Relatos de una anciana
Llevaba puesto su acostumbrado camisón blanco, abotonado hasta el cuello. El colgante con forma de corazón, que guardaba en su interior las dos fotografías, reposaba entre los encajes que adornaban la fila de botones. La luz de la luna reflectaba sobre él con un brillo atrayente, como si de perlas se tratasen.
La perla… cuantas aventuras habían vivido mientras la buscaban, cuantos cambios de humor entre ellos dos a causa de esa búsqueda...
Bajó la cabeza y sonrió evocando la imagen de una de las fotografías; la de un joven de diecisiete años enfadado queriendo dejar clara su opinión en el momento en que saltó el flash de la cámara, aquella escena… estaba muy enojada con él, casi destrozó aquella máquina porque creyó que debía protegerla, y si no fuera porque lo sentó lo habría hecho.
Al bajar la cabeza hacia el colgante, el cabello le cayó suelto por los hombros como hebras de hilo plateado; aún conservaba el mismo corte de pelo que entonces, y su piel no estaba demasiado arrugada para los 75 años que ya tenía… pero es muy consciente de que la vida comienza a apagársele, su corazón se ha debilitado tanto que no cree vivir otro año más para poder seguir evocando sus recuerdos a través de los cuentos que contaba a los niños… por eso mismo había escrito este único libro, "Relatos de una anciana", donde cuenta los mejores recuerdos de su vida junto al ser que más amó… y al que más ama.
Metida en la cama, con la espalda descansando sobre los almohadones, y la colcha abrigándola hasta el pecho, observaba la mano en la que tiene encerrado aquél objeto que una vez cambió su vida por completo, al que odió durante tantos años por haber hecho que conociera el amor para después sufrir por él… pero al que tiene que agradecer haberlo conocido, y haberle dado la oportunidad de vivirlo; porque aunque no terminó como debiera ser, en el fondo tampoco quería haberse perdido aquellos momentos con Inuyasha... Él había sido el único hombre en su vida, y tanto había marcado en ella aquella relación que aún, después de tantos años, lo seguía siendo… Aunque no estuviera junto a ella desde hacía mucho, mucho tiempo...
Suspiró por los viejos recuerdos de muchos momentos en el que se demostraron tantos sentimientos el uno al otro, y alargó la mano hasta la lamparita de la mesilla para encenderla.
Allí estaba el libro, sobre la mesita de noche. Con sus gafas de cerca encima.
Si no fuera por los nietos de su hermano, jamás se habría atrevido a escribirlo; ellos… que tantas veces oyeron sus aventuras con al gran Inuyasha, le propusieron una y otra vez que las escribiera, y por fin lo había hecho. Hoy había recibido el primer ejemplar editado, y mañana se distribuiría a las tiendas…
Nerviosa por ver cómo había quedado la impresión de esos recuerdos, lo abrió por la dedicatoria…
"A mi querido amigo, al que nunca olvidaré ni dejaré de querer, porque mis sentimientos estarán siempre contigo"
Los ojos regresaron el pequeño objeto que escondía en la mano. Si alguna vez… quién sabe lo que podría haber sido el presente entonces, entonces… entonces quién sabe qué habría sido de ellos en ese presente.
Tomó aire y con un resuello, pasó la primera página y comenzó a leer:
CAPITULO I
"Nunca antes había besado a un chico, y la primera vez tuvo que ser a él, a Inuyasha.
Cuando sucedió me lamenté de que no fuesen otras las circunstancias; aún recuerdo ese sentimiento de impotencia porque mis abrazos no pudieran traerlo de vuelta.
Sucedió en el castillo detrás del espejo, el castillo de las ilusiones, donde esa falsa tennyo, Kaguya, quiso sellar la parte humana de Inu Yasha, - No quiero perderlo – es lo único que tenía en mi mente, y por mucho que le decía que volviese en sí, no lo conseguía. Tanto era mi dolor por peder toda posibilidad de permanecer junto a él que no sentía el de sus garras clavándose en mis brazos…
Supe que él intentaba controlar su forma demoníaca, pero su forma humana cada vez se manifestaba más en el espejo de Kaguya. Comenzaba a perder las esperanzas, y no sabía que más hacer para hacerlo volver… entonces recordé la conversación que tuvimos bajo el árbol de cerezo esa noche.
