Disclaimer: Saint Seiya no me pertenece, es propiedad de Masami Kurumada y licenciado por Toei Animation.
Quince días
Capitulo 1
La avioneta giraba en el cielo azul del mediodía, creando círculos perfectos en derredor al sol. Él se tapó los ojos con la mano para mirar, evitando sin esfuerzo el estacazo certero que uno de sus aprendices le dio aprovechando su momentáneo devaneo. Se hizo para atrás con rapidez y le propinó un golpe a su contrincante mandándolo directo al polvo. Se enderezó y volvió a mirar al firmamento. Como lo predijo el avión se recortaba contra las montañas de Atenas y se apeaba para aterrizar allí. En la pista junto al santuario.
Le dio la espalda al sorprendido jovenzuelo, que como siempre esperaba que su maestro le ayudara a incorporarse, y se marchó de ahí con la mandíbula apretada y los puños hechos piedra.
La presencia de aquella avioneta solo significaba una cosa: problemas.
…-…-…-…-…
Su rostro luchaba por mantenerse sereno y apacible, pese a la arruga que le surcaba el entrecejo. Luchó contra la duda que eso representaba, pero no podía alejarla, estaba clavada dolorosamente en su subconsciente. Sin embargo cualquiera que la viera por fuera no sospecharía que ese semblante tranquilo y meditabundo fuera tan solo una máscara que ocultaba una leve preocupación. Hizo un esfuerzo más, debía lograrlo… alejar todo pensamiento irracional de su mente…
- ¿Señora?- una voz le interrumpió con suavidad –Lamento interrumpir su tiempo de meditación, pero el patriarca amerita su presencia ahora…
- Gracias Jane- contestó aún con los ojos cerrados, modulando lentamente para no alarmar a la amazona.
Esperó hasta que la muchacha cerrara la puerta de la habitación para suspirar y abrir los ojos. Se mordió el labio antes de volver a suspirar. No había servido de mucho ponerse a meditar, intentando alcanzar un estado de calma y plenitud, cuando el problema finalmente había llegado a encontrarla.
De todas formas tenía que enfrentar su destino, aunque este se empecinara en poner su vida de cabeza.
…-…-…-…-…
Habían pasado cerca de cuatro horas desde que viera la avioneta surcando el cielo. Y todo parecía mantenerse tranquilo y sereno dentro del santuario. Se había retirado a su morada a descansar, esperando que el atardecer se encargara de hacer el resto, cubriéndolo todo con su manto nocturno, momento crucial que él utilizaba para salir a entrenar en soledad. Desgastar fuerzas, para evitar pensar lo que no debía, y llegado el momento de dormir lo hiciera sin más vueltas.
Ese día no era la excepción. Viendo la considerable cantidad de tiempo que había transcurrido, finalmente se hizo a la idea de que nada pasaría que afectara su acostumbrada rutina.
O al menos eso pensó cuando sintió la presencia inconfundible de uno de los aprendices que estaba al servicio personal del patriarca, aproximándose lentamente a la casa.
- Caballero de Sagitario –pronunció el sirviente, sorprendiéndose al notar que el hombre se giraba y lo esperaba con gravedad como si supiera de antemano que estaría allí –El patriarca necesita q…
- Lo sé- afirmó a regañadientes –Dile que ahí estaré.
El mozuelo hizo una reverencia y se alejó con prisa, algo incómodo ante la actitud tosca de aquel singular héroe de batallas a quien todos admiraban.
…-…-…-…-…
Ingresó al recinto sagrado a paso lento, casi como negándose a si mismo. Evitó mirar la suntuosidad de las paredes, y mantuvo la vista fija en las dos personas que lo esperaban al final del pasillo. El pontífice se giró al oírlo entrar, extendió las manos a modo de saludo, pese a que solo le palmeó la espalda al recién llegado.
- Justo estábamos esperándote Seiya, gracias por acudir a mi llamado -pronunció el patriarca Shion con voz clara, denunciando a pesar de la máscara que le cubriera el rostro, que se encontraba reposado y tranquilo. Demasiado, para el gusto del joven.
- No tiene que agradecer, maestro- respondió haciendo una leve inclinación de cabeza en su dirección, y luego girándose a la otra persona que estaba tímidamente apostada en un rincón. Forzó una reverencia corta en honor a ella, y agregó recordando sus modales -Athena.
La divinidad apenas y respondió a su saludo con un gesto suave que él ni siquiera registró. Luego de eso se dedicó a admirar con recelo ese apuesto rostro masculino, que brillaba serio y frío bajo las luces artificiales, no perdiendo palabra de lo que decía el patriarca, y como si su presencia no existiera para él.
- … Por ese motivo Tatsumi ha venido a Atenas -decía este con voz serena.
