Pareja: Kai&Takao

Advertencia: Shounen ─ai, Lemon

"Pensamientos"

─Diálogos.

Dedicado a Takaita Hiwatari.

LA OTRA REALIDAD

─Kaily Hiwatari─

Hola, soy Takao Kinomiya. A mis 20 años, las personas que me conocen me definen con una sola palabra… "chico rarito".

La verdad es que la vida no ha sido muy grata conmigo y encima me paso de ingenuidad y de sinceridad… dos factores que no son precisamente los mejores, dadas mis "raras condiciones".

No es que sea un chico antisocial ni nada por el estilo, es solo que los que llegan a conocerme sin antes reírse de mí, terminan alejándose. Así que en ocasiones soy un tanto tajante. Os preguntáis el porqué, ¿verdad? Pues ésta es mi historia.

Japón…

El joven protagonista de nuestra historia se encontraba haciendo unas fotocopias. Desde hacía unos días había comenzado a trabajar como secretario en una empresa de abogados. El era alto, sus cabellos peliazules estaban recogidos en una coleta, sus ojos de color rojo zafiro estaban ocultos tras unas gafas de sol. Su piel era algo morena y vestía completamente de forma sencilla, ya que en esa empresa, solo los abogados eran los que estaban obligados totalmente a vestir de etiqueta.

Mientras recogía los folios que la fotocopiadora iba sacando, sus compañeros lo observaban con cierto chismorreo.

Su nuevo compañero de nombre Takao Kinomiya, era un tanto extraño, ya que hasta para escribir a ordenador, no solía quitarse las gafas oscuras y cuando lo hacía, a los pocos minutos volvía a ponérselas. Y no solo eso, sino que en ocasiones se comportaba de forma extraña.

Un chico interrumpió en la habitación en la que se encontraban sus seis compañeros, cinco sentados en una mesa y uno de pie.

─Kinomiya, el jefe dice que necesita ahora mismo las fotocopias de los contratos ─le avisó acercándose a pasos apresurados hasta su escritorio.

─Ya voy ─contestó, cogiendo el último papel para ponerlo sobre los otros–. Esto ya está ─se susurró a sí mismo, llevándose los papeles en las manos. Fue a caminar unos pasos, pero se detuvo en seco, siendo el centro de atención de sus compañeros.

─Ya empieza ─susurró una compañera de trabajo a otra, sin dejar de mirar al joven Takao.

El peliazul retrocedió un paso. Llevó su pierna izquierda hacia la izquierda, siendo seguida por su pierna derecha que tomó la misma dirección–. Buen chico, buen chico ─susurraba nervioso de tal manera que solo él mismo pudiese escucharse.

─¿Por qué siempre hará eso? Fijaos, es como si quisiese rodear algo ─susurraba otro chico a sus compañeros.

Finalmente se detuvo y aligeró el paso hacia delante, desapareciendo de la vista de sus compañeros.

─Serán manías, parece un poco maniático. Como cuando le da por limpiar su mesa una y otra vez con un pañuelo ─explicaba un chico

─Bueno ¿y qué? Es buena persona, es muy simpático ─contestó otra quitándole importancia a lo de Takao.

─Cuidado, ahí viene ─avisó otra chica.

Todos fingieron estar ocupados en sus cosas. El peliazul caminó entre las mesas. Había tres mesas a la derecha y tres a la izquierda, dejando en el centro una especie de pasillo. Al final de la habitación estaba la fotocopiadora. Al lado de ella, la puerta que llevaba al despacho de su jefe. Y finalmente, al principio de la amplia habitación la puerta para salir y entrar a la misma.

El moreno de piel se sentó unos segundos frente a su ordenador, solo para apagarlo.

─Oye, Takao, tu turno ya ha terminado. ¿Qué tal si esta noche vienes con nosotros a dar una vuelta por ahí?

─¿Esta noche? ─puso cara de sorpresa, la verdad es que el día de hoy había salido de casa, sin pensar en ninguna excusa para decirle un no, a sus compañeros.

─No nos dirás otra vez que estas ocupado ¿verdad? ─preguntó su compañero.

─Lo cierto es que esta noche tengo un compromiso al cual no puedo faltar ─se puso de pie–. Bueno, yo ya me voy, hasta mañana ─les despidió apresuradamente, quería salir de ahí cuanto antes. Así que lo hizo a pasos agigantados.

─Hasta mañana ─contestaron casi al unísono los demás.

Antes de salir de ese edificio, el cual por cierto era bastante antiguo y grande, decidió ir al servicio. Abrió la puerta y la cerró tras de sí. A la izquierda estaban los lavabos, justo encima de ellos, los espejos. Frente a la puerta de entrada, una ventana pequeña y a la derecha de la habitación, estaban los inodoros, separados respectivamente unos de los otros.

Se puso frente a uno de los espejos y se quitó las gafas oscuras, dejándolas sobre el lavabo y abrió el grifo. Rápidamente se aclaró la cara varias veces, dejando que las gotas de agua escurriesen unos segundos por su piel. Cerró el grifo y se limpió con el papel higiénico que estaba colgado a un lado del espejo. Se secó la cara dándose varios toques y finalmente se miró durante unos segundos en el espejo. Necesitaba tranquilizarse, tenía que acostumbrarse de una vez por todas a esa sensación incómoda.

Un tic en el ojo izquierdo empezó a hacerse presente─ ¡Oh, no! ─antes de que pudiera articular alguna palabra más, pudo ver reflejado en el espejo a un hombre detrás de él. Parecía estar entrado en años, su mirada era fría al igual que sus facciones eran duras. Vestía de etiqueta, pero no de esa época, ya que el monóculo que llevaba en el ojo, el sombrero de copa y el bastón de oro, junto con los zapatos a juego de color blanco y negro no le hacían pensar otra cosa.

─He de darme prisa, no hay que hacer esperar a las damas─ fue todo lo que aquel hombre dijo.

