Natasha ahogó un jadeo antes de sentir las manos del soldado en sus muslos, cargándola y arrojándola contra la pared mientras este invadía su boca con fiereza. Las caricias, antes suaves y lentas, se habían convertido en un torbellino de movimientos ásperos y gélidos que enviaban espasmos de puro placer al cuerpo de la pelirroja.

Sin embargo, aun y en el limbo de la inconsciencia, se permitió recordar el motivo que los había llevado a querer matarse el uno al otro. "Ah, por supuesto" Pensó, mordiéndose el labio inferior con tanta fuerza que temió desgarrárselo cuando su amante movió las caderas, ejerciendo fricción entre las piernas de ella.

—Maldición —susurró, en una mezcla de agonía y deseo— Tienes la edad mental de un niño de quince años.

Bucky detuvo sus movimientos, y la miró con el ceño fruncido de arrogancia— Puede ser —acercó su rostro al de ella, y sus ojos azules flamearon con pasión— Trato de vivir con ello —con la respiración agitada, unió su frente a la de la espía y su agarre se intensificó. Jamás se había sentido tan vulnerable como cuando estaba en compañía de la rusa.

Suspiró, y Natasha estrechó sus orbes, alzó una mano y trazó caricias suaves en el rostro del soldado— ¿Por qué te comportaste así allá abajo? —cuestionó, recordando cómo Bucky había irrumpido en medio del pasillo, amenazando con cortarle el cuello al agente que coqueteaba miserablemente con la Vengadora.

El aludido frunció los labios, preparándose para lo inevitable— No podía soportar que te mirara de esa forma, como si realmente pensara que tiene una oportunidad contigo.

Ella arqueó una perfecta ceja

—¿Y qué te hace pensar que no la tiene? —bromeó, sonriendo con coquetería.

Bucky soltó un gruñido fastidiado, pegándose aún más a su cuerpo— No juegues con eso, Romanoff.

—No estoy jugando —se encogió de hombros, fingiendo desinterés— El agente Jhones es atractivo y, además, no estoy comprometida con nadie.

—Entonces sé mía.

Natasha dejó escapar una exhalación, y de repente todo rastro de juego desapareció. Bucky tragó saliva, mortalmente nervioso ¿Se habría apresurado, acaso había sonado muy necesitado? No obstante, cuando ella curvó sus labios en una sonrisa, todo cobró sentido.

—Ya era hora de que me lo pidieras, anciano.

Y lo besó.