Oculto en las memorias

(Segunda parte de "Entre miradas")

Disclaimmer: Los personajes no me pertenencen, son de Masashi Kishimoto, sin embargo la trama es mía y los personajes nuevos que se incluyan aquí.

Aviso: Hay puntos de "Entre Miradas" que se incluyen en esta parte, si no lo has leído puede que cause confusión.

"A veces las cosas simplemente no pueden ser como antes. Llega un momento en el cual la perspectiva cambia y quieres regresar a ese punto. ¿Habrá retorno? La respuesta es no."

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I.

CASI

Hay momentos de reflexión en la vida de cada persona, en ocasiones solamente se necesita un respiro e incluso eres capaz de percibir cosas que no habías visto, algo así como cambiarse de lentes y ver de nuevo bien.

Ese día fue uno de esos días de melancolía y ese sentimiento se apoderó un poco de su pecho. ¿Qué cómo había empezado todo? Ni ella lo sabía, más bien tenía la sensación de que quizá nada había empezado y que ella misma se hizo telarañas en la mente.

Todo seguía casi igual. Desde el presidente Yiago Noakato hasta el hecho de que seguía durmiendo con peluches en la cama a pesar de tener veinticinco años. Pero desde luego que había algunas cosas que no eran iguales, y tal era el caso de que justamente la alarma de su celular vibraba. Por un momento quiso tomar el aparato y lanzarlo lejos, pero ella no era una persona que se dejara llevar tan fácil por sus emociones —no en el sentido de tener arranques matutinos como su hermana menor— pero ¡era humana! Claro que se le pegaban las sabanas casi todos los días al despertar y por supuesto que no quería ver la cara de los inversionistas con esa expresión de "sólo nos interesa el dinero pero le haremos firmar mil papeles y llamaremos a los abogados".

¿Y después? Bueno, quizá estaba pensando demasiado para ser las 6:58 am de un día sábado. Un fin de semana que parecía ser cualquiera. Cuando estás del lado observador y haces un análisis de tu vida puedes deducir que instante, que preciso momento cambió tu vida. ¡Qué sencillo sería eso! ¿no? Y ese fue su caso.

Parecía ser un día normal, pero no lo fue. Sin embargo, ¿cómo iba ella a saberlo? Por supuesto que no, así que después de despegarse de sus amadas sabanas apagó su celular y se dispuso hacer lo que le correspondía. Aunque estaba muy cansada, más desganada de lo normal. La imagen del espejo no favorecía en mucho, sí, tenía esa mirada dulce y ese rostro de adolescente que gracias al cielo no se había visto afectado por la varicela que le dio cuando era niña ni por los granitos que aparecieron —por desgracia en la vida de todo adolescente— años atrás. Quizá se vio más blanca, más pálida de lo que era. ¿Tenía importancia? No, por supuesto. Nada que una base de maquillaje y algunos polvos no pudieran arreglar como si se tratara de su hada madrina. Y lo hizo.

Minutos después se sintió más confiada y supo que de cualquier manera tenía que hacerlo.

Las calles estaban particularmente vacías, solo se escuchaba el ruido del viento. En ese momento se preguntó sobre el paradero de la población de Konoha, la respuesta llegó como una ráfaga helada colándose por la ventana del copiloto: era muy temprano y además de ser sábado.

No es que le gustara ese lugar en particular, más bien le tenía mucho miedo. Pero algo en su interior le decía que debía ser valiente y por una vez en su vida dejar de ser esa niña débil por que desde luego que ella ya no lo era.

Las hojas crujían a cada paso que daba, y de hecho titubeó entre seguir o mejor subir al auto.

—Debo seguir—murmuró para sí misma, en voz muy baja.

También se cuestionó de que habría sido de todas las personas de ahí, ¿habrían cumplido sus sueños? ¿Serían felices en vida? Quizá tantas preguntas eran malas y después de todo no tendría ninguna respuesta. Mas era un día particularmente extraño y de mucha meditación, nunca había usado lentes pero estaba convencida de que estaba viendo el mundo con otros ojos.

Sus pies se detuvieron y supo que ya había llegado. ¡Lo hizo! Una pequeña voz dentro de su mente le dio ánimos.

Era la primera vez que iba sola a ese lugar, sin compañía de su hermana menor ni de su primo.

—Buenos días, papá, mamá—Miró las lápidas y se percató que estaban en excelente estado. Casi como si alguien hubiera estado ahí antes que ella, lo cual era imposible—Neji—Continuó con su monologo—, no pudo venir ya que hay negocios pendientes y mi hermana no ha salido de vacaciones.

Un largo suspiro vino a continuación.

—Ustedes ya lo saben, todo va bien—Sonrió—, ya los papeleos y las juntas no me cuestan tanto trabajo como antes. Ya no dependo tanto de Neji y eso está bien, ¿verdad?

No hubo ninguna respuesta, pero a Hinata le constaba que si existía un cielo seguro que ellos estarían ahí escuchándola como seres mudos que se les impidió la capacidad de hablar.

—Yo estoy tan confundida, no sé que hacer. Creo que he mentido un poco con aquello de que todo está bien, puede que haya cosas que no están en orden. Sigo con mis mismas manías de temerle a lo desconocido y mis piernas aún tiemblan cuando estoy frente a alguien que desconozco. Particularmente el día de hoy debo dar un paso más adelante y no sé que hacer… ustedes ya lo saben pero no sé que respuesta darle. ¿Será que soy muy exigente?

Miró su anillo y recordó que ya era tiempo de decir "hasta luego".

El camino a casa no fue mejor ni tampoco disipó sus confusiones, pero ir a visitarlos sí le hizo sentir aliviada hasta cierto punto.

La ciudad ya comenzaba a verse transitada, con múltiples vehículos y personas transitando la avenida central. Todo seguía su curso natural pero para ella se había detenido en el tiempo a partir de la propuesta de la semana pasada. Tal parecía que la vida misma se empeñaba en que se diera de ese modo, sin que nadie supiera lo que inquietaba sus emociones, Naruto, su mejor amigo no se encontraba en la ciudad.

El pitido del carro de atrás la hizo entrar en la realidad y que debía avanzar ya que el semáforo había cambiado de color, se sintió tonta y retraída, como muchas veces en su vida. La diferencia es que se solía sentir así cuando tenía dieciocho años, no ahora que tenía veinticinco.

Casi siete años la separaban de la época más ruda y hermosa de su vida, siete años desde que su padre había muerto y donde también esa persona se había marchado con la promesa muda de volverse a encontrar.

Gracias…

¿Por qué?

Por quererme.

Adiós Hinata.

Adiós Sasuke.

Te quiero.

Guardó en su corazón las palabras exactas de ese día, y estaban tan grabadas que a veces en sueños las escuchaba como una triste melodía. Y se preguntaba una y otra vez que pudo haber hecho ella para cambiar eso, tal vez no haber sido tan patética y enamorarse de verdad cuando él ya estaba ausente, o él siquiera haber ido al aeropuerto esa fatídica mañana.

Se recostó en su cama, su pecho empezaba a doler.

Otra vez…

No era novedad ese sentimiento de opresión y de estarse ahogando entre recuerdos de algo que nunca empezó. Como si se tratara de una película, pasaron imágenes de las cosas relevantes que pasaron en esos siete años, desde que se fue hasta el día presente. Al principio ella le había llamado todos los días y si bien a veces se equivocaba de horario y llamaba a horas inadecuadas se terminó por acostumbrar.

—Estoy ocupado, más al rato te marco.

—Sí… que tengas buen día.

Tal vez esa fue la alerta roja de que su juego de amor estaba terminando. Quizá debió darse cuenta y alejarse mas el corazón tenía raras formas de comportarse.

Al mes, las llamadas se redujeron y es que ella también tenía pendientes para los exámenes de la Universidad.

También tenía una vida…

—Hola Sasuke.

Recordaba bien ese día, se vio a ella misma encerrada en el baño de las mujeres. Había terminado su examen para entrar a la Universidad y tenía los nervios a flor de piel. Todavía no podía salir del Instituto así que su único refugio fue el de estar ahí esperando por la llamada. Si su cuenta mental no le fallaba debía estar llamando a una hora decente.

—Hola.

Escuchó su voz más desganada de lo que Sasuke expresaba por teléfono. Una segunda alarma roja para su juego de amor.

—¿Cómo estás?

—No te importa Hinata, simplemente estoy agotado.

Agotado…

—Ah, b-bueno e-este…

—¿Tenías algo más que decir?

—N-No, y-yo…

—Bueno, adiós.

Invisiblemente había un cartelito en su mente que le decía que había terminado. Y si se ponía a pensar de forma analítica se iba a dar cuenta de que realmente nunca había iniciado algo con él.

Los meses pasaron y no tenía noticias de él. Ni siquiera por Facebook ya que no era de ese tipo de personas que publicara muy a menudo. Le aterraba enviar un mensaje y que él la dejara en visto, así que tenía la ilusión de que él tomara la iniciativa.

Pero nunca llegó.

Durante los primeros dos años, se mandaban un corto mensaje de feliz cumpleaños. Para Hinata era el cielo y podía estar ensimismada viendo la pantalla una y otra vez. Sin embargo el mensaje era tan frío como un hielo y tan seco como el mismo desierto.

"Feliz cumpleaños". Eso dijeron los dos mensajes consecutivos de esos dos años. Después de eso, creyó en el tercer año que enviaría ese tercer mensaje. Encendió su celular —no había tenido corazón de cambiar de número así que le dejó el mismo chip— y esperó por horas.

Él la había olvidado.

Aquello dolió tanto que quiso convencerse de que fue un error, que tal vez no tuvo tiempo. Sin embargo él sí estaba conectado ese día en Facebook, él pudo haberle enviado un mensaje de felicitación pero no lo hizo.

Miró la ventana una vez más, ya no era tan temprano. El mediodía siempre debía traer algo nuevo.

—Hola Hinata.

Su corazón se sintió un poco más aliviado al escuchar su voz, pero claro era que no era la voz de ese chico que se fue hacia siete años.

—Hola.

—Estoy ansioso por verte, mi hermana se puso como loca, ya sabes… Llegaré en una hora. ¿Estás lista?

—Claro que sí.

Sonrió para sí misma, convenciéndose de que ese era el camino correcto. Lo que había pasado en la preparatoria, en aquellos años donde el amor era un juego debía quedar ahí, guardado en sus memorias.

Sin embargo una voz interna le decía que tal vez debía replantarse lo que estaba a punto de hacer.

—Nos vemos entonces Hinata.

—Cuídate mucho.

La llamada terminó, y se sintió diferente. Un poco renovada, el sol comenzó a salir y las nubes grises se fueron. De cierta forma él pintaba sus días de colores.


N/A Espero que se apiaden de mi alma. Espero me recuerden, —espero—. Bien para los que no me conocen, soy Karou. Han de saber que esta es la segunda parte del fic "Entre Miradas" quizá no les cause tanta confusión porque pretendo que se vayan familiarizando por si no leyeron la primera parte pero sepan que sí tiene aspectos importantes de esa precuela. ¿Por que soy tan tardona? ja, ja. Excelente pregunta, tuve muchos inconvenientes y supongo que ninguno me excusa. Pero estoy aquí, y ya les he dicho que así tarde meses tendrán alguna novedad de mis historias, puedo tardar mucho pero habrá algo. Y esto se los debía a ustedes y a mí. El final de este capítulo quizá les haya causado revuelo, ¿con quién estaba hablando Hinata? Calma, poco a poco se sabrá. Evidentemente no será un romance sencillo, eso tenganlo por seguro, no habrá besos ni abrazos al principio, ¿de qué manera si Sasuke se portó distante? No diré más, espero que este capítulo les haya gustado, si bien es corto tiene la esencia que busqué por mucho para un inicio de esta segunda parte.

Sean bienvenidos los que nunca me han leído, tengo una página en facebook (Tamahara-chan) donde doy avisos de próximos proyectos y avances, y crean que hay muchos proyectos por delante tengo cuatro fics en mi computadora empolvados que espero sacar a la luz el siguiente año.

P.D Feliz Navidad atrasada... ¡muchas gracias por el apoyo!

¿Review?