Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, ellos pertenecen a J.K Rowling y a quién ella haya cedido los derechos. La historia por su parte pertenece a GoldenEmpire(AO3) a mi solo me pertenece la traducción.
...
Dumbledore observó la puerta frente a él y, por primera vez en muchos, muchos años sintió como la desesperanza se apoderaba de él. El sabor del fracaso estaba seco en sus labios y tenía el mismos sabor que la sangre en su boca luego de luchar contra Grindelwald, después de que mató a su querida hermana. Sabía que practicar magia oscura en su oficina no era una idea brillante, pero tenía que hacerlo en algún lugar. Se estaba poniendo viejo y oxidado y los años de paz lo habían hecho olvidar los hechizos más oscuros y engañosos. La puerta parecía inofensiva; hecha de madera blanca simple, pulida cuidadosamente a la perfección. El pomo de la puerta era redondo y dorado, sin embargo, cuando Dumbledore posó su mano sobre ella, no pudo ver su reflejo. Sabía lo que le acechaba detrás de ella, podía sentirlo en sus viejos huesos.
Había entrado en un frenesí de hechizos, lanzando uno tras otro. Creó un traslador con uno de los libros que Lockhart había dejado atrás y cada vez que Dumbledore pronunciaba un hechizo, el destello de luz desaparecía en el libro, solo para ser escupido en algún lugar de la tierra media. Él esperaba que nadie decidiese salir a acampar esa noche, porque su viaje se vería arruinado por algunas maldiciones imperdonables. Dumbledore se perdió un poco, su mente regresó al día en que Ariana murió, mientras metódicamente agitaba su varita y lanzaba los hechizos practicando los movimientos que nunca había olvidado realmente.
Fue demasiado tarde cuando finalmente lo notó. El libro latía como un corazón y Dumbledore detuvo su mano cuando salió de su trance y vio al traslador tragarse otro de sus imperius. El libro continuó latiendo como un corazón, como si estuviera vivo. Dumbledore lo miró, él nunca había visto a un traslador hacer tal cosa pero suponía que cualquier cosa que se viese afectada por tal cantidad de magia oscura, lo haría. Maldiciéndose, Dumbledore dio un paso hacia el libro y, fue entonces cuando explotó.
Un corrosivo humo negro llenó la habitación y Dumbledore se derrumbó en sus rodillas cuando la sulfúrica ola de calor lo golpeó. Se sintió libre de toda su energía, de su felicidad. Se sintió como un centenar de dementores se hubiesen apiñado en su oficina y estuvieran intentando alcanzarlo con sus torcidos dedos. Dumbledore toció violentamente y cubrió su boca con la manga de su túnica, tratando de mantener el humo lejos de sus pulmones. No podía ver nada más que oscuras sombras. Sintió que la fe se filtraba fuera de sí, una furia dividida por el alma que la reemplazaba. Un calor abrazador alcanzó su rostro y luego sintió un aliento helado en todo el cuerpo. Se estremeció y gimió cuando cayó hacia adelante, presionando su rostro contra el suelo y sintiendo cómo su fuerza vital luchaba por separarse de él. Miles de voces en agonía lloraron en su cabeza.
Con el sonido de golpeteos en la puerta, todo terminó tan abruptamente como comenzó. El humo fue succionado del aire, y se llevó todas las emociones negativas y el dolor con él. En el lugar donde había estado el traslador, ahora había una puerta blanca y moderna que parecía completamente fuera de lugar en la oficina anticuada. Dumbledore permaneció en el piso, su estómago se retocía con brusquedad mientras miraba a la puerta con los ojos muy abiertos.
Minerva y Severus entraron corriendo a su oficina con sus túnicas ondeando detrás de ellos.
— ¡Albus! — exclamó Minerva cuando lo vio, y Severus cayó de rodillas a ayudar al director a levantarse. Dumbledore miró hacia la puerta.
— ¿Qué pasó? — preguntó Severus en voz baja —. Profesor... — siguió la mirada Dumbledore y observó la puerta en silencio. Minerva lanzó un grito y se alejó tambaleándose. Ellos debieron sentir el mal viniendo de allí también.
