un par de veces antes de que empezase a reír. Una risa melodiosa que hizo que Rubble perdiera todo miedo de él.

¡Pero por supuesto que no soy Ryder! —exclamó el niño, recuperándose del ataque de risa, y acercándose al pequeño Pitbull, viéndose totalmente preocupado por la pata escayolada de este— Yo soy el Otro Ryder, tu verdadero dueño.