- Sí, lo imaginé. Vi la avioneta horas atrás -se aclaró la garganta -Sin embargo no entiendo que tanto tiene que ver conmigo que el sirviente de la… señora haya venido aquí…
- Sí, Seiya, ya llego a eso no desesperes -el hombre rió unos segundos antes de volverse a ella, quien de pronto se mantuvo tiesa al notar que toda la atención de pronto se dirigía a su persona -Athena… Saori debe regresar inmediatamente a Tokyo y resolver algunos problemas con el negocio familiar, los mismos no pueden retrasarse y es indispensable su intervención inmediata... Yo mismo le he dicho que parta inmediatamente, que no hay problemas en cuanto a eso…-continuó, evadiendo el gesto impaciente claramente pintado en el rostro del joven caballero -El santuario puede esperar tranquilamente su regreso, después de todo serán tan solo quince días. Y es plenamente entendible que esas personas, y niños estén bajo su cargo. Como divinidad en la tierra, Athena debe cuidar a todos, no solo a sus caballeros y guardianes… Y es una noble acción de su parte, que aún con todas sus ocupaciones, desee pasar tiempo con esos pequeños…
- Si maestro entiendo, pero…
- Tú iras con ella- sentenció con firmeza, mientras el muchacho se había quedado con los ojos abiertos desmesuradamente.
- Pero…- recapituló mirando a la aludida, pero ella había centrado la mirada en el suelo, y no parecía dispuesta a intervenir.
- Eres el único de sus caballeros que actualmente se encuentra en servicio aquí en Atenas, no pretenderás que ella vaya sola a Japón ¿verdad Seiya? Creo que no necesito recordarte el juramento que hiciste.
El nombrado se incorporó de inmediato para luego forzar una profunda reverencia -Por supuesto que no maestro.
- Bien, partirán en una hora, Saori ya tiene listo su equipaje, y la avioneta está lista para partir. También llamaré a alguno de tus hermanos para que venga a suplantarte aquí.
Seiya lo miró de reojo, guardándose el comentario de que debió pensar eso, y llamar a alguno de los otros caballeros, y no enviarlo a él. No cuando las cosas andaban muy extrañas últimamente. Sobretodo porque la relación de amistad entre la diosa y el guerrero se había enfriado.
- ¿Cuántos días serán?- volvió a preguntar dirigiéndose al patriarca, dándose cuenta que la divinidad apenas había abierto la boca para hablar. Seguramente ella también estaba algo resentida con las decisiones que el maestro principal había tomado.
- Serán tan solo dos semanas, quince días en los que volverán a ser seres humanos comunes…- sonrió ante su propia ocurrencia -Considérenlo como una pequeña vacación merecida ante tantas obligaciones.
Seiya no respondió, dio la media vuelta sobre sus propios talones y se alejó por el pasillo por el cual había ingresado. Su porte era tieso, y su humor había variado considerablemente. En verdad no le caía en gracia tener que alejarse de su rutina -y refugio- solo para actuar como acompañante.
Suspiró con frustración mientras la armadura se iba desmaterializando de su cuerpo, y la pequeña voz de su conciencia le reclamaba si de verdad estaba molesto por eso, o por tener que pasar una pequeña estancia como persona normal. Con las emociones y sentimientos que dicho hecho conllevaba.
…-…-…-…-…
Preparar su equipaje fue tremendamente sencillo. Cierto era que no tenía muchas pertenencias, su vida era austera en demasía como la de un monje solitario. Un bolso pequeño albergaba la mayoría de sus cosas, o al menos las que consideraba necesarias para ese absurdo viaje.
Salió de la novena casa a paso lento, como intentando retrasar todo lo que ocurriría a continuación, o como si con eso vanamente pudiera demorar el vuelo. De sobra sabía que no sería así. Tatsumi se molestaría, lo reñiría, y el patriarca se mostraría hastiado por su comportamiento infantil, así que se dio prisa y recorrió los intrincados senderos hasta la pista de aterrizaje, donde aguardaba la nave.
Le dio algo de nostalgia ver que nadie iba a despedirle, luego recordó que ninguno de sus amigos estaba allí: Shiryu había regresado a China con la clara intención de darle una segunda oportunidad a la historia que tenía con Shunrei. Y eran muy felices, la última carta que había recibido así lo ameritaba. Hyoga llevaba tiempo en Rusia aunque todo parecía indicar que ya no se encontraba solo. Shun se había reencontrado recientemente con June y el idilio antes interrumpido ahora iba viento en popa. De Ikki no se sabía mucho, solo que había vuelto a desaparecer, pero todos sospechaban que seguía viajando por regiones intrincadas…
De hecho, si se ponía a pensar detenidamente todos había rehecho su vida menos él.
Él se había quedado como el guardián constante de la diosa dentro del santuario, renunciando a lo mismo que sus compañeros gozaban con plena soltura: el tener una familia, una vida normal; esposa, hijos, una casa bonita…
Sin embargo no se veía a si mismo como un hombre de familia. Él era un guerrero acostumbrado a la lucha, a la acción, a la adrenalina que le corría por el cuerpo ante un nuevo reto. Y no se arrepentía de la decisión que había tomado.