"Actúa con naturalidad, Takao", pensaba esquivando la mirada y dirigiéndola hacia el lavabo. Se llevó su dedo índice hacia su mentón, como si se buscase algún grano. "Vamos, ¿por qué no se va de una vez? ¿Se habrá dado cuenta de que lo he visto? Será mejor que me ponga las gafas y salga de aquí cuanto antes.", dejó de hacer eso y se puso las gafas, ahora dedicando su atención al espejo, mientras con las manos fingía arreglarse el cuello de la camisa.

Solo entonces, el espectro caminó hasta la puerta de salida, la cual traspasó sin problemas.

─Uff ─suspiró más aliviado─. Por los pelos ─se quitó las gafas con rapidez─. A estado cerca ─confesaba mirando hacia la puerta con un toque de preocupación.

No era la primera vez que esto le sucedía, de hecho…

Flash Back

─Ya voy ─contestó, cogiendo el último papel para ponerlo sobre los otros–. Esto ya está ─se susurró a sí mismo, llevándose los papeles en las manos. Fue a caminar unos pasos, pero se detuvo en seco.

Delante de él había un perro bastante furioso. Gruñía y ladraba, mientras con sus patas delanteras arañaba el aire, intentando darle alcance al peliazul, pero no podía hacerlo. Esta atado a una cadena. Aún así, el peliazul no podía evitar dar más de un respingo por el susto cada vez que lo veía. No podría decir con exactitud de que raza se trataba, solo que era de color negro y de gran tamaño, pero parecía algo descuidado, como no, estaba muerto después de todo. Pero el verlo así, quería decir que ese perro mantenía así su aspecto en vida.

Con cuidado intentó rodearlo, para evitar que el perro le fuese a morder de alguna forma. –Buen chico, buen chico ─susurraba nervioso, para el mismo. Finalmente se detuvo y aligeró el paso hacia delante, desapareciendo de la vista de sus compañeros.

Fin Flash Back

Así es, podía ver a los muertos. No sabía muy bien el porqué, pero desde que tenía memoria podía ver a los espíritus, fantasmas, muertos, almas errantes… como lo quisieran llamar los demás. Era algo que ni el mismo creería que existiera de no ser porque los veía en todos sitios, a todas horas. Era algo realmente preocupante y alarmante para él.

Abrió la puerta del servicio para salir de ahí, dando paso al inmenso pasillo de ese edificio. Se metió las manos en los bolsillos y caminó con la cabeza algo agachada. Algunos limpiadores barrían y fregaban el pasillo. No podía saber con certeza cuando era un fantasma o cuando una persona de carne y hueso, hasta que veía con sus propios ojos, como la gente viva los traspasaba sin darse cuenta cuando iban caminando.

No se explicaba el porqué, pero algunos fantasmas lo miraban varias veces, antes de seguir con sus labores, como si supiesen que él tenía ese maldito don para poder verlos. Otros se atravesaban varias veces en su camino, quizá intentando probar suerte para ver si alguien podía verlos. Aprendió hace mucho tiempo a guardar la compostura en esos casos, es decir, a mirar al suelo para nunca encararles, hacer como si ellos realmente no existieran. Pero en algunas ocasiones, un tic en su ojo se apoderaba de él, haciendo que supiera de ante mano que algún fantasma que permanecía de forma invisible, se le iba a aparecer de un momento a otro. Por eso, había aprendido a ocultarse los ojos con unas gafas oscuras. Y también a intentar evitar que la gente se riese de él por hablar "incoherencias".

Pronto salió completamente del edificio. Se dirigía a su casa, su santuario sagrado en el que no había ni un solo fantasma, al parecer en el edificio que vivía no era tan viejo. No estaba construido sobre un cementerio, ni tampoco había muerto nadie. Así que por ahora era más que perfecto para él.

El camino hasta su casa había sido un largo paseo. Abrió la puerta con ayuda de la llave y pronto entró. La verdad es que el apartamento era pequeño, pero a su manera acogedor. No había separación entre la pequeña cocina que solo constaba de una nevera, lavadora, hornilla, fregadero y mesa. Y el comedor, que además de mesa y sillas, tenía un mueble, tele y sofá. Una puerta daba al dormitorio. Era pequeño, con solo una mesita de noche, una cama de matrimonio, armario y un tocador con espejo. Y otra puerta daba al cuarto de baño con lo imprescindible, bañera, inodoro, lavabo y espejo.

Lo primero que vio nada más entrar, fue un ramo de rosas sobre la mesa. Lo había comprado esa mañana y ni se acordaba de que las había dejado ahí. Al verlas recordó que efectivamente tenía una cita esa tarde, y ya se había olvidado de ella. Miró su reloj de pulsera. Eran las ocho de la tarde. Si no se daba prisa, pronto oscurecería, y entonces sería terrible, tendría que esperar a otro día. La noche desde luego era su peor enemiga y más si tenía en cuenta al sitio al que debía de ir.

Sin pensarlo por más tiempo, cogió el ramo de rosas y salió por la puerta, echándola con llave tras de sí.

&&&Kai&Takao&&&

Por suerte había conseguido coger un taxi. Cuando llegó a su destino, pagó al taxista y le ordenó que esperase ahí. Bajó del coche y lo primero que vio, fue una puerta de grandes dimensiones de color negro, la cual estaba totalmente abierta. En ella grabada en letras de color dorado había una inscripción: Cementerio.

Tragó con dureza al saber lo que le esperaba ahí dentro, pero tenía que ser fuerte y entrar. Empezó a avanzar, cruzando así por la puerta y como era de esperarse, no había solo tumbas, nichos, panteones y árboles… sino que también estaban ellos. Por todas partes, en todas direcciones… sentados, caminando, de pie, charlando, jugando en el caso de los niños… de todas las épocas que se pudieran imaginar.

Sentía un frío terrible en el cuerpo al estar ahí. A pesar de lo visto, siguió caminando, siendo el punto de mira de muchos de los invisibles presentes. Miró alrededor para ver si había alguien como él, que estuviera vivo y para su suerte, así era.

