DISCLAIMER: Harry Potter y todos sus personajes le pertenecen a J.K. Rowling.

Aviso: Este fic participa del «Amigo Invisible 2016» del foro «El triángulo donde tres están unidos» y es mi regalo para Natalie Annick Malfoy Weasley.

Natalie: Fui una de las primeras en elegir AI porque amé esta petición que hiciste. Me gusta mucho la pareja que forman Theo y Luna y tú me diste la maravillosa oportunidad de escribir algo diferente del Dramione. Espero que te guste.


La misma pasión

Capitulo I.

«Mira la música, oye la danza».

George Balanchine.


Luna Lovegood no recordaba el momento exacto en que había empezado a bailar, pues la danza siempre había sido parte de su vida. Desde muy pequeña, sus aptitudes artísticas saltaron a la vista, pero sobre todo, la pasión con que su cuerpo se movía al ritmo de las notas musicales de una canción.

Tenía muy presentes las palabras de aquel sabio que decía: «Mira la música, oye la danza» y eso era precisamente lo que deseaba hacer. Era su primer día en la academia Hogwarts de arte y danzas de Londres y desde ya, tenía los ojos bien abiertos y los oídos listos para escuchar.


El despacho de la directora de la academia era amplio y estaba lleno de hermosas fotografías de bailarinas y bailarines de ballet de todos los tiempos. Luna miraba distraídamente los retratos de cada uno, cuyos rostros perfectos reflejaban la misma pasión que ella llevaba en su interior. Era un lugar imponente, igual que todo lo que sabía que estaba por venir, pero la rubia estaba segura de una cosa: a pesar del temor que todo aquello le generaba, no había otro lugar en donde deseara estar más que ahí, porque en definitiva ese era su hogar.

—Luna —la llamó Minerva McGonagall y los ojos grises de la chica se centraron en la persona frente a ella. Lo sabía casi todo acerca de aquella mujer que había sido una de las mejores bailarinas de su tiempo y aunque ella no tuviera idea, la rubia le profesaba una gran admiración—, te hemos puesto en la división de Rowena Ravenclaw. Debes saber que debido a las referencias que hemos recibido de tu escuela anterior, la exigencia para ti será grande y por consiguiente, estarás en constante supervisión.

La rubia observó los movimientos delicados de la mujer al hablar y copiando cada palabra en su cerebro, se obligó a imaginarse todo lo que le esperaba —Si señora.

—El código de vestimenta es obligatorio para todas tus clases, con excepción de baile contemporáneo y no está demás advertirte que no toleramos la impuntualidad. Nunca —enfatizó, mientras la rubia asintió.

—Si señora.

—Tu primera clase será mañana a las ocho de la mañana —agregó McGonagall, viendo el expediente de la chica—, ¿Alguna pregunta?

—¿Cómo debo vestir en baile contemporáneo?

—Sé creativa —le dijo al tiempo que se levantó de su asiento y le tendió una mano—. Bienvenida a Hogwarts.


La tarima de King's Cross se encontraba milagrosamente vacía y Theodore Nott pensó que era el lugar perfecto para que Slytherin pudiera practicar. Contaban con un espacio amplio en la madriguera —como llamaban a su hogar—, pero lo que en verdad necesitaban era dinero y la oportunidad de mantener lo que con esfuerzo habían conseguido. Ninguno de los chicos tenía un verdadero empleo y todos, a excepción de Draco, necesitaban de un lugar para vivir.

Ser un bailarín de hip hop en una ciudad tan grande como Londres no era nada sencillo y mucho menos si se pretendía asumirlo como un estilo de vida. Los padres de Theo eran personas adineradas, pero estaban en contra de que el chico siguiera su sueño, obligándolo a tomar la decisión más difícil de su vida. Aquel día en que decidió irse del lado de su familia supo que el camino que le esperaba estaría cargado de dificultades y que si lo elegía era porque tenía la valentía suficiente para recorrerlo.

—Bueno chicos, es hora de que le demostremos al mundo lo que sabemos hacer.

Y de inmediato, la música inundó el lugar.


El departamento en el que iba a vivir durante el resto del año era pequeño pero aún así, muy acogedor.

Hermione Granger era una chica que iba en el mismo curso que Luna y aunque ella no era nueva, había tratado a la rubia con benevolencia y de la manera más agradable para hacer que se sintiera como en casa. Siempre era bueno poder hacer amigos en el lugar al que se llegaba, asegurando que el difícil camino que se tenía por delante, por lo menos no habría de recorrerse sin compañía.