—Albus— susurró horrorizada, elevó su arrugada mano para cubrir su boca —. ¿Eso es...
—La puerta al inferno— confirmó sombríamente.
...
Harry se sentó frente al escritorio de Dumbledore intentando no parecer muy curioso. Sin embargo, fue difícil, la oficina del director estaba llena de maravillas. Desde el pensador de mármol rebosante de una niebla gris hasta el fénix de color rojo fuego que descansaba cerca de ahí. Dumbledore se sentó en su escritorio, se metió, casualmente, un caramelo de limón en su boca, como si tuviese todo el tiempo del mundo. Harry no quería molestarlo interrumpir la tranquilidad del hombre, así que se sentó pacientemente en la silla e intentó no hacer preguntas sobre los objetos mágicos en la oficina. Lo único peculiar (o en este caso lo único normal o que parecía fuera de lugar) era la puerta blanca en una de las paredes. Comparada con las demás puertas de Hogwarts pesadas y hechas con madera oscura, la puerta blanca parecía moderna extrañamente moderna y... muggle.
Finalmente Harry no lo soportó más. —Profesor, ¿De donde vino esa puerta?
—Ah— Dumbledore se metió otro caramelo a la boca—. Explicaré todo a su debido tiempo, solo estamos esperando a nuestro otro... implicado.
— ¿Implicado? — preguntó Harry confundido, pero Dumbledore solo sonrió con sus ojos brillando detrás de sus gafas medialuna mientras volvía a comer uno de sus caramelos. Harry empezó a sentirse ansioso, él debía estar en pociones. Ya tenía suficientes problemas en el tema sin perder las lecciones. Comenzó a golpear el piso con sus pies con ansiedad. No tenía idea de lo que Dumbledore quería de él o si siquiera quería algo. Pero en los últimos seis años en Hogwarts aprendió a no hacer preguntas.
Un golpe casi enojado sonó en la puerta, Harry que había estado tan sumidos en sus pensamientos, que saltó.
—Pase— Dijo Dumbledore alegremente.
El que entró a la oficina era nada menos que el mismo Draco Malfoy, las manos de Harry se cerraron en puños antes de que pudiera contenerse. Durante sus diecisiete años de vida nunca había despreciado a alguien tanto como al rubio que tenía al frente. Malfoy era todo lo que odiaba en las personas; era arrogante, cruel, irascible, egoísta. Y además de eso creía que era lo mejor en el mundo desde el pan en rebanadas.
—Malfoy— susurró Harry, los fríos ojos grises de Malfoy se estrecharon y luego sonrió con esa sonrisa petulante que hizo que la sangre de Harry hirviera.
—Potter— dijo el snob con frialdad, y luego se sentó en la otra silla libre, demasiado cerca de Harry para su comodidad. Disgustado, el pelinegro intentó escabullirse de él.
—Señor Malfoy, Sr. Potter— los ojos de Dumbledore brillaban con alegría como si acabara de presenciar algo adorable. Harry tenía un mal sabor de boca al sentarse tan cerca de Malfoy y su cabello rubio perfectamente peinado —. Gracias a los dos por venir.
—Profesor, ¿por qué estamos aquí?— preguntó Harry apresurado, esperando desesperadamente que él y Malfoy no fueran forzados a trabajar en ningún proyecto idiota juntos, porque Harry podía pensar en cientos de cosas que quería hacer más que eso, incluso besar a un dementor.
—Si le das al profesor un segundo para que explique, sabrás por qué estamos aquí ¿no es así, Potter? — espetó Malfoy con la voz chorreando sarcasmo. Las manos de Harry estaban ansiosas por golpearlo, pero antes de que pudiera tomar represalias, Dumbledore se levantó. Su sonrisa se había ido, al igual que el brillo en sus ojos.
—Chicos— dijo gravemente, e inmediatamente la frustración de Harry se evaporó —. Tenemos un problema serio.
Harry estaba a punto de preguntar si el problema era la actitud de Malfoy, pero se contuvo sintiendo que realmente había un problema. Vio como Dumbledore miraba tristemente hacia la puerta blanca
—Desafortunadamente, bajo ciertas circunstancias esta puerta fue creada— Dumbledore movió su mano hacia ella—. Una vez fue un traslador pero bajo una fuerte influencia de la magia oscura de... no era un asistente tan inteligente, ha sido cambiado a un portal... Un portal al infierno.
