Es lo que parece
Disclaimer: Hetalia no me pertenece.
Solo porque es necesario aclararlo de una vez: Hong Kong = Xiao-Long, Taiwan = Ling-Mei, Vietnam = A'nh, Tailandia = Luang, Islandia = Eiríkur.
Advertencia: Lo que están por leer es demasiado crack y sin sentido. La autora se disculpa de antemano.
Capitulo 1
Hay un límite para cada persona sobre cuanta tortura se puede aguantar así como por cuánto tiempo… definitivamente había alcanzado el suyo.
Aprovechando el momento que Ling-Mei, totalmente furiosa, se había abalanzado contra Yong Soo por la mala broma que le había hecho al arrojarle un insecto de plástico a la cara, emprendió su graciosa huida hacia el primer establecimiento que pensó podría servirle de escapatoria.
Atraer la atención nunca le había afectado, mucho menos importado en el pasado; pero en casos como estos, donde su disfuncional familia estaba involucrada, lo mejor era evitar ser objeto de la opinión pública. Una cosa era ser el "el chico extraño que nadie entiende" y otra muy diferente "el chico extraño que nadie entiende de una familia con problemas". La mala fama debería ser orgullosamente cosa de uno solo y no de la familia entera. Eso solo ocasiona que la gente piense que la "rareza" es consecuencia del ambiente familiar, y no gracias, no quería ser juzgado al mismo nivel que Yong Soo.
Al cruzar la calle, echó un vistazo al escándalo que sus "hermanos" protagonizaban. Ling-Mei zarandeaba sin piedad a Yong Soo, quien totalmente acostumbrado a esos ataques, solo sonreía estúpidamente, empeorando aun más su castigo. La menuda A'nh intentaba sin éxito detener a su "hermana" y Luang solo contemplaba la escena con una incómoda sonrisa. De buena gana hubiera ayudado a la chica de la coleta de no haber tenido sus manos llenas con las bolsas de las compras de aquel día.
Los gritos resonaban por toda la avenida y muchas de las personas que caminaban por ahí observaban la escena con reprobación y vergüenza ajena. Un grupo de adolescentes asiáticos montando toda una escenita. Ojala que esta vez la policía no interviniera, no quería pensar siquiera en la posibilidad de terminar llamando a Yao, explicando la situación.
Afortunadamente todo se calmó un poco una vez que hubo cruzado la puerta del refugio temporal de esta ocasión: Una librería que había notado momentos atrás en la calle opuesta.
Nunca había desarrollado un interés particular por la literatura, mucho menos por los libros, así que realmente no tenía nada que hacer allí. Sin embargo, el lugar ofrecía dos cosas que desde hace rato anhelaba: Paz y tranquilidad inmediatas. Además, el escándalo de sus "hermanos" se podía escuchaba aún dentro, así que no había tiempo de arriesgarse y pensar en algo mejor. Tendría que conformarse por hoy.
Aunque no se veía muy espacioso por fuera, el interior de esta librería era considerablemente amplio. Había alrededor de 5 filas de estantes altos y anchos repartidos a su izquierda, todos llenos de libros. Los títulos más populares y vendidos, descansaban en una mesa justo delante del primer estante, dirigidos hacia la gran ventana que daba al exterior con el objeto de atraer clientes.
A la derecha estaba el mostrador con la caja registradora, que en esos momentos se encontraba vacío. En la pared tras él, colgaban toda clase de anuncios y posters de próximos lanzamientos o recomendaciones, bolsas, un calendario enorme con la imagen de un bosque en verano y una pizarra sin ningún espacio para escribir algo más.
Al fondo había una maquina de café instantáneo y unos dos, tres sillones. La sección de libros infantiles también se encontraba ahí. Era fácil adivinarlo con los estantes más pequeños, sillas diminutas e incluso cojines y alfombra en el suelo. La decoración en esa parte también era más alegre y colorida.
A pesar de que todo el lugar dejaba una rustica impresión, la cantidad de personas dentro daba una idea de la popularidad del lugar. Tenía mucho que no encontraba una librería tan concurrida como aquella.
− Bienvenido.
