Disclaimer aplicado
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Irritante
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Kagome era su amiga, pero a veces podía ser tan… irritante.
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— ¡Kahome!
El grito resonó en sus oídos, como cada vez que se enfrentaban a un nuevo villano. No pudo evitar entornar los ojos sin que nadie se percatara.
—¡Hiraikotsu!
Su arma distrajo al demonio de turno mientras Inuyasha alejaba a Kagome de la zona de impacto, y a pesar de no haber recibido ningún daño, la muchacha miraba al medio demonio con ojos suplicantes. Usaba esa misma expresión cada vez que él la rescataba mientras susurraba su nombre de manera entrecortada.
Como si fuera una damisela en peligro.
Y es que eso no podía negarlo, ella era una damisela en peligro, si alguien la obligaba a ser sincera, no veía otro motivo de la presencia de Kagome en esa época más que el infantil enamoramiento por el joven. Sin importar la relación milenaria con la sacerdotisa Kikyo, representaba más un acompañante simpático que alguien realmente útil.
Parecido a ese momento, por ejemplo, cuando Miroku salía volando por los aires por cubrir la falta de sensatez de la joven. Porque si ella se hubiese quedado escondida, como se lo sugirió más temprano esa noche, no estuviesen luchando por evitar que aquel demonio devora-humanos la acabara. Ella no quería comprender que, en el campo de batalla, ella era el blanco más fácil.
—¡Kahome aléjate, corres peligro!
—¡No dejare que peleen solos!
¡Tsk!
Siempre la misma historia ¿Qué ganaba con eso? Lo único que si sabía, era que ese no era el modo de ganarse el corazón de un hombre.
Tampoco veía con buenos ojos que ese fuese el único objetivo de la vida de una señorita.
Viajaban juntos.
Comían juntos.
Dormían juntos.
Inclusive, Inuyasha esperaba a una distancia prudencial cuando Kagome necesitaba ir al baño por si lo necesitaba.
¿Qué sacrificio representaba alejarse por solo una hora? ¿Por qué le costaba tanto entender que Inuyasha, Miroku y ella se reprimían para no lanzar ataques que le pudieran dar alcance? Porque si, sin importar que tan fuerte fuera el oponente y aunque el peliplata fuese un necio violento, siempre mantenía un ojo puesto en la ubicación de Kagome, nunca hacía algo sin verificar primero donde se encontraba ella.
Y eso era irritante.
No podía evitar compararse con Kagome y sentirse orgullosa de ser quien era.
Una exterminadora de demonios autosuficiente, fuerte e inteligente, que sin importar que tan enamorada estuviera, no permitía que un hombre le quitara el juicio. Jamás se quedaría anonadada en los brazos de su amado susurrando su nombre mientras una criatura poderosa intentaba matarlos, a diferencia de Kagome, ella esquivaría por sí sola el impacto y devolvería el golpe de manera temeraria.
Porque aunque Kagome era su amiga, era irritante la fantasía de que ella era determinante en el campo de batalla, cuando lo único que quería era permanecer al lado de Inuyasha.
Y si algún día uno de ellos no estaba o no podía auxiliarla, nada de eso habría valido la pena. Porque de nada valían los idealistas enamorados después de muertos.
Eso lo había aprendido por las malas.
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Quise hacer un reflejo de más o menos como veo al personaje de Kagome, porque sinceramente, hay personajes femeninos más fundamentales que solo ser la chica que se enamora del prota. Quizás por eso adoro a Sango, odio el papel de la damisela.