Harry miró boquiabierto a la puerta. Se veía tan... inocente. Completamente fuera de lugar, sí, pero inocente.
—¿Nos está diciendo?— Expresó Malfoy, lo que Harry estaba pensando algo de lo que el Gryffindor no estaba eufórico —. ¿Que la entrada al infierno es una puerta blanca en su oficina?
—Siempre pensé que sería una carretera— murmuró Harry para sí mismo. Los ojos de Malfoy se volvieron bruscamente hacia él.
—¿Qué?— siseó.
—Nada— Se sonrojó Harry. Malfoy ya pensaba en él como inferior debido a su educación. No necesitaba saber acerca del hábito estúpido de Harry de dejar caer indicios muggle en sus conversaciones. Afortunadamente, el rubio parecía más interesado en la puerta.
—¿Cómo llegó esto aquí?— preguntó, levantándose —. ¿Por qué está aquí?
—Señor Malfoy no puedo revelar esa información— Dumbledore se encogió de hombros como si acabara de decirles que la puerta lleva a un Sainsbury's* en algún lugar de Yorkshire.
—Entonces, ¿por qué estamos aquí?— La irritación de Malfoy comenzaba a mostrarse.
—Caballeros, este tema de ... la puerta— Dumbledore se apartó de la puerta con disgusto para poder sentarse detrás de su escritorio mientras Malfoy se acercaba para investigar. Harry esperaba que la puerta se abriera y lo tragara entero —. Se puede resolver fácilmente. Los llamé a los dos aquí porque en mi opinión son los más adecuados para este problema.
—Espere— los ojos de Harry se abrieron de par en par —. Profesor... no puede estar diciendo eso... no puede estar insinuando que quiere enviarnos al infierno.
Dumbledore entrelazó sus dedos frente a él —. Tengo que enviar a alguien y no puedo pensar en nadie más para hacerlo.
Harry podía pensar en una docena de personas que podrían estar más preparadas para eso; Hermione era la bruja más inteligente del año, o Seamus, ya que le gustaban las cosas explosivas, o incluso uno de los profesores, ya que eran unos malditos adultos, alguien del ministerio, cualquiera menos dos inexpertos de diecisiete años.Pero, por supuesto, Harry no podía decir eso y descargar la responsabilidad sobre otra persona. Aunque tampoco era realmente su responsabilidad. En lo que a él respecta, él no fue quien abrió la puerta del infierno.
—Me gustaría exigirles a ambos, señores, que bajen al infierno y recuperen la forma original del traslador, que fue uno de los trabajos de su antiguo profesor; el profesor Lockhart. Me han informado que al destruirlo la puerta se cerrará y ustedes serán teletransportados a esta habitación.
— ¿Informado por quién? — Malfoy se apartó de la puerta —. ¿Alguien ha hecho esto antes? ¿Me está diciendo que puede ir y venir del infierno como quiera?
—Solo los poderosos magos pueden— dijo Dumbledore con calma—. Y nunca he visto una pareja tan poderosa como usted y el señor Potter.
El señor Potter estaba demasiado ocupado tratando de comprender que detrás de una puerta blanca que estaba a medio metro de él era la entrada al infierno mismo, como para molestarse en involucrarse en la conversación, aunque Malfoy estaba peleando lo suficiente por los dos.
— ¡No voy a ir al infierno! — dijo enojado—. ¡Y definitivamente no iré al infierno con Potter!
Dumbledore suspiró —Pensé que podía contar con usted Sr. Malfoy y debo decir que estoy decepcionado. Por desgracia, no puedo obligarlo a ir si no desea hacerlo— cogió otro sorbete y lo estudió —. Sin embargo, gracias por venir— se volvió hacia Harry, que se sentía como un ciervo atrapado en los faros —. Estoy seguro de que el señor Potter puede hacer el viaje solo, aunque sin duda será más difícil. ¿No es así, ¿Señor Potter?