- Dime Inuyasha… - él miraba el fuego, hizo un sonido interrogante, como si estuviese distraído. Sí, era típico en él distraerse con cualquier cosa; el fuego, las estrellas, el movimiento del lago formando minúsculas ondas provocadas por el viento. - ¿Todavía quieres convertirte en un verdadero Youkai?
- ¿Acaso lo dudas?
- Pero ya eres suficientemente fuerte.
- Bah, cállate, me convertiré en un youkai, ya lo he decidido, no vuelvas a preguntarme
- Pero ¿sabes?, he estado pensando y… ¿no estarías bien permaneciendo como ahora, como un hanyou?, a mí me gustas como eres ahora
- Keh! ¡qué patético!
Me molestó ese comentario...
Quise decirle unas palabras para que me tomase en serio. Así que le obligué a girarse y… esas, esas veces en las que él me miraba así, eran las que me hacían ver que yo lo amaba.
Quería haberle besado.
Y sin darme cuenta estaba besándole allí, en el castillo de las ilusiones… como si con eso hiciese regresar su parte humana. Tal vez esa fuese la última vez que estaría a su lado, porque cuando su transformación estuviese completa nos mataría a todos. Ya no sería mi querido Inuyasha, sino una bestia descontrolada.
No abrí los ojos, solo me alcé un poco para alcanzar sus labios y sellar esos gruñidos constantes… estaban cálidos, y dejó de hacer aquél sonido amenazador.
Sus garras dejaron de clavarse en mis brazos para rodearme la espalda con la suavidad y el calor de cuando quería protegerme… y algo más; alivio, paz… y un sentimiento que no había notado en él antes, pero que era como si en realidad hubiese estado ahí siempre, oculto, y hubiese decidido salir ahora a la superficie…
Sentía su mirada en mí, y sus labios respondieron a los míos susurrando mi nombre, me abrazó y yo me refugié en ese abrazo.
- Permaneceré como hanyou un poco más por ti…
Entonces supe que por su mente también pasaron en esos momentos los mismos recuerdos que tuve yo.
Ahora Kaguya ha desaparecido.
Y aunque Naraku nos haya sorprendido a todos y siga vivo, me siento con fuerzas para seguir acompañando a Inuyasha, porque ahora vuelvo a tener esperanzas…
Porque él me respondió a mi beso…"
Kagome se encontraba mirando al horizonte, concentrada en sus propios pensamientos; recordando la aventura que habían tenido que vivir hasta hacía unas pocas horas.
- ¡Kagome…! – todos sus amigos tuvieron que parar a unos metros de ella al ver que estaba distraída y se había quedado atrás.
- ¡Esperadme chicos no os vayáis sin mi!
- Keh! ¡Pues no te quedes atrás!
- ¡A qué viene ese tono de voz!
- Vamos, vamos, por lo menos hoy dejad de pelearos – Miroku intentó calmar a ambos, que parecían empezar una nueva discusión.
Todos caminaban dirección a la próxima aldea, con un poco de suerte podrían dormir bajo techo. Kagome e Inuyasha no se hablaron en todo el trayecto, y la culpa de esto la había tenido el houshi por intentar imitarlos al querer besar a Sango… había usado de excusa el beso de ellos dos para aprovechar la ocasión.
Kagome se quiso hacer la sorda, tapándose los oídos. E Inuyasha metió la pata, como siempre, al intentar arreglarlo diciendo que él no es que quisiese besarla, y que además ella no le pidió permiso. Consiguió enfadar otra vez a Kagome, y los cuatro terminaron muy sonrojados, aunque el sonrojo de Miroku era más debido por la bofetada de Sango que por la situación, y el de Inuyasha no se veía gracias a que estaba estampado contra el suelo por uno de los "siéntate" que gritó Kagome.
No faltaba mucho para llegar a la aldea, y el hanyou de vez en cuando miraba disimuladamente a Kagome, que había decidido caminar a su lado, pero esta vez mas separada que de costumbre. Hacían un juego gracioso, él la miraba de reojo y cuando ella lo miraba, disimulaba haciendo como que estaba embobado con cualquier cosa: un pájaro que volase por allí en ese momento, una hoja empujada por el viento…y así se llevaron los minutos que pudieron tardar hasta llegar a la aldea.
