Los Pingüinos de Madagascar de DreamWorks no me pertenece, los personajes originales son obra de Tom McGrath y Eric Darnell.


NOTA: Mi intención NO es que sea Slash, pero si alguien a quien le gusta el SkipperxKowalski la lee, puede tomarlo así, si quiere. :)

Hola aquí vengo yo con otro oneshot. :B Y como es mi costumbre, habrá dolor y sufrimiento, muajajaja :D xD bueno, como sea xD ésta hitoria está escrita de una forma diferente a la que suelo emplear, con pocos diálogos y más descripción (quería probar algo nuevo).

¡Espero que la disfruten tanto como yo lo hice escribiéndola!

DEDICADO A: LagrimasSolitarias, Te quiero, mi Kowii.


Todo estaba en silencio, Skipper, Rico y Cabo, jugaban a las cartas tranquilamente en la mesa, mientras que Kowalski llevaba ya un buen rato encerrado en su laboratorio, seguramente inventando algo extraño con un nombre impronunciable, y sí, justo eso hacía.

Salió de su encierro con una sonrisa triunfal dibujada en su pico, cargando una especie de tostadora de pan con una antena de televisión y varias baterías conectadas a los costados; se acercó alegre y celebrando su victoria hacia sus amigos, quienes (como de costumbre) no entendían bien la larga y tediosa explicación que el científico daba sobre su invento, pero la curiosidad por verlo en acción era fuerte, y Skipper ordenó ponerlo a funcionar.

La máquina trabajó correctamente (al principio) después vinieron los problemas. Se apagó de repente, sin previo aviso. Kowalski abrió el panel de control y comenzó a mover, cortar y reconectar cables, intentando hacer funcionar a su invento, sin mucho éxito.

Finalmente, luego de un rato de intenso trabajo por arreglar la falla, la máquina volvió a operar, unos segundos después sobrevino la gran explosión, característica de todos los aparatos que construía; no era nada nuevo, y aun así, su líder se enfureció con él; lo regañó y le gritó, provocando que Kowalski sólo desviara la mirada, sin siquiera intentar defenderse, pues aunque quisiera, su cerebro estaba lleno de frustración.

Así pasaron los días, objeto tras objeto que inventaba, terminaba por explotar, ganándose constantes bofetadas y gritos por parte de su comandante.

–"Ésta vez será diferente" –pensó, deseaba probarle a Skipper lo buen inventor que podía ser, y restregarle en la cara que no era un fracasado, tal como lo había llamado esos últimos días.

Skipper a veces podía ser muy cruel con las palabras, no sabía medirse, y aunque por orgullo se había callado, lo cierto era que, sus palabras, lo tenían algo dolido.

–"Yo no soy un fracasado" –Se dijo para sus adentros –"y se lo probaré".

Y así, salió del laboratorio, empujando una máquina enorme que parecía un cajero automático; lo encendió, y para su sorpresa, funcionó sin problema alguno; su rostro se iluminó y una sonrisa de orgullo se formó en su pico, estaba muy cerca de demostrarle a su líder que se había equivocado con él, y que merecía una disculpa de su parte en cuanto volviera al cuartel.

Pero, para su desgracia, la dicha no duró mucho, cuando los lémures entraron gritando y corriendo por el túnel detrás del trofeo de Cabo al cuartel; al parecer, Julien perseguía a Mort, gritando que se las pagaría muy caro, mientras Maurice intentaba detener la persecución y tranquilizar a su rey.

Mort saltó sobre la máquina, para darse impulso y salir por la escotilla, Julien lo imitó, pero no tuvo la misma habilidad, golpeando violentamente contra el invento y provocando un corto circuito, aunque no le dio la más mínima importancia, sólo quería atrapar a ese pequeño que se atrevió a jugarle una broma.

Kowalski miró a los invasores alejarse, y soltó un gritó agudo y nada varonil al darse cuenta de que su invento estaba a punto de explotar, intentó reparar la máquina, pero antes de que pudiera llegar a ella ¡Kaboom! Se había acabado el juego.

Todo el cuartel voló en pedazos, y de forma muy oportuna (o inoportuna) Skipper y el resto del equipo llegó al lugar, encontrando todo destruido y a un Kowalski lleno de hollín parado junto a los restos de lo que parecía haber pertenecido a uno de sus inventos.

Skipper comenzó a hacer un gesto con el pico, abriéndolo lentamente mientras le temblaba por la rabia, hasta que llegó a su punto máximo, saltó hacia donde Kowalski estaba de pie, y lo abofeteó con tal fuerza, que lo mandó al suelo, para después comenzar a gritarle

–¡¿No puedo dejarte solo un minuto sin que destruyas todo?! –Le gritó con toda la fuerza de su estómago.

–Pero, Skipper, no fue mi culpa, los lémures dañaron mi máquina –intentó defenderse Kowalski sin mucho éxito, pues su líder seguía gritándole, sin escuchar sus palabras.