Harry abrió la boca, intentando descubrir cómo rechazar educadamente la muy tentadora proposición de Dumbledore de pasar un agradable fin de semana en el infierno —. Yo...
—Habrá un centenar de puntos para ambos— dijo Dumbledore, mirando a Malfoy, que tenía los brazos cruzados sobre el pecho como el niño cabreado que era —Si deciden ir, eso tendrán. Y por supuesto , honor y orgullo junto a saber que hicieron algo bueno— Dumbledore miró con amargura a la puerta —. Quién sabe qué daño podría hacer el infierno si la puerta se abriera por, digamos ... un primer año desprevenido.
Harry imaginó a un aterrorizado niño de once años dejando escapar todo el mal en el mundo, como la caja de Pandora, e inmediatamente se sintió culpable, lo que obviamente era lo que Dumbledore quería. Harry se levantó. De alguna manera, él no estaba tan asustado como creía que estaría; después de todo, en su corta vida se enfrentó a basiliscos, arañas gigantes, dementores, hombres lobo, e incluso al propio Señor Oscuro, por lo que el infierno no parecía tan malo. Además, Harry siempre supo que la mayoría de su valentía descansaba en su estupidez y falta de autoconservación. Era un milagro que todavía estuviera vivo.
—Lo haré— dijo con determinación. Malfoy resopló, sacudiendo la cabeza, y luego se dio cuenta de que Harry no estaba bromeando.
—Mierda. Habla en serio— murmuró con incredulidad.
—Vocabulario, Señor Malfoy— dijo Dumbledore malhumorado, pero había una chispa en sus ojos —. Gracias señor Potter. Tuviste éxito en mis expectativas. Estoy orgulloso de llamarte mi alumno, de verdad. Eres uno de los mejores magos que alguna vez enco...
—¡Oh esta bien!— interrumpió Malfoy enfadado, con los ojos ardiendo en odio —. ¡Yo también lo haré!
— ¡Brillante!— aplaudió Dumbledore como si fuera exactamente lo que había esperado—. ¡Sabía que podía contar con ustedes, muchachos! Ahora, les abriré la puerta y ustedes tendrán un segundo para saltar...
— ¿Qué?— interrumpió Harry —. ¿Quiere que vayamos ahora?
Dumbledore parpadeó como si la pregunta lo sorprendiera —Bueno... sí.
—P-Pero...— tartamudeó Harry.
— ¡No estamos preparados!— gritó Malfoy—. No conocemos ningún hechizo oscuro que pueda ayudarnos...
—No es necesario para esto— los despidió Dumbledore levantándose —. Todo lo que necesitas son sus varitas y fuertes cabezas— Se dirigió hacia la puerta y Harry intercambió una mirada de pánico con Malfoy, algo que nunca pensó que haría —. Solo una advertencia, no sé qué encontrarán dentro, pero asegúrense de mantenerse unidos. Solos podrían morir, como Dante lo hubiera hecho sin Virgilio.
— ¿No es eso un poema? — Malfoy levantó una ceja no impresionado. Con una brillante sonrisa en su rostro, Dumbledore alcanzó el pomo dorado de la puerta,
— ¿Listos? — Preguntó ignorando la pregunta del Slytherin.
—No— dijo Harry, alcanzando su varita. Sabía que no tenía otra opción ahora, mientras él y Malfoy avanzaban nerviosos hacia la puerta. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, Dumbledore giró el pomo y abrió la puerta. Detrás de eso Harry vio, con un vuelco en el estómago, que no había nada en absoluto. El interminable cielo nocturno se extendía frente a él. Solo un negro roto por diminutos puntos que indicaban algunas estrellas lejanas, y nubes flotando en la inmensidad. Un acantilado cayó a la tierra oscura abajo. Mientras tanto, en la oficina ya era temprano, la habitación se había ahogado a la luz del sol.
—Profesor y... — Comenzó Harry, sintiendo nauseas, pero no pudo terminar cuando una repentina ráfaga de viento violento lo arrancó de la seguridad de la oficina de Dumbledore, y fue arrojado al infierno, acompañado de nada más que aire libre a su alrededor, y el grito aterrorizado de Malfoy.