El saludo fue monótono y apenas audible entre los muchos murmullos que circulaban por el lugar, sin embargo fue suficiente para sobresaltarlo. Se trataba de un hombre rubio, delgado y sin ninguna expresión en el pálido rostro. No parecía pasar de los treinta, pero había algo en su mirada que dejaba la impresión de haber vivido muchos más años que esos. Era ese "aire de sabiduría de anciano" que Yao también solía tener de vez en cuando y que definitivamente era curioso, por no decir imposible, encontrarlo en alguien más. Quizás era esto y el clip en forma de cruz extremadamente femenino lo más llamativo de su apariencia.
Ambos se estudiaron por unos pocos segundos antes de que el tipo rubio siguiera su camino hacia el mostrador, donde ya unos clientes lo esperaban. No podía asegurarlo, pero aquel hombre le recordaba a alguien más. Y no, no era a Yao.
− ¿Ya viste lo que sucede ahí?
Un par de chicas que miraban los libros del aparador habían dejado de prestarles atención para observar atentas el movimiento en la calle de enfrente, donde Ling-Mei aun trataba de ahorcar a Yon Soo. ¿Por qué nunca tenían en consideración el lugar donde se encontraban?
Temiendo que pudieran relacionarlo con ellos por su apariencia (sus caras ya empezaban a reflejar pena), no tuvo más remedio que internarse en los altos estantes. No sentía ni la más mínima necesidad de ponerse a leer, así que tendría que matar el tiempo de otra manera. Afortunadamente, encontró la solución perfecta justo en el segundo estante. Era realmente conveniente que a diferencia de la mayoría de los libros que solían tener cubiertas plastificadas, los libros de ilustraciones y fotografías no se vendieran con ellas. Y aún mejor, no había nada de letras, solo dibujos. Con eso bastaría por ahora. Sin titubear, cogió uno que le pareció interesante y empezó a hojearlo.
Ya podía entender porque la tienda era popular, pensó después de un rato. Era un lugar con un ambiente tranquilo y agradable, no parecía haber represalias por leer los libros sin comprarlos y, por lo que había escuchado de fragmentos de una conversación ajena, el café era gratis en esa temporada.
Claro, ¿Cuántas personas podían tener antojo de tomar café caliente en pleno verano?
Cuando ya iba por la mitad del segundo libro de ilustraciones, uno con fotografías de osos pandas, empezó a preguntarse si sus "hermanos" ya habrían terminado con la pelea y si acaso habían notado su ausencia. No que realmente le preocupara. Prefería regresar a casa solo y por su cuenta que con ellos. Ya era hora de un descanso pues nunca era demasiado bueno que tuvieran que verse las caras por más tiempo que de costumbre, las consecuencias eran de por si obvias. Era solo por ese hecho que las vacaciones podían hacerse un infierno.
− ¡Hey, no me ignores! ¡Te estoy hablando!
De los estantes de atrás, aparecieron un joven y un niño, bastante ruidoso, que intentaba atraer la atención de su compañero agitando una revista.
−Ya te dije que estoy ocupado.
El delantal azul, mismo que llevara el tipo del mostrador, y la gran cantidad de libros que se balanceaban en sus brazos, indicaban que él también trabajaba en ese lugar. Pero eso no era lo que importaba. Ese cabello platinado y esa expresión de tedio absoluto le eran demasiado familiares.
− Solo necesitas escucharme un poquito…
El chiquillo rubio y con unas grandes cejas, que vestía un traje de marinero, no le era tampoco desconocido.
− ¿Y Svi? ¿Por qué no vas a molestarlo a él?− ofreció el adolescente, deteniéndose justo a unos metros de donde él se encontraba. Su voz sonaba como si quisiera estar en otro lugar y no allí particularmente.
−Papa está ocupado− respondió el niño, plantándose justo a su lado sin ninguna intención de dejarlo en paz− ¡Y yo no molesto a nadie!
−Entonces ayuda. Ten− dijo aún mas fastidiado, dándole una parte considerable de los libros – Carga con esto. Y procura bajar la voz, eres demasiado ruidoso− Al pronunciar la última frase, dirigió su mirada a la única persona que sabia se encontraba en el pasillo, pensando que seguramente estaría molesta con tanto escándalo.