Hermione no sólo le había mostrado a Luna que era una excelente bailarina de ballet, con una dedicación admirable, sino también, una persona con un corazón enorme. Luna se sentía satisfecha porque sabía que además de haber encontrado a una maravillosa compañera de habitación y de baile, había conseguido también a una amiga.


—No ha sido una mala propina, hombre —le dijo Blaise a Theo contando los billetes en la mochila—, juntaremos el resto para el final del mes.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de eso? —le contestó el castaño con la mirada fija en los edificios que podían verse por el balcón de la madriguera.

—Porque somos Slytherin —agregó Daphne Greengrass, poniéndole una mano en el hombro—, y nosotros logramos todo lo que nos proponemos.

Theo deseaba tener la fe de todos sus compañeros pero era realista y sabía que día a día todo era más complicado. A veces incluso consideraba la oferta de Draco, quien le había propuesto trabajar vendiendo autos en la empresa de su padre, pero luego se daba cuenta de que creía firmemente en que las personas debían hacer su trabajo por amor y no por dinero. Por mucho que este fuera indispensable.

Era injusto, Theo sabía que el dinero no significaba la felicidad pero estaba convencido a la vez, de que se le parecía bastante.


Luna paseaba por las calles de Londres con el fin de distraerse de su primera semana en la academia. Estaba acostumbrada a las exigencias y se consideraba a sí misma una persona capaz, pero había cosas que en realidad le estaban costando trabajo y a pesar del apoyo incondicional de Hermione, a veces sentía que ir a Hogwarts había sido un gran error.

El profesor Snape era terriblemente estricto y parecía tener una fijación con ella pues todo el tiempo estaba criticándola: que si no estiraba bien sus brazos, que si no hacía dobles perfectos, que si parecía hecha de concreto; eso sin contar con Madame Hooch, la profesora de baile contemporáneo que tampoco parecía contenta con ninguno de sus movimientos.

A veces sentía que deseaba mandar todo a la nada y devolverse a su casa, pero sabía también que no quería decepcionar a quienes habían creído incondicionalmente en ella y eso le daba fuerzas para continuar.

Luego de caminar un poco, decidió sentarse en una de las sillas de un bonito parque del centro, donde se veía a los niños jugar con globos de colores, mientras las personas adultas departían entre ellas. Le había dicho a Hermione que necesitaba algo de aire y aunque ella se había ofrecido a acompañarla, había entendido al final que lo que la rubia deseaba era estar sola.

Había pasado veinte minutos vagando entre pensamientos de lo que debía mejorar, hasta que un pegajoso ritmo llegó a sus oídos. Era una mezcla entre hip hop y algo de música electrónica y Luna se sintió atraída hacia él. Deseaba tener tiempo para ella pero sus oídos estaban inundados por la música y como si hubiera sido helada por un imán, rápidamente cruzó el lugar hasta donde el espectáculo reunía gente por doquier.

Un grupo callejero de unos diez chicos, entre hombre y mujeres se movían de una manera tan sincronizada que todos los presentes parecían hipnotizados. «Mira la música, oye la danza», recordó Luna y la bailarina en su interior se obligó a concentrar sus sentidos en aquellos que lo dejaban todo en la tarima pero en especial en uno. Un chico de cabello negro y ojos azules que parecía poseído por el ritmo.

Los movimientos coordinados de todos eran atrayentes pero principalmente los de él. Parecía ser el líder y a pesar de que Luna pensaba que aquel tipo de danza era complicado para ella, no podía negar que se movían de una manera tan fenomenal que sonaban casi como una invitación.

Y entonces los ojos del chico se posaron sobre ella y como si hubiera leído su mente, le tendió una mano y la ayudó a subir. Luna no era muy buena con el baile contemporáneo pero allí, con aquellos desconocidos de ropas deshilachadas y corazones libres, dejó que sus pies y su alma se balancearan al ritmo del lenguaje universal de todos los hombres.


Gracias a las personas que han leído este capítulo. De paso aprovecho para contarles que este será un short fic que contará con tres capítulos, los cuales serán subidos en los próximos días y a más tardar el 30 de este mes.

¿Reviews?

Chocolate kisses,

Gizz.