Fuego…lo hay por todas partes. Miro a mi alrededor buscándole, mas no alcanzo a divisar otra cosa que no sean las llamas ardientes que me enceguecen. Huele terrible, un mezcla de madera quemada y escombros…El techo comienza a derrumbarse sobre mi cabeza pero sigo buscando el brillo de su mirada. Ya no me quedan energías pero trato de hacerme paso entre el fuego para llegar a la salida.

Comencé a ver la luz, aún puedo salvarme…Quizá él ya haya salido, pensé. Logré alcanzar la ventana, puedo salir de ahí. Me volteo nuevamente y miro a mi alrededor, último intento para salvarle…Ojalá no lo hubiera hecho. No volvería a ocurrir. No volvería a desconfiar en personas tan importantes en mi vida. Allí estaba, en el suelo y sin vida alguna con su hermoso rostro y manos quemadas. Aquel sedoso y bonito cabello con el que solía jugar estaba sucio, lleno de cenizas. El grisáceo ambiente tapaba su tez pálida, y sus ojos jade se encontraban cerrados. Vaya forma de morir, el humo le había ahogado completamente hasta el punto de no dejarle respirar. Y todo por mi estupidez. Por la estupidez de no haberle hecho caso.

La imagen era muy dura. No podía estar pasando aquello, pero sucedía. No podía soportarlo…La única imagen que sé que en mi vida no olvidaré. Desorientada, entierro mi rostro ente mis manos, y dejo escapar de mis ojos lágrimas de desesperación, de modo que mi cara pueda expresar mi dolor y sufrimiento.

Mi cuerpo no aguanta más, y lo único que alcanzo oír son los bomberos y la ambulancia a lo lejos. Mis ojos se cierran lentamente. Lo único que consigo pensar, generar en mi mente embotada por el humo, es que al menos falleceré a su lado, aunque el diablo absorba mi alma.

Perdóname.