La sorpresa y el reconocimiento no se hicieron esperar al encontrarse sus miradas, y la expresión antes aburrida e incómoda de su rostro cambio radicalmente a una que casi podía calificarse como horrorizada antes de que, en un parpadeo, desviara sus ojos nuevamente al estante, tratando de ignorar lo que había visto. Honestamente aquella inusual actitud lo ofendió un poco. ¿Qué de raro tenia toparse con un compañero de clase? La ciudad no era muy grande y seguramente no sería extraño que alguien de la misma escuela hubiera estado antes en la librería, no tenía porque reaccionar de esa manera… ¿O acaso ocultaba algo?
− ¡Hey, yo lo conozco!− susurró de repente el niño, que había seguido de cerca los movimientos de su compañero, en referencia a su presencia. A diferencia de aquel, no parecía muy sorprendido por encontrarlo ahí, de hecho no desvió la mirada hacia ninguna parte en un buen rato. Estaba seguro que de no haber tenido las manos ocupadas, Peter Kirkland habría apuntado hacia él groseramente, sin preocuparse de sutilezas –Era alumno del imbécil de Arthur.
Oh, cierto… como olvidar las tutorías y los fines de semana con Arthur Kirkland. Conformaban esa clase de recuerdos que uno normalmente se lleva a la tumba y no por ser especialmente agradables. ¿Cómo no había sido capaz de reconocer inmediatamente a su irritante hermano menor? Las grandes cejas hablaban por si solas. Bueno, ya habría tiempo de pensar en ello después. Por ahora ese pasado y su conexión con los hermanos Kirkland no eran en lo más mínimo relevantes.
El niño Kirkland pronto se cansó de estudiarlo con la mirada y volvió a su propósito original de fastidiar con su historia al adolescente a su lado, que se esforzaba al máximo por mantenerse ocupado acomodando libro tras libro en el estante. Sin aparatar los ojos de aquel par, no podía explicarse que era lo que le molestaba tanto al otro. Aunque no habían estado en la misma clase desde el primer año, ahora en el segundo si lo estaban. Es más, sus pupitres estaban separados solo por otros tres; y si bien nunca habían mantenido una verdadera conversación, no quería creer que lo estuviera ignorando porque le desagradara o algo así. Ya lo habría manifestado antes, en el salón de clases.
− ¿Así que aquí te metiste, Xiao-Long?
Tan distraído había estado, prestando demasiada atención a aquellos dos, como para no darse cuenta del momento justo en que Ling-Mei se había materializado a su lado. Por el tono de voz, el énfasis en su nombre y la chispa de furia en sus ojos oscuros, podía deducir fácilmente que su enfado no se había desvanecido, al contrario, solo había cambiado de objetivo.
−Parecía que iba a tomar tiempo – se excusó mirándola directamente. Cualquiera lo hubiera juzgado como audaz al pronunciar esas palabras con naturalidad, sin ninguna emoción en ellas y con un rostro impasible a una chica que estaba a punto de explotar de nueva cuenta, pero no dejó que aquello lo intimidara; con tranquilidad devolvió el libro que había estado observando de vuelta a su lugar.
− Podías haber intervenido, ¿sabes?− le recordó ella, apretando los dientes y los puños para contenerse de gritar. No parecía querer armar otro escándalo ahí dentro.
−No, yo nunca me metería en tu camino cuando se trata de Yong Soo. Y creo que totalmente lo sabes.
Eso pareció ser suficiente para la chica. − ¡Basta! ¡Vas a cargar con todas las compras! Luang no te ayudara para nada. Y vuelve intentar a hacer huir y te juro que no tendré piedad para arrojarte una cuerda y amarrarte al primer poste que encuentre…
Y haciendo gala de toda su fuerza y poca delicadeza femenina, lo tomó del brazo y prácticamente lo arrastró a la salida, ante algunas miradas sorprendidas y compasivas de aquellos que los vieron dirigiéndose a la puerta.
Xiao-Long no opuso resistencia y no dejo que las miradas de los demás le afectaran demasiado, debió haberse imaginado que terminaría así. De hecho, podría haber sido peor. Tampoco tuvo la intención de voltear atrás y ver las expresiones de los dos que había reconocido en el pasillo que acababa de abandonar. Estaba seguro que aquel que lo había estado ignorando habría volteado en el momento en que la chica lo había sacado de allí.