El houshi decidió buscar un sitio donde pasar la noche refugiados por el calor de un fuego hogareño, Sango lo acompañaba con Kirara, y el resto esperaron sentados junto al único árbol del valle donde se detuvieron a descansar; Inuyasha sobre una rama, y Kagome y Shippo sentados en las raíces.
Éste último se aburría después de un rato sin que esos dos hablasen nada, prefería oírlos discutir antes que ese pesado silencio, que incluso hacía la espera más insoportable.
- Hey Kagome, voy a coger unas flores y voy a hacerte un collar, ahora vuelvo – El zorrito, que encontró de repente la solución, salió corriendo hacia la pradera.
- Muy bien Shippo, pero no te alejes demasiado. – Le gritó ella mientras lo veía salir corriendo… ¿y ahora qué hacía ella a solas con Inuyasha? Después de lo que pasó ni se atrevía a mirarlo, y menos aún sabiendo lo que le dijo. Miró disimuladamente hacia la copa del árbol; allí estaba él, mirando las musarañas… De pronto notó que se daba cuenta de que estaba siendo observado y bajó la mirada al suelo sintiendo que el sonrojo le teñía las mejillas.
Inuyasha bajó de la rama y se sentó junto a ella. Podía estar mirando a otro lado, pero sabía que prestaba atención a lo que él hacía… estaba esperando que dijese algo, unas palabras que rompiera el silencio y quitara ese muro de vergüenza que se había formado desde aquél beso, una disculpa tal vez.
Sus hombros se tensaban cada vez que tomaba aíre para decir aquello que llevaba pensando desde la última discusión. Luego lo soltaba derrotado, incapaz de mencionar una sola palabra por miedo a no ser capaz de expresarse como debía… al tercer intento reunió el valor suficiente, y para mantenerse ocupado y no pensar demasiado en lo que estaba a punto de decirle, arrancó una de las flores que crecían silvestre entre la hierba y la rotó entre sus dedos.
- Kagome… - su voz sonaba tan tímida que ella se volvió a mirarlo. - ¿Sigues enfadada conmigo? – extendió la mano con la flor hacia ella, no porque tuviera intención de dársela, sino por un gesto que hizo sin pensar… aunque Kagome interpretó otra cosa a juzgar por cómo se abrieron sus ojos; con una mezcla de incredulidad, sorpresa y curiosidad.
La comisura de sus labios tembló de la emoción, y una sonrisa recatada acompañó al tono acentuado de su rostro.
Kagome miró la pequeña flor antes de que sus ojos se encontraran con los de él, cogió la planta de entre sus dedos con una mano temblorosa y asintió agradeciéndole el ofrecimiento.
Inuyasha prefirió que creyera que había querido dársela antes que decirle que no pretendía hacerlo. De todas formas no hacía daño a nadie si pensaba que había tenido un detalle que al parecer había sido tan acertado, porque a juzgar por el resplandor en los ojos de ella, lo consideraba como un gesto especial darle una flor que crecía por azar en el bosque y que según le parecía a él olía tan empalagosa. Pero que para Kagome parecía todo lo contrario...
- No, ya no estoy enfadada – lo vio sonrojarse, aún tenía la mano extendida como si siguiese sosteniendo la planta.
Los dos miraron la mano vacía, y él la escondió inmediatamente tras la espalda.
Inuyasha carraspeó y lo intentó de nuevo, había conseguido arrancar, ahora no era el momento de echarse atrás, tenía que pedir una disculpa y recuperar la afinidad que parecía que fuese a perderse si no daba solución a aquel embrollo que se habían formado por culpa del beso.
- A veces digo cosas que creo que no van a molestarte y… - Las palabras se acumularon en su boca, que la cerró inmediatamente al ver que ella había entrecerrado los ojos e inclinado ligeramente la cabeza, estaba preparándose para escuchar algo que suponía no le iba a gustar, y pensaba en como rebatirlo… Volvió a carraspear y tomó aire de nuevo; buscando la forma de continuar sin que Kagome se enfadase – Lo que dije antes no iba en serio…- Calló y miró las nubes que taparon el sol en aquél momento; blancas y esponjosas como bolas de algodón. Parecían tan sólidas que pensó que podrían llegar a tocarse con las manos.
