-D-deten- n-t-te! –trataba de pronunciar a duras penas una joven mujer.

-Lo siento –pronunció esbozando una malévola sonrisa. Sonrisa que fue lo último que vio aquella mujer antes de que sus pulmones colapsaran, dejando caer el cuerpo inerte tendido sobre la cama.

Y yacía con una sonrisa victoriosa un joven de cabellos anaranjados y peinados de una larga trenza. Solo debía deshacerse del cuerpo ahora, pero había ensuciado mucho ya sus manos por hoy, por tanto asignaría ese trabajo a Abuto.

Acabar con sus padres para apoderarse del trono no había sido tarea fácil. Le había llevado años lograr conseguirlo pero lo había hecho hace un par de semanas, semanas en las que había acabado con toda la perfecta jerarquía que años habían tardado en construir. Pero Kamui siempre quiso el poder. Desde pequeño fue lo que más anheló. Sus ideales eran más ambiciosos, y esos adultos se habían vuelto aburridos sumidos en la calma.

Todo iba perfecto a sus planes hasta que le asignaron una prometida. A su pensar, ella solo interferiría en el futuro y no necesitaba de una estúpida mujer a su lado para reinar. Su sola presencia era suficiente para gobernar.

Pero el control sobre un solo reino no era suficiente para él. Necesitaba a más personas bajo sus pies y actualmente la armonía con los demás reinos era casi perfecta y eso le encabronaba en demasía. Necesitaba acabar con esa paz y tranquilidad y no iba estaría contento hasta lograrlo. Necesitaba conseguir más riquezas y llegar a gobernar sobre todos los demás. No concebía la idea de que existiese un equilibrio en todo. A como dé lugar su reino debía de estar por sobre los demás y se encargaría de llevarlo a cabo.

Sintió como unos pasos de acercaban a la habitación y caminó hasta la puerta, sonriendo al abrir.

-Aniki, ya servirán la cena.

-Muero de hambre. –sonrió y acarició suavemente el cabello de la delgada chica.

…..

El brillo de sol de atardecer tornaba su mirada más intensa y rojiza. Bebió un poco de su vino y se relamió los labios mientras movía la copa entre sus finos dedos.

Miró al otro lado de la sala como una mujer de largos cabellos oscuros degustaba un par de donas mientras leía un libro sentada en un gran sillón.

Sus miradas se cruzaron sin un ápice de calidez, pero estaban bien así. Llevaban un par de años compartiendo lugar en el trono y manejaban todo con relativa facilidad, funcionando así todo de maravilla. Sus habitantes eran felices. El estatus de vida era elevado y cada día allí se vivía de forma armoniosa.

Eso era suficiente para ellos. Después de todo para eso estaban ahí y no para cosas románticas. Pese a que se conocían desde pequeños y fueron comprometidos a temprana edad, para Sougo ella nunca había sido de relevancia ni interés. Contrario a ella, quien con el tiempo aprendió a esconder todos aquellos sentimientos en vano. Podía disfrutar plenamente del sexo juntos, pero sabía perfectamente que para él no era más que una saciedad de necesidades y placer en su plenitud y nada de sentimientos.

…..

-Por favor, ¡mátenme a mí en su lugar! ¡Es solo un niño!

-Acaben con él. –ordenó, mientras el pequeño cuerpo caía inconsciente al suelo y sollozos desesperados de una madre se escuchan alrededor.

Era cosa de cada día. Si cometías algún error o crimen, lo pagabas con tu vida. No importaba si eras hombre, mujer, niño o anciano. El trato era el mismo para todos.

Era completamente una estupidez, pero no puedes ir en contra del rey de ninguna manera, y ese niño, hijo de una de las sirvientas estaba comiendo un puñado de fresas.

Había cosas que no estaban permitidas dentro del palacio, y entre ellas la estricta prohibición del consumo de fresas o algún derivado de ellas que no fuese por Sakata Gintoki.

Se encamino hasta un pequeño balcón y recargo su cuerpo en el barandal.

Una hermosa mujer de cabello marrón atado se acercó hasta aquel alto hombre de cabellos grisáceos y le regalo una linda sonrisa. Se aproximo hasta su rostro en busca de un contacto entre sus labios el cual fue bruscamente esquivado. Frustrada, mordió el suyo propio y chistó separándose de él y volviendo a sonreír como si nada.

-¿Vamos a dar un paseo al jardín? –comentó casualmente. –La brisa está agradable…

-¿Eres una niñata acaso? No hay tiempo para eso. –se quejó mientras sacaba un dulce de uno de sus bolsillos.

-Nunca hay tiempo para nada relacionado conmigo –su mirada se tornó seria y fría

Se acercó hasta la mujer y le zamarreo fuertemente

- Siempre pidiendo cosas innecesarias… ¡Me enfermas!

-¡No me vengas a tomar así! – respondió dando una fuerte bofetada en respuesta. Ella no era una mujer que se dejase pasar a llevar por otros, menos por aquel hombre, y la verdad por ninguno.

Se oyó el ruido de dos golpes en la ventana de cristal, que fueron respondidos con un "adelante" de una grave voz. Sin necesidad de mirar a la chica, pidió que se retirara mientas la soltaba.

-¿Interrumpí algo? –comentó en forma juguetona un hombre que llevaba por alguna razón, venda en uno de sus ojos.

-Para nada. ¿Qué quieres?

-Hijikata Toushiro –remarcó haciendo énfasis en el nombre- está esperando por usted en el salón. –sus labios dibujaron una media sonrisa y Gintoki le miró un tanto confuso pero al instante le ignoró. Pasó por su lado sin mucho apuro y se encaminó hasta el lugar.