Sin embargo, mientras Ling-Mei recitaba su sermón de siempre de camino a casa y seguía lastimando a Yong Soo, se hizo la promesa a sí mismo que tenía que volver a esa librería. Debía averiguar la razón de aquella extraña incomodidad reflejada en los inusuales ojos violetas que por alguna razón le había dejado con un sentimiento de inquietud y molestia.
¿Cuál sería la explicación?
Desde siempre había sabido que no era una persona normal. Mucha gente a lo largo de su corta vida de diecisiete años lo había llamado "raro e inquietante" y el no podía estar más de acuerdo con aquella descripción. ¿Por qué no habría de aceptarlo? Era la verdad. Por esta razón no sintió ni una pizca de vergüenza o experimentó algún remordimiento de consciencia al darse cuenta que durante cuatro días prácticamente había desarrollado una tendencia acosadora.
Había vuelto a la librería al día siguiente de su primera visita y había permanecido ahí cerca de tres horas pretendiendo leer un libro cuyo título a estas alturas no podía recordar. La mayor parte del tiempo se había dedicado a observar y memorizar sus alrededores.
En tan solo dos visitas se había enterado que la librería en realidad era atendida por un grupo de cinco hombres, incluyendo al tipo del broche de cruz y a su compañero de clases (Eiríkur o algo por el estilo era su nombre). Todos ellos eran rubios, blancos y europeos. Descartando a los dos que ya conocía, estaban el "tipo sonrisa deslumbrante", el "tipo tenebroso" y el "tipo todo es una broma". Se distinguían porque los cinco tomaban turnos en la caja registradora y parecían ser especialmente cercanos aunque no precisamente porque se llevaran bien. Tan solo en el primer día los había visto pelear dos veces. Al parecer el tipo tenebroso y el tipo del broche de cruz no podían soportar por mucho tiempo al tipo todo es una broma. Que conocido le parecía todo aquello.
Xiao-Long se preguntaba cual sería exactamente la relación entre ellos. Aún cuando todos compartían características físicas semejantes, no parecían tener algún notable parentesco entre ellos, aunque el tipo de la cruz y Eiríkur parecían ser la excepción. Ahora entendía la razón de porque le había parecido familiar la primera vez que se topó con aquel sujeto: no era aparente inmediatamente, pero si uno ponía atención podía descubrir que en realidad ambos eran muy parecidos. Quizás eran hermanos.
En cuanto al resto bien podía atreverse a afirmar que el tipo sonrisa deslumbrante y el tipo tenebroso tenían una relación no precisamente romántica que se balanceaba entre lo disfuncional y lo estable; y que el tipo todo es una broma y el tipo del broche de cruz era lo que la gente llamaba "es complicado". Y pensar que había clasificado a su familia como un caso perdido único sin saber que hay otros ambientes iguales o peores.
Ninguno de estos cuatro había dado alguna señal de sorpresa o inconformidad ante sus regulares y extensas visitas. Realmente, hasta ese momento, era sólo Eiríkur quien parecía todavía más incomodo con su habitual presencia. Cada vez que lo veía parado en alguno de los pasillos, desaparecía por largos ratos o buscaba algo en que ocuparse, si es que no lo estaba ya, con el solo objeto de ignorarlo. La indiferencia del resto era normal, después de todo, la librería contaba con muchos clientes regulares, como lo descubrió posteriormente. Entre todos ellos, Peter Kirkland era el más sobresaliente y llamativo pues prácticamente pasaba el día entero allí, la mayor parte del tiempo detrás del tipo tenebroso al que, por alguna razón que no quería averiguar, llamaba "papa". Era él también quien lo miraba con desconfianza y algo de apatía cada vez que se lo encontraba, y seguramente no era nada más por los hechos pasados, cuando solía ir a casa de Arthur. Era un niño inteligente, debía admitir, y lo más probable es que ya hubiera adivinado sus intenciones.
Al llegar el quinto día, Ling-Mei también se había puesto perspicaz y le había cuestionado sobre sus recientes salidas. La chica tenía fundamentos. Aun cuando fueran vacaciones, él prefería pasárselas encerrado en su habitación junto a la computadora en vez de salir. El que fueran ya cinco días fuera de casa por 3 horas seguro que ya debía levantar sospechas, incluso entre sus demás "hermanos".
