Monstruo Interior

Renuncia

Adventure Time no me pertenece, le pertenece Pendelton Ward y a Cartoon Network.

Este relato está inspirado en 3 cuentos relacionados con Franz Bonaparta, de la serie Monster, de Naoki Urusawa. No es necesario conocer los cuentos antes de leer este relato.

El Humano de los Pelos Dorados y el Perro de los Ojos Grandes

(Nota del Autor: Inspirado en el cuento 'El Hombre de los Ojos Grandes y el Hombre de la Gran Boca' de la serie Monster.)

Érase una vez un humano de pelos dorados, que tenía una gran cabellera, que no tenía más remedio que ocultarla dentro de un gorro de oso… ¿Por qué de oso? Es que los osos eran seres peludos… un gorro así era el más apropiado para sus propósitos.

Y es que en el mundo donde vivía el humano de los pelos dorados, no había otro humano como él. No tenían peluquerías, ni barberos como él… por lo que tenía que vivir con su pelo creciendo y creciendo… no podía hacer otra cosa.

Pero en su mundo, vivía con un perro de ojos grandes, un perro bastante raro, de esos que no se ven todos los días, un perro que podía estirarse… un perro mágico sin duda.

Pero a pesar de vivir los dos, un último humano y un perro mágico… su vida resultaba algo monótona a veces. No es que fuera aburrida, claro que no… su vida era un torbellino de emociones, porque esos dos prestaban ayuda a todos los que vivían en ese lugar. Eran los héroes de todo ese sitio… eran aclamados por todos.

Y sin embargo, se sentían vacíos… sentían que algo faltaba en sus vidas.

- ¡Ya sé! ¡Hagamos un trato! – les dijo una vez entonces, el horrible diablo.

- ¡Ni hablar! – le gritó el humano de los cabellos pelos dorados, blandiendo una espada roja - ¡Jamás haría un trato con alguien como tú! ¡Eres el diablo!

- ¡Vale, vale! ¡Hagamos un trato! – dijo el Perro de los Ojos Grandes – Siento que mi vida le hace falta algo…

- ¿¡Pero qué haces?! – le replicó el humano de los pelos dorados - ¿No ves que es el diablo?

- No importa, porque voy a compartir lo que me dé contigo… - le respondió el Perro de los Ojos grandes – Después de todo, quiero que seamos igual de felices… fuiste tu el tonto por rechazar el deseo que te quería conceder…

El diablo abrió sus ojos mucho, satisfecho por la respuesta del Perro de los Ojos Grandes.

- Pídeme lo que desees… - dijo el Diablo – Hagamos un trato contigo… - le dijo al Perro de los Ojos Grandes, mirándolo fijamente.

El Perro de los Ojos Grandes pensó algo, pero antes de siquiera sus labios pudieran decírselo a ese mundo, en el jardín del hogar de esos dos, florecieron mil flores distintas, todas ellas dieron un frondoso fruto, que se veía tan jugoso que quería comerlos….

- ¡Ven! – le dijo el Perro de los Ojos Grandes al Humano de los Pelos Dorados - ¡Ven y come!

- ¡No, no y no! – le replicó el Humano de los Pelos Dorados - ¡Eso es una flor maldita por el diablo!

- ¡Vamos! ¡Yo comeré y verás que no hay nada que temer! – dijo el Perro de los Ojos Grandes mientras comía una de las frutas de la huerta.

Y el Perro de los Ojos Grandes mordió el fruto… y en ese momento, una especie de raíz empezó a crecer… formando un bulbo… y de ese bulbo, que empezó a abrirse, apareció un cachorro… que ladraba alegremente. El Perro de los Ojos Grandes no podía creer lo que veía… ¡Era un padre! ¡La tierra le había dado un fruto!

Y el Perro de los Ojos Grandes era feliz… porque junto con el bulbo, nacía otro… con una especie de animal largo… muy largo que le decía:

- Esposo mío… este es nuestro hijo…

El Humano de los Pelos Dorados era tan pobre e infeliz, que se pasaba los días llorando sin descanso, porque no sabía que hacer. El Perro de los Ojos Grandes intentaba darle de comer, pero el siempre daba la misma respuesta:

- ¡No, no y no! ¡Eso es una flor maldita por el diablo!

Eventualmente, el Perro de los Ojos Grandes se cansó de insistir y que el Humano de los Pelos Dorados lo rechazase siempre. Y por eso, el Perro de los Ojos Grandes se pasaba los días riendo y comiendo con su mujer y su hijo de las frutas de su huerto… mientras que el Humano de los Pelos Dorados moría de hambre y lloraba sin cesar, lágrimas que caían como torrentes de sus ojos, porque sentía hambre y no había nada con como poderlo paliar.

Pero tan feliz estaba el Perro de los Ojos Grandes, que no se dio cuenta que su jardín empezaba a marchitarse. Pero estaba tan ocupado comiendo con su mujer y su hijo, que no se dio cuenta, que ese jardín moría… y lo cierto fue que nunca más volvió a crecer una flor ahí.

- ¡Tengo hambre! –lloraba el cachorrito.

- ¡Dale algo de comer a tu hijo! – le reclamaba aquél animal largo.

El Perro de los Ojos Grandes tenía un último fruto… y quiso dárselo a su mujer y a su hijo para saciar su hambre… prefería a ellos que a él… pero en cuanto ellos mordieron el fruto, se disolvieron como si hubieran sido estatuas de arena llevadas por el mar.

Y el viento sopló fuertemente, y se los llevó, dejando al Perro de los Ojos Grandes totalmente solo… y ahora con hambre.

Cuando supo que lo perdió todo… no le quedó hacer más que llorar fuertemente, sus ojos derramaban lágrimas gruesas, mientras decía:

- Ojalá nunca hubiese hecho un trato con el diablo.

El Humano de los Pelos Dorados, por su parte, se moría de hambre, tenía tanta que sentía que desfallecía… y mientras lloraba, con gruesas lágrimas, solo decía:

- Ojalá hubiese hecho ese pacto con el diablo…

Entonces el diablo volvió a aparecérsele y mirando como lloraba se limitó a decirle:

- ¡Ya sé! ¡Hagamos un trato! – le dijo el Diablo.

Finn despertó de susto y se dio cuenta que era la misma pesadilla que tenía hacía ya unas noches. No la decía a nadie, porque en el fondo le daba vergüenza… pero esta vez el susto sobrepasaba sus energías… la misma pesadilla una y otra vez… el mismo escenario… el mismo relato… como sacado de la retorcida mente de un autor de cuentos.

- ¡Jake! ¡Jake! – gritó Finn, buscando a su mejor amigo y hermano adoptivo. Tenía que contarle esto, tenía que pedirle ayuda…

- ¿Qué pasó, que pasó? – dijo Jake despertando con algo de sueño – No son las 7 de la mañana… ¿sabes?

- ¡Jake, Jake! ¡Tienes que ayudarme!

- Pero… ¿Podría ser mañana por la mañana? – le dijo Jake – Voy a tener cachorritos, tengo que hablarlo con Lady Raincorn… serás nuestro padrino…

Sólo le bastó oír eso a Finn, para caer desmayado ante la atónita mirada de Jake.

- ¡Finn! ¡Finn! ¿Estás bien? ¡Dime que estás bien! ¡Finn, responde!

Pero en la inconsciente mente de Finn, ya no había espacio para oir los llamados desesperados de Jake. En la mente de Finn, sólo resonaba esa frase del diablo:

- ¡Ya sé! ¡Hagamos un trato!