Disclamer: Naruto y todos sus personajes le pertenecen a Masashi Kishimoto.

Aviso: Este fic participa del reto "Lo perdí" del Foro: La aldea oculta entre las hojas .

Palabras totales: 428

Alma Alquitranada.

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El pensamiento rudimentario de las personas con poder puede llegar a ser, aparentemente, la condena de los mas débiles. Creyendo poder tomar decisiones que no les pertenecen, dan un giro a la vida de muchos, el cual, puede llegar a ser bueno, pero también y la mayorías de las veces, malo.

Por ello es que lo verdaderos condenados son los victimarios.

Pequeñas he insignificantes sean esas almas, que vagan por este putrefacto mundo y de forma inconsciente buscan grilletes con los cuales condenarse. En este caso, la condena es el dolor ajeno causado por su codicia que al final, pagan con la vida.

En una pequeña parte de la inmensidad del desierto, las dunas se teñían de carmesí entre macabras e insanas risas. Las corrientes del viento gritaban un secreto sordo que en aquella noche nadie iba a oir.

La respiración del castaño se volvió pesada cuando sintió aquella larga daga blanca atravesar su pecho. Paso poco tiempo para que sus ropajes blancos se tornaran rojos y que su cuerpo cayera sin poder evitarlo al piso.

No podía estar más consternado, ¿como no lo vio venir?

A pesar de su vista nublada debido a la pérdida de sangre, pudo observar a Orochimaru frente a él, disfrutando de la dicha de verle morir.

¿Como pudo estar tan ciego?

A sus costados, mirando por el rabillo del ojo, noto que sus guardias estaban muertos. Una sensación de culpabilidad invadió su pecho al percatarse tardíamente de la situación.

Orochimaru le había traicionado, le había utilizado como una simple herramienta para sus propios intereses.

Aquello, le hizo pensar las cosas de forma retrospectiva.

¿Acaso su hijo se sentía así de miserable?

Observando como el ninja renegado de Konoha se alejaba de donde estaba, el castaño no podía hacer más que pensar en su inminente muerte.

Si tan solo hubiera hecho las cosas mejor, él no estaría en aquella situación, su esposa no estuviera muerta y su hijo no lo odiaría.

Había fallado en todo: protegiendo la villa, siendo un buen esposo y siendo buen padre.

Al final del camino no tenía nada, no era nadie.

Una pequeño llanto con ausencia de lágrimas salio de su garganta al percatarse de que moriría como lo que era: Un miserable.

Cerro los ojos dejando que la muerte le arrastrara a su abismo, debía aceptarlo; pero su ultima petición a quien quiera que fuese el creador de este mundo tan cruel, era que al menos, sus hijos tuvieran un final mucho mejor que el de personas con un alma alquitranada como la de èl.

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