"¿Por qué no compras el libro de una buena vez? ¿No es bastante fastidioso ir todos los días? ¡Y no digas que no tienes con que comprarlo porque sé muy bien que no es así!"
"No, Ling-Mei. No es fastidioso. Es un lugar tranquilo, fresco y hay bebida gratis. ¿Cómo que mas podrías pedir?"
Eran buenas excusas, pero solo eso al final. Tampoco iba a arriesgarse a decirle que necesitaba un respiro del estresante ambiente familiar por el que ahora atravesaban al estar los cinco en casa todo el día. Al final la razón de sus constantes visitas a la librería se resumía a una sola cosa.
− Ah, Bienve...
El joven palideció un segundo antes de enrojecer. Al mismo tiempo, su rostro se torció en una mueca de inquietud y pánico. El libro que había estado acomodando en el aparador resbaló de sus manos, cayendo al suelo con un sonido seco y aparatoso que atrajo unas cuantas miradas.
A parte de las tendencias acosadoras, también debía estar adquiriendo algunas sádicas porque al observar la cara que aquel había puesto no había podido evitar sentirse increíblemente satisfecho. Lejos de molestarle aquella actitud, como al principio, ahora le causaba un extraño sentimiento de placer. Pues, aunque a primera vista, Eiríkur parecía ser una persona seria, era increíble descubrir que poco se necesitaba para destruir esa imperturbable fachada. Era entretenido, divertido y… lindo.
Xiao-Long le dirigió una mirada significativa al joven, que se había agachado inmediatamente a recoger el objeto, antes de dirigirse al estante donde se encontraba el libro que había estado leyendo. 12 horas en total y aún no podía pasar de la pagina 50. Pero bueno, ya había quedado claro que no estaba ahí para ponerse a leer. Asomándose por entre los libros del estante, divisó al chico del cabello platinado acomodando en su lugar el libro caído. Debía ser una desventaja enorme tener la piel tan blanca porque incluso desde donde se encontraba podía notar el color rojo de sus orejas.
− ¡Oi, Ís! ¡Ven aquí! − El turno de hoy en la caja registradora era del tipo todo es una broma, el que por cierto, disfrutaba de fastidiar a cualquiera que hiciera turnos conjuntos con él. No le sorprendía que Eiríkur fuera su favorito.
El joven asiático siguió con la mirada al aludido hasta donde el estante y los libros se lo permitieron. Eso era algo que también había notado, recordó mientras abría el dichoso libro en busca de la página en donde se había quedado. Los nombres.
Hasta donde sabía el nombre de él era Eiríkur, pero curiosamente nadie de los que trabajaban aquí solían llamarlo así. Siempre era "Ís". ¿Era algún otro nombre que tenía? ¿Un apodo? Los demás también tenían nombres un poco inusuales y cambiantes si lo analizaba, pero la verdad, no estaba interesado en ellos. Solo en una persona.
Reflexionando un poco, tal vez su repentino interés en Eiríkur venía del hecho de que a pesar de estar en la misma clase por un semestre y sentarse a tan solo tres lugares, realmente no sabía nada de él. No tenía muchos amigos y por lo general era serio y callado. Tenía que aceptar que nunca había notado su presencia hasta el segundo año, y vaya que alguien de tan llamativa apariencia (por lo menos en su opinión) debía resaltar a la vista inmediatamente estuviera o no en su clase el primer año. Quizás la razón de no reparado en él en un principio, fuera del obvio comportamiento antisocial de este, se debía a la lucha encarnizada que mantuvo con Yong Soo y Ling-Mei sobre los derechos de, en ese entonces, la única computadora de la casa en los inicios del primer año. No fue hasta mucho después que Yao, completamente harto, se dio por vencido y le dio a cada uno su propia laptop. Le creyeran o no, esa eterna pelea había sido suficiente para mantenerlo ocupado todo un año y no poner atención a otras cosas.
