Letanía: Singani No Kyojin es propiedad exclusiva de Hajime Isayama.

Nota de Katsura: ¡Aquí de nuevo, sufriendo con otro Fanfic de SnK! El título ofrece una idea de lo sad que quizás sea esto… En fin, esta pequeña historia la dedico— con todo el cariño del mundo— a mi amigo Adán Fernández, a quien le di mi palabra de que escribiría algo de Nikolo/Sasha o Connie/Sasha. En esta ocasión, me nació explorar los sentimiento de Nikolo en cuatro capítulos, sin embargo, dado que aparece apenas en dos capítulos del manga y en tres o cuatro viñetas— como máximo— de los mismos, tuve que ingeniármelas con lo que hay… ¡Espero de todo corazón que te guste, Adán, ¡y a todos aquellos que lean esto también! ¡Les amo un montón!


I: Mariscos


— ¿Cuánto tiempo más necesita de cocción, Nikolo? — Aireó Yelena, moviendo el cucharón entre la mezcla de vegetales, sazón y caldo en donde más tarde habría de condimentarse el pescado. Él respondió desatendiendo por un momento la labor de preparar las ostras.

—Hasta que los vegetales comiencen a sudar. Lo notarás cuando el caldo empiece a tomar color mientras escuece.

—Oh, ya veo. ¡Es genial que seas un maestro en la cocina, Nikolo! No sé mucho, pero daré lo mejor de mi — profirió seguido, mirando los alimentos hervir como si estuviera fundiendo oro puro. Por desgracia, él no era familia del pulpo que yacía colocado sobre la mesa, de manera que un banquete destinado a más de cinco personas con una variedad de mariscos era demasiado para solo dos manos. Yelena se había ofrecido a ser parte de la solución multiplicando las dos suyas con las dos de ella, y pese a no igualar los ocho tentáculos de un pulpo, el resultado— debía reconocer— era digno de alabanzas.

— ¿Cómo puedes tomar la situación con tanta naturalidad, Yelena? — Apostilló, sin ocultar la consternación predecible por su tono de voz. Volvió a ocuparse de las ostras para no mirarla—. ¡Has traicionado a Mare y nos has puesto codo a codo con el enemigo! En cualquier momento pueden ponernos una cuchilla en la espalda.

— ¿Lo dices por lo que te hizo el capitán Levi? — Dejó escapar una risilla burlona que le cayó como el primer plato que había cocinado en su vida: pésimo—. Te entiendo, es un poco vergonzoso que alguien mucho más bajo que tú te tome por rehén.

Ahí estaba de nuevo, el nunca perturbable buen humor de Yelena. Nikolo se debatió entre pensar que, con su actitud— al menos en apariencia— despreocupada, se hacía un remedio para sobrellevar el peso de la traición o si en verdad disfrutaba la convivencia con el enemigo. En cualquiera de los dos casos, Nikolo no sabía si admirarla o condenarla por ello.

—Pero, ¿no te parece maravilloso? —Hubo un destello de añoranza en sus ojos, que se tornó sutil en tanto le veía añadir los pescados a la cocción—. No es lo mismo ver a través de los ojos de un Marleano que ver con los tuyos. Esa pequeña libertad, ese privilegio de conocer la verdad con tus propios ojos, de saber por ti mismo si en verdad vale la pena dedicar tu vida a Mare y que nadie elija por ti quién está en lo correcto y quien no, es una de las razones por las cuales no me arrepiento de mis decisiones.

Si antes Nikolo se debatía entre admirarla o condenarla, ahora no sabía si elogiarla o contradecirla. El cosmos, la casualidad o quienquiera que rigiera las fuerzas del universo debió haberse compadecido de él, pues el rumbo de la conversación se desvió del camino al divisar a los invitados especiales en camino hacia ellos.

— ¡Veo venir a los chicos! Todavía resta preparar algunos platillos, pero mientras pueden ir comiendo de los que ya están listos. Nikolo, ¿puedes empezar a servirles por favor?

— ¡¿Y por qué yo?!

—Porque si soy yo se quemarán los pescados. Además, tú eres el chef y ellos tu público, debes hacer el honor con tu presencia.

—Demonios… —No concluyó la oración ante la inminente cercanía de los invitados. Entre aquel repentino aluvión de miradas posadas sobre la comida, hubo una en particular que le impidió prestar atención a las demás.

— ¿Es la primera vez que tienen comida marina? —Yelena descuidó los pescados— que a fin de cuentas empezaron a oler a quemado— para recibirles, quizás notando su escasez de palabras. Aprovechó ese desliz para darles la espalda con la excusa de salvar los alimentos—. Nikolo es un maestro de la cocina de Mare.

—Demonios… ¿Por qué a mí? —Solo así, dándoles la espalda, pudo terminar la oración como la había pensado. Se volteó al segundo, en un intento— aunque fuera vano— de recuperar algo de dignidad—. Si no les gusta, entonces no lo coman, Erdianos. Ustedes…

"Son repugnantes". Estuvo a punto de concluir, tal cual había oído a cientos de Marleanos, pero el brillo singular de aquellos ojos inundados en lágrimas, tan preciosos como los de un niño frente a su oso de peluche favorito o como los suyos la primera vez que probó un plato en verdad exquisito, le devolvió las palabras al fondo de la garganta.

— ¡Nikolo, es usted un genio!

Y apareció... ajeno a su voluntad, un débil, pero a la vez notable sonrojo. Procuró esconderlo dedicándose a ubicar con cierto aire de torpeza los demás platillos listos al paladar.

— ¡Existe una forma más limpia para comer! —Oh no, sería el colmo sufrir otra pérdida de su dignidad o dejar en evidencia ese instante de vulnerabilidad para con un Erdiano—. ¡Todavía hay más, puedes comer más despacio!

Constatando que seguirle reprochando no era diferente a gritar en el vacío, volvió a ocuparse de las ostras. Algo en el interior del molusco, por un breve momento, se pudo comprar al brillo de aquellos ojos cafés rebosantes de felicidad: una perla.