Satisfacción

Clare está dentro suyo. Clare, filosa, aguda, acero puro, incrustado en su espalda, abriendo las heridas que Rigardo (el hermoso León de ojos plateados, prostituido, su honor cubriendo el suelo con su sangre que ya no es roja, de semi humano, sino completamente corrupta) le infringió. Yendo más profunda, con los dientes que se abren sólo para preguntar sin sentidos. Pero entonces deja de ver a Clare, a pesar de que su calor (de lava ardiendo) le llena cada poro del cuerpo. De nuevo en su bautizo, siendo una niña, consagrada a la Luna en un claro, los cantos de sus hermanas alrededor, la ropa blanca. Y la maldición, cuando el yoma se quitó los ropajes sagrados y comenzó a comerse a todas. Jeanne se torturó a sí misma, largo y tendido, por sobrevivir una vez que el guerrero llegó y limpió el claro de cuerpos en movimiento y vida, que no fuese de ellos dos. Porque él era alto y fuerte, con largos cabellos color seda. Porque él sí que pudo salvarla a ella, en tanto ella por sí misma, no pudo hacer nada por las otras muchachas. ¿La herida entre sus piernas, que le condenaba a consagrarse a la Luna, en vez del sol, tendría relación alguna con ello? A veces pensaba que sí. Pero hizo lo que un hombre (especialmente aquel hombre) hubo de hacer en su época. Metió la carne del yoma bajo su piel y mutó. ¿No hubiera sido hermoso y perfecto el joven Jean? ¿Tanto mejor que la torpe Jeanne, que a penas y se las apañaba para entregar hasta la última gota de su ser en pos de sus ideales? Alguna vez, Kathia leyó su mente, sobre todo durante el entrenamiento. Y se rió.

Jeanne pensó al final que no era muy diferente de todos modos, cuando empujó al muchacho del corazón de Clare y se abrió paso hasta sus brazos, para enterrar la cabeza herida en su cuello rígido, salvándole de la pesadilla, entregándole lo que le quedaba de vida, permitiéndole que entrara, afilada, puntiaguda, fatal en su carne, con una ternura maternal que daba a pensar en una parturienta. Entonces las estrellas estallaron y fue como el primer orgasmo. La hubiera besado, pero ya estaba muerta, sonriendo, satisfecha de ser útil.