Piratas del Caribe
Un Nuevo Mundo
El mundo no es como lo fue alguna vez, las aguas son oscuras y turbulentas. Ya no sale el sol, ya no llueve. Los niños no juegan, las aves no cantan, ya no hay olas. Lo único que se puede apreciar es el mismo día gris y oscuro todos los días, uno tras otro.
La East Indian Trading Company se apoderó de todos los rincones del Caribe. Ya no había piratas. Uno no podía zarpar de puerto sin permiso ni un sinfín de trámites que se debían hacer. Los cadáveres de los civiles asesinados por navegar sin permiso se amontonaban en las calles. La gente tenía miedo del abuso de poder de los oficiales.
En una asquerosa, sucia y oscura celda se encontraba un adolescente de no más de 14 años, encerrado por piratería. Este niño no era como cualquiera, era muy inteligente y astuto. Lo que el quería pelearía por ello hasta las ultimas consecuencias. Era alto, rubio de ojos marrones. Levaba puesto un antiguo gorro, una vieja camisa negra toda deshilachada y mugrienta y unos pantalones de cuero marrón que lo cubría hasta los talones. Llevaba unas botas negras y en su brazo, un pañuelo, que su padre le había dado alguna vez. Era de seda azul con bordes dorados. Lo tenía atado y nunca se lo sacaba porque era lo único que tenia de su padre. Él nunca lo conoció. Su papa era pirata, un día subió a una nave y nunca más volvió. Lo único que el joven supo de él es que lo buscaba la ley. Sabia que estaba vivo, lo presentia. Su madre murió cuando fue golpeada brutalmente en Tortuga.
Es así como este adolescente se crió solo y sin ayuda de nadie, aprendió todo de su experiencia en la vida. En el bolsillo de su pantalón tenia un medallón con un barco en el medio que su mejor amigo le había dado justo el día anterior de la captura de muchos piratas en su barco. Jan, que así se llamaba, Jan Salt, logró escapar.
Su celda tenía un aspecto gris y triste. Solo tenía un balde a punto de romperse, una ventana y la incomoda cama hecha de madera. La puerta estaba custodiada por dos guardias que lo vigilaban por si se le ocurría escapar usando su astucia, y aun peor, por si decidía huir, esa prisión estaba ubicada en la mas alta montaña de la mas alejada isla de la sociedad. Así que le resultaría muy difícil fugarse. Solo faltaban 3 días para que lo cuelguen.
Comía dos veces por día y solo una jarra de agua y dos rodajas de pan. La luz de la luna se colaba por la abarrotada ventana. Él joven descansaba en paz cuando el griterío de los demás lo despertó. Se levanto, los miro a todos con cara de enojado y mágicamente todos se callaron. Los guardias lo miraron realmente impresionados por el respeto que le tenían a semejante mocoso y él dio media vuelta y se volvió a acostar conciliando rápidamente el sueño.
Mientras tanto en el lujosamente amueblado e iluminado despacho del comodoro James Norrington, Lord Beckett entró gritando y muy enfadado
Comodoro!!!!!! Comodoro Norrington!!!!!! - gritaba el pequeño hombre casi rojo como un tomate – Me he enterado que 10 de nuestras flotas han sido hundidas por asquerosos piratas y no han quedado sobrevivientes.
Imposible – atino a contesta James que casi muere del susto
Al parecer 1 solo barco ha hundido a todos en un solo combate!!!!! – Gritó Beckett que cada vez se ponía mas y mas rojo de la furia
No es mi culpa, le agradecería que no grite en mi oficina-
Si lo es, esos barcos estaban bajo su mando!!!!! – contesto un poco molesto por la mala contestación de Norrington.
Y que quiere que haga? – respondió
Quiero que haga lo que sea necesario para que no vuelva a suceder esto y que atrape a estos piratas, así ya no quedarían casi ninguno de esos, además ese barco – agregó – si venció el solo a 10 naves podría sernos muy útil.
¿Por que no lo hace usted? – contesto Norrington de mala manera y por la hora que era para aceptar semejante discusión y por todo el trabajo que le había pedido
"Esta loco, como voy a capturar ese barco, no se a quien pertenece, no se donde encontrarlo y son los últimos piratas de donde quiere que saque semejante información¿¿¿¿a quien quiere que interrogue????" - pensaba el comodoro
Porque si no lo hace usted, le aseguro que no será mas comodoro! – y tras un gran portazo abandonó el despacho
James se sentó en su silla y comenzó a pensar en como salvar su trabajo y atrapar a esos piratas. De pronto y tan rápido que ni el lo noto, se quedó dormido.