–¡Eres un mediocre! –Vociferó Skipper y esa fue la gota que derramó el vaso, podía soportar que lo regañara, pero no toleraría más sus insultos –¡Estoy harto de ti, Kowalski! ¡De ti y de tener que lidiar con tus estupideces! –Ya no lo toleraría… ya no más. El científico se dio media vuelta, dio un salto y salió del agujero que alguna vez fue su guarida –¡¿A dónde crees que vas, soldado?! –Preguntó Skipper aún cabreado –¡Ven aquí que no he terminado de gritarte!

–Si de verdad crees que soy un fracasado mediocre, entonces no me necesitas más en el equipo –respondió Kowalski con la voz sombría –me largo –y sin agregar nada más, comenzó a caminar para alejarse del desastre que involuntariamente causó, de las miradas de angustia de Cabo y Rico, y sobre todo, de aquel pingüino que tanto lo había herido con sus crueles palabras los últimos días.

Sintiéndose como si no tuviera valor alguno cuando nadie fue tras él para detenerlo e impedir que renunciara al equipo.

Las lágrimas invadían sus mejillas, impidiéndole observar con claridad su camino; tal vez si no hubiese estado llorando y caminando sin prestar atención, habría notado el auto que se acercó a gran velocidad a él y lo golpeó con tanta fuerza que lo mandó a volar hacia el bosque, provocando que la sangre escurriera de su cabeza, y su mirada se sumiera en una oscuridad total.


¿Cuántas horas habían pasado desde aquella discusión? ¿Ocho? ¿Nueve? En realidad no importaba, lo único que rondaba en su cabeza, era la preocupación. Creyó que su teniente sólo había hecho berrinche y que no tardaría en volver, pero no tenía idea de lo equivocado que estaba.

Decidió esperar otra hora, si Kowalski pensaba volver, seguramente lo haría antes de la hora de apagar las luces, así que tenía hasta entonces para entrar por esa compuerta… pero Kowalski jamás volvió.

La incertidumbre y el temor se apoderaron de su corazón, generando ideas paranoicas y algunas coherentes; salió de su refugio (ya reconstruido con un arduo esfuerzo) para buscar a su soldado extraviado. Lo buscaron por todo el zoológico, desde el hábitat de los lémures, hasta el zoológico infantil, interrogando a todos los animales sin obtener una respuesta que le diera el más mínimo indicio de su paradero.

Desesperado y lleno de angustia, ordenó al resto de sus hombres separarse para buscarlo en el parque, resistiéndose a las ideas que atacaban su cabeza como: ¿Habrá sido secuestrado por un enemigo? No, ya habrían pedido rescate; ¿Se habrá perdido? No, él conoce muy bien toda la ciudad; ¿Realmente habrá renunciado? No… no tenía respuesta.

Cómo deseaba retractarse de sus palabras, quizá si hubiese sido más tolerante con él, y hubiese escuchado su versión de la historia, Kowalski todavía estaría a su lado y no por ahí, sólo, sin provisiones, sin agua, sin refuerzos… abandonado a su suerte.

–Skipper, Rico encontró algo –escuchó la voz de Cabo sacarlo de sus cavilaciones. Se acercó a sus soldados, sintiendo un escalofrío recorrer por su espalda al notar algo que Rico sujetaba entre sus aletas: la libreta de Kowalski, con gotas de sangre seca.

Con el corazón estrujado, observó con desesperación todo su alrededor, buscando alguna otra pista y notando, unos metros más adelante, un camino de sangre seca y plumas negras que parecían dirigirse hacia el bosque.

Se deslizó apresuradamente siguiendo aquel camino, y suplicando a todos sus antepasados que él estuviera bien; al pasar por aquellos árboles que simulaban ser un bosque pequeño, un nuevo estremecimiento lo recorrió de patas a cabeza, notando frente a él un charco de sangre y un tapete de plumas negras y blancas, sin duda, pertenecieron a un pingüino; movió la cabeza de lado a lado en señal de negación, y siguió deslizándose, buscando a su amigo perdido sin tener éxito.

Cada vez se movía más rápido, pero también, más torpemente, golpeándose contra uno que otro árbol.

En medio de su desesperación, se tropezó con algo alargado, de color blanco con manchas rojas, y lo que parecían ser plumas negras a su alrededor; se detuvo para mirarlo con más detenimiento.

–No… –musitó –¡NO! –Gritó cayendo al suelo de rodillas y comenzando a llorar, al notar que aquello que sostenía entre sus aletas, era un hueso lleno de sangre y restos de carne… estaba fresco y sin duda, había pertenecido a un ave.

El temor de que Kowalski había sido atacado y devorado por un depredador fue demasiado para él, causando que pegara de gritos al cielo, sumergido en un llanto mucho más denso que el mismo bosque. Cabo y Rico miraban llorar a su líder desde lejos, cada uno intentando acallar el dolor que los invadía al saber muerto a su tan querido amigo, cuando una voz, débil y enronquecida, llamó su atención.