Por cómo se sonrojaba él, estaba segura que esta vez estaba siendo sincero. Se estaba descubriendo ante ella; quería hablarle de sus sentimientos, por lo que no podía dejar que la conversación terminase ahora por culpa de su facilidad para abstraerse con cualquier cosa.
- Inu Yasha…
Él bajó la mirada hasta ella. Por un segundo se preguntó qué le pasaba, por qué ese brillo meloso estaba otra vez en sus ojos, lo había visto más de una vez, y era como si tuviera que salir huyendo y a la vez no quisiera.
- No, no me mal interpretes, no es que qui…- ella volvía a poner esa mirada cautelosa, maldito fuera que no sabía comportarse como debía con Kagome. Había algo entre ellos, lo sentía, y sin embargo él siempre rehuía de aquello cuando parecía que iba a dar la cara. ¿Por qué no hablaba simplemente de lo que sentía? ¿Por qué no era él, (su verdadero yo), el que hablaba en momentos como este? ¿tan difícil tenía que ser que él mismo impedía que lo que ambos querían fuese irremediable? Solo se trataba de sincerarse el uno con el otro, y ella ya lo hizo más de una vez: cuando lo sorprendió con Kikyo, (conformándose solo con su compañía, ya que sabía que no podía esperar nada más de él), la noche antes de que Kaguya se la llevara con el manto de plumas celestiales, (donde arriesgó su vida por él), y la vez que lo besó, (que lo hizo regresar a ella)… – me gustó ese beso – los colores afloraron otra vez...
Kagome parpadeó, sintiendo que el corazón le latía más fuerte que nunca, él la miraba, luchando contra la vergüenza de exponer sus sentimientos… esperando que dijese algo, y ella no sabía cómo responder a su confesión.
Pero no era momento de quedarse callada, o perdería la oportunidad de hablar, de que se dijeran muchas cosas que habían permanecido dentro de sus corazones, y que antes no se atrevieron a decirse. Ahora era el momento de sacarlas todas, y no sabía cómo hacerlo. Porque había esperado tanto tiempo esta oportunidad que las palabras se quedaban atoradas en la garganta por el nerviosismo que sentía.
Tomó aire para tranquilizarse y miró cómo el viento arrastraba los dientes de león como si fueran pelusas por la pradera.
- Inu Yasha… ¿qué piensas de mí?
- ¿Qué? – Estaba desconcertado, no sabía por qué le preguntaba aquello ahora, ¿qué podía decirle? Nunca fue bueno con las palabras, y de todas formas, aunque lo fuera… nunca podría tener las suficientes que sirvieran para describir lo que pensaba sobre ella. - ¿Por qué me preguntas eso?
- ¿Cómo me ves?, ¿crees que soy de las que los chicos se fijarían o de las que pasan desapercibida?
Empezaba a sentirse incómodo, ¿a dónde quería llegar? ¿A qué venía preguntarle aquello? ¿Qué podía decirle que no la enfureciera? Si hablaba sobre belleza podría interpretar que la llamara superficial, y si hablaba de bondad y simpatía podría creer que la considerara fea. ¿Qué se proponía? ¿Por qué no lo dejaba estar? Había intentado una disculpa, y no parecía ser suficiente. ¿Qué más tenía que hacer para que quedasen en paz?
- ¡Oye, no tengo por qué responder! ¡y qué me importa a mí que te miren o no! ¡qué tengo que ver yo con eso!
- No importa…- Contestó en un murmullo, con tanto pesar que lo hizo sentirse culpable
Kagome se apoyó en el tronco del árbol para levantarse, tenía que apartarse de él como fuera, estaba avergonzada y quería llorar, pero no delante suya, no quería que supiera que podía seguir haciéndole daño con sus palabras…
Pero una mano en su hombro le impidió moverse.
- Pienso que eres bonita
Kagome lo miró entonces, no levantaba los ojos del suelo; de la hierba que mecía el viento… hasta que decidió dirigirlos a ella; volvía a tener esa mirada que le hacía perder todos los sentidos y desear una única cosa, que fuera besada.
- Inu Yasha, yo…
- ¿Por qué quieres que otros se fijen en ti? – el tono suave de su voz se coló por los poros concentrando todos sus sentidos en él, cerró los ojos y saboreó aquella sensación, notó el roce de la tierra con los pantalones de Inuyasha y sintió el aliento en su oído… y las palabras susurrantes que le cosquillearon en los tímpanos – no me gusta que los hombres se fijen en ti – Kagome gimió de placer, no podía creerse que le estuviese diciendo lo que tanto había soñado – no puedo permitir que nadie se te lleve de mi lado, antes hay que encontrar los fragmentos.
Kagome quiso sentarlo, ¿Pero qué clase de egoísta era él? Abrió la boca para contestarle con varios insultos, pero sus palabras fueron selladas por los labios de Inuyasha.
Abrió los ojos sorprendida, no lo había esperado, como tampoco esperó encontrarse con los de él, que le sonreían divertido por la reacción de ella.
Los cerró cuando sintió la humedad de su lengua cálida y suave pidiendo paso, y se abrazó a su cuello, respondiendo a aquél beso.
Cuando se separaron las frentes aún permanecieron unidas, él se relamió los labios y secó los de ella con el pulgar, sacándole una sonrisa.
- Mentí…No es por los fragmentos, es que no quiero que te separen de mi.
Kagome lo vio acercarse de nuevo. Iba a pasar otra vez, iba a besarla nuevamente… volvió a entreabrir los labios y bajar los párpados, esperando el momento. Ya sentía su aliento cerca, oía su respiración como si fuera la de ella, incluso podía sentir su tacto antes de que sus labios se unieran a los de ella… pero ese beso no llegó, un carraspeo los interrumpió antes.
- Hemos encontrado un sitio para pasar la noche.
- ¿A cambio de qué? – preguntó Inuyasha con desconfianza mientras se levantaba y ayudaba a Kagome a hacer lo mismo.
- Solo hay que hacer un exorcismo.
- Ya, pero ¿hay posesión o no? – Kagome al igual que Inuyasha sabía que Miroku siempre mentía con eso.
- No, pero dije que la casa estaba infectada de malos espíritus, así que Shippo, - se giró al pequeño kitsune – te tendrás que transformar en algún bicho feo que asuste, y simulas que te desvaneces saliendo por una ventana con tu fuego fatuo.
- Ni hablar, Shippo no va a participar en tus estrategias a cambio de cama y comida gratis, haremos un campamento. – Kagome no estaba dispuesta a permitir que Shippo se convirtiera en otro farsante como el houshi. Cogió al pequeño Kitsune en brazos y se fue en busca de ramas secas para hacer el fuego.
Después de que cenaran una de las comidas precocinadas que llevaba Kagome en su mochila, todos se sentaron alrededor de la hoguera. Excepto ella, que decidió que la noche era perfecta para dar un paseo.
Se sentó frente a unas rocas de la que emergía una fuente natural; el sonido que provocaba la caída del agua le resultaba relajante… Se tumbó en el césped para mirar las estrellas y disfrutar de la música natural de los grillos combinados con el movimiento de las plantas ocasionado por el viento, y el sonido rítmico de fondo de la fuente.
En pocos minutos se había quedado dormida… por suerte alguien la había seguido y la trajo de vuelta al campamento…
"Recuerdo los días siguientes a esos besos, los dos nos mirábamos, para después esconder nuestras miradas; quizás solo éramos unos niños que nos avergonzábamos de nuestro comportamiento... hasta que nos incomodábamos y empezábamos a discutir por cualquier cosa. Entonces nos enfrentábamos el uno al otro, con ojos inquisitivos en busca de más que explicaciones… y entonces sucedía… y terminábamos teniendo tan cerca el uno del otro que nuestras respiraciones chocaban.
Recuerdo esa sensación, y recuerdo ver en sus ojos el deseo de besarme, pero, aunque no lo pretendía esconder, tampoco lo demostraba ante los demás, solo lo hacía cuando estábamos a solas y eran pocas las oportunidades"
05/06/2005
NN/AA:Aquí dejamos el primer capítulo, aún cuenta muy poquito de esta pareja que acaba de empezar, a ver como se desenvuelven como tales :)