Miró de soslayo a Athena que estaba esperándole, y le sorprendió verla vestida con un sencillo vestido gris, el cabello recogido a un costado. Se veía rara, más ¿normal? Y él mismo se veía acorde: un jean raído, una camiseta y zapatillas converse. Conforme a la travesía que harían.
Ella le sostuvo la vista por un segundo antes de apartarla y sonreírle al patriarca que en esos momentos se acercaba escoltado de varios jóvenes aprendices.
- Buen viaje- les dijo con simpatía, alzando las manos en un gesto armonioso como si estuviera bendiciendo la travesía.
- Gracias- contestó Athena, Tatsumi, aquel noble sirviente que llevaba a su servicio desde siempre, se aprontó a ayudarle a subir a la nave. Seiya observó de soslayo como se acomodaba en el mullido asiento y se colocaba el casco y los auriculares. La observó fijo por varios segundos que pegó un salto cuando sintió que una mano se posaba sobre su hombro. Se giró con cierto bochorno encontrándose con el rostro fraternal de Shion, se había quitado la máscara del patriarcado y sin esta, se convertía en esa persona normal con la que daba gusto hablar sin 'barreras' de por medio. A punto estuvo el joven de referir algo, cuando el maestro le interrumpió con un gesto, y encerró todo lo que iba a expresarle en la siguiente palabra:
- Cuídala.
El joven abrió la boca para replicar, pero pronto se dio cuenta que era inútil responder a algo que era claramente una orden, y por supuesto una promesa que inconscientemente había hecho consigo. Así que solo asintió antes de subirse a la avioneta de un salto y despedir con un gesto al patriarca Shion que los seguía con una curiosa expresión preocupada en los ojos.
Seiya observó por sobre su hombro a Saori, no había dicho una sola palabra, y Tatsumi parecía ser una compañía menos deseada. Tenía cara de pocos amigos y tan solo se dedicaba a maniobrar la avioneta sin intención de ser amigable o iniciar una conversación. Así que se reclinó en el asiento cuan largo era y se dedicó a dormir. De momento era lo mejor que podía hacer.
…-…-…-…-…
Cuando llegaron era pasado el medio día. La diferencia horaria era de siete horas, cuando salieron apenas y entraba la tarde, ahora llegaban a Tokyo con el sol en alto. Y para colmo en pleno verano.
Seiya descendió el equipaje de mano de Saori y sin esperar entró a la casona a la que hacía tiempo no iba. La casa se conservaba igual a como la recordaba de niño: grande, impropia, fría. No se veía el toque femenino, ni cálido por ningún lado. Quizás porque Athena nunca lo consideró realmente su hogar, pese a que seguía pasando temporadas allí.
- Lleva eso al cuarto de la señora- le ladró Tatsumi al verlo detenido al pie de la escalera que llevaba rumbo al resto de las habitaciones. Le hizo una mueca desdeñosa y subió los peldaños advirtiendo por el rabillo del ojo que Saori lo seguía con sus ojos claros y lentamente se mordía el labio.
Él tragó en seco.
Y ese era el primero de los quince días que luego le esperaban. ¿Cómo haría para sofocar esas absurdas ideas que daban vuelta por su cabeza?
De que eran quince días en que los que él no sería el caballero de sagitario, ni ella la diosa Athena… sino tan solo un par de jóvenes sin ataduras ni preocupaciones…
Continuará.
Nota:
Finalmente! Al fin puedo darle vida a esta historia que me ronda la cabeza desde el año pasado, y que por falta de tiempo nunca podía (no es que ahora disponga de más tiempo libre… al contrario! Mi horario es mas reducido que antes…Pero estoy sacrificando algunos fics de pokémon para subir esto! :O)
La verdad amo con locura a Seiya y Saori, son un hermoso recuerdo de mi niñez-adolescencia, y creo que se merecen una oportunidad de ser felices pese a los prejuicios y complicaciones que sus vidas tienen… ¡Y que mejor que un fanfic para dar rienda a sus sentimientos!
Bueno, esta historia contará de algunos capitulos (cuatro o cinco dependiendo de mi tiempo) y sera extra drama/romance, así que quedan advertidos n_n
Pido perdon! Si he dado manotazos de ahogado! TToTT piensen que hace como diez años que no veo la serie y me baso en los fics que leo. Pero bueno, no tengo excusa, solo sepan ser comprensivos con esta loca fan girl
Otra vez gracias! Por la acogida que le han dado a mis tres fics: A la deriva, Pábilo que humea, y Ella. ¡GRACIAS! De verdad, vuestras palabras me han hecho muy feliz n_n
Cuidense y no duden en decirme que piensan!
Sumi Chan