"Bueno, al menos será un consuelo para mí de alguna manera", pensó para reconfortarse mientras seguía caminando.

Finalmente se detuvo frente a una tumba de considerable tamaño. En ella decía: Tatsuya Kinomiya, Yoshie de Kinomiya, Ryunosuke Kinomiya, Hitoshi Kinomiya… vuestro hijo, hermano y nieto jamás os olvidará.

Dejó el ramo de rosas sobre la tumba–. Papá, mamá, hermano, abuelo. Ya estoy aquí de nuevo. El tiempo va que vuela, ¿eh? ─decía con palabras sedosas y llenas de tristeza. La verdad es que no sabía muy bien que decir y más aún cuando sabía que algunos de los fantasmas que rondaban podían estar escuchándole.

&&&Kai&Takao&&&

Sentado sobre una tumba, se encontraba un chico rubio de ojos azules. Vestía con un pijama del hospital, y miraba con interés un amorío entre fantasmas de la época de la edad media, que aunque no se habían conocido en vida, se habían conocido en esas circunstancias. A su lado había otro chico que lo observaba con aburrimiento. Su cabello era bicolor, gris en la parte frontal y en el resto negro. Sus ojos carmesíes. Vestía con un traje de cuero negro.

─Dime, Max. ¿No te aburres de estar siempre aquí? ─le preguntó, desviando su mirada ahora hacia la pareja, el hombre aun seguía intentando cortejar a la dama que tapaba su boca con un gran abanico–. Y sobre todo, ¿de ver siempre lo mismo?

─Jajaja, claro que no, motero. Esto se pone más interesante cada día que sale el sol.

─Tengo un nombre. Me llamo Kai ─le recordó con molestia.

─Sí, ya lo sé ─le restó importancia con la mano–. No me interrumpas.

─¿Qué pasa? ¿Acaso no te ponían telenovelas en el hospital, viejo?─ le siseó. El rubio lo miró un poco serio─ ¿Qué? Pasaste a este lado con 80 años, no sé porqué te empeñas en adoptar esa apariencia juvenil.

Miró hacia otro lado recuperando su sonrisa–. Me gusta recordar mis años mozos ─le respondió–. Ah, ya ha venido.

─¿Quién? ─preguntó mirando en la misma dirección que el rubio, aunque no supo con certeza a quien miraba hasta que este le sacó de dudas.

─El chico.

─El chico ─repitió tajante─ ¿El de las rosas? ─preguntó a lo que el rubio asintió─ ¿Y? ─preguntó esperando una respuesta.

─Eso significa que ya ha pasado un año más.

─¿Y qué celebras? ¿Qué permaneces un año más en esta jaula?

─Tú no lo entiendes, me gusta saber cuando pasan los años y los puedo contar gracias a él. Ese chico no ha tenido mucha suerte en su vida, pero yo le oí… ─fue interrumpido por el otro espíritu y por ello frunció el ceño.

─Ah ─bostezó de forma sonora y estiró los brazos para luego mirarle con evidencia–. Fíjate, de seguir con vida, ahora mismo me echaría a dormir.

─Ese chico es especial. Se dice por ahí, que puede vernos.

El bicolor enmudeció durante unos segundos para después echar una sonora carcajada–. Jajaja, eso es absurdo, nadie en este mundo puede ver a los muertos.

─También se dice que los fantasmas no existimos, y mira donde estamos ─le aclaró a lo que Kai no pudo decir nada.

─Has dicho que le oíste decir algo. ¿Qué escuchaste exactamente? ─preguntó mirando al peliazul.

─Verás, estaba aquí mismo. Sentado, observando cada detalle, cada entierro… ─comentó excitado.

─Al grano ─dijo cortante.

─Bueno, el día que enterraron a su familia, él y un hombre mayor que seguramente sería su abuelo, se encontraban frente a esa misma tumba. Sus padres y hermano estaban de pie frente a ellos, les hablaban, pero ellos como todos los mortales solo lloraban. Es lo natural, nosotros nos despedimos como podemos de ellos, pero no nos pueden escuchar, ni ver. Al menos eso creía hasta que de pronto lo escuche.

─¿Qué dijo? ─preguntó volviendo su vista a Max.

─Te lo prometo ─silenció unos segundos─. Eso no es lo curioso, lo curioso es que ante mis ojos, hizo algo que ningún mortal haya hecho jamás. Abrazó a su madre y ella le correspondió el abrazo.

El bicolor miró por unos segundos a ese joven que ahora depositaba las rosas sobre la tumba–. Así que crees que puede vernos ─lo miró fijamente─. Interesante ─tras decir eso, como en un flash, desapareció. El rubio sonrió, por fin podría ver en que terminaba ese romance sin que lo interrumpieran.

Takao estaba diciendo sus últimas palabras–. Espero que allí donde estéis todos este la verdadera paz y… que no os haya defraudado mucho. Os echo de menos y os quiero. Algún día nos veremos. ─Silenció unos segundos y no movió ni un solo músculo. Su ojo empezó a avisarle de que había alguien cerca. Alguien que no se mostraba ante él. No quería arriesgarse a meter la pata, así que lo mejor era irse de ahí–. Hasta el año que viene ─pasó sus dedos por la superficie de la tumba y se dio media vuelta. Como sospechaba, no había nadie que él pudiera ver, excepto los demás fantasmas. Empezó a caminar con las manos metidas en los bolsillos. Por alguna razón el tic de su ojo no se iba, lo que significaba que quien fuese lo estaba siguiendo.

"Genial, menuda suerte", pensaba. Así no podría marcharse tranquilo hasta su casa, tenía que librarse de esa presencia, aún poniéndose en riesgo. Miró hacia la derecha, allí había unos pinos, en ese lugar no se veía a nadie, ahí intentaría tranquilizarse.