La reacción horrorizada que había tenido cuando lo había visto por primera vez en su lugar de trabajo, era otra razón de su interés. Aún cuando esas actitudes no habían cambiado en lo absoluto, ya no pensaba que se debiera a que le desagradara o algo así. Era más bien vergüenza y desconfianza, como si lo hubieran sorprendido haciendo algo que estaba mal o que fuera secreto… pero ¿Qué de malo podría tener trabajar en una librería? ¿Era algo que no quería que se supiera? ¿O era más bien el motivo por el que trabajaba ahí el que no quería que se revelara? Contrario a lo que dedujera, a nadie más de la escuela parecía importarle ese lugar, eso lo había averiguado vía Internet. Era una simple librería como muchas otras en la ciudad. Y si muchos de ellos jamás habían entrado, menos conocían el hecho de que uno de sus compañeros trabajaba ahí; aún si lo supieran, ¿Qué habría con eso? Era un trabajo completamente normal.
Como fuera, todo lo anterior era lo que se había propuesto descubrir, aunque bien tenía que admitir que con observando y acosando no iba a lograrlo. Tendría que actuar pronto. Pero necesitaba de una buena oportunidad, no podía permitirse ser más raro de lo que ya creía que era con ese cuestionable comportamiento.
Sin embargo, y de mano de una extraña casualidad, esa oportunidad vino ese mismo día una hora después de haber abierto el libro.
− ¿Qué pretendes?
A esa hora los clientes eran escasos y en el pasillo eran solo él y Eiríkur, quien trataba de parecer amenazante con el ceño fruncido y los brazos cruzados en el pecho, pero solo lograba verse temeroso y nervioso con esa actitud. Era fácil de adivinar que plantarse ahí y dirigirle la palabra había sido algo que le había tomado mucho tiempo y valor decidir.
− ¿Cómo que no es obvio?− contestó para nada sorprendido, levantando ligeramente el libro para que el otro lo pudiera entender. Definitivamente tenía que agradecer que esta conversación hubiera ocurrido en un momento en donde si había estado leyendo, de otra manera hubiera sido incomodo que lo atraparan observando.
La irritación pronto se reflejó en el rostro pálido. Evidentemente, esa no era la respuesta que quería– Tu no piensas comprar ese libro, ¿o sí?
−No, en realidad no.
Xiao-Long verdaderamente luchaba por mantener su estoico rostro y no sonreír. Había calculado las consecuencias de dar esa respuesta tan sincera, y aunque no parecía ser lo más prudente, la expresión en la cara de Eiríkur y esas orejas rojas bien valían la pena. Vaya que hacerlo enojar se estaba volviendo divertido. Y eso que apenas estaba empezando a hacerlo directamente.
−Entonces no tienes nada que estar haciendo aquí. Es una librería, no una biblioteca.
− Es rudo hablarle así a un cliente.
−Tú no lo eres. Así que si no piensas comprar nada es mejor que te vayas.
Cerró el libro de un golpe y lentamente avanzó unos pasos hacia el joven de cabello plateado. Este al verlo venir no pudo evitar retroceder unos cuantos mas, tratando de conservar la considerable distancia que tenía que haber entre los dos. Muy cuidadoso con el espacio personal, tal como lo había previsto.
− Si tanto te afecta que no compre nada… entonces como que podría hacerlo para complacerte− declaró socarronamente, inclinándose levemente hacia Eiríkur cuyo aspecto ceñudo había sido reemplazado por uno de pánico.
La diminuta sonrisa que había dejado escapar al pronunciar esas palabras se ensanchó un poco más al ver al chico sonrojarse. ¿Cómo era posible que alguna vez hubiera pensado que él era tan inexpresivo? En menos de cinco minutos, su cara había reflejado cada una de las emociones que experimentaba. Gracias a esto en verdad deseaba saber en qué más se había equivocado con respecto a su compañero de clases.
− No bromees− masculló, desviando la cara hacia otro lado en un pobre intento de disimular lo mucho que le habían afectado esas palabras− Estoy hablando en serio.
"Y yo también" pensó, pero no se arriesgo a seguir con eso. Ahora que tenía la oportunidad de entablar una conversación, no la iba a echar a perder tan pronto.
− ¿Por qué te molesta tanto?
− ¿Eh?− el abrupto cambio de tema ocasionó que el joven volviera a verlo a los ojos, confundido.
