Digimon Zero Two y sus personajes no me pertenecen.
Complicado.
Bajó la mirada, pretendiendo examinar elementos inexistentes en el empedrado camino al parque principal de Odaiba. Sus mejillas hirviendo y los ojos azules brillando enfurecidos sólo podían empeorarlo todo; casi era capaz de imaginar cuán ridículo se veía ahora. Pero, el valor era lo suyo y encontrar el suficiente para pronunciar aquellas pequeñas palabras fue lo único que pudo hacer.
—Te amo. —repitió, dándose cuenta que no tenía motivos para avergonzarse. La duda había pasado ya, el temor fundido en meros recuerdos de las semanas anteriores. El momento llegó y su voz puso en alto la oración, de nuevo. Trago saliva al notar que el rubio sólo atinaba a sonrojarse todavía más.
Claridad, por mucho que lo desease, no era algo que Yamato tuviera y mucho menos tratándose de sentimientos.
—T-Taichi…—balbuceó el pálido muchacho, sin sostener su expresión resuelta. ¿Realmente pretendía Ishida que se quedase allí hasta que ordenara sus pensamientos y pudiese darle una respuesta? Obviamente no, eso sí lo tenía claro. Ya había tenido bastante con verlo salir son Sora sin poder intervenir; ahora, tenerlo allí, negado de tocar un centímetro de la piel pálida…no era algo que el líder de los elegidos estuviese dispuesto a soportar.
Si Matt no se esperaba la repentina declaración –y, honestamente no lo culpaba–, su límite diario de sorpresas rebasó su capacidad cuando acortó la molesta distancia para besarlo. Se encontraban demasiado lejos, según Tai, y siempre había anhelado probar la esencia de su mejor amigo.
Vainilla, su favorita.
Sin embargo, nunca pudo explicar lo siguiente. Cinco segundos después, eufórico ante el presentimiento de correspondencia que había dejado aquel beso casto, un puño furioso asestó el golpe conocido contra su rostro. Cayó, perdiendo el equilibrio, encontrándose con un violentamente sonrojado Yamato, ceño fruncido y respiración entrecortada.
El mismo Matt se mostró estupefacto por una fracción de segundo ante lo ocurrido, optando por reaccionar de la forma más inverosímil.
—¡E-eres un idiota, Yagami! —vociferó, temeroso de permanecer allí por más tiempo. El castaño, desde su posición, lo observó perderse veloz en la lejanía del atardecer rojo, soltando un suspiro desganado.
En ocasiones como esta y comparándolas con el músico, lidiar con chicas le parecía lo más sencillo del mundo.
N/A. Um, sí. Taito. Si lo leyeron, porque estoy empezando a dudar que esto sea por algo, díganmelo. Gracias a Laurine de CZ por algunas correciones.