Se puso bajo la sombra de los árboles y justo en ese momento, desapareció el tic. Ya se había marchado. Se quitó las gafas, más confiado, y empezó darse la media vuelta lentamente, como si estuviese disfrutando de la vista que le ofrecían los pinos, pero a decir verdad, miraba con atención que estuviese completamente solo.

Suspiró y miró hacia delante–. Bien ─confirmó mirando el tronco de un árbol. En ese momento, el bicolor salió de detrás del árbol, mostrándose, con la mirada fijamente puesta en Takao.

Takao no pudo evitar dar un respingo e inmediatamente miró hacia el suelo con disimulo, como si lo encontrase interesante. Cerró los ojos con fuerza, maldiciéndose por ese error, solo esperaba que fuese quien fuese ese, no se hubiese dado cuenta de nada.

Kai se cogió las manos tras la espalda y empezó a rodear al peliazul–. Vaya, realmente puedes vernos. Es asombroso ─decía a su paso

De alguna forma sentía que debía de improvisar. Así que se estiró–. Vaya, hace un día precioso. Caray, estos árboles parecen viejos ─se acercó al tronco que había estado mirando antes, y cerrando el puño, le dio unos cuantos toques–. Están tan huecos… ─decía, cuando vio como la cabeza del fantasma salía ahora de ese tronco.

─No creas que me vas a engañar. He visto tu reacción ─le decía, viendo como el peliazul ahora se alejaba de ahí–. Así que por eso huías aquel día.

Flash back

Kai estaba acompañando al cementerio a un amigo. El era pelirrojo, un poco más alto que él y sus ojos eran azules. En sus manos llevaba un ramo de flores.

─Vaya, me sorprende que vengas hasta aquí ─decía el pelirrojo.

─¿Y qué iba a hacer? Después de todo te lo había prometido. Aunque este sitio no sea de mi agrado.

─Oh, ya entiendo ─sonrió con malicia–. Así que después de todo el gran Hiwatari se ha tragado su estúpido orgullo por mí.

Frunció el ceño, molesto–. Yuriy, como vuelvas a burlarte de mí, será la última vez que te acompañe a ningún sitio ─sentenció deteniendo su caminar.

─Era una broma ─le aclaró deteniéndose el también─. Te agradezco que me hayas acompañado─.

─Más te vale, porque sino… ─no pudo terminar la frase cuando sintió un fuerte golpe en su pecho, tan fuerte que estuvo a punto de perder el equilibrio─ ¡Ah! ─se quejó, mirando con rapidez contra que había chocado. No era una cosa, sino una persona, un chico peliazul había chocado contra él.

El peliazul se tocó la nariz y dejó su mano puesta en ella. Había chocado contra un chico más alto que el─. Lo, lo siento ─se disculpó tan rápido como pudo, miró hacia atrás y echó a correr de nuevo.

─Será imbécil ─observó como el chico se iba alejando sin dejar de correr─ ¡Mira por dónde vas, imbécil! ─le gritó.

─¿Estás bien? ─le preguntó el pelirrojo, dejando de ver al peliazul para concentrar su atención en Kai.

─Eso creo ─dijo sacudiéndose la ropa─ ¿Por qué demonios echa a correr en un sitio así? ¿Qué ha visto? ¿Un fantasma?

─Venga, no te burles, habrá recordado algo, y simplemente no te ha visto. Además se ha disculpado contigo ─empezó a caminar, siendo seguido por el bicolor.

Fin Flash Back

─Aquel día que chocaste conmigo, nunca me imaginé que huías por algo como esto.

"¿De qué está hablando? ¿Acaso me conoce? No recuerdo haberle visto antes".

Observó al peliazul, éste parecía hacer oídos sordos a lo que le estaba diciendo–. Ahora verás ─no se lo pensó dos veces. Se metió en el cuerpo de Takao, aprovechando que éste le estaba dando la espalda.

Por su parte el peliazul abrió los ojos a más no poder. De repente sintió un enorme escalofrío en su cuerpo y eso solo significaba una cosa. Ese maldito fantasma se había metido en su cuerpo.

─¡Ah! ─se quejó─ ¡Sal de mi cuerpo! ─empezó a sacudirse, a saltar… pero eso no funcionaba, así que optó por hacerle salir por otro medio más doloroso─ ¡Que salgas de mi cuerpo! ─le gritó tomando carrerilla, para finalmente chocar su cuerpo contra el tronco de un árbol─ ¡Ah! ─se quejó cayendo al suelo por el golpe. Abrió los ojos y pudo ver al espectro frente a él.

─Lo sabía ─confirmó

─¿¡Qué es lo que quieres! ¡Déjame en paz! ─le dijo poniéndose en pie.

─Necesito que me ayudes.

─No trato con fantasmas ─se sacudió la ropa y se dio media vuelta para empezar a andar.

Kai se puso delante–. Necesito ayuda ─repitió

─Y yo que me dejéis en paz ─le aclaró encarándole–. Si necesitas ayuda, búscate a un médium o arréglatelas tu solito. Pero a mí, olvídame ─se puso las gafas y empezó a caminar con decisión, alejándose de Kai. Cuando se creyó lo suficientemente alejado, giró la cabeza para ver que efectivamente, ese fantasma seguía allí parado. Volvió la vista al frente, y salió del cementerio, montándose de nuevo en el taxi que aún le seguía esperando.

&&&Kai&Takao&&&

Por fin podía dejarse caer sobre el sofá. Realmente hoy había sido un día especialmente duro. No sólo porque hoy era el día en el que recordaba una vez más que estaba totalmente solo en este mundo, sino que también había pasado por experiencias bastantes desagradables para él. Solo de pensar en cómo ese fantasma había entrado en su cuerpo como si nada… cerró los ojos y los apretó con fuerza. ¿Por qué de todos los seres humanos que pisaban la tierra precisamente él era el que tenía esa maldición?

Se quitó las gafas y las dejó sobre la mesa. Seguidamente fue hasta el mueble, más concretamente a la parte de la estantería y de ahí cogió un libro con una tapa de color rojo. Lo abrió y volvió a sentarse en el sofá. Buscaba una página en concreto.

─Aquí está ─se dijo a sí mismo en voz alta─ ¿Por qué unos espíritus se quedan atados a la tierra mientras otros pasan la luz? ─leyó el titulo en un susurro.

Se acomodó aún más en el sofá y empezó a leer. La verdad es que el odiaba encontrarse con ellos, pero eso no quitaba que le picara la curiosidad del porqué sobre las cosas.

Por ello iba a la biblioteca cada vez que podía y se llevaba algunos que trataran sobre estos temas... Psicofonías, asuntos paranormales, fantasmas, almas errantes, ánimas. Le atraían con fuerza esos temas, pero por otro lado, le asustaba. Era algo totalmente contradictorio, ni el mismo podía entenderlo.

Estaba totalmente concentrado en su lectura, hasta que su nervio óptico empezó a actuar. Intentó no hacerle caso, pero era molesto cuando ese pálpito se pronunciaba así en su ojo. Así que con mirada decidida, cerró el libro de un solo golpe y miró a su alrededor. En ese momento, desapareció esa extraña sensación. Sabía que no había sido cosa de su imaginación, pero parecía ser, que lo que hubiese sido se había marchado. Lo mejor en cualquier caso, sería irse a la cama. Ya no quería más sorpresas en el día de hoy, mañana sería otro día.

Se puso de pie y dejó el libro en su sitio. Apagó la luz del comedor y abrió la puerta de su habitación, cerrándola tras de sí. Se acercó a la cama y retiró las sábanas hacia atrás. Se desnudó prácticamente quedando solo en bóxer. Se metió en la cama, tapándose con las sábanas y apretó el interruptor de la luz para poder apagarla, ya que esta estaba justo al lado del cabecero de la cama.

&&&Kai&Takao&&&

En el cementerio, Kai pudo ver como el peliazul se alejaba con decisión. Cuando hubo andado una distancia considerable, lo miró por unos segundos, para después seguir por su camino. Seguramente lo había hecho para asegurarse de que no sería seguido.

─Si piensas eso, es que no me conoces ─sonrió con malicia–. Ahora vas a saber quién es Kai Hiwatari ─desapareció de allí, para aparecer en la puerta del cementerio, donde vio al peliazul montarse en el taxi. Volvió a hacerse invisible y apareció sobre el techo del taxi. El coche comenzó a circular, y así lo hizo el también. Otros fantasmas le miraban con curiosidad durante el recorrido de la ciudad, preguntándose, que hacia uno de los suyos, sobre el techo de un taxi. Pero a él poco le importaba la opinión de los demás. El taxi se detuvo justo al lado de unos edificios. Antes de que ese peliazul lo detectase por su presencia, optó por esconderse detrás de uno de los coches aparcados tras el taxi.

Así vio al peliazul bajarse del taxi y caminar hacia ese edificio, entrando en el interior. Le siguió sin hacerse invisible, después de todo, la gente de ese edificio no podría verlo. Eso sí, guardaba las distancias con el otro chico, y permaneció escondido, hasta que lo vio entrar en una puerta, seguramente sería ahí donde vivía.

Decidió esperar unos segundos fuera y ahora sí, era el momento de hacerse invisible. Traspasó la puerta y lo primero que vio fue a un peliazul sentado en el sofá mientras leía un libro. Echó una ojeada rápida al lugar, la verdad es que parecía pequeño. Miró de nuevo al peliazul ¿Qué estaría leyendo tan interesado? Fue en ese momento cuando le vio cerrar el libro de un solo golpe. Seguro que se había percatado de su presencia, así que se colocó tras el sofá y se hizo visible. Escondido ahí, seguramente el peliazul no le vería. Se asomó con cautela por el lateral del sofá, viendo como ahora el chico apagaba la luz del comedor y como entraba en otra habitación.

Se puso en pie y caminó tranquilamente hacia esa puerta. ¿Hacia dónde conduciría? Miró hacia la pared y decidió asomar su cabeza por ella. La vista que recibió desde luego no se la hubiese esperado. El chico ahora se estaba quitando la camisa y la estaba soltando en el suelo. Éste claro, le daba la espalda así que no se percataba de su presencia. Lo siguiente que se quitó fue el pantalón, dejando ver a Kai unos bóxers color negro y un trasero algo redondeado, a lo que no pudo evitar levantar una ceja en señal de aprobación. Después le vio quitarse los calcetines.

Lo siguiente que haría seguramente sería apagar la luz, así que si ese peliazul se daba la vuelta, le descubriría, sería mejor cambiar de sitio. Apareció en el techo y efectivamente tal y como pensó, el peliazul se tapó con las sábanas y apagó la luz.

Espero pacientemente a que el chico se durmiera y cuando lo creyó conveniente fue descendiendo del techo lentamente, sin apartar la vista del que dormía plácidamente.

"Ya es hora de empezar", sonrió de forma perversa. Retiró las sábanas hacia atrás sin tocarla. Takao inconscientemente la agarró con la mano cuando ésta estaba siendo arrastrada con cautela. Fue ahí donde el otro dio un fuerte tirón de las sábanas, haciendo que el peliazul abriera un poco los ojos. Curiosamente ahora sentía que las sábanas estaban a la altura de las rodillas. Se restregó uno de los ojos y se incorporó un poco en la cama. Estiró su mano para coger la sábana y justo cuando iba a cogerla, ésta pareció retroceder. Enarcó una ceja, ¿lo habría imaginado?

Se incorporó más en la cama y volvió a estirar el brazo un poco más y le sucedió exactamente lo mismo. Frunció el ceño y saltó un poco hacia delante para conseguir su objetivo, pero esta vez las sábanas volaron hasta la pared como si alguien las hubiese tirado hasta allí. Miró hacia el frente y solo pudo distinguir unos ojos realmente rojizos frente a él. Abrió los ojos en sorpresa y a continuación notó como con una rapidez impresionante, estaba flotando y segundos después estaba pegado a la pared con los brazos en cruz, encima del cabecero de su cama.

─¡Ay! ─se quejó por el golpe. Frunció el ceño molesto─ ¿¡Quién eres! Muéstrate ─exigió mirando hacia todos los puntos de la habitación. La lámpara de la habitación empezó a hacer cosas extrañas. A pesar de estar apagada por el interruptor, la luz empezó a encenderse y a apagarse, tan seguido que parecía que la bombilla explotaría de un momento a otro─ ¡Que te muestres! ─gritó enfadado.

Finalmente el bicolor apareció frente a él, en la misma altura─ ¡Buu! ─fue lo único que le dijo.

─¿¡Tú otra vez! ¡Me has seguido! ¿¡Cómo te atreves! ─intentaba de alguna manera moverse, pero parecía que sus brazos y su cuerpo estuviesen atados a la pared– ¡No estaba de broma en el cementerio! ¡Yo no puedo ayudarte!

─Claro que puedes hacerlo. Es solo que no quieres.

─¡Ni sé cómo va todo este rollo ni me importa, solo puedo ver a los muertos y punto!

─¡Kai Hiwatari no acepta un "no" por respuesta!

─¡Pues a Takao Kinomiya no le gusta que la gente como tú lo aten a esta pared y mucho menos que se metan como si nada en su casa!

Silenció unos segundos para intentar tranquilizarse─. Lleguemos a un acuerdo. Tú me ayudas en lo que quiero y yo te dejaré en paz para siempre.

─Yo no hago tratos con fantasmas.

─Pues más vale que empieces a hacerlo, o de lo contrario, haré saber a todos mis camaradas que tú existes y créeme, no solo te visitará un fantasma pidiéndote ayuda ─le amenazó

─No serías capaz ─le retó.

Se acercó a su oído y le susurró– ¿Que te apuestas a que sí? ─lo hizo con una voz tan ronca que a Takao se le erizó el vello–. Tienes hasta mañana, o de lo contrario, atente a las consecuencias ─chasqueó los dedos, liberando así al peliazul de la condición en la que se encontraba cayendo este sobre la cama.

─¡Ah!

─Hasta mañana ─fue lo último que dijo, antes de que Takao pudiera verle desaparecer.

─¡Espera! ─le dijo, pero al parecer ya era tarde─ ¡Maldita sea! ─se quejó dando un puñetazo al colchón. Esa sin duda sería una noche muy larga.

&&&Kai&Takao&&&

Al día siguiente…

Takao acababa de regresar del trabajo. No pudo dormir muy bien esa noche, después de lo sucedido con ese Kai Hiwatari. Y ni que decir, las vueltas que le había dado a la propuesta de si aceptaba o no ayudarle.

Se plantó en el comedor y con decisión miró hacia el frente– ¡Hiwatari! ¡Sal! ¡Sé que estás por aquí, así que da la cara!

Apareció frente al peliazul, cruzado de brazos─ ¿Ya tienes una respuesta?

Asintió–. No puedo ayudarte, lo siento. Tengo mis propios problemas que resolver.

Se encogió de brazos–. Muy bien ─miró hacia la puerta y chasqueó los dedos–. Ya podéis pasar ─el peliazul miró hacia atrás y lo que vio, no le gustó nada. Tres fantasmas atravesaron una puerta, entre ellos una mujer. Apretó los puños al ver esa escena, después de todo, pensaba que lo de Kai era un farol–. Mirad, aquí hay algo más interesante de lo que os hubieseis imaginado nunca. Él… ─señaló a Takao–. Puede vernos.

─¿De verdad? ─preguntó un pelinegro de rasgos y ropa china.

─Entonces, puede ayudarnos ─comentó esperanzada la chica de mismos rasgos que el anterior, pero con el pelo rosa.

Uno de ellos se puso frente al peliazul como si nada–. Yo primero ─se pidió el turno un chico peliazul de ojos azules.

Takao frunció el ceño y se hizo a un lado para poder ver al bicolor– ¡Te mato! ─le susurró con coraje.

─Lástima, ya estoy muerto ─sonrió al ver como el peliazul perdía los papeles.

─Por favor ─fue la voz femenina la que ahora habló y el peliazul al escuchar esa frase, se dio media vuelta para poder mirarla–. Necesitamos tu ayuda para poder cruzar al otro lado. Te lo suplico, me pondré de rodillas si es necesario ─se arrodilló frente a Takao y los demás presentes. Su cara reflejaba angustia.

─No, levántate ─le pidió nervioso–. No es necesario que te arrodilles ─miró a los otros dos, los cuales iban a tomar el ejemplo de su compañera–. Ninguno, no es necesario ─silenció unos segundos–. Yo… ─apretó los puños, al saber que quizá no sería capaz de serles de mucha ayuda–. Está bien. Lo intentaré ─dijo derrotado, ese Kai había ganado.

El bicolor por su parte, abrió un poco los ojos a modo de sorpresa al escuchar como el peliazul había aceptado ayudarles, antes de lo que él pensaba. Después, cerró los ojos y acentuó su sonrisa. Bueno, después de todo se había salido con la suya, que era lo que ahora importaba.

─Pero solo os pongo una condición. No corráis la voz sobre esto, ¿entendido? ─les miró seriamente, viendo como los tres fantasmas asentían, dando así su palabra–. Y eso también va por ti, espantapájaros ─le dijo sin tan siquiera cambiar de postura.

El bicolor abrió los ojos y enarcó una ceja─ ¿Espantapájaros? ─susurró. ¿A que se suponía que venía eso?

─Bueno, antes de continuar, quisiera saber cómo os llamáis y que es lo que buscáis. Lo que os angustia.

