hola a todos!!
como estan?? espero que bien...
aqui hay una historia de Draco y Hermione, una de mis parejas favoritas!!
espero que la disfruten...
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No Me Importa Lo Que Digan
Capítulo 1: La Huída
Él se encontraba en su cama, pensando en lo injusta que era su vida. Se secó las lágrimas que empezaron a caer de sus ojos. Todo por no pensar lo mismo que ellos¿no? Cuanto desearía poder irse de allí y no regresar nunca más¡o que se murieran! Pero no, todo le tenía que salir mal, todo. Golpeó el colchón con el puño, pero lo único que consiguió fue que le doliera más el cuerpo y el brazo de lo que le dolía. Se quedó en silencio, hasta que escuchó que se abría su puerta. Se hizo el dormido, tratando que ahogar sus sollozos. Escuchó cerrar la puerta y sintió que alguien se acercaba.
- ¿Draco? – dijo la voz insegura de una chica.
- Magda – dijo él en un susurro.
- Por Merlín, Draco¿por qué te lo hicieron? – preguntó la chica mientras se sentaba en la cama del chico.
- Sólo porque les dije que no quería ser parte del grupo de ese estúpido chiflado – le respondió él en un susurro.
Magdalena sólo lo abrazó y él lloró en sus brazos, sin saber cómo salir de aquella oscuridad.
- Vamos a salir de aquí, Draco, lo vamos a hacer – le susurró ella.
Draco se separó de ella y la miró, sonriendo entre lágrimas.
- No sé qué haría sin ti, hermanita – le dijo él.
- Yo creo que nada – le dijo ella, sonriendo con suficiencia.
Draco sólo sonrió y la abrazó.
- Mañana vienen los Parkinson y los Zabini – le dijo ella.
- ¿Con Pansy y Blaise? – preguntó él con cierto temor.
- Lamentablemente sí – le contestó ella con fastidio – pero Draco, por favor recuerda actuar normalmente. Intenta decirle algo a los estúpidos que tenemos como padres. Diles que necesitas que te aclaren qué es lo que tienes que hacer si estás en aquel lugar. Luego di qué es lo que tienes que hacer para ser uno de ellos. Estoy segura que tienes que cometer un asesinato.
- ¿Y si me ponen la marca al tiro? – preguntó Draco con temor.
- No lo harán, tienen que ver si eres de fiar primero, si te atreves a hacer eso – respondió ella.
- ¿Y tú cómo lo sabes? – preguntó él, sorprendido de toda la información que tenía su melliza.
- Porque escuché a nuestros padres hablando. Gracias a Dios que ellos no se dieron cuenta – suspiró aliviada. Luego fijó su mirada en Draco – bueno, hermanito, te dejo para que duermas. Toma – le pasó un frasquito con un líquido color verde oscuro – es para el dolor – sus ojos humedecieron – buenas noches, Draco – y salió rápidamente de allí.
Draco se quedó nuevamente solo en la habitación. De un trago se tomó la poción y su dolor disminuyó considerablemente. Miró hacia la mesa de noche y vio una foto de él y su hermana. Prendió la lámpara, tomó la foto y la miró. La verdad es que se notaba que eran mellizos. Los dos tenían el pelo del mismo color, dorado con ligeros destellos plateados, liso, y sus bocas. Ambas eran muy apetecibles para muchas personas, eran como labios perfectos, labios perfectos para la cara de un hombre y para la cara de una mujer. Pero sus ojos y sus narices eran distintos, aunque no tanto. La nariz de la chica era más chica y respingada, digna de una mujer casi perfecta, mientras que la de él era más larga, digna para un hombre casi perfecto. Y los ojos de ambos eran lo que más relucía entre ambos. Los de él de un gris como el hielo, tal cual cómo se mostraba frente el mundo. Sus hermosos ojos grises siempre tenían la frialdad donde ocultaba todos sus sentimientos, siempre estaban sin mostrar ningún sentimiento, inexpresivos. En cambio los de ella eran plateados y mostraban mucha más calidez y no tenía aquella pared de frialdad, aunque había veces donde la construía y ahí nadie podía ver los sentimientos ni nada en aquellos ojos, aunque la forma era igual en ambos.
Dejó la foto en la mesa y se acostó. Luego de estar unos diez minutos dando vueltas, se quedó profundamente dormido, pero entró en un sueño intranquilo.
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Los rayos del sol entraron por la ventana anunciándole la llegada de un nuevo día, un nuevo día que le tendría muchas noticias y sorpresas, y todas muy desagradables.
- Draco – dijo su hermana entrando a la habitación – tenemos que levantarnos.
Draco la miró y se tuvo que aguantar la risa, de verdad que se veía muy chistosa. Tenía el pelo rubio todo desordenado y una cara de sueño que no se la podía.
- Creo que tienes que… emm… mejorar tu aspecto¿no? – dijo con aire casual.
Magdalena lo fulminó con la mirada.
- Mira cómo estamos por casa – le dijo duramente y salió de la habitación para ir a bañarse y arreglarse.