–Si me estás escuchando… –Dijo Skipper ya sin fuerzas –si hay alguien allá arriba… por favor… te lo imploro… devuélveme a Kowalski –y así, abrazó lo que para ellos eran los restos de su difunto ex teniente, continuando con su desgarrador llanto.

El sol comenzó asomarse entre los edificios, iluminando el triste caminar de los pingüinos rumbo a su hogar, llevaban los ojos hinchados de tanto llorar, y los rostros ensombrecidos por el dolor.

Finalmente llegaron a su destino, saltaron a su isla de concreto y abrieron la compuerta, pero tardaron varios minutos en entrar, pues ver el laboratorio vacío y mirar la cuarta cama en la pared, les recordaría que su dueño jamás volvería a ocuparla, jamás volverían las explosiones accidentales… las lágrimas invadieron de nuevo los rostros de los tres pingüinos, sentían un dolor indescriptible.

Por fin se decidieron a entrar; Skipper caminó hacia el laboratorio de Kowalski, anhelaba encerrarse ahí e impregnarse de los recuerdos de su tan querido amigo… ¿querido? Sí, la verdad era: que lo había querido mucho. Pero ahora ya no podía decírselo, ya no se enteraría de lo importante que había sido para él y de lo orgulloso que se sentía en el fondo; sus logros sobrepasaban a sus errores, y si soportar de vez en cuando sus explosiones accidentales era el precio que debía pagar por tenerlo, era barato, ahora sabía eso.

–¡Qué estúpido! –Se reprochó a sí mismo al recordar todas aquellas cosas horribles que le había dicho a su amigo y en realidad no sentía, quería volver en el tiempo, arrancarse la lengua si era necesario, para evitar dejarse llevar por la ira y decirle tantas tonterías. Abrió lentamente la puerta del laboratorio y… –estoy loco –se susurró.

–¿Por qué crees que estás loco? –Esa voz realmente penetró por sus oídos, como si de verdad hubiese sido emitida ¿era cierto? ¿O su mente le jugaba una broma cruel? –Bueno, como sea, lo siento, yo… –escuchó a esa voz grave volver a hablar, pero antes de que terminara su oración, Skipper interrumpió.

–¿K…K…Kowalski? –Preguntó con ingenuidad –¿Eres tú?

–Sí. –Respondió el aludido un tanto desconcertado, tenía la cabeza vendada y lucía un poco pálido, pero fuera de eso, no tenían ningún rasguño; el científico comenzó a sentirse incómodo por la mirada de su líder, sin entender el motivo –Lo siento, Skipper, sólo vine a atenderme ésta tonta herida que me saqué por distraído, me iré de inmediato.

Skipper se quedó inmóvil en su lugar mientras Kowalski se acercaba a él para cruzar la puerta, pero en cuanto su ex teniente estuvo justo a su lado, lo sujetó con fuerza de la aleta, deteniéndolo en seco pero sin voltear a mirarlo.

–No vas a irte, ¿me escuchaste? –Sentenció el líder con el ceño fruncido, para después girarse hacia él y abrazarlo con toda la fuerza que le quedaba mientras volvía a llorar, no sabía a quién agradecer el milagro, pero vaya que lo agradecía. Cabo y Rico, que los miraban anonadados desde le mesa, no dudaron en correr hacia ellos y unirse al abrazo.

Kowalski no entendía el motivo de tanto drama, pero ¿qué importaba? Aquel abrazo eran increíblemente agradable, y más placentero se volvió al escuchar a su líder decir: –"Te quiero, Kowalski, y estoy orgulloso de ti".

No supo cuánto tiempo pasaron sumidos en aquel grupal y fraterno abrazo, pues ahora sólo había una cosa invadiendo a su cerebro: el intenso dolor en su cabeza. Y de un momento a otro, se desplomó entre los brazos de sus amigos; nuevamente, todo fue oscuridad.

Despertó.

Estaba en su cama y aunque un poco mareado, se sentía mejor.

Percibió que Skipper caminaba hacia él con un plato lleno de sushi recién hecho, y escuchó a su estómago rugir de hambre –ya te escuché, soldado –dijo divertido su líder, ofreciéndole la comida.

Kowalski no dudó a tomar el plato y comenzar a comer, sentándose sobre su cama; su comandante se sentó a su lado, y una vez que terminó de comer, dejó el plato de lado y agachó la cabeza –lo siento, Skipper –musitó con la voz entristecida-

–¿Por qué, Kowalski? –Preguntó Skipper, sabía el motivo de la disculpa, pero quería escucharlo de él.

–Por causarte tantos problemas con mis fallidos inventos…

–No seas tonto, soldado –le susurró Skipper abrazándolo con ternura y dándole un pequeño golpe en la cabeza, asegurándose de no causarle daño –estoy feliz de pagar un precio tan bajo por alguien tan valioso –el teniente no entendió el motivo de sus palabras, pero prefirió dejarlo así, después de todo, sólo le importaba saber que era alguien para sus amigos.