─Me llamo Kane Yamashita, estoy hospitalizado. Estaba en coma, de hecho sigo estándolo para mi familia y ya creo que es hora de que me desenchufen de ese trasto─. Takao miró a la mujer, indicándole que ahora era su turno.

─Mao Won, he sido asesinada y necesito que encuentren mi cuerpo o de lo contrario, mi familia nunca descansará tranquila.

─Ahora tu ─le dijo al chino.

─Rei Kon, fui envenenado por mi madrastra. Necesito que mi padre sepa qué clase de persona es esa mujer.

Takao asintió, todos querían que se comunicase con sus familiares. No sería fácil, ya que lo tomarían por loco, pero después de todo, no pudo decir que no, al ver la desesperación en los ojos que le pedían su ayuda–. Intentaré hacerlo lo mejor posible ─fue todo lo que pudo decir en su defensa. "Bien, ahora ¿Por qué caso he de empezar sin desprestigiar el de los otros?", pensaba, mirándoles con atención–. Chicos, creo que analizándolo con tranquilidad, el caso de Mao debería de ser el primero. Me explico ─dijo antes de que ninguno el pudiese reprochar nada, aunque no lo hicieron.

–Kane, para tu familia todavía estas en coma, ósea que duermes profundamente. Así que para ellos aun cabe la posibilidad de que sigas vivo, de hecho lo creen. ─Miró a Rei─. Rei, tu familia sabe que estás muerto, aunque desconocen la causa. Pero los padres de Mao, seguramente han de estar buscándola desesperadamente y preguntándose cada día que ha sido de ella. No digo que el sufrimiento de vuestras familias sea menor que el de ella… pero, tienen la incertidumbre de no saber que si está viva o muerta. La tuya Kane, cree que sigues vivo, así que tienen esa esperanza y la tuya Rei, saben que estás muerto─ volvió a repetir para que les quedase claro.

Ambos fantasmas se miraron y asintieron–. No hay problema ─contestó Kane

─Lo entiendo ─dijo Rei.

─Vale, por consiguiente, creo que Kane irá después y por último Rei, eso si logro ayudar a Mao. No va a ser sencillo que vuestras familias me escuchen, sin antes pensar que estoy loco o que intento sacar algún provecho de vuestra situación…

Kai observaba al peliazul. No se hubiese imaginado que se tomaría tan bien las cosas, después de todo, no parecía que no quisiese trato con los difuntos, sino que más bien aparentaba haber hecho esto mismo otras veces.

&&&Kai&Takao&&&

Una semana había pasado. Los tres fantasmas, por fin descansaban en paz. Habían sido unos casos un tanto difíciles. Como era de esperarse, los familiares de cada uno de ellos, no le creyeron a la primera. Pero por lo menos recordaba ahora con felicidad, la sonrisa sincera de los tres al poder despedirse como debían de sus familiares y ese "gracias" que le hacía sentirse útil de alguna forma.

Se metió en la cama, se tapó con las sábanas y permaneciendo sentado. Se cruzó de brazos, esperando a que el bicolor apareciese, como cada noche lo hacía.

─¿Te va bien salir ahora? ¿O te va más el rollo de asustarme a las tantas de la noche?

Se dejó ver–. Vaya, y yo que pensaba que no me ibas a echar de menos.

─No seas creído, ¿quieres? ─Kai se puso a la altura del peliazul y lo primero que pudo ver es que llevaba puesto un pijama, desde que el pasaba las noches ahí, Takao se lo había puesto─ ¿Qué estas mirando?

─Más bien estoy esperando a que me ayudes a mí ─intentó disimular.

Takao miró hacia ambos lados, esperando que nadie más los fuese a ver. Estiró su brazo con el puño cerrado y le indicó con el dedo índice que se acercase a él–. Ven ─Kai así lo hizo, se acercó lo suficiente a él, para escucharle de cerca─ ¡No! ─fue tan rotundo que el bicolor se molestó por la broma.

─¡Hmf! Exijo saber el porqué. Ellos eran tres, yo solo uno. Además, mi caso no es tan complicado con los suyos.

─Porque tú no lo has dicho.

─Te lo llevo pidiendo desde que te vi.

─¡No me refería a eso! ¡Ellos tenían algo que creo que tú ni en vida hayas tenido!

─¿¡El qué!

─¡Amabilidad y comprensión!

─Explícate─ más bien fue como una orden.

─¿¡Lo ves! ¡Ese es el problema que tienes! ¡Desde que has estado aquí, solo sabes dar órdenes! ¡Si digo que no puedo ayudarte, tú me chantajeas! ¡Así no funcionan las cosas, ¿sabes!

─¿¡Cómo entonces!

Silenció unos segundos, para tranquilizarse─. Nunca lo entenderías ─decidió tumbarse en la cama, para mirar hacia otro lado.

Esas palabras parecieron resonar en la cabeza de Hiwatari.

Flash back

─¡A todos les das órdenes! ─se quejaba Yuriy– ¡Tienes la costumbre de hacer todo a la fuerza y así no funcionan las cosas!

─¿¡Cómo entonces! ─preguntaba el bicolor enfadado

─¡Nunca lo entenderías! ¡Porque tú, el gran Kai Hiwatari, no eres capaz de retractarte de tus errores o de tan siquiera suplicar, pedir perdón o pedir las cosas por favor! ─miró con seriedad al bicolor–. Me voy ─se dio media vuelta para poder irse, pero su mano fue agarrada y eso le impidió que siguiera adelante. Giró su cabeza lentamente para ver qué era lo que pretendía ahora el ojicarmesi. Para su sorpresa, Kai estaba arrodillado en el suelo, con la cabeza mirando hacia el mismo.

─Perdona por no ser perfecto. Soy orgulloso, supongo que me paso de listo, soy algo arrogante y no creas que es fácil para mí estar en esta situación. Esta es la primera vez que me arrodillo por alguien, así que considérate especial. Siento haberme comportado como un imbécil. ¿Crees que podrías perdonarme, a mí, al gran Kai Hiwatari? Por favor.

