DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling, el resto es mío.
AVISO: Este fic ha sido creado para el "Amigo Invisible 2016" del foro " El triangulo donde tres están unidos".
Y mi amiga invisible es... ¡LilyRosie-FrikiBlack! Me hizo especial ilusión escribir este fic, porque Remus y Tonks son mi OTP canon favorita. Espero que te guste, porque lo he hecho con mucho amor.
La petición 2 consistía en:
"Me gustaría un fic que cuente el porque Remus sentía celos de Sirius al verlo tan cerca de Tonks, esto basado en la biografía que JK publico en Pottermore donde escribe que cuando Tonks dijo que Sirius seguía siendo guapo aun después de haber estado en Azkaban Remus se molesto y dijo con una clara amargura que Sirius siempre había tenido a todas las mujeres. Quisiera saber que fue lo que le hizo creer a Remus que Tonks estaba enamorada de su amigo. Quiero ver a un Remus Lupin celoso porque cree que Tonks la mujer que desde hace algún tiempo ama en secreto se ha enamorado del don Juan de su amigo, así como también lo que sintió cuando se dio cuenta de que a quien Tonks amaba era a él".
NOTA: El fic constará de cinco capítulos y el título de cada uno corresponde a los cinco pasos del duelo, porque creo que se adaptan perfectamente a cómo se siente Remus en todos los momentos que describo.
MENTE VERSUS CORAZÓN
Capítulo 1: Ira
Remus se apareció en el estrecho espacio delante del Doce de Grimmauld Place que permanecía invisible desde la calle. Antes de que tuviera tiempo de llamar, la puerta se abrió, revelando a un Sirius Black que lucía una gran sonrisa en el rostro.
—¡Lunático!
—Qué contento te veo hoy —observó Remus, colgando la chaqueta raída de punto en el perchero.
—¡Estaba a punto de volverme loco con tanto silencio! —dijo Sirius, pasándose una mano por el pelo—. Te juro que si no llegáis a venir pronto, hubiera terminado hablando con las paredes. La casa está muy vacía sin otras voces.
A modo de corroboración, se oyó una risa que procedía del comedor. Remus reconocería esa risa en cualquier sitio. Miró a su amigo.
—Ya veo.
Llevaba varias semanas con una sospecha que lo carcomía por dentro, pero se negaba a confirmarla.
Al principio, se había negado a admitir sus sentimientos por Tonks, pero con el paso del tiempo esos sentimientos no habían hecho más que crecer. Lo que más había llamado su atención de la chica era su vivacidad, su entusiasmo. Actuaba como si todo en la vida fuera una aventura que tuviera escondida una maravilla en cada recodo del camino. Por eso se había enamorado de ella: era un arcoíris que alegraba su mundo gris.
Se había dicho que todo pasaría cuando ella encontrara a alguien. Alguien más joven, apuesto y entero que él. Solo era cuestión de tiempo que Tonks se enamorara de alguien. Quizás alguien de la Oficina de Aurores… Qué más daba; el caso era que, al final, Remus tendría que verla con otro. No es que se quejara: dada su posición, no podía aspirar a más que a ese amor silencioso que sentía por ella.
Las cosas mejorarían, se dijo.
Hasta que empezó a notar cosas. Solo había que ver cómo Tonks sonreía cuando veía a Sirius. Cómo siempre le reía las gracias. Cómo se le iluminaban los ojos cuando llegaba a Grimmauld Place a comer con ellos.
La sola idea de que la mujer a la que quería pudiera sentir algo por su mejor amigo lo mataba por dentro.
Y a pesar de todo, no tenía derecho a quejarse.
Él nunca podría estar con Tonks —en el caso improbable de que ella sintiera lo mismo— y sería despreciable que le negara esa felicidad a su amigo. Con el tiempo el buen nombre de Sirius se limpiaría y sería un hombre libre. Lo tenía todo para disfrutar de la vida: un buen apellido, riqueza y una personalidad carismática. No era precisamente joven, pero seguía conservando el mismo atractivo que había hecho perder la cabeza a tantas chicas en Hogwarts.
Pero Remus no podía evitar que los asquerosos celos se apoderaran de él.
Aquel sábado se habían reunido en Grimmauld la mitad de la Orden del Fénix: estaban Molly y sus hijos, Fred y George, Tonks, Sirius y él mismo. Solamente faltaban Kingsley y Ojoloco, pero el último no se hizo esperar.
—¡Alerta permanente!
Ya se habían acostumbrado a la habitual consigna del hombre, pero eso no significaba que no fuera gracioso: Fred y George se levantaron de un salto e hicieron el saludo militar, haciendo que su madre los obligara a sentarse de nuevo, abochornada.
—Kingsley no podía venir hoy, así que solo somos nosotros. He organizado esta reunión —Ojoloco los miró uno a uno con gravedad antes de proseguir—, porque hemos descubierto que Jugson hace visitas ocasionales a su casa. Esta misión es nivel cuatro. Eso significa que quien vaya se arriesga a una muerte probable.
Tonks puso los ojos en blanco.
—¡Oh, venga, Alastor, no seas tan dramático!
—¿Es que ser precavido significa ahora ser melodramático, Nymphadora? ¿Acaso no te he enseñado nada?
—No me llames Nymphadora —gruñó la muchacha, lanzando a su mentor una mirada desafiante.
Habían tenido aquella misma conversación cientos de veces, que Remus recordara: ella bromeaba sobre una misión, él la llamaba Nymphadora y ella se enfadaba.
—¡Nosotros nos apuntamos! —exclamaron los gemelos al unísono.
—¡Ah, no, eso sí que no! —proclamó su madre casi al instante—. ¡Ya sufro bastante dejándoos venir a las reuniones! ¡No pienso perder ningún hijo!
—¡Pero si tienes muchos! —bromeó uno de ellos.
Una colleja dio la discusión por terminada.
—Podría ir yo —dijo Sirius—. Rasparé la puerta con la pata y pondré cara de pena. Seguro que acoge a un pobre perro indefenso.
Sirius guiñó un ojo a Tonks, quien soltó una risita. Remus carraspeó. Estaba descubriendo que la palabra «celoso» podía adquirir nuevos significados.
—O igual te da una patada en el culo.
Sirius enarcó las cejas y se recostó en su silla, sorprendido por el comentario mordaz.
—Olvidaba que no soy el único con garras afiladas de aquí.
Remus suspiró. Estaba comportándose como un adolescente enamorado. Por suerte, su amigo no era de los que se ofendieran con facilidad. Últimamente no estaba portándose con Sirius como era habitual: saltaba por nada. Se dijo que tenía que poner fin a aquello. Como fuera.
—Yo iré —exclamó Tonks de repente.
Todos la miraron. Nymphadora no era precisamente famosa por su discreción: su pelo rosa, su ropa estrafalaria y su carácter raro la hacían la menos idónea para una misión de espionaje.
—Alerta permanente, Tonks —fue lo único que le dijo Alastor, dando así el visto bueno a su participación. Entonces, se volvió hacia Remus—. ¿Qué me dices, Lupin?
Remus dejó que sus ojos vagaran hacia Tonks, que lo miraba con una sonrisa en los labios. No debería, pero… La proximidad de la muchacha era como una droga; aprovechaba cualquier oportunidad que tenía para estar cerca de ella.
—Mientras no haya luna llena… —musitó, apartando la vista.
Se sintió despreciable por hacer aquello. Cómo si alguien como Tonks quisiera tenerlo cerca. Sí, se habían convertido en amigos —más o menos— durante las misiones y períodos en casa de Sirius que habían compartido, pero… ¿y si descubría lo que él sentía?
Lo despreciaría, seguro.
—Buena suerte —les deseó Sirius.
Tonks le dedicó una sonrisa a modo de agradecimiento. Aquel gesto hizo que la vida le pareciera a Remus un poco más miserable.
Y eso que él pensaba que ya no era posible empeorar.