Draco suspiró, se levantó y se metió en el baño. Luego de quince minutos estaba listo para bajar a desayunar. Se había puesto unos pantalones negros, que le quedaban sueltos, y una camisa color verde oscuro, la cual la tenía arremangada hasta el codo.
Salió de su habitación y se dirigió al comedor para tomar el desayuno con aire desanimado. Cuando llegó sus padres ya estaban ahí.
- Draco – le dijo su padre apenas lo vio llegar - ¿no tienes nada que decirme? – lo miró significativamente.
- Lo siento – contestó él.
Su padre sonrió con suficiencia.
- Sabía que tú ibas a ser uno de todas formas, sólo tienes que tener claro que no es malo como dicen todos.
Draco sólo asintió, pensando que sus padres estaban más locos que Voldemort, y eso ya era mucho decir.
En ese momento llegó Magdalena, la cual se había vestido muy bien, para disimular. Tenía una mini color negra, una polera de tiras color celeste, la cual le quedaba algo apretada y las chalas eran color negras, y eran de taco bajo. Su pelo estaba suelto y liso, como siempre, el cual le caía por la espalda como una cortina de seda. Se había echado brillo en sus labios y se había puesto escaso maquillaje en los ojos, color celeste, como la polera.
- Te ves muy bien, hija – le dijo su madre.
- Gracias – le dijo ella con una falsa sonrisa de agradecimiento. Se sentó al lado de Draco y desayunaron en silencio, como siempre, o de vez en cuando hablando sobre cuándo se iban a convertir en esos estúpidos Mortífagos.
Luego del desayuno, cada uno se fue por su lado hasta que, luego de dos horas, tocaron el timbre. Un elfo doméstico abrió la puerta y aparecieron los Parkinson y Zabini. Magdalena y Draco cruzaron una mirada de exasperación y suspiraron, tratando de calmarse y no gritarles, apenas vieron, a sus compañeros de colegio, curso y casa.
Los saludaron a todos con fingida educación y felicidad, hasta que los adultos se fueron al living a hablar, dejando a los cuatro chicos solos. Draco y Magda cambiaron una mirada y ambos se dieron vuelta para irse, pero los otros dos los siguieron. Magda se paró en seco y miró a Draco.
- No sirve, Draco, vamos a tener que hacerlo – le dijo ella.
- Maldita sea – maldijo él. Se miraron.
- Suerte – se dijeron a la vez y se chocaron las manos y luego el puño (típico saludo) y cada uno se fue por su lado y, como pensaban, Pansy se fue con Draco y Blaise se fue con Magdalena.
Luego de estar los dos soportando a los chicos, los llamaron para almorzar. Magda y Draco estaban felices de poder librarse un poco de los chicos. Almorzaron, fingiendo, como siempre, hasta que todos se fueron por su lado, como antes.
Magda estaba muy tranquila caminando hacia la biblioteca, con Blaise, que no la dejaba sola en ningún momento, hasta que él mismo la dio vuelta, tomándola por el brazo y la besó.
Magda abrió los ojos con sorpresa, hasta que reaccionó y le pegó una cachetada que le dio vuelta la cara.
- ¡No vuelvas a hacer eso, asqueroso! – le gritó - ¡nunca más¡¿me oíste¡nunca más! – y se fue de allí como un rayo a su habitación, roja por la rabia.
Entró dando un portazo, sacó su baúl y con un movimiento de su varita (tenía 16 años, pero como tenía esa edad, los del Ministerio no se preocupaban tanto como cuando eran más chicos algo inventado por mi… xD es que necesitaba que usara la magia… y tenían que estar en sexto curso) guardó todas sus cosas. Cerró el baúl y lo achicó con un hechizo. Se puso una chaqueta color negra, algo corta (le llegaba hasta la cadera) y en el bolsillo guardó el baúl y en otro la varita. Tomó unos pergaminos, una pluma y un tintero, y se dedicó a escribirle una carta a su hermano. Cuando terminó, se dirigió a la habitación de Draco, dejó la carta encima de la cama y bajó al living. Al llegar vio que estaban todos reunidos.
- Magda, ven aquí, te tenemos una muy buena noticia – le dijo su madre.
Ella se dirigió hacia allí sin mirar a Blaise.
- Bueno, Magda, la noticia es que te vas a casar cuando termines tu último año de Hogwarts. Y Draco también.
Ambos abrieron los ojos por la sorpresa. ¿Ellos, casarse? Ahora sí que sus padres estaban completamente locos.
- ¿Casarnos? – preguntaron los dos a la vez, mirándose horrorizados.
- Sí, se van a casar. Draco con Pansy y tú con Blaise.
Ahora a los dos les dio nauseas, hasta que la chica reaccionó.
- ¡Yo no me pienso casar! – exclamó - ¡y menos con este intento de hombre y ser humano! – apuntó a Blaise con rabia.
- ¡Magdalena, no digas eso! – exclamó su padre.
La chica explotó.