− El que yo esté aquí− continúo con una seriedad que contrastaba enormemente con la sonrisa de segundos atrás. Eso era, directo al punto y sin rodeos – Y no tiene nada que ver con esto− señaló el libro. Evidentemente se refería a la primera vez que había estado ahí, cuando se había refugiado en aquel lugar sin saber que era donde él trabajaba.
− ¿Qué?− el chico lucía todavía aún mas confundido. Por un breve instante, bajó la guardia que había mantenido hasta ese momento, pareciendo vulnerable. Era claro que no se había esperado eso.
Tal vez era malvado de su parte, pero Xiao-Long aprovechó ese instante para acercarse un poco más. – ¿…Y bien? Olvida estos días. La primera vez que entré lucías incluso más molesto. Y como que eso no es normal. ¿Es tu costumbre tratar así a todos los que te conocen y que vienen a este lugar? Eso es grosero.
−Tu… no lo entenderías− murmuró apenado con la mirada en el piso, pasando por alto la cercanía del otro. No lo había negado y había tardado un buen rato en contestar, así que podía asumir que efectivamente se comportaría de la misma manera si se tratara de alguien más que lo conociera. Que giro tan extraño estaban tomando las cosas. Ahora parecía avergonzado y algo arrepentido.
− ¿Te avergüenza?− quiso saber después de un fastidioso silencio.
− ¿Cómo es que llegas a esa conclusión?− preguntó levantando la cabeza, un poco sorprendido.
− Se refleja totalmente en tu cara.
El color rojo que ya se había desvanecido, había vuelto a teñir las mejillas aunque no tan intensamente como hacía un rato. Al parecer, había dado en el clavo. Entonces la posibilidad de que su extraño comportamiento se debiera a una situación referente al trabajo en sí y no a su sola persona era la correcta.
−Como que trabajar aquí no es algo que debería avergonzarte− comentó casualmente, mirando los alrededores, asumiendo que quizás era esa la razón de su incomodidad.
− No es eso. Es… − Se mordió el labio, vacilante. Hubo un breve silencio − No es asunto tuyo− finalizó cortante, después de una pausa en la que tal vez había considerado la posibilidad de contarle algo importante y que al final, había decidido no hacerlo. No tenía porque confiar en un completo extraño.
Presionar para obtener una respuesta no era conveniente por ahora, reflexionó. Tendría que dejarlo así por el momento, aunque en cierta forma le decepcionaba no haber obtenido gran información. ¿Por qué habría esperado tanto de esa primera conversación?
−Tienes razón− asintió, dándole por su lado y retrocediendo unos dos pasos.
No fue hasta ese entonces que Eiríkur finalmente notó la poca distancia que había entre ellos. El espanto que reflejaron los ojos violetas fue algo que no tuvo precio. Seguramente se preguntaba cómo era que había podido bajar su guardia de esa manera.
Xiao-Long sonrió, casi se rio, internamente. Muy a pesar del momento serio que acababan de atravesar, este chico no parecía dejar de asombrarlo y divertirlo.
− No intentare averiguarlo, pero eso no quiere decir que no vuelva a venir. Este lugar es bastante cómodo ¿sabes?− anunció, emprendiendo el camino hacia el mostrador. Mirando por el rabillo del ojo pudo ver el desconcierto escrito en aquella cara rosada – Así que… Nos vemos mañana, Ís− se despidió descaradamente.
Sabía que era atrevido llamarle al igual que aquellos que trabajaban con él, pero simplemente no se había podido resistir. Tenía que averiguar cómo reaccionaría cuando alguien que no fuera esos cuatro lo llamara por ese nombre.
− ¡¿Q-qué? ¡No vuelvas a llamarme así! ¡Y no regreses!− le ordenó enormemente ofuscado.
No fue tras de él como le hubiera gustado que sucediera, pero esa cara iba a quedar grabada en lo más profundo de su memoria por lo divertida y adorable que le pareció. Más que la molestia, frustración, irritación o nerviosismo, la vergüenza era la emoción que más placer le provocaba encontrar en aquella cara bonita. Y eso, definitivamente quería decir que algo raro estaba ocurriendo con él.
Creyendo que con eso Eiríkur iba a estar satisfecho o al menos no lo iba a considerar un delincuente, compró el libro. Afortunadamente, el tipo todo es una broma ni siquiera parecía haber estado al tanto de su conversación. La mirada ausente indicaba que estaba perdido en sus pensamientos (que raro) o algo así al momento en que le cobraba. Al salir, dio una última mirada al aparador con la esperanza de verlo otra vez, más sin embargo no hubo señal de algún muchacho de pelo platinado.
Bueno, ¿Qué importaba? Podía verlo al día siguiente, porque si, pensaba volver las veces que fueran necesarias. Había encontrado algo más allá que el Internet y los videojuegos que lo mantenía entretenido e interesado, ¿Cómo dejarlo ir así sin más?
Ling-Mei suspiró aliviada al verlo llegar con el libro que supuestamente lo había tenido ocupado casi una semana, aunque también pareció desconcertada al notar su buen humor. No hizo algún comentario en especial al respecto y le recomendó que se preparara mentalmente porque hoy cenarían todos juntos. Kiku venía, forzosamente, de visita. Quizás por eso mismo, ella también estaba de buen humor.
En la privacidad de su habitación, se dedicó a reproducir una y otra vez la inusual y breve conversación que mantuviera con Eiríkur. Realmente no había sido algo del otro mundo, pero debía confesar que era el paso más grande que hubiera dado en cinco días de solo observar y acosar.
Cerrando los ojos, volvió a recordar cada gesto que hubiera pasado por la cara de su compañero de clases, descubriendo que le gustaba más recordarlo más así que como el "chico serio sin amigos" (no que él fuera muy sociable o muy expresivo también).
Quizás su interés en él se estaba volviendo un poco más serio de lo que en verdad le gustaría admitir, pero tampoco podía negar que parte de eso era más bien un juego de misterio. Eiríkur le parecía divertido y hasta cierto punto sentía algo de atracción hacia él, pero eso no quería decir que tuviera intenciones románticas o algo por el estilo. Solo era una curiosidad malsana. Interés que tal vez desaparecería en cuanto más supiera de él. Porque pensándolo bien, lo que había iniciado tal inclinación era simplemente la exagerada conducta de aquel al verlo aparecer de repente.
No tenía por qué alarmarse o preocuparse por aquellos pensamientos que de vez en cuando atravesaban su cabeza. Esos en donde el cabello platinado, la piel blanca y los ojos violetas le parecían apetecibles; donde la vergüenza en ese rostro generalmente impasible lo invitaba a hacer cosas más atrevidas. Consideraba que era normal después de descubrir y aprender a convivir con los pasatiempos de Ling-Mei. Sabía que algún día tendrían que afectarle.
Lo mejor era no pensar demasiado en incomodas posibilidades. Por ahora debía sacar provecho de todo el entretenimiento que podía obtener y saciar su curiosidad. Ya después lidiaría con lo demás.
De la cena de aquel día no pudo recordar nada memorable, a pesar de que Yong Soo ataco cinco veces a Kiku y seis a Yao ante la horrorizada Ling-Mei, que solo se le ocurrió lanzarle el wok para terminar con aquella catástrofe. A'nh corrió a su habitación durante el alboroto y Luang tuvo que limpiar todo el desastre.
Quizás, después de todo, algo grave si le estaba pasando.
Notas:
El primer multichapter que hago en años… (Insertar música dramática)
Si, ya se me hacia raro que en la vasta inmensidad del fandom no le hubiera agarrado cariño a algo crack. Pero está bien, ya supere ese complejo de culpabilidad, todo gracias al glorioso Hetaween.
Maldición, hay muchas cosas que tuve que hacer para este fic y que antes no había hecho. Los nombres… urgh… me molesta demasiado tener que usarlos, pero fue inevitable. En todo caso me tome la libertad de hacer una pequeña broma y una muy barata alusión con los de Hong Kong y Taiwan, el primero que me diga en que me base (y no es difícil, solo vean mis fandoms) le voy a dar un regalito… claro, eso sí tengo reviews… y no estoy siendo muy positiva con esto. Oh bueno, el intento se hace XD.
Nos vemos en el siguiente capítulo n_n