Yuriy al escuchar esas palabras, se arrodilló frente a Kai y en ningún momento le soltó de la mano. –Ya lo he hecho ─le dijo, viendo como el otro ahora levantaba la vista del suelo y lo miraba. Fue así que se acercó, juntó su frente con la del ojicarmesí y cerró los ojos–. Cabezota ─le susurró con una sonrisa, mientras sus ojos permanecían cerrados. Kai sonrió y cerró también los ojos, dejándose llevar así por ese momento tan agradable.

Fin Flash Back

Mirándolo bien, Takao también le daba un aire en ese aspecto a Yuriy.

Takao sintió que poco a poco las sábanas se fueron deslizando hacia abajo, así que levantó un poco la cabeza de la almohada, para ver que estaba sucediendo. En un pestañeo, se quedó sin sábanas y Kai se puso sobre el colchón, arrodillado y con la cabeza agachada. El peliazul al ver eso, se sentó en la cama.

─Se que no he empezado con buen pie contigo. Te pido perdón por los problemas que hasta ahora te he causado. Yo solo… quiero despedirme de él. He intentado encontrarle, he ido a los sitios a los que solíamos ir, pero nunca está allí. Ni siquiera está en su casa. Por favor, te lo pido de rodillas, ayúdame a encontrarle, porque si tú no lo haces… creo que nadie más podrá hacerlo.

Takao se rascaba la nuca preguntándose que debía de hacer, después de todo, Kai se lo había pedido amablemente y a eso no se podía negar–. Está bien. Te ayudaré, pero con una condición.

─Si lo que vas a pedirme es que no corra la voz, tranquilo, no lo haré ─le prometió alejándose de la cama.

─Bien. Mañana empezaré.

─¿Mañana? Pero…

─Necesito descansar ─le contestó con evidencia–. Además, haber si esta noche consigo dormir de un tirón para variar ─dijo acomodándose la almohada–. Por cierto, no tienes porqué quedarte aquí todas las noches ─cerró los ojos.

─Me siento cómodo aquí ─le contestó levitando hacia una esquina.

─Haz lo que quieras… ─bostezó.

El bicolor una vez más permaneció en silencio, viendo dormir al menor.

&&&Kai&Takao&&&

Un niño de seis años de edad estaba siendo atado por su madre en una silla dentro del coche. Su hermano algo más mayor que él estaba sentado a su lado, con el cinturón puesto. Su padre estaba arrancando el coche.

─¿Está Takao bien atado? ─preguntó el señor.

─Sí ─contestó su esposa, cerrando la puerta del coche. Abrió la puerta que daba paso al lugar del copiloto. Se sentó en su asiento, cerró la puerta y se puso el cinturón.

─¿Todos listos? ─preguntó el cabeza de familia.

─¡Sí! ─contestaron con emoción los dos niños. La mujer sonrió mirando a su esposo.

─Entonces, vamos allá ─indicó metiendo la marcha y quitando el freno de mano.

Llevaban una hora de viaje. El conductor miró por el retrovisor interior para echarles una ojeada a los niños.

─Hitoshi, ¿vas bien? ─preguntó preocupado.

─Sí, papá─ le contestó sin dejar de mirar por la ventana.

─¿Y tú Takao?

─Brrrrr… ─jugaba con un coche, haciéndolo volar–. Estoy bien ─le contestó al padre, siguiendo con su juego.

La escena cambió drásticamente. Un coche ardía detrás de él. El pequeño sujetaba por una de sus orejas a su conejito de peluche, el cual estaba arrastrado por el suelo, mientras lloraba arrodillado sobre el cuerpo de su madre.

─Shhh, no llores, cariño…─levantó su mano hasta la mejilla del peliazul para darle una caricia─…todo va a salir bien. ─Las sirenas de la ambulancia se escuchaban de fondo, cada vez más cerca. Su hermano Hitoshi, no se movía y su padre…

─Mamá, tengo miedo ─confesó agarrando la mano de su madre que aún permanecía tocando su mejilla─ ¿Mamá? ─preguntó mirándola fijamente─ ¡Ah! ─gritó con todas sus fuerzas.

─¡Ah! ─gritó abriendo los ojos, encontrándose con una mirada rojiza, a escasos centímetros de distancia de su cara.

Se sentó en la cama con rapidez y se tapó los ojos con las manos─ ¿Qué hacías ahí? ─preguntó con voz ronca.

El bicolor lo miró seriamente–. Estabas teniendo una pesadilla. Gritabas, así que me acerque para ver que te sucedía. Lloras ─fue lo último que dijo.

─No lloro ─respondió, apartando las manos de su cara. Miró por unos segundos al bicolor y este no parecía apartar la mirada de él–. Necesito un vaso de agua ─aclaró, poniéndose nerviosamente de pie en la cama, sin importarle que traspasó a Kai en su trayecto. Salió de la habitación y el bicolor se quedó algo sorprendido.

Realmente esa pesadilla había tenido que ser terrible, tanto para que el peliazul lo traspasase como si nada. Aún recordaba aquel día en el que se metió en el cuerpo de Takao y lo que éste hacia para intentar sacarlo. Se apartó de la cama y fue hacia la esquina de la habitación. Al rato, el peliazul entró algo más desahogado.

─Tienes muchas pesadillas, ¿verdad? ─más que una pregunta, era una evidencia.

─Es lo que tiene ver a los espíritus ─comentó metiéndose en la cama.

─¿Quieres qué hablemos de ello? ─le preguntó, analizando los gestos de Takao con la mirada.

─No, gracias. Buenas noches ─cerró los ojos, aunque sabía que le costaría trabajo volver a dormirse, como siempre, pero sería la única manera de que Kai no le preguntase sobre el tema.

Continuará…

&&&Kai&Takao&&&

Bueno aquí esta otro de mis fics. Hermanita, solo espero que te haya gustado. Feliz cumpleaños. Eso es todo por ahora, cuidaos mucho, xao.