- ¡Ustedes cállense! – Les gritó - ¡¿por qué nos hacen esto¡¿Qué culpa tenemos nosotros que a ustedes les hayan hecho lo mismo¡Yo no me pienso casar y menos con este monstruo! – Apuntó nuevamente a Blaise con el dedo – saben algo – los miró con odio – no saben cuánto me gustaría tener una familia como los Weasley – su padre se paró de un salto, pero ella no se acobardó, es más, le dieron más ganas de hablar – sí, como ellos. Porque el dinero no lo es todo¿saben? Lo único que yo necesitaba de aquí era cariño, amor¡comprensión¿Y qué recibí de eso¡Nada¡No recibí nada! – Los miró – si yo me llego a casar va a ser con el hombre que amo. ¡Jamás en mi vida me casaría con él! – Se arregló un poco el pelo – fue un gusto vivir en esta casa, pero ya me aburrí – se volvió hacia Draco, quien la miraba sorprendido. Le sonrió dulcemente – adiós, Draco, nos vemos en un mes – fulminó al resto con la mirada y se fue, dejando tan sorprendidos a todos que no podían hablar.
Cuando Lucius Malfoy reaccionó, miró a Draco con rabia.
- ¿Tú sabías que iba a pasar esto, Draco? – le preguntó a su hijo.
- No – respondió él que aún miraba la puerta, sorprendido.
- ¿Seguro? – insistió Lucius.
- Sí, padre, estoy seguro – le respondió nuevamente él, sin apartar la mirada de allí. Luego de unos segundos, miró al resto – estoy cansado. Me voy a mi habitación y por favor, que nadie me moleste – y se fue de allí.
Magdalena salió de allí y convirtió un objeto muggle que encontró fuera de su mansión en un traslador para que la llevara a Hogwarts, bueno, a las afueras de Hogwarts. Luego lo tocó y sintió como si le tiraran hacia dentro, con un tirón debajo de su ombligo. Luego de unos segundos se encontró afuera de Hogwarts, frente al portón, pero éste estaba cerrado. Miró a si alrededor, desesperada. Ella sabía que su padre la podía encontrar en cualquier momento, claro que no sabía si la buscaría en Hogwarts. Quizás no. Se acercó a portón y lo intentó abrir con las manos, sin ningún resultado. Usó todo tipo de hechizos, tampoco sirvió. Golpeó el portón con el pie con rabia, haciéndose daño, pero no le importó. Se sentó en el suelo y apoyó su espalda en el portón, y recién allí empezó a llorar. No podía ser más injusta su vida. Sus lágrimas salían sin control de sus ojos plateados y los sollozos quebraban el agradable silencio de la tarde, hasta que escuchó unos ruidos al otro lado del portón. Se paró de un salto y miró a través de éste y suspiró aliviada al ver a Hagrid, el guardabosque. Era un semigigante muy simpático, aunque ella, para disimularlo, lo trataba mal, pero no entendía por qué él siempre la trataba tan amablemente, cuando ella siempre lo trataba mal por obligación.
- ¡Hagrid! – gritó ella, llamando la atención del semigigante.
Hagrid miró a su alrededor al escucha su nombre, hasta que vio a la chica afuera del colegio. Le sonrió entre su barba negra que le cubría gran parte de su cara. Se acercó a la chica.
- Señorita Malfoy, que sorpresa¿cómo llegó?
- Eso no importa ahora, Hagrid, necesito tu ayuda, por favor – le dijo ella desesperadamente.
- Claro, dime – le dijo él.
- Necesito que me escondas. Me escapé de casa y sabes cómo son los estúpidos que tengo como padres. ¿Me puedo quedar aquí, en Hogwarts, el mes que queda de vacaciones? – le preguntó con la esperanza en sus ojos, con la esperanza que le dijera que sí.
- Tendríamos que habar con el profesor Dumbledore – dijo Hagrid mientras la miraba con curiosidad - ¿te pasa algo? – le preguntó algo preocupado.
- No¿por qué? – mintió ella.
- Tienes lo ojos rojos – le respondió Hagrid.
Magdalena bajó la mirada.
- Te lo voy a contar más tarde¿si? Ahora sólo quiero ver al profesor Dumbledore – le dijo ella en voz baja.
- De acuerdo – dijo el semigigante. Se acercó al portón, sacó una llave y lo abrió. Magdalena lo miró con la boca abierta.
- Y yo como estúpida tirándole un montón de hechizos – dijo en vos baja, haciendo reír a Hagrid.
- Anda con el profesor. Está en su despacho. La contraseña es "sorbete de limón" – le dijo Hagrid.
- Gracias, Hagrid – agradeció ella y le sonrió dulcemente, para luego dirigirse al castillo corriendo, sin darse cuenta que el semigigante le abría la puerta a cuatro personas que acababan de llegar.
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listop!
espero que les haya gustado...
se que salio mas la hermana de Draco que Draco, pero en el proximo capitulo van a salir los tres personajes que son principales...
espero que les haya gustado y dejen reviews please!!
gracias por leer la historia..